lunes, 20 de octubre de 2025

Capítulo 24. V. El Cristo en ti (2ª parte).

V. El Cristo en ti (2ª parte).

3. ¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón? 2El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese necesitar perdón. 3Él está en paz porque no ve pecado alguno. 4Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no ten­gas? 5Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. 6¡Qué afa­bles son los panoramas que contempla, los sonidos que oye! 7¡Qué hermosa la mano de Cristo, que sostiene a la de Su hermano! a¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír!

En la primera parte de este punto, Jesús nos recuerda cuál es la causa que nos priva de la paz de Dios. Al indicarnos que esa paz sólo es posible en este mundo cuando hacemos uso del perdón, nos está identificando que el pensamiento que nubla la luz del Padre es el de la culpa y la condena.

Como bien sabemos, la culpa es el resultado directo de creer en el pecado y esta creencia es la consecuencia de desear ser especial o, lo que es lo mismo, el deseo de ser diferente a nuestro creador y a Su Obra, la Filiación. Afortunadamente, esa creencia y las consecuencias aparentemente generadas por ella forman parte de un pensamiento ilusorio que fue corregido en el mismo instante en el que emanó. 

A continuación, Jesús nos dice que El Cristo en cada uno de nosotros contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese necesitar perdón. Con este mensaje, Jesús nos abre la visión al Mundo de Dios, al Cielo, donde todo es amor y la unicidad es el lazo que mantiene todo pensamiento unido a Su Fuente. En el Cielo no es necesario perdonar, pues no existe condena. 

Las siguientes palabras que utiliza Jesús en el punto pueden ser confusas, teniendo en cuenta lo que acabamos de ver con relación al perdón y el Cielo. Nos dice Jesús:

"Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies"

En apariencia, Jesús parece estar refiriéndose a características propias del cuerpo físico, con lo cual estaría admitiendo que este "envoltorio" es real. Tendríamos que admitir esta paradoja del lenguaje, si no hubiese añadido en el desarrollo de este punto lo siguiente: 

¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír! 

La visión de Cristo en nosotros nos permitirá ver en este mundo ilusorio el reflejo de lo que es el Cielo, esto es, la visión de la unidad, la percepción verdadera. Y para ello es necesario que nuestra mente deje de creer en el pecado, en la culpa, en la condena y se entregue al perdón de dichos pensamientos erróneos. El cuerpo es el símbolo que representa la creencia en la separación y, como hemos visto a lo largo de la enseñanza del Curso, no es real. Cristo camina junto a nosotros, pero no lo hace literalmente, sino de forma alegórica, pues en verdad no hay camino que andar ni distancia que recorrer. Solo existe el pensamiento y es en la mente donde debemos realizar ese "viaje" que ha de conducirnos hasta las puertas del Cielo. Él nos mostrará lo que se puede ver y oír, e indicándonos también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír. 

Lo único que se puede ver y oír es lo que forma parte de la verdad, pues lo ilusorio no es nada. El mundo que nos muestra la visión de Cristo es el mundo perdonado, donde la culpa se sustituye por el perdón y donde el dolor y el sufrimiento se sustituyen por la paz y la felicidad.

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