II. La perfidia de creerse especial (5ª parte).
9. Has llegado muy lejos por el camino de la verdad, demasiado lejos como para titubear ahora. 2Un paso más, y todo vestigio del temor a Dios quedará disuelto en el amor. 3El deseo de ser especial de tu hermano y el tuyo son enemigos, y en su mutuo odio están comprometidos a matarse el uno al otro y a negar que son lo mismo. 4Mas no han sido ilusiones las que han llegado hasta este último obstáculo, el cual parece hacer que Dios y Su Cielo estén tan lejos que no se pueden alcanzar. 5Aquí en este santo lugar se alza la verdad esperando para recibirte a ti y a tu hermano en silenciosa bendición y en una paz tan real y abarcadora que nada queda excluido. 6No traigas ninguna de las ilusiones que abrigas acerca de ti mismo a este lugar, al que vienes lleno de esperanza y honestidad.
Tengo la sensación, basada en la propia experiencia, de que el proceso que hemos llamado "despertar" no es un camino fácil. Se dice de él que se asemeja a un camino de rosas, en el que, para alcanzar la belleza de su flor, hay que recorrer un trayecto de espinas.
Nadie aprende por cuenta ajena. Este dicho se confirma en la realidad que nos muestra el mundo perceptivo. Para la mente dividida, la que hace realidad el mundo ilusorio de la percepción, la salvación se nos antoja como una larga travesía en la que debemos recorrer todo tipo de vicisitudes plagadas de sufrimiento. Es el agotamiento hasta la saciedad lo que nos hace aborrecer aquello que hemos devorado con tanto ardor y pasión. Cuando el deseo de ser especial se haya satisfecho por completo, cuando el dolor haya sido tan intenso que ya no podamos seguir creyendo en el camino elegido, en el guía idolatrado, entonces se percibirá una tenue luz en nuestro horizonte, anunciando que existe la esperanza de un nuevo camino, de elegir un nuevo guía, el cual sí sabrá guiarnos hacia la "tierra prometida", donde nos reencontraremos con nuestra verdadera Identidad, con nuestra naturaleza divina, inocente y pura.
Muchos ya hemos vislumbrado en nuestro horizonte esa tenue luz. Ahora tan sólo nos resta tomar una nueva elección que nos lleve a abandonar las antiguas creencias que nos han mantenido prisioneros de la cárcel del olvido y en la que hemos servido a un falso guía.
10. He aquí el que te puede salvar de tu deseo de ser especial. 2Él tiene tanta necesidad de que lo aceptes como parte de ti, como tú de que él te acepte a ti. 3Eres tan semejante a Dios como Dios lo es a Sí Mismo. 4Dios no es especial, pues Él no se quedaría con ninguna parte de lo que Él es sólo para Sí, negándosela a Su Hijo y reservándola sólo para Sí Mismo. 5Y esto es lo que tú temes, pues si Él no es especial, entonces Su Voluntad dispuso que Su Hijo fuese como Él, y, por lo tanto, tu hermano no puede sino ser como tú. 6Él no es especial, pero lo tiene todo, incluyéndote a ti. 7Dale sólo lo que ya es suyo, y recuerda que Dios Se dio a Sí Mismo a ambos con el mismo amor, para que ambos pudierais compartir el universo con Él, Quien dispuso que el amor jamás pudiese ser dividido ni mantenerse separado de lo que es y ha de ser para siempre.
Si Dios fuese especial, Su hijo también lo sería, lo que lo convertiría en el Padre del ego y el mundo físico, sujeto a las leyes de la temporalidad; sería real y sus verdades transitorias.
Si Dios fuese especial, sus creaciones serían caóticas y sus leyes dementes.
Si Dios fuese especial, sus relaciones serían especiales y el miedo se establecería en ellas, haciendo imposible alcanzar la paz y la felicidad.
El recuerdo de Dios desde nuestro corazón nos inunda de paz y sosiego, pues reconocemos que ninguna mente infectada por el deseo de ser especial puede elevarnos hacia la morada del Cielo donde la visión de la unicidad nos funde con la Filiación. Si has recordado en algún instante santo esa visión del Cielo y de Dios, negarás que nuestro Creador albergue el deseo de ser especial.
Alegrémonos, hermano, pues el recuerdo de Dios abrirá nuestros ojos verdaderos a la visión crística, lo que nos permitirá reconocer que somos Uno en la Mente del Hacedor.
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