miércoles, 8 de octubre de 2025

Capítulo 24. III. Cómo perdonar el deseo de ser especial (1ª parte).

III. Cómo perdonar el deseo de ser especial (1ª parte).

1. El perdón pone fin al deseo de ser especial. 2Lo único que se puede perdonar son las ilusiones, que entonces desaparecen. 3El perdón es lo que te libera de todas las ilusiones, y por eso es por lo que es imposible perdonar sólo parcialmente. 4Nadie que se aferra a una sola ilusión puede considerarse a sí mismo libre de pecado, pues en tal caso aún está afirmando que un error acerca de sí mismo es hermoso. 5Y de este modo, lo califica de "imper­donable" y lo convierte en un pecado. 6¿Cómo iba a poder enton­ces conceder perdón de manera total cuando aún no lo quiere aceptar para sí mismo? 7Pues es seguro que lo recibiría completa­mente en el instante en que así lo concediese. 8Y de esta manera, la culpabilidad que mantiene oculta desaparecería, al él mismo haberla perdonado.

Jesús nos enseña en este punto una hermosa lección sobre el perdón, al cual le otorga el mismo poder que al amor, cuando nos dice que es "imposible perdonar sólo parcialmente". ¿Cómo debemos entender esto? Lo haremos cuando aceptemos que es imposible amar parcialmente, es decir, amar selectivamente diciéndonos que podemos amar a unos y a otros no. El amor incondicional, el amor de Dios, no tiene límites. El amor es eterno y, si lo empleamos de manera temporal, ya no es verdadero amor.

El ego y su sistema de pensamiento se alimentan de la creencia en la separación. Su visión es fragmentaria y su mente es analítica y selectiva, lo que le lleva a creer en multitud de errores y problemas, distintos unos de otros.

Un Curso de Milagros nos enseña que tan sólo hay un error, el de haber sustituido la verdad por la ilusión. Esta es la razón principal por la cual no hay grados de dificultad en los milagros.

Jesús nos dice que el perdón nos libera de todas las ilusiones, pues el perdón es integral y, cuando se manifiesta, lo hace abarcando todos los errores que el ego cree tener. El perdón, al igual que el amor, cuando se aplica correctamente, no perdona selectivamente, sino que lo hace desde la visión de la unidad y de un modo total.

2. Cualquier forma de especialismo que aún valores, la has con­vertido en un pecado. 2Se alza inviolable, y la defiendes acérri­mamente con toda tu endeble fuerza contra la Voluntad de Dios. 3Y así, se alza contra ti, como enemiga tuya, no de Dios. 4De este modo, parece escindirte de Dios y hacer que estés separado de Él en cuanto que defensor de ella. 5Prefieres proteger lo que Dios no creó. 6Sin embargo, este ídolo que parece conferirte poder, en rea­lidad te lo ha arrebatado. 7Pues le has dado el patrimonio de tu hermano, dejando a éste solo y condenado, y quedando tú hun­dido en el pecado y en el sufrimiento junto con él ante el ídolo que no puede salvaros.

El especialismo, al ser el motor central del sistema de pensamiento del ego, participa de la creencia de que los errores son igualmente especiales y de este modo llega a la conclusión de que su fuente es distinta una de otra. Defendiendo esa creencia, el ego alimenta el único error que no reconocen como tal, el de la visión de la separación.

Si el único error que cometió el Hijo de Dios fue sustituir la verdad de la unidad por la ilusión de la separación, entonces podemos reconocer que en verdad no existió ningún error, pues lo ilusorio no es nada, no existe.

Cuando nuestra mente se conecta con la Voz que habla por Dios, con el Espíritu Santo, y aceptamos la Expiación, la visión de la verdad es recordada y se reconoce que no hemos abandonado nunca nuestra Fuente y que nuestra impecabilidad está intacta en la Mente de Dios. Esa visión es la que en el mundo del sueño nos lleva a reconocer en el uso del perdón la corrección del error imaginario que creímos cometer y al que consideramos como pecado.

Jesús nos dice en este punto que el especialismo nos conduce a la creencia en el pecado.

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