PRINCIPIO 31
Los
milagros deben inspirar gratitud, no reverencia. Debes dar gracias a Dios por
lo que realmente eres. Los Hijos de Dios son santos, y los milagros honran su
santidad, que ellos pueden ocultar, mas nunca perder.
En ocasiones, en mi vida, no siempre he tenido claro el
modo en cómo debía dirigirme a Dios, a Cristo, al Espíritu Santo, a los
Ángeles, en general, a cualquier representante de lo Superior.
Desde pequeño, me habían enseñado a postrarme de rodilla ante todo símbolo
divino.
En este Principio, Un Curso de Milagros nos
ofrece información sobre este particular, lo que me permite dedicar las
siguientes líneas a tres conceptos que están estrechamente relacionados con
este tema y que sin duda nos aclarará cualquier duda que podamos albergar.
Vamos a hablar de la “reverencia”, de la
“gratitud o gracia” y de la “santidad”.
Comenzaremos compartiendo el párrafo 3, del
punto II en el Capítulo 1, donde el Curso nos señala:
“La reverencia se debe reservar sólo para la
revelación, a la que se puede aplicar perfecta y correctamente. No es una
reacción apropiada hacia los milagros porque un estado de reverencia es un
estado de veneración, lo cual implica que uno de rango inferior se encuentra
ante su Creador. Tú eres una creación perfecta y deberías sentir reverencia
solamente en presencia del Creador de la perfección. El milagro es, por lo
tanto, un gesto de amor entre iguales. Los que son iguales no deben sentir
reverencia los unos por los otros, pues la reverencia implica desigualdad. Por
consiguiente, no es una reacción apropiada hacia mí. Un hermano mayor merece
respeto por su mayor experiencia, y obediencia por su mayor sabiduría. También
merece ser amado por ser un hermano, y devoción si es devoto. Es tan sólo mi
devoción por ti lo que me hace merecedor de la tuya. No hay nada con respecto a
mí que tú no puedas alcanzar. No tengo nada que no proceda de Dios. La
diferencia entre nosotros por ahora estriba en que yo no tengo nada más. Esto
me coloca en un estado que en ti es sólo latente” (T-5.II.3:1-13).
Este punto deja bastante claro, que mientras
la reverencia es el modo adecuado para dirigirnos a nuestro Creador, no lo es
así, si nos dirigimos a Cristo, por su condición de igual, de hermano, lo que
hace que el gesto apropiado sea el respeto, la obediencia, la devoción y el
amor.
En ese nivel de igualdad, de filiación, de
unidad, existe un vínculo que nos une, el amor y de ese elevado sentimiento
emana de forma natural, la expresión de la gracia, la aptitud de la gratitud y
el gesto de agradecimiento.
En este sentido podemos decir, que la gratitud hacia nuestro hermano es la única ofrenda que quiere nuestro
Hermano Mayor –Cristo-. "Él se la
llevará a Dios por nosotros, sabiendo que conocer a nuestro hermano es conocer a Dios. Si estamos agradecidos a nuestro hermano, le estaremos agradecidos
a Dios por lo que Él creó. Mediante la gratitud podremos llegar a conocer a nuestro
hermano, y un momento de verdadero reconocimiento convierte a todo el mundo en nuestro
hermano porque cada uno de ellos es Hijo de nuestro Padre" (T-4-VI.7:3-5).
Jesús no indica en el Curso que, "Yo no necesito gratitud, pero tú necesitas desarrollar tu mermada capacidad de estar agradecido, o no podrás apreciar a Dios. Él no necesita que lo aprecies, pero tú sí. No se puede amar lo que no se aprecia, pues el miedo hace que sea imposible apreciar nada. Cuando tienes miedo de lo que eres no lo aprecias, y, por lo tanto, lo rechazas. Como resultado de ello, enseñas rechazo" (T-6.I.17:1-5).
Nos refiere el Curso que, “la única reacción apropiada hacia
un hermano es apreciarlo.
Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus
peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las percibes correctamente, son capaces de traer amor a tu
conciencia” (T-12.I.6:1-2).
Si recurrimos al Libro de
Ejercicios, encontramos una Lección dedicada a la Gracia. Recurriré a ella y la
expondré en su integridad, pues su contenido nos enseñará el alcance espiritual
de la gratitud.
LECCIÓN 123
Gracias
Padre por los regalos que me has concedido.
1. Sintámonos
agradecidos hoy. 2Hemos llegado a sendas más llevaderas y a caminos
más despejados. 3Ya no nos asalta el pensamiento de volver atrás,
ni resistimos implacablemente a la verdad. 4Aún hay cierta
vacilación, algunas objeciones menores y cierta indecisión, pero puedes
sentirte agradecido por tus logros, los cuales son mucho más grandes de lo que
te imaginas.
2. Dedicar ahora un día a sentirte agradecido te
aportará el beneficio adicional de poder tener un atisbo de lo grande que ha
sido tu progreso y de los regalos que has recibido. 2Alégrate hoy,
con amoroso agradecimiento, de que tu Padre no te haya abandonado a tu suerte,
ni de que te haya dejado solo vagando en las tinieblas. 3Agradece
que te haya salvado del ser que creíste haber hecho para que ocupara Su lugar y
el de Su creación. 4Dale gracias hoy.
3. Da gracias de que Él no te haya abandonado, y de que
Su Amor ha de refulgir por siempre sobre ti, eternamente inmutable. 2Da
gracias asimismo por tu inmutabilidad, pues el Hijo que Él ama es tan inmutable
como Él Mismo. 3Agradece que se te haya salvado. 4Alégrate
de tener una función que desempeñar en la salvación. 5Siéntete
agradecido de que tu valía exceda con mucho los míseros regalos que le diste a
quien Dios creó como Su Hijo y de que excede también los mezquinos juicios que
emitiste en contra suya.
4. Elevaremos hoy nuestros corazones llenos de
agradecimiento por encima de la desesperanza, y alzaremos nuestros ojos agradecidos,
que ya no mirarán al suelo. 2Hoy entonaremos el himno de gratitud,
en honor al Ser que Dios ha dispuesto que sea nuestra verdadera Identidad en
Él. 3Hoy le sonreiremos a todo aquel que veamos y marcharemos
con paso ligero según seguimos adelante a llevar a cabo nuestro cometido.
5. No caminamos solos. 2Y damos gracias de que a nuestra
soledad haya venido un Amigo a traernos la Palabra salvadora de Dios. 3Gracias
a ti por escucharlo. 4Su Palabra es muda si no se la oye. 5Al
darle las gracias a Él se te dan a ti también. 6Un mensaje que no se
haya oído no puede salvar al mundo, por muy poderosa que sea la Voz que lo
comunique o por muy amoroso que sea el mensaje.
6. Gracias a ti que has oído, pues así te vuelves el
mensajero que lleva la Voz de Él consigo y que la deja resonar por todo el
mundo. 2Acepta hoy las gracias que Dios te da, al darle tú las
gracias a Él. 3Pues Él quiere ofrecerte las gracias que tú le das,
puesto que acepta tus regalos llenos de amorosa
gratitud y te los devuelve multiplicados miles y cientos de miles de veces más.
4Él bendecirá tus
regalos compartiéndolos contigo.
5Y así, el poder y fortaleza de éstos crecerán hasta llenar el mundo
de gozo y gratitud.
7. Acepta las gracias que Él te da y dale las tuyas
durante quince minutos en dos ocasiones hoy. 2Y comprenderás
a Quién le das las gracias, y a Quién le da Él las gracias según tú se las das
a Él. 3Esta santa media hora que le dediques te será devuelta a
razón de años por cada segundo; y debido a las gracias que le das,
tendrá el poder de brindarle la salvación al mundo miles y miles de años más
pronto.
8. Acepta las gracias que Él te da,
y comprenderás con cuánto amor te conserva en Su Mente, cuán profundo e infinito
es el cuidado que te prodiga y cuán perfecta es Su gratitud hacia ti.
2Acuérdate de pensar en Él cada hora y de darle las gracias por todo
lo que Él le ha dado a Su Hijo para que éste pueda elevarse por encima del
mundo, y recordar a su Padre y a su Ser.
Ante tales y hermosas palabras, no podemos menos que
elevar la siguiente oración: “Padre, te
doy gracias por lo que soy, por haber conservado mi Identidad inalterada e
impecable en medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada mente
inventó. Y te doy gracias también por
haberme salvado de ellos. Amén”.
Dijimos al principio que hablaríamos de la santidad.
Y lo vamos a hacer a continuación. Para ello, vamos a escudriñar, nuevamente,
el Libro de Ejercicios y extraeremos el contenido de aquellas lecciones donde
se haga referencia a este aspecto.
En la Lección 36: “Mi santidad envuelve todo lo que
veo”, se recoge lo siguiente: “Eres santo porque tu mente es parte de la de
Dios. Y puesto que eres
santo, tu visión no puede sino ser santa también. "Impecabilidad"
quiere decir libre de pecado. No se puede estar libre de pecado sólo un poco. O
bien eres impecable o bien no lo eres. Si tu mente es parte de la de Dios
tienes que ser impecable, pues de otra forma parte de Su Mente sería
pecaminosa. Tu visión está vinculada a Su santidad, no a tu ego, y, por lo tanto,
no tiene nada que ver con tu cuerpo” (L.pI.36.1:2-8).
Dios nos creó a Su Imagen y
Semejanza. Si Dios es Santo, Su Hijo, fruto de la expansión de la Mente de su
Padre, también lo es. La impecabilidad está asociada a la santidad.
En la Lección 37: ”Mi santidad bendice al mundo”, se
nos enseña lo siguiente: “Tu propósito
es ver el mundo a través de tu propia santidad. De este modo, tú y el mundo
sois bendecidos juntos. Nadie pierde; a nadie se le despoja de nada; todo el mundo
se beneficia a través de tu santa visión. Tu santa visión significa el fin del sacrificio porque les ofrece a todos su
justo merecido. Y él tiene derecho a
todo, ya que ése es su sagrado derecho como Hijo de Dios" (L.pI.137.1:2-6).
"No hay ninguna otra manera de
poder eliminar la idea de sacrificio del pensamiento del mundo. Cualquier otra
manera de ver inevitablemente exige el que algo o alguien pague. Como resultado
de ello, el que percibe sale perdiendo. Y no tiene ni idea de por qué está
perdiendo. Su plenitud, sin embargo, le es restaurada a su conciencia a través
de tu visión. Tu santidad le bendice al no exigir nada de él. Los que se
consideran a sí mismos completos no exigen nada" (L.pI.137.2:1-7).
"Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite
enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente
mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son
bendecidas junto contigo” (L.pI.137.3:1-2).
El hecho de que tratemos al mundo desde la visión de la santidad,
estamos ofreciendo el regalo que ha de permitirle negar el sacrificio y aceptar
la bendición de saberse inocentes e inmaculados.
Si avanzamos en nuestro objetivo, llegamos a
la Lección 38, “No hay nada que mi santidad
no pueda hacer”, donde se recoge lo siguiente: “Tu santidad invierte todas las
leyes del mundo. Está más allá de cualquier restricción de tiempo, espacio,
distancia, así como de cualquier clase de límite. El poder de tu santidad es
ilimitado porque te establece a ti como Hijo de Dios, en unión con la Mente de
su Creador" (L.pI.138.1:1-3).
"Mediante tu santidad el poder de
Dios se pone de manifiesto. Mediante tu santidad el poder de Dios se vuelve
accesible. Y no hay nada que el poder de Dios no pueda hacer. Tu santidad, por
lo tanto, puede eliminar todo dolor, acabar con todo pesar y resolver todo
problema. Puede hacer eso en conexión contigo o con cualquier otra persona.
Tiene el mismo poder para ayudar a cualquiera porque su poder para salvar a
cualquiera es el mismo" (L.pI.138.2:1-6).
"Si tú eres santo, también lo es
todo lo que Dios creó. Tú
eres santo porque todas las
cosas que Él creó son santas. Y
todas las cosas que Él creó son
santas porque tú eres santo. En los ejercicios de hoy vamos a aplicar el poder
de tu santidad a cualquier clase de problema, dificultad o sufrimiento que te
venga a la mente tanto si tiene que ver contigo como con otro. No haremos
distinciones porque no hay distinciones” (L.pI.138.3:1-5).
Deberíamos
recordar permanentemente esta afirmación: No hay nada que mi santidad no pueda
hacer. En verdad nos lleva a confirmar la certeza de lo que somos: Santos Hijos
de Dios. Nuestra santidad niega al ego y a sus falsas creencias y pensamientos.
Nuestra santidad reinstaura la unidad y pone fin a la separación en nuestra
mente.
La siguiente Lección, la
39, “Mi santidad es mi salvación”, refiere lo siguiente: “Hemos dicho ya que tu santidad es la salvación del
mundo. ¿Y qué hay de tu propia salvación? No puedes dar lo que no tienes. Un
salvador tiene que haberse salvado. ¿De qué otro modo, si no, podría enseñar lo
que es la salvación? Los ejercicios de hoy van dirigidos a ti, en reconocimiento
de que tu salvación es crucial para la salvación del mundo. A medida que
apliques los ejercicios a tu mundo, el mundo entero se beneficiará" (L.pI.139.3:1-7).
"Tu santidad es la respuesta a
toda pregunta que jamás se haya hecho, se esté haciendo ahora o se haga en el
futuro. Tu santidad significa el fin de la culpabilidad y, por ende, el fin del
infierno. Tu santidad es la salvación del mundo, así como la tuya. ¿Cómo
podrías tú -a quien le pertenece tu santidad- ser excluido de ella? Dios no
conoce lo profano. ¿Sería posible que Él no conociese a Su Hijo?" (L.pI.139.4:1-6).
Si sentimos culpabilidad estamos identificados con el ego y no con
nuestra condición santa. Si sentimos culpabilidad es señal inequívoca de que
nos creemos pecadores y merecedores del castigo divino. Si es eso lo que hemos
dado, es eso lo que recibiremos. Si damos “pecado” cosechamos “culpabilidad”, o lo
que es lo mismo, nos estamos condenando a nosotros mismos.
Nuestra santidad es nuestra salvación pues, nos libera de la culpa y
deshace el error de la falsa creencia en el pecado, en la separación.
Con la Lección 299, “La santidad eterna mora en mí”,
ponemos fin a este recorrido: “Mi santidad está mucho más allá de mi propia
capacidad de comprender o saber lo que es. No obstante, Dios, mi Padre, Quien
la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. Nuestra Voluntad conjunta
comprende lo que es. Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es" (L.pII.299.1:1-4).
"Padre, mi santidad
no procede de mí. No
es mía para dejar que el pecado la destruya. No es mía para dejar
que sea el blanco del ataque. Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden
extinguir su fulgor ni atenuar su luz.
Se yergue por siempre perfecta e intacta. En ella todas las cosas sanan, pues siguen
siendo tal como Tú las creaste. Y puedo conocer mi santidad, pues fui creado
por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se
Te conozca” (L.pII.299.2:1-8).
Pongo fin a esta entrega, con esta bella oración:
“Padre, somos como Tú. En
nosotros no hay crueldad, puesto que en Ti no la hay. Tu paz es nuestra. Y
bendecimos al mundo con lo que hemos recibido exclusivamente de Ti. Elegimos
una vez más, y elegimos asimismo por todos nuestros hermanos, sabiendo que son
uno con nosotros. Les brindamos Tu salvación tal como la hemos recibido ahora.
Y damos
gracias por ellos que nos completan. En ellos vemos Tu gloria y en ellos
hallamos nuestra paz. Somos santos porque Tu santidad nos ha liberado. Y
Te damos gracias por ello. Amén" (L.pI.170.13:1-10).
Gracias J.J
ResponderEliminarGracias, gracias, gracias.
ResponderEliminarAmen 🙏 🙏 gracias ✨️ gracias ✨️ gracias ✨️
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