II. La perfidia de creerse especial (6ª parte).
11. Tú le perteneces a tu hermano, pues a él no se le negó ninguna parte del amor. 2¿Cómo iba a ser que tú perdieses por ser él íntegro? 3Lo que se le ha dado a él es lo que hace que tú seas íntegro, y lo que hace que él sea íntegro también. 4El Amor de Dios te dio a ti tu hermano, y a ti a él porque el Padre se dio a Sí Mismo. 5Lo que es igual a Dios es uno con El. 6Y ahora que finalmente tienes la esperanza de paz a la vista, sólo el deseo de ser especial podría hacer que el hecho innegable de que tú y tu Padre sois uno pareciese ser todo menos el Cielo.
Nuestra mente dividida y errada oculta una de las formas más celosamente protegidas del miedo. Me estoy refiriendo al miedo a no ser nada. De la fuente de este miedo surge, inevitablemente, el miedo a la muerte, el miedo a desaparecer y dejar de tener una identidad perceptible.
El miedo a no ser nada nos lleva a entregarnos a una causa agotadora, la que nos permita reconocernos como "alguien". Dicho de otro modo, si no somos nada, entonces no habremos cumplido nuestro deseo de ser especial, habremos fracasado en nuestro principal objetivo. Así que para asegurarnos de que nuestro deseo especial triunfa, tendremos que garantizar que somos alguien y no cualquier alguien, sino el más poderoso.
El miedo a no ser nada, ni alguien, responde al vacío y a la necesidad con la que se ha identificado su mente. Esa mente se cree separada de la "fuente de la abundancia" y en su lugar imagina que para alcanzar sus objetivos es preciso rodearse de medios que le permitan conseguir su fin. De este modo, el mundo exterior se presenta como el campo abonado donde recolectar la cosecha ajena. Pero ocurre que el otro también participa de la misma creencia, la de la escasez, y dado que el mundo ilusorio está regido por la temporalidad, nada es estable y duradero, ni el propio cuerpo con el que identifica. Por lo tanto, lo que siembra le ofrece frutos efímeros que lo inspirarán a conservarlo desplegando muchos esfuerzos. Resulta más fácil apoderarse de lo ajeno, aunque sea efímero, que emplearse en las labores de siembra, mantenimiento y recolección.
En el terreno psicológico, el miedo a no ser nada nos lleva a apoderarnos de la identidad del otro. Este miedo, negado por el ego, favorece el exceso de protagonismos en el desarrollo de la personalidad, dando lugar a personajes que pasan a la historia por sus complejos de superioridad.
12. El deseo de ser especial es el sello de la traición impreso sobre el regalo del amor. 2Todo lo que apoya sus propósitos no tiene otro objetivo que el de matar. 3Todo regalo que lleve impreso su sello no ofrece otra cosa que traición al que lo da y al que lo recibe. 4Ni una sola mirada de los ojos que él ciega deja de contemplar escenas de muerte. 5Todo aquel que cree en su poder no hace sino transigir y hacer concesiones para establecer al pecado como substituto del amor y servirle con gran lealtad. 6Y toda relación que tenga el propósito del pecado en gran estima no hace sino aferrarse al asesinato como arma de seguridad y como el protector supremo de todas las ilusiones contra la "amenaza" del amor.
De este modo, el deseo de ser especial es el principal pensamiento que nos lleva a atentar contra la realidad de la vida, ya que es una apuesta por reconocer la muerte como una parte real de la existencia. Dando muestra de la afirmación "nadie puede dar lo que no tiene", el ego no puede ser portador de vida en el sentido verdadero de su significado, ya que si así fuese, estaría admitiendo que es un pensamiento ilusorio, pues su sistema de creencias se fundamenta en la temporalidad de la existencia.
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