miércoles, 1 de octubre de 2025

Capítulo 24. II. La perfidia de creerse especial (3ª parte).

II. La perfidia de creerse especial (3ª parte).

5. Puedes defender tu especialismo, pero nunca oirás la Voz que habla en favor de Dios a su lado, 2pues hablan diferentes idiomas y llegan a oídos diferentes. 3Para todo aquel que se cree especial la verdad tiene un mensaje diferente, y un significado distinto. 4Sin embargo, ¿cómo podría ser que la verdad fuese diferente para cada persona? 5Los mensajes especiales que oyen los que se creen especiales les convencen de que ellos son diferentes y de que son algo aparte, cada uno con sus pecados especiales y "a salvo” del amor, el cual no ve su especialismo en absoluto. 6La visión de Cristo es su "enemigo", pues no ve aquello que ellos quieren ver y les mostraría que el especialismo que ellos creen ver es una ilusión.

El deseo de ser especial influye en nuestro sistema de pensamiento y creencias, lo que se traduce en que nuestro comportamiento responde fielmente a lo que dicta ese deseo. Así, establecemos relaciones que consideramos igualmente especiales y, si es cierto que inicialmente nos sentimos atraídos a establecer dichas relaciones llamados por la búsqueda del amor, en realidad lo que buscamos es satisfacer el profundo vacío que sentimos de ser amados de forma especial.

Si has experimentado una relación especial, sabrás reconocer que el miedo que sentimos por perder el amor del otro, indiferentemente de cómo se manifieste ese temor, se convierte en un obstáculo que no facilita la experiencia de la paz. Que esto sea así responde al propósito que realmente nos mueve a establecer dicha relación, el deseo de ser especial. Podemos alegar a nuestro favor que nuestra motivación era amar a la persona que hemos elegido para compartir nuestra relación. Sin embargo, todos nuestros gestos para alcanzar ese amor van dirigidos erróneamente. En verdad, lo que nos motiva es que el otro llene el vacío de amor que sentimos por tenerle miedo a amar incondicionalmente. Ese miedo se convierte en un filtro que condiciona la experiencia de amor, se convierte en una exigencia de ser amado como queremos que nos amen. Ese amor no es verdadero amor, pues el amor debe aportar libertad y no limitación.

Si elegimos oír la voz del especialismo, estaremos negando nuestra verdadera Identidad. Ignoraremos quiénes somos en realidad y ello nos llevará, igualmente, a desconocer la Identidad de los demás, a los que veremos no como nuestros aliados, sino como nuestros enemigos.

6. ¿Qué podrían ver en su lugar? 2Podrían ver el brillante fulgor del Hijo de Dios, tan semejante al de su Padre que el recuerdo de Éste alborearía de inmediato en sus mentes. 3con ese recuerdo el Hijo recordaría sus propias creaciones, que son tan semejantes a él como él es semejante a su Padre. 4el mundo que él cons­truyó, así como su deseo de ser especial junto con todos los peca­dos que en defensa de ese deseo albergó contra sí mismo, se desvanecerían a medida que su mente aceptase la verdad acerca de lo que él es y retornase para ocupar el lugar que aquellos ocupaban, 5Éste es el único "costo" de la verdad: jamás volverás a ver lo que nunca tuvo lugar ni a oír lo que no tiene sonido. 6¿Es acaso un sacrificio renunciar a lo que no es nada y recibir a cam­bio el Amor de Dios para siempre?

Jesús nos describe en este punto lo que experimentaremos si elegimos oír la Voz que habla por Dios, la Voz del Amor, en vez de la voz del ego.

Nos referíamos en el punto anterior a que la relación especial está inspirada por el deseo de ser especial. ¿Qué paz se puede experimentar si nuestros pensamientos son egoístas y buscan en el ataque salvaguardar nuestra propia seguridad? ¿Has conocido alguna vivencia en la que el ataque no engendre dolor y sufrimiento? Elegir como guía al ego y al deseo de ser especial nos conduce una y otra vez a la percepción de una realidad errónea, la cual se sustenta por la creencia de que somos seres separados del mundo que percibimos. El miedo al amor nos ha llevado a amar el miedo. No es un juego de palabras. Esa afirmación encierra el sentimiento que guía todos nuestros gestos. Si amamos incondicionalmente, el deseo de sentirnos especiales desaparece y con ello nuestra falsa identidad egoica. Así que para garantizar la seguridad de nuestra identidad decidimos tener miedo del amor y sustituirlo por el amor al miedo, pues es el único modo de sentir lo que hemos confundido con el verdadero amor, el deseo de ser especial.

Al sentir amor por el miedo, garantizamos la continuidad del sistema de pensamiento del ego y depositamos esa seguridad en el envoltorio con el que nos hemos identificado, el cuerpo físico. El cuerpo se convierte en la herramienta del ego a través de la cual expresa su amor por el miedo, creyendo que dicho cuerpo tiene el poder de generar miedo, cuando en verdad el miedo pertenece al nivel de la mente, que es quien verdaderamente lo hace real.

La visión que Jesús nos describe en este punto es la Visión Crística, la que nos permite vislumbrar el Cielo donde la esencia del amor nos permite experimentar la grandeza de la Unidad.

La Visión Crística nos permite recordar nuestra Identidad verdadera. La práctica de esa visión unificadora nos guiará a establecer la santidad en nuestras relaciones, las cuales se caracterizarán por el deseo de dar y compartir el amor de manera incondicional.

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