V. El Cristo en ti (5ª parte).
8. Tú que te contentarías con ser especial y que buscarías la salvación luchando contra el amor, considera esto: el santo Señor del Cielo ha descendido hasta ti para ofrecerte tu compleción. 2Lo que es de Él es tuyo porque en tu compleción reside
La creencia en la separación nos hizo escasos y el deseo de especialismo en el que depositamos nuestra fe y al que nombramos como nuestro "ídolo", a quien venerar, se apoderó de la parte de nuestra mente que se dejó seducir por ese deseo y por la visión de estar separados de los demás.
El Hijo de Dios pensó: ¿Cómo Dios podría aceptar que Su Hijo lo engañase? Así, justificó la visión de un Dios que tenía pleno derecho para castigar la negligencia de Su Hijo, a la que interpretó como pecado y por la que se sentiría culpable por el resto de sus días.
Y el Hijo se dijo: ¡Debo sanar mi naturaleza pecadora y ganar de nuevo la confianza del Creador! Y fabricó un plan de salvación basado en la visión del castigo, la misma que creyó ver en su Padre. Debía sufrir en sus propias carnes el sacrificio y el dolor en señal de contrición por haber ofendido a Dios.
Y el Hijo siguió soñando esa pesadilla, sin saber que él era el único soñador del sueño.
9. Antes de que pueda haber conflicto tiene que haber duda. 2Y toda duda tiene que ser acerca de ti mismo. 3Cristo no tiene ninguna duda y Su serenidad procede de Su certeza. 4Él intercambiará todas tus dudas por Su certeza, si aceptas que Él es uno contigo y que esa unidad es interminable, intemporal y que está a tu alcance porque tus manos son las Suyas. 5Él está en ti, sin embargo, camina a tu lado y delante de ti, mostrándote el camino que Él debe seguir para encontrar Su Propia compleción. 6Su quietud se convierte en tu certeza. 7¿Y dónde está la duda una vez que la certeza ha llegado?
Es inevitable el tener que acudir al mensaje de esta lección para comprender mejor el contenido de este punto, donde Jesús nos habla de la quietud de Cristo en nuestra mente, la cual se convierte en la certeza de la verdad de lo que somos.
Esa quietud procedente de la paz de Dios, cuando se manifiesta en nuestra mente, nos permite alcanzar la visión Crística, que, como hemos dicho más arriba, deshace la percepción errada, sustituyéndola por la percepción verdadera. Esto significa que la creencia en la separación desaparece de nuestra mente y su lugar es ocupado por pensamientos amorosos de unidad.
Desde ese momento, desde el instante en el que elegimos la quietud de la paz en nuestra mente, dejaremos de ver al otro como el enemigo y lo reconoceremos como nuestro mejor amigo, pues hemos recordado que es uno con nosotros y que el plan de salvación tan sólo será una realidad cuando decidimos caminar junto a nuestro hermano en nombre de la unicidad.
La paz se convierte en nuestra certeza y ya no dudaremos más, pues habremos reconocido que no hay nada que nos haga dudar.


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