IV. Ser especial en contraposición a ser impecable (3ª parte).
4. Te dije anteriormente que no te detuvieses a examinar los medios con los que se logra la salvación, ni cómo se alcanza ésta. 2Pero examina detenidamente si es tu deseo ver a tu hermano libre de pecado. 3Para todo aquel que se cree especial la respuesta tiene que ser "no". 4Un hermano libre de pecado es enemigo de su especialismo, mientras que el pecado, de ser posible, sería su amigo. 5Los pecados de tu hermano justificarían tu especialismo y le darían el significado que la verdad le niega. 6Todo lo que es real proclama que él es incapaz de pecar. 7Todo lo que es falso proclama que sus pecados son reales. 8Si es un pecador, tu realidad entonces no es real, sino únicamente un sueño de que eres especial que dura sólo un instante, antes de desmoronarse y convertirse en polvo.
Si en la interpretación de aquello que nos sucede la hacemos desde el deseo de ser especial, estaremos desvinculándonos de la Fuente del Amor de donde procedemos realmente, lo que significa que nos estamos negando a nosotros mismos y en su lugar adoptando una falsa identidad que nos guiará por la senda del dolor y el sufrimiento.
El deseo de ser especial es la causa que origina nuestra creencia en la separación y, por lo tanto, en la causa cuyos efectos serán el miedo, el pecado, la culpa, el dolor, el sufrimiento, el sacrificio y la muerte. El mundo que se percibe bajo esa visión es un mundo de perdición, pues es la consecuencia de nuestra autocondena.
El mundo de salvación está trazado por Dios para Su Hijo y supone tan sólo un instante santo, una decisión que nos conecta con el recuerdo de Dios y de la Verdad y que nos lleva a la visión crística de la unicidad. En esa visión ya no estamos separados, sino que caminamos de la mano junto al resto de la Filiación, la cual tiene encomendada como misión el salvaguardar la integridad de la unidad en la mente del Hijo de Dios. Existe un pacto entre Dios y Su Hijo por el que cada uno de ellos se ofrece como "regalo de luz" para iluminar la senda de cada uno de ellos.
5. No defiendas este sueño insensato, en el que Dios se halla privado de lo que ama y tú te encuentras más allá de la posibilidad de salvarte. 2Lo único que es seguro en este mundo cambiante que no tiene sentido en la realidad es esto: cuando no estás completamente en paz, o cuando experimentas cualquier clase de dolor, es que has percibido un pecado en tu hermano y te has regocijado por lo que creíste ver en él. 3Tu sensación de ser especial pareció estar a salvo a causa de ello. 4Y así, salvaste a lo que habías designado como tu salvador y crucificaste al que Dios te dio en su lugar. 5Y de este modo, estás en la misma encrucijada que él, pues sois un solo ser. 6Por lo tanto, el especialismo es su "enemigo” así como el tuyo.
Jesús, de una manera hermosa y cautivadora, nos ofrece una "pista" que nos ayudará a reconocer la pureza de nuestras mentes. Muchos estudiantes, en nuestra incertidumbre por conocer si estamos siguiendo a la verdad o a las ilusiones, buscamos señales y respuestas que nos saquen de esa duda. Sí, esa falta de fe procede del ego. Pero dado que nos encontramos en el mundo del sueño y que la propia enseñanza se nos ha dado en ese escenario temporal, no nos viene mal recibir una "pista" para reconocer nuestro estado.En este sentido, Jesús nos dice que cuando no estamos completamente en paz, o cuando experimentamos cualquier clase de dolor, es que estamos percibiendo un pecado en nuestro hermano y nos hemos regocijado por lo que creímos ver en él.
¡Guau! La verdad es tan sencilla de ver cuando se nos muestra.
Tan sólo cuando recordamos a Dios y aceptamos que somos tal y como nos ha creado, podremos gozar de su paz. La ausencia de esa paz es una alarma que debe sonar en nuestra mente para indicarnos que ha dejado de servir al amor y ha permitido que el deseo de ser especial ocupe su lugar. Si esto ocurre, no debemos preocuparnos ni castigarnos. Tan sólo tenemos que recordar que esa desviación ya ha sido corregida por Dios y no puede causar efecto alguno, pues ya no existe. Por lo tanto, recuperemos la memoria de Dios y de lo que somos y volveremos a gozar de la paz que compartimos con toda la creación.
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