martes, 21 de octubre de 2025

Capítulo 24. V. El Cristo en ti (3ª parte).

V. El Cristo en ti (3ª parte).

4. Mas deja que tu deseo de ser especial dirija su camino, y tú lo recorrerás con él. 2Y ambos caminaréis en peligro, intentando con­ducir al otro a un precipicio execrable y arrojarlo por él, mientras os movéis por el sombrío bosque de los invidentes, sin otra luz que la de los breves y oscilantes destellos de las luciérnagas del pecado, que titilan por un momento para luego apagarse. 3Pues, ¿en qué puede deleitarse el deseo de ser especial, sino en matar? 4¿Qué busca sino ver la muerte? 5¿Adónde conduce, sino a la destrucción? 6Mas no creas que fue a tu hermano a quien contem­pló primero, ni al que aborreció antes de aborrecerte a ti. 7El pecado que sus ojos ven en él y en lo que se deleitan, lo vio en ti y todavía lo sigue contemplando con deleite. 8Sin embargo, ¿qué deleite te puede dar contemplar la putrefacción y la demencia, y creer que esa cosa que está a punto de desintegrarse, con la carne desprendiéndose ya de los huesos y con cuencas vacías por ojos es como tú?

Sabemos que este Curso y sus enseñanzas se nos muestran formando parte de nuestro estado de conciencia actual, el sueño. Puede ser considerado un sueño feliz, donde el conocimiento que se expone puede ser interpretado como un "puente" que nos permitirá cruzar desde las tinieblas hasta la luz. La enseñanza del Curso no es conocimiento directo de Dios, el cual pertenece al Cielo, pero en el mundo del sueño que estamos soñando, es un rayo de luz que disipa la oscuridad propia de la ignorancia más profunda. Por tal motivo, el Curso, al igual que todas las enseñanzas que nos permitan reconocer los obstáculos que ocultan el amor, deben ser recibidas desde la certeza de que provienen de la Voz que nos habla por Dios.

Los dos niveles en los que se expresa el Curso, el metafísico y el empírico, son necesarios, pues si bien el metafísico nos describe el Mundo de Dios, el real, el empírico, se sitúa en el escenario de la percepción errada, la cual ha dado lugar a la visión de una identidad ilusoria, lo que hace necesario trascenderla, llevándola hasta la verdad. Esto solo es posible utilizando el escenario que hemos fabricado y en el que creemos se encuentra la verdad.

El cuerpo tiene una función estelar en este proceso que llaman "despertar". En verdad, desde el nivel metafísico, el Hijo de Dios no está dormido, pues si así fuese, Su Fuente Dios, lo estaría igualmente. El pensamiento siempre sigue a su fuente. Pero en el nivel perceptivo, sí cree estarlo. Se encuentra tan identificado con lo que no es, es tan profunda su pesadilla, que despertarlo de golpe podría ser contraproducente. De este modo, el cuerpo y el tiempo son utilizados por el Espíritu Santo para que el proceso de despertar se lleve a cabo progresivamente. Metafísicamente, ese despertar ya ha ocurrido porque en realidad nunca ocurrió. El Hijo de Dios jamás ha dejado de ser inocente e impecable en la Mente de Dios.

5. Regocíjate de no tener ojos con los que ver, ni oídos con los que oír, ni manos con las que sujetar nada, ni pies a los que guiar. 2Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. 3Los Suyos son ilusio­nes también, lo mismo que los tuyos. 4Sin embargo, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. 5Y derraman luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar tal como fuiste guiado.

En este punto, Jesús arroja más luz a lo que hemos analizado anteriormente. Nos aclara que las alusiones que nos hace con respecto a Cristo también son ilusiones. Es decir, Cristo no puede ofrecernos sus manos, sus pies, sus oídos, pues todos ellos forman parte del cuerpo, el cual no es real. Pero metafóricamente sí puede hacerlo, pues con ello nos está revelando que las funciones sensoriales asociadas al cuerpo proceden del mundo mental, lo que significa que cuando estamos aludiendo a la función de ver, no son los ojos físicos los que nos permiten tal cosa, sino los ojos de la mente. Tiene sentido que esto sea así si en verdad creemos en la falsedad del cuerpo. Si no existe el cuerpo, ¿cómo vamos a poder ver, tocar, oír? 

Lo único verdadero es la mente, la cual sí tiene esas capacidades, y cuando la enseñanza se refiere a la visión, lo hace dirigiéndose a la mente. Cuando alude al hecho de realizar un viaje, está refiriéndose a la acción de cambiar de forma de pensar.

Jesús introduce en este punto un mensaje que debemos considerar si queremos comprender la profundidad de lo que estamos analizando. Si bien nos afirma que las capacidades adscritas a Cristo, estas son, la de ver, oír, caminar, forman parte igualmente de la ilusión, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de este. 

Tener un propósito. Tan sólo si tiene un propósito tendrá significado real. Decimos real, porque el propósito del ego no es real, es ilusorio. Por lo tanto, si es ilusorio, no es nada y si no es nada, no tiene significado, por lo que no puede existir propósito alguno. En este sentido, el cuerpo no tiene propósito. No puede crear. Tan sólo la mente tiene propósito, al ser real. El cuerpo es neutral y sirve a la mente, la cual, utilizando el cerebro, transmite su programa para que sea ejecutado por el cuerpo.

2 comentarios:

  1. En el punto 4 de la sección que estamos estudiando, Jesús nos invita a reflexionar sobre el deseo de ser especial y cómo este deseo distorsiona nuestra percepción de nosotros mismos y de los demás. Veamos cuáles son las ideas principales que se recogen en el mismo:
    • El deseo de ser especial: El texto señala que este deseo nos lleva por un camino peligroso, donde buscamos imponernos sobre otros, incluso destruirlos simbólicamente, para mantener nuestra "especialidad". Es una metáfora del ego que compite, juzga y separa.
    • La visión distorsionada: Se describe cómo, al dejarnos guiar por el ego, vemos a los demás —y a nosotros mismos— como cuerpos en decadencia, como seres corruptos y sin valor. Esta visión es una proyección del pecado que creemos ver en nosotros y que luego atribuimos a los demás.
    • La ilusión del cuerpo: La imagen de la carne desprendiéndose y los ojos vacíos es una representación extrema de cómo el ego ve la realidad: como algo sin propósito, sin luz, sin vida. El Curso nos invita a cuestionar esta percepción y a reconocer que no somos cuerpos, sino mente, espíritu, unidad.
    • El llamado a despertar: Implícitamente, el texto nos llama a abandonar esta visión de muerte y destrucción, y a reconocer al Cristo en nosotros —la parte divina, eterna, inocente— que no se deleita en el pecado ni en la separación.
    Este pasaje nos confronta con la crudeza de nuestras creencias inconscientes. Nos muestra que el ego no busca la paz, sino la destrucción, y que solo al renunciar al deseo de ser especial podemos comenzar a ver con los ojos del Cristo: con compasión, unidad y amor. ❤️

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  2. A través del pasaje 5, Jesús nos ofrece una profunda enseñanza sobre la naturaleza ilusoria del cuerpo y el verdadero propósito de los sentidos cuando están al servicio del Espíritu.
    Analicemos las claves principales para comprender el mensaje:
    • Renuncia a los sentidos físicos: La invitación a “regocijarse de no tener ojos, oídos, manos ni pies” no es literal, sino simbólica. Nos llama a desapegarnos de la identificación con el cuerpo y sus funciones, que en el Curso son consideradas ilusorias.
    • Cristo como guía simbólica: Aunque se dice que Cristo puede “prestarte los Suyos”, se aclara que también son ilusiones. Esto significa que incluso las funciones atribuidas a Cristo (ver, oír, guiar) no son reales en el sentido metafísico, pero sí útiles dentro del sueño si están al servicio del despertar.
    • El propósito lo transforma todo: Lo que diferencia los sentidos del ego de los sentidos “prestados por Cristo” es el propósito. Cuando se usan para el ego, perpetúan la separación. Cuando se usan para el Espíritu, iluminan, guían y sanan. La fuerza del propósito espiritual les da poder transformador.
    • La luz del propósito: Cristo “derrama luz” sobre todo lo que toca, no porque sus sentidos sean reales, sino porque están alineados con el propósito de sanar y despertar. Así, nosotros podemos guiar como fuimos guiados: con amor, claridad y unidad.
    Este punto nos recuerda que no somos cuerpos, sino mente -espíritu-. Los sentidos físicos no son nuestra verdadera fuente de conocimiento. Solo cuando permitimos que el Espíritu Santo o Cristo los utilice para un propósito santo, se convierten en herramientas de luz. Es una invitación a dejar de ver con los ojos del juicio y empezar a ver con los ojos del amor.
    Ejercicio diario: Ver con los ojos del Cristo.
    Objetivo: Reentrenar la percepción para ver con propósito, no con juicio.
    • Paso 1: Intención al despertar.
    Al comenzar el día, repite mentalmente:
    “Hoy no quiero ver con los ojos del cuerpo, sino con los ojos del Cristo. Que mi visión sea guiada por el amor.”
    Esto establece el propósito: que tus sentidos sirvan al despertar, no al ego.
    • Paso 2: Observa sin juzgar.
    Durante el día, cada vez que veas a alguien (en la calle, en casa, en el trabajo), haz una pausa breve y piensa:
    “No estoy viendo un cuerpo. Estoy viendo a un hermano, una mente como la mía, inocente y eterna.”
    Este simple cambio de enfoque transforma tu percepción y te conecta con la unidad.
    • Paso 3: Usa tus palabras como luz
    Antes de hablar, pregúntate: “¿Esto que voy a decir sirve para unir o para separar?” Si no sirve para unir, elige el silencio o reformula con compasión.
    • Paso 4: Al final del día
    Haz una revisión amorosa de tu jornada. Pregúntate:
    • ¿Cuántas veces vi con los ojos del Cristo?
    • ¿Dónde me dejé llevar por el juicio o el deseo de ser especial?
    • ¿Qué puedo entregar al Espíritu para que lo transforme?
    Este tipo de práctica convierte cada momento cotidiano —una conversación, una mirada, una decisión— en una oportunidad de despertar. ❤️🙏

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