PRINCIPIO
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Los milagros alaban a Dios a través de ti. Lo
alaban al honrar a Sus creaciones, afirmando así la perfección de las mismas.
Curan porque niegan la identificación con el cuerpo y afirman la identificación
con el espíritu.
Debo reconocer, que siempre me he preguntado ¿cuál sería la manera más
acertada de dirigirme a Dios? Reconozco que actualmente, en este sentido, soy
poco ortodoxo, si bien en otras ocasiones he practicado el ritual. A medida en
que mi mente se va sanando y mi visión sustituye la separación por la unidad,
mi “diálogo” con É,l va perdiendo formulismo y se torna más directo. Deja de ser
una búsqueda externa para convertirse en un encuentro íntimo y universal.
El Principio que hoy abordamos, nos ofrece la oportunidad de analizar
este aspecto en la forma de la alabanza. Veamos qué nos aporta Un Curso de
Milagros sobre este particular:
“La Biblia afirma repetidamente que debes alabar a Dios. Esto no quiere decir
que debas decirle cuán maravilloso es. Dios no tiene un ego con el que aceptar
tal alabanza, ni percepción con qué juzgarla. Pero a menos que desempeñes el
papel que te corresponde en la creación, Su gozo no será total porque el tuyo no lo es. Y Él ciertamente sabe esto. Lo sabe en Su Propio Ser y en la experiencia
que Su Ser tiene de la experiencia del Hijo. El constante fluir de Su Amor se
obstruye cuando Sus canales están cerrados, y se siente solo cuando las mentes
que Él creó no se comunican plenamente con Él” (T-4.VII.6:1-7).
De lo anterior, podemos deducir,
que la mejor manera de elevar nuestras alabanzas a Dios es desempeñar el papel
que nos corresponde en la creación. Como bien expresa la Lección 99 del Libro de
Ejercicios, la Salvación
es mi única función aquí. La
Salvación y el perdón son lo mismo.
Si continuamos desarrollando el
contenido del Curso, nos encontramos con la siguiente reflexión:
“Dios es alabado
cada vez que una mente aprende a ser completamente servicial. Esto, sin
embargo, es imposible, a menos que también aprenda a ser completamente
inofensiva, pues ambas creencias tienen que coexistir. Los que son
verdaderamente serviciales son a su vez invulnerables porque no protegen a sus
egos, y, por lo tanto, nada puede hacerles daño. Su espíritu
servicial es la manera en que alaban a Dios, y Él les devolverá las alabanzas
que le hagan porque ellos son como Él, y pueden regocijarse juntos. Dios se
extiende hasta ellos y a través de ellos, y cunde una gran alegría por todo el
Reino. Cada mente que ha sido transformada contribuye a aumentar esta alegría
al estar individualmente dispuesta a compartirla. Los verdaderamente
serviciales son los obradores de milagros de Dios, a quienes yo dirijo hasta
que estemos todos unidos en el júbilo del Reino. Yo te dirigiré allí donde
puedas ser verdaderamente servicial, y a quien pueda seguir mi dirección a
través de ti” (T-4.VII.8:1-8).
La capacidad de servicio está
estrechamente vinculada con el desapego y con la mente correcta, pues dicha
mente nos permite ver la realidad de lo que somos, lo que nos lleva a abandonar
la identificación con el cuerpo, principal baluarte del ego.
La actitud servicial, es una
actitud amorosa y exenta de juicio condenatorio. Dicha condición favorece el
estado de purificación previo a la experiencia espiritual de la resurrección.
Nos enseña el Curso que, "el
Creador no puede ser alabado sin Su Hijo, pues Ambos comparten la gloria y a
Ambos se les glorifica juntos" (T-11.IV.5:8). Es la aceptación de la compleción de la Filiación lo que nos hace
compartir la gloria con el Creador.
Esta afirmación, nos plantea una
importante reflexión: ¿Cómo amamos al resto de la Filiación ?
“No puedes amar sólo a algunas partes de la realidad y al mismo tiempo
entender el significado del amor. Si amases de manera distinta de como ama
Dios, Quien no sabe lo que es el amor especial, ¿cómo ibas a poder entender lo
que es el amor? Creer que las relaciones especiales,
con un amor especial, pueden
ofrecerte la salvación, es creer que la separación es la salvación. Pues la
salvación radica en la perfecta igualdad de la Expiación. ¿Cómo puedes
pensar que ciertos aspectos especiales de la Filiación pueden
ofrecerte más que otros? El pasado te ha enseñado esto. Mas el instante santo
te enseña que eso, no es así" (T-15.V.3:1-7).
"Todas las relaciones especiales contienen elementos
de miedo en ellas debido a la culpabilidad. Por eso es por lo que están sujetas
a tantos cambios y variaciones. No se basan exclusivamente en el amor
inmutable. Y allí donde el miedo ha hecho acto de presencia no se puede contar
con el amor, pues ha dejado de ser perfecto” (T-15.V.4:1-4).
No entraremos a analizar en profundizar el
significado que encierra la “relación especial”, pues considero que este tema
nos invita a dedicarle un capítulo en exclusividad, pero me gustaría reseñar
una idea que considero esencial: “Creer que las relaciones especiales, con un amor especial, pueden ofrecerte la salvación,
es creer que la separación es la salvación” (T-15.V.3:3). Ahí lo dejo.
“Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el Padre ejerce sobre Su Hijo. Ningún otro amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. Ése es el único amor que se da plenamente y que es plenamente correspondido. Puesto que goza de plenitud, no pide nada. Puesto que es totalmente puro, todos los que se unen a él lo tienen todo. Esto no es así en ninguna relación que el ego entabla. Pues toda relación que el ego entabla es siempre especial.” (T-15.VII.1:1-7).
Nos indica el Curso que, "la relación de amor
especial es el arma principal del ego para impedir que lleguemos al Cielo" (T-16.V.2:3).
"En la
relación especial -nacida del deseo oculto de que Dios nos ame con un amor
especial- es donde triunfa el odio del ego. Pues la relación especial es la
renuncia al Amor de Dios y el intento de asegurar para uno mismo la condición
de ser especial que Él nos negó. Es esencial para la supervivencia del ego que
creamos que el especialismo no es el infierno, sino el Cielo. Pues el ego jamás
querría que viésemos que lo único que la separación conlleva son pérdidas, al
ser la única condición en la que el Cielo no puede existir" (T-16.V.4:1-4).
En el título del Principio que estamos estudiando,
se recoge: "Curan
porque niegan la identificación con el cuerpo y afirman la identificación con
el espíritu." Esta idea es igual a la que expone el Principio 17, “Los
milagros trascienden el cuerpo”. Decíamos al desarrollar este Principio: “Lo primero que tenemos que saber, es que Dios
no creó el cuerpo porque el cuerpo es destructible, y, por consiguiente, no
forma parte del Reino. Sin embargo, el cuerpo es el símbolo de lo que creemos
ser. Al ser un mecanismo de separación, podemos decir que no existe. A
pesar de ello, el Espíritu Santo, en la función que
tiene encomendada dentro del sueño, utiliza nuestra creencia y
logra que el cuerpo se utilice como un recurso de aprendizaje. El
cuerpo no es real pero la mente sí lo es. La mente puede curar al cuerpo, pero
el cuerpo no puede curar a la mente, lo que nos lleva a determinar que la mente
tiene que ser más fuerte que el cuerpo. Nos revela el Curso que todo milagro es
una demostración de esto” (T-6.V.A.2:1-7).
Existe una
preocupación muy común en los estudiantes de Un Curso de Milagros, cuando
tienen que asimilar la idea de que el cuerpo no es real. Se cuestionan cómo
deben actuar cuando la vida los lleve a situaciones en las que el sufrimiento,
el dolor, la enfermedad, se hacen patentes. Si el cuerpo no es real, ¿dejamos
de ser insensibles a estas cuestiones?
Comparto la
respuesta que Kenneth Wapnick nos dejó sobre esta cuestión:
“Hay una manera de mirar que plantea el
Curso, la cual es como una doble visión. Usted no niega lo que ven sus ojos; no
niega que alguien sufra dolor físico o que alguien tenga una necesidad o lo que
sea. Pero al mismo tiempo, usted también se percata de que lo que ve es un
pedido de ayuda. Eso es lo que Un curso en milagros llama el Juicio del
Espíritu Santo (T-12.I): que la enfermedad y el dolor o la ira y el ataque, lo
que sea que haya hecho la persona, es realmente un pedido de ayuda y una
expresión de que esa persona está identificada con su ego.
Usted le dice al Espíritu Santo o a Jesús o a
quienquiera que usted sienta que le habla: ¿Qué quieres que haga? Si usted cree
que empieza a sentirse perturbado por el problema de la persona, en cualquier
nivel que sea, antes de pedirle a El qué debe hacer, debe pedirle ayuda para
sanar su percepción. Eso es lo que quiere decir con "la única oración que
tiene sentido es la del perdón" (T-3.V.6:3). Usted le pide primero que lo
ayude a cambiar de la manera de mirar del ego a la manera de mirar de Él, y
luego dice: "¿Qué quieres que haga? ¿Cuál sería mi más amorosa forma de
actuar en este momento?" Y entonces lo lleva a cabo. Primero usted trata
de percatarse de su propia interferencia. Repito, bien sea que la enfermedad de
alguien suscite mucha compasión en usted, culpa, dolor, agravio, o que las
características del comportamiento de alguien le causen mucha ira -es por eso
que usted pide ayuda. Y entonces dice: "¿Qué sería lo más amoroso que
puedo hacer? ¿Qué quieres que haga?" Cualesquiera palabras que quiera usar
están bien, pero ciertamente usted no niega lo que ve. Esto no es un curso de
negación. De hecho, el texto dice, en un pasaje que leí antes, que es casi
imposible negar la experiencia física en este mundo. No sugiere que lo hagamos,
porque la línea siguiente dice que ésta es una forma de negación
particularmente inútil (T-2.IV 3:8-11)”.
Gracias J.J
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