PRINCIPIO
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Todo el mundo tiene derecho a los
milagros, pero antes es necesario una purificación.
La
afirmación de este Principio, viene a confirmar cuál es nuestra verdadera
identidad.
Cuando
se hace referencia a los milagros, no se está refiriendo a la magia con la que
se encuentra identificado el ego y con la que ha fabricado todo un repertorio
de hechos ilusorios con los que trata de hacer frente al mundo demente en el
que sueña estar.
Es
necesario tener claro que cuando el Curso hace alusión al milagro establece su
procedencia en la condición divina de la que somos portadores. Ser Hijo de
Dios, creado a Su Imagen y Semejanza, nos convierte en legítimo herederos de
Sus Atributos y de S0u Condición. El milagro forma parte de esa Condición y esa
es la razón por la que tenemos derecho a él.
En
cambio, no podemos llamar milagro, a las prácticas mágicas utilizadas por el
ego, pues, mientras que el milagro corrige la causa, el error mental, la magia
trata de corregir los efectos, el cuerpo o la forma. Pero, como ya sabemos, el
objetivo que persigue el ego de corregir el efecto, el cuerpo o la forma, no es
real, pues el cuerpo no existe. Tan sólo existe la mente, y lo que hay que corregir es la falsa
identificación de la mente con el cuerpo, con la separación.
Como
bien expresa Kenneth Wapnick, “un milagro
no es abrir el Mar Rojo o caminar sobre el agua; el milagro es cambiar de la
percepción del ego a la percepción del Espíritu Santo”.
El derecho a los milagros quedó
establecido en la creación del Hijo de Dios y está garantizado por las leyes
del Padre. Con esto queremos decir, que el milagro es un derecho de todos y no
de unos cuantos. Muchas religiones restringen este “derecho” a unos cuantos, a
los que eleva a la condición de santos. La única condición que debemos
“recordar” es nuestra propia legitimidad espiritual y ponernos al servicio del
Espíritu Santo o de Jesús.
Establece este Principio que
para dar expresión al milagro tenemos previamente que realizar una
purificación. Este mensaje no va dirigido al cuerpo. Ya hemos dicho que no es
real. La purificación que debemos llevar a cabo es a nivel de la mente. Debemos
purificar nuestros pensamientos, los que mantienen la creencia en el pecado, en
la culpa, en la separación. Realmente, la purificación debe ser entendida como
una rectificación que debe ser dirigida a la mente, de donde emana toda causa.
“El milagro no hace nada. 2Lo único que hace es deshacer. 3Y de este modo, cancela la interferencia a lo que se ha hecho. 4No añade nada, sino que simplemente elimina. 5Y lo que elimina hace mucho que desapareció, pero puesto que se conserva en la memoria, sus efectos parecen estar teniendo lugar ahora. 6Hace mucho que este mundo desapareció. 7Los pensamientos que lo originaron ya no se encuentran en la mente que los concibió y los amó por un breve lapso de tiempo. 8El milagro no hace sino mostrar que el pasado ya pasó, y que lo que realmente ya pasó no puede tener efectos. 9Recordar la causa de algo tan sólo puede dar lugar a ilusiones de su presencia, pero no puede producir efectos”. (T.C28.1:1-9)
Si la mente se identifica con lo que percibe, alimentará la creencia
en el tiempo, dando valor al pasado, lo que justificará la ley de causa y
efecto. La presencia del milagro en nuestra mente, nos librará de esos
grilletes que nos mantienen prisionero de la ley del tiempo y que nos hace
sentir culpable por nuestras acciones pasadas. El recuerdo del “pecado” es el
error original que ha dado lugar al resto de los errores.
buen día..muchas gracias...creo en los milagros....
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarMuchas Gracias Juan José
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