sábado, 4 de mayo de 2024

Capítulo 9. II. La respuesta a la oración.

II. La respuesta a la oración.

1. Todo aquel que haya tratado alguna vez de usar la oración para pedir algo ha experimentado lo que aparentemente es un fracaso. 2Esto es cierto no sólo en relación con cosas específicas que pudie­ran ser perjudiciales, sino también en relación con peticiones que están completamente de acuerdo con lo que este curso postula. 3Esto último, en particular, puede interpretarse incorrectamente como una prueba de que el curso no es sincero en lo que afirma. 4Tienes que recordar, no obstante, que el curso afirma, y repetidamente, que su propósito es ayudarte a escapar del miedo.

Este apartado, sin duda alguna, puede ser interpretado por nuestra mente como un interesante reto para ser aceptado por nuestras creencias, incluso aquellas que consideramos más valiosas, pues nos lleva a identificarnos con nuestro estado de consciencia más espiritual.

Sí, la oración, cuando la usamos para pedir, nos está revelando un estado de carencia en nuestra conciencia. Este Curso nos ayuda a recordar que somos Hijos de Dios y, como tal, hemos heredado Su Misma Condición, esto es, la Perfección. De igual modo, el Curso, nos revela que el Hijo de Dios se ha identificado con la fabricación de un mundo distinto al creado por Su Padre, llevándole a la falsa creencia de que es un ser imperfecto y pecaminoso.

El Hijo de Dios es Perfecto, por lo que el uso correcto de la oración no es otro que el compartir Su Estado de Perfección. La oración es utilizada para expandir la Esencia del Amor, que es su verdadera identidad.

El mundo ilusorio fabricado por el hijo de Dios, ha dado lugar a la naturaleza egoica, la cual habita en la creencia del miedo y de la carencia. De ahí, que la oración se utilice como un mecanismo para conseguir satisfacer la voz que emana desde la necesidad.

2. Supongamos, pues, que lo que le pides al Espíritu Santo es lo que realmente deseas, pero aún tienes miedo de ello. 2Si ese fuese el caso, obtenerlo ya no sería lo que deseas. 3Por eso es por lo que algunas formas específicas de curación no se logran, aun cuando se haya logrado el estado de curación. 4Un individuo puede pedir ser curado físicamente porque tiene miedo del daño corporal. 5Al mismo tiempo, si fuese curado físicamente, la amenaza que ello representaría para su sistema de pensamiento podría causarle mucho más miedo que la manifestación física de su aflicción. 6En ese caso no estaría pidiendo realmente que se le liberase del miedo, sino de un síntoma que él mismo eligió. 7Por lo tanto, no estaría pidiendo realmente ser curado.

Sinceramente, si tuviésemos la firme creencia de que somos el Hijo de Dios y que gozamos de su eterna Plenitud, ¿nos sentiríamos escasos? ¿Qué más podríamos desear, cuando lo somos Todo? ¿Qué sentido tendría entonces la oración que usamos para pedir aquello que creemos necesitar, si el Amor no tiene carencia?

Utilicemos la oración para dar gracias de nuestro despertar; por haber recordado lo que somos; para compartir con nuestros hermanos la dicha de la Unidad; para negar el miedo y la separación.

3. La Biblia subraya que toda oración recibirá respuesta, y esto es absolutamente cierto. 2El hecho mismo de que se le haya pedido algo al Espíritu Santo garantiza una respuesta. 3Es igualmente cierto, no obstante, que ninguna de las respuestas que Él dé incrementará el miedo. 4Es posible que Su respuesta no sea oída. 5Es imposible, sin embargo, que se pierda. 6Hay muchas respues­tas que ya has recibido pero que todavía no has oído. 7Yo te ase­guro que te están esperando.

Si en nuestra oración, pedimos desde el miedo, desde la carencia, no podemos pretender, que la respuesta alimente aún más ese miedo. El Espíritu Santo, responderá a nuestra petición con un mensaje de Amor: “deja de tener miedo y ama”. Pero, quizás esa respuesta no sea la que nosotros necesitamos oír, pues, en verdad, no estamos dispuestos a sustituir nuestros miedos por Amor, porque no estamos dispuestos a Ser Amor, en vez de seres separados y egoístas.

Seguro, que muchos de nosotros, podríamos narrar historias vividas en la que el sufrimiento nos ha llevado a elevar nuestro rostro al cielo y orar al Padre con una petición de que nos librara de ese momento de dolor (guerras, pérdidas de seres queridos, enfermedades, pobreza, hambre, maltratos, violaciones, etc).

Nos podemos sorprender en ese acto de petición, solicitando a nuestro Hacedor, que castigue a aquel que nos causa el dolor, que nos libere de nuestros miedos. Obrando de este modo, estaríamos pidiendo a Dios que hiciese real lo ilusorio, que diese identidad al miedo y a la carencia. Tan sólo el ego ve aquello que ha fabricado. Pero está tan profundamente sumido en su sueño, que es incapaz de ver que todo es una ilusión.

Dios es nuestro Ser. Somos una Expansión de Él. Se encuentra en nuestro interior, al igual que nosotros nos encontramos en Él. El Amor es nuestra verdadera identidad y el Amor, al no ver el miedo, es el único estado sanador de nuestra existencia.

4. Si quieres tener la certeza de que tus oraciones son contestadas, nunca dudes de un Hijo de Dios. 2No pongas en duda su palabra ni lo confundas, pues la fe que tienes en él es la fe que tienes en ti mismo. 3Si quieres conocer a Dios y Su Respuesta, cree en mí cuya fe en ti es inquebrantable. 4¿Cómo ibas a poder pedirle algo al Espíritu Santo sinceramente, y al mismo tiempo dudar de tu her­mano? 5Cree en la veracidad de sus palabras por razón de la ver­dad que mora en él. 6Te unirás a la verdad en él, y sus palabras serán verdaderas. 7Al oírlo a él me oirás a mí. 8Escuchar la verdad es la única manera de poder oírla ahora y de finalmente conocerla.

La duda a la que se refiere este punto es un estado de carencia y nos revela que hemos sustituido nuestra verdadera identidad, el Amor, por los ropajes de la ilusoria identidad del ego. El Amor no ve la duda; su lenguaje es la Unidad de la Filiación. La Percepción Verdadera nos permite vislumbrar la puerta que nos conduce al Conocimiento. El ego a no ser real se alimenta de su propio desconocimiento, la ignorancia, la cual da lugar a la errónea creencia en la separación. En este sentido, tan sólo la oración dirigida al Espíritu Santo será respondida, si lleva el sello de la certeza que nos confraterniza en la Unidad con el Hijo de Dios.

5. El mensaje que tu hermano te comunica depende de ti. 2¿Qué te está diciendo? 3¿Qué desearías que te dijese? 4Lo que hayas decidido acerca de tu hermano determina el mensaje qué recibes. 5Recuerda que el Espíritu Santo mora en él, y Su Voz te habla a través de él. 6¿Qué podría decirte un hermano tan santo, excepto la verdad? 7Mas ¿le escuchas? 8Es posible que tu hermano no sepa quién es, pero en su mente hay una luz que sí lo sabe. 9El resplandor de esta luz puede llegar hasta tu mente, infundiendo verdad a sus palabras y haciendo posible el que las puedas oír. 10Sus palabras son la respuesta que el Espíritu Santo te da a ti. 11¿Es la fe que tienes en tu hermano lo suficientemente grande como para permitirte oír dicha respuesta?

Poco más podemos añadir a este punto, en el que se nos brinda a mirar en nuestro interior y encontrar las respuestas que nos plantean. En nuestro hermano reside nuestra salvación.

Cuando escribo estas reflexiones, al repasar la Lección de hoy del Libro de Ejercicios, la lección 298, que se titula “Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo”, recordé el Ejemplo-Guía que elegí para dicha ocasión. Os dejo parte de su contenido, el cual puede ser consultado, en el siguiente enlace:

https://aprendiendouncursodemilagros.blogspot.com/2017/10/ucdm-libro-de-ejercicios-leccion-298.html

Ejemplo-Guía: "El Camino que nos conduce al Cielo, no podemos andarlo solo"

“A medida que te acercas a un hermano te acercas a mí, y a medida que te alejas de él, la distancia entre tú y yo aumenta. La salvación es una empresa de colaboración. No la pueden emprender con éxito aquellos que se desvinculan de la Filiación porque al hacer eso se desvinculan de mí. Dios acudirá a ti sólo en la medida en que se Lo ofrezcas a tus hermanos. Aprende primero de ellos, y estarás listo para oír a Dios. Eso se debe a que el Amor sólo tiene una función”. (T.4.VI.8.1-6)

6. No puedes rezar sólo para ti, de la misma manera en que no puedes encontrar dicha sólo para ti. 2La oración es la re-afirma­ción de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las leyes de Dios. 3En tu hermano reside tu salvación. 4El Espíritu Santo se extiende desde tu mente a la suya, y te contesta. 5No puedes oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo. 6Su respuesta va dirigida únicamente a lo que eres. 7No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extien­das. 8No tendrás confianza en la dirección que te ofrece el Espí­ritu Santo, o no creerás que es para ti, a menos que la oigas en otros. 9Tiene que ser para tu hermano por el hecho de que es para ti. 10¿Habría acaso creado Dios una Voz que fuese sólo para ti? 11¿Cómo podrías oír Su respuesta, excepto cuando el Espíritu Santo responde a todos los Hijos de Dios? 12Oye de tu hermano lo que quisieras que yo oyese de ti, pues tú no querrías que yo fuese engañado.

“No puedes oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo”. Esta frase, merece una profunda y sincera reflexión. En ese encuentro interior, no podremos invitar al ego y sus creencias. El ego, cuando hace uso de la oración, siempre lo hace en beneficio propio. Su ingenuidad e ignorancia a veces es tan demencial que le lleva a elevar su mirada al cielo para pedirle a Dios, cuestiones tan banales como que nuestro equipo de futbol favorito gane la contienda en detrimento del otro equipo.

El hombre de este mundo, ha levantado altares donde venerar a su Dios particular. Ha fabricado estandartes en nombre de ese “dios” para que encabezasen sus ejércitos en las contiendas que los enfrentaría a los que ha dado la identidad de sus enemigos. En su máxima arrogancia, pleno de ignorancia, ha elevado sus súplicas a su “dios” para que le llevase a la victoria en sus hazañas bélicas. La historia de este mundo está repleta de dichas hazañas y a pesar del sufrimiento aportado al propio hombre, seguimos percibiendo como esa historia demente se repite una y otra vez.

No podemos pretender alcanzar la salvación solos, pues en verdad, nuestra realidad no es el ego. Nuestra Causa es el Amor y el Amor es Unidad. Dios no nos creó separados. No somos el único Hijo de Dios, si no el Hijo de Dios, la Filiación Divina.

7. Al igual que Dios, yo te quiero por razón de la verdad que mora en ti. 2Tal vez tus engaños te engañen a ti, pero a mí no me pueden engañar. 3Puesto que sé lo que eres, no puedo dudar de ti. 4Oigo sólo al Espíritu Santo en ti, Quien me habla a través de ti. 5Si me quieres oír, oye a mis hermanos en quienes la Voz que habla por Dios se expresa. 6La respuesta a todas tus oraciones reside en ellos. 7Recibirás la respuesta a medida que la oigas en todos tus hermanos. 8No escuches nada más, pues, de lo contra­rio, no estarás oyendo correctamente.

La Voz de Dios, es compartida por toda Su Filiación. Pretender andar el Camino de manera unilateral es una ilusión inspirada por el ego.

8. Cree en tus hermanos porque yo creo en ti, y aprenderás que está justificado que yo crea en ti. 2Cree en mí creyendo en ellos, en virtud de lo que Dios les dio. 3Te contestarán si aprendes a pedir­les solamente la verdad. 4No pidas bendiciones sin bendecirlos, pues sólo de esta manera puedes aprender cuán bendito eres. 5Al seguir este camino estarás buscando la verdad en ti. 6Esto no es ir más allá de ti mismo, sino hacia ti mismo. 7Oye únicamente la Respuesta de Dios en Sus Hijos, y se te habrá contestado.

Si realmente somos la Filiación de Dios, todos y cada uno de nosotros somos portadores de la Unidad, la verdadera Causa de nuestra creación. El pacto de Amor que nace con nuestra creación nos lleva a caminar junto al resto de nuestros hermanos con el único propósito de compartir lo que somos: Espíritus de Amor, que unidos formamos la Filiación de Dios.

9. No creer es estar en contra, o atacar. 2Creer es aceptar, y tam­bién ponerse de parte de aquello que aceptas. 3Creer no es ser crédulo, sino aceptar y apreciar. 4No puedes apreciar aquello en lo que no crees ni puedes sentirte agradecido por algo a lo que no le atribuyes valor. 5Por juzgar se tiene que pagar un precio porque juzgar es fijar un precio. 6Y el precio que fijes es el que pagarás.

Cuando creemos, aceptamos lo que somos. Cuando dudamos, estamos renegando de la verdad, y estamos alimentando las falsas creencias del ego, esto es, renegamos de lo que realmente somos. La duda nos desconecta de la verdad, de la unidad. La visión de la duda, nos lleva a ver al otro como el enemigo que nos amenaza con un ataque personal. Para protegernos de ese ataque, la mente de ego se disocia y proyecta en el otro aquello en lo que cree, dando lugar a juicios condenatorios que nos alejan más y más de la verdad.

10. Si pagar se equipara con obtener, fijarás el precio bajo, pero exigirás un alto rendimiento. 2Te habrás olvidado de que poner precio es evaluar, de tal modo que el rendimiento que recibes es directamente proporcional al valor atribuido. 3Por otra parte, si pagar se asocia con dar no se puede percibir como una pérdida, y la relación recíproca entre dar y recibir se reconoce. 4En este caso se fija un precio alto debido al valor del rendimiento. 5Por obtener hay que pagar un precio: se pierde de vista lo que tiene valor, haciendo inevitable el que no estimes lo que recibes. 6Al atribuirle poco valor, no lo apreciarás ni lo desearás.

El ego adquiere identidad cuando el Hijo de Dios decide ver un mundo diferente al de Su Padre. En ese nuevo mundo, en el que percibe la separación entre los personajes que lo habitan, la carencia ha sustituido a la abundancia propia del estado paradisíaco del mundo divino. Esa carencia le lleva a la necesidad de obtener unido al deseo de poseer para proteger su seguridad de subsistencia. El ego cree que dando pierde lo que tiene, por lo que su política existencial le lleva a obtener beneficios de sus relaciones con los demás. El egoísmo aparece como el error de rendir culto al cuerpo y de haber olvidado su verdadera identidad.

11. Nunca te olvides, por consiguiente, de que eres tú el que deter­mina el valor de lo que recibes, y el que fija el precio de acuerdo con lo que das. 2Creer que es posible obtener mucho a cambio de poco es creer que puedes regatear con Dios. 3Las leyes de Dios son siempre justas y perfectamente consistentes. 4Al dar, recibes. 5Pero recibir es aceptar, no tratar de obtener algo. 6Es imposible no tener, pero es posible que no sepas que tienes. 7Estar dispuesto a dar es reconocer que tienes, y sólo estando dispuesto a dar puedes reconocer lo que tienes. 8Lo que das, por lo tanto, equivale al valor que le has adjudicado a lo que tienes, al ser la medida exacta del valor que le adjudicas. 9Y esto, a su vez, es la medida de cuánto lo deseas.

Es evidente que este punto pone en peligro la mayoría de los sistemas capitalistas que rigen nuestro mundo, que no son más que el fruto de nuestras fabricaciones mentales. El resultado de habernos identificados con un mundo de carencia donde lo principal es obtener y poseer para garantizarnos una vida plena de efímera felicidad.

Al olvidar la conexión que nos une a Dios y a su Plenitud, hemos olvidado, igualmente, que somos abundantes y no carecemos de nada. Es por ello que este punto nos recuerda que es imposible no tener, pero es posible que no sepamos lo que tenemos. El ego no da porque en su ignorancia piensa que no tiene. Esto es así, porque lo que damos equivale al valor que le hemos adjudicado a lo que tenemos.

12. Así pues, sólo puedes pedirle algo al Espíritu Santo dándole algo, y sólo puedes darle algo allí donde lo reconoces. 2Si recono­ces al Espíritu Santo en todos, imagínate cuánto le estarás pidiendo y cuánto habrás de recibir. 3Él no te negará nada porque tú no le habrás negado nada a Él, y de este modo podrás compartirlo todo. 4Ésta es la manera, y la única manera, de disponer de Su respuesta porque Su respuesta es lo único que puedes pedir y lo único que puedes desear. 5Dile, pues, a todo el mundo: 

6Puesto que mi voluntad es conocerme a mí mismo, te veo a ti como el Hijo de Dios y como mi hermano.

 

Que más podemos añadir. ¡Te bendigo hermano por ayudarme a recordar lo que soy y por Ser junto a ti, la Filiación de Dios!

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 125

LECCIÓN 125

En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios.

1. Deja que hoy sea un día de quietud y de sosegada escucha. 2La Voluntad de tu Padre es que hoy oigas Su Palabra. 3Por eso te llama desde lo más recóndito de tu mente donde Él mora. 4Óyele hoy. 5No podrá haber paz hasta que Su Palabra sea oída por todos los rincones del mundo, y tu mente, escuchando en quietud, acepte el mensaje que el mundo tiene que oír para que pueda dar comienzo la serena hora de la paz.

2. Este mundo cambiará gracias a ti. 2Ningún otro medio puede salvarlo, pues el plan de Dios es simplemente éste: el Hijo de Dios es libre de salvarse a sí mismo, y se le ha dado la Palabra de Dios para que sea su Guía, y Ésta se encuentra para siempre a su lado y en su mente, a fin de conducirlo con certeza a casa de Su Padre por su propia voluntad, la cual es eternamente tan libre como la de Dios. 3No se le conduce a la fuerza, sino con amor. 4No es juzgado, sino santificado.

3. Hoy oiremos la Voz de Dios en la quietud, sin la intromisión de nuestros insignificantes pensamientos ni la de nuestros deseos personales, y sin juzgar en modo alguno Su santa Palabra. 2Tam­poco nos juzgaremos a nosotros mismos hoy, pues lo que somos no puede ser juzgado. 3Nos hallamos mucho más allá de todos los juicios que el mundo ha formado contra el Hijo de Dios. 4El mundo no lo conoce. 5Hoy no prestaremos oídos al mundo, sino que aguardaremos silenciosamente la Palabra de Dios.

4. Santo Hijo de Dios, oye a tu Padre. 2Su Voz quiere darte Su santa Palabra para que disemines por todo el mundo las buenas nuevas de la salvación y de la santa hora de la paz. 3Nos congre­gamos hoy en el trono de Dios, en el sereno lugar de tu mente donde Él mora para siempre en la santidad que creó y que nunca ha de abandonar.

5. Él no ha esperado a que tú le devuelvas tu mente para darte Su Palabra. 2Él no se ocultó de ti cuando tú te alejaste por un breve período. 3Para Él, las ilusiones que abrigas de ti mismo no tienen ningún valor. 4Él conoce a Su Hijo, y dispone que siga siendo parte de Él a pesar de sus sueños y a pesar de la locura que le hace pensar que su voluntad no es su voluntad.

6. Él te habla hoy. 2Su Voz espera tu silencio, pues Su Palabra no puede ser oída hasta que tu mente no se haya aquietado por un rato y tus vanos deseos hayan sido acallados. 3Aguarda Su Pala­bra en silencio. 4Hay una paz en ti a la que puedes recurrir hoy a fin de que te ayude a preparar a tu santísima mente para oír la Voz que habla por su Creador.

7. En tres ocasiones hoy, y en aquellos momentos que sean más conducentes a estar en silencio, deja de  escuchar al mundo durante diez minutos y elige en su lugar escuchar plácidamente la Palabra de Dios. 2Él te habla desde un lugar que se encuentra más cerca de ti que tu propio corazón. 3Su Voz está más cerca de ti que tu propia mano. 4Su Amor es todo lo que eres y todo lo que Él es; Su Amor es lo mismo que tú eres y tú eres lo mismo que El es.

8. Es tu voz la que escuchas cuando Él te habla. 2Es tu Palabra la que Él pronuncia. 3Es la Palabra de la libertad y de la paz, de la unión de voluntades y propósitos; sin separación o división en la única Mente del Padre y del Hijo. 4Escucha hoy a tu Ser en silen­cio, y deja que te diga que Dios nunca ha abandonado a Su Hijo y que tú nunca has abandonado a tu Ser.

9. Sólo necesitas estar muy quieto. 2No necesitas ninguna otra regla que ésta para dejar que la práctica de hoy te eleve muy por encima del pensamiento del mundo y libere tu visión de lo que ven los ojos del cuerpo. 3Sólo necesitas estar quieto y escuchar. 4Oirás la Palabra en la que la Voluntad de Dios el Hijo se une a la Voluntad de  su Padre en total armonía con ella y sin ninguna ilusión que se interponga entre lo que es absolutamente indivisi­ble y verdadero. 5A medida que transcurra cada hora hoy, detente por un momento y recuérdate a ti mismo que tienes un propósito especial en este día: recibir en la quietud la Palabra de Dios.

¿Qué me enseña esta lección? 

La quietud de nuestra mente es necesaria si queremos oír la Palabra de Dios. Si nuestra mente se encuentra ocupada intentando poner orden en el mundo caótico de los pensamientos de los que se alimenta el ego, no podrá, a su vez, oír la voz procedente de nuestro Padre. 

Tal vez te preguntes, ¿cómo será la Voz de nuestro Hacedor? ¿Seré capaz de entender Su Lenguaje? ¿Será una voz, como la que estoy acostumbrado a percibir? Si nos hacemos estas preguntas, nos encontraremos en la posición de aquel que ha olvidado las largas conversaciones mantenidas con Él. Pues, la cuestión es otra bien diferente. Él no ha dejado de hablarnos en ningún momento de nuestra existencia. Es imposible que lo haya hecho, pues Somos una Extensión de Sí Mismo. Es como pretender que un órgano o parte del cuerpo, no pertenezca a la totalidad de ese cuerpo. 

Sí, jamás ha dejado de comunicarse con nosotros, lo que ocurre, es que nuestros oídos están tan saturados de ruidos, que no conseguimos oír su mensaje. La mente está tan enfrascada por entender otras voces, que no es capaz de interpretar la Palabra de nuestro Creador. 

Desde la quietud, su Voz es clara y diáfana. Su mensaje nos habla de Unidad, de Amor, de Paz, de Abundancia y Perfección. Su Voz es inconfundible, pues cualquiera otra voz que no proclame este mensaje, no procede de Él. 

Y esa Voz, la identificaremos como nuestra propia Voz. En verdad, no son dos voces distintas, sino una misma Voz. 

Debemos aprender a identificar, igualmente, que la Palabra de Dios, puede proceder de nuestros hermanos, pues ellos, al igual que nosotros, son Hijos de Dios, y la Palabra de Dios es Una para Todos, sin diferencias.



Ejemplo-Guía: "No consigo oír la Palabra de Dios"

"Lo he intentado, he buscado un momento de silencio, en un lugar donde nadie pudiese interrumpirme y he practicado el silencio de la mente. Pero durante todo el tiempo que he estado en espera de recibir la Palabra de Dios, no lo he conseguido. 
Sinceramente, he llegado a pensar, que el mensaje de esta lección es falso. También, he llegado a otra conclusión, soy muy torpe y no consigo realizar el ejercicio adecuadamente. Tal vez sea un problema de mi evolución espiritual y no estoy lo suficientemente preparado para oír la Palabra de Dios".

Si al leer esta introducción te has identificado con alguna de las simulaciones, ya puedes ir desechándola de tu mente. No se trata en absoluto de que no estés preparado para lograr oír la Palabra de Dios, ni de que no estés realizando el ejercicio adecuadamente. No es nada de eso. Tal vez te hayas creado unas expectativas de cómo debería resultar la experiencia. Si ha sido así y lo piensas, verás claramente que lo que estás haciendo es emitir un deseo de cómo crees que deben ser las cosas. Es muy común, tanto es así, que ese fue el primer impulso que nos llevó a concebir la separación.

El simple hecho de que hayas elegido oír la Palabra de Dios ya ha conseguido el propósito. ¿Lo ves? Plantéalo desde otro punto de vista. Llevamos muchas vidas identificándonos con el ser que no somos, escuchando una voz que no es la verdadera. Esa voz nos habla de separación, de miedo, de culpa, de dolor, de sufrimiento, de enfermedad y de muerte. Si en este instante, eliges dejar de oír esa voz y prestar toda tu atención a otra Voz, a la verdadera, ello significa que has apostado por la Salvación, por la Liberación, por la Unidad, por el Amor, por la Inocencia, por la Abundancia, por la Salud, por la Vida. Esa es la Palabra de Dios.

¿Esperabas otra? Muchas veces, cuando hablamos con Dios lo hacemos con la intención de que nos saque de los apuros en los que nos hemos metido siguiendo las voces que sirven al ego. En esas peticiones, pedimos al Creador que nos dé la razón, que nos permita vencer en nuestras contiendas, que nos permita ganar los pleitos, las guerras, las oposiciones, los partidos, etc., olvidamos que nuestro interlocutor es el Padre de todos nuestros hermanos y le estamos pidiendo que se ponga a favor nuestra en detrimento de los demás. El sistema de pensamiento del ego es así de demente.

Para oír la Palabra de Dios, nuestra voluntad debe llevarnos a dejar de pensar en términos de ego, esto es, desde la separación; debemos evitar que sean nuestros deseos personales los que nos lleven a elegir y debemos dejar de juzgarnos y condenarnos. Si despejamos nuestro camino de esos hábitos, estaremos en una permanente conversación con Dios.


Reflexión: ¿Cuál crees que es el mensaje que el mundo tiene que oír para que pueda dar comienzo la serena hora de la paz?

viernes, 3 de mayo de 2024

Capítulo 9: LA ACEPTACION DE LA EXPIACION. I. La aceptación de la realidad

 CAPITULO 9

LA ACEPTACIÓN DE LA EXPIACIÓN

 

I. La aceptación de la realidad.

1. Tener miedo de la Voluntad de Dios es una de las creencias más extrañas que la mente humana jamás haya podido concebir. 2Esto no habría podido ocurrir a no ser que la mente hubiese estado ya tan profundamente dividida que le hubiese sido posible tener miedo de lo que ella misma es. 3La realidad sólo puede ser una "amenaza" para lo ilusorio, ya que lo único que la realidad puede defender es la verdad. 4El hecho mismo de que percibas la Volun­tad de Dios -que es lo que tú eres- como algo temible, demues­tra que  tienes miedo de lo que eres. 5Por lo tanto, no es de la Voluntad de Dios de lo que tienes miedo, sino de la tuya.

Para que un hijo tenga miedo a la voluntad de su padre, dicho temor debe estar basado en alguna experiencia traumatizante causada por una falta de amor. 

Si empleo la lógica extraída de mis vivencias cercanas a la condición de padre y a la de hijo, tener miedo a la voluntad de un padre, tan solo puede responder a la ausencia de amor, la cual derivará en actos dementes propios de una mente enferma. Esta reflexión analiza el posible comportamiento de una mente dividida y que niega todo lazo de unidad con su creación.

No podríamos aplicar esa reflexión a la relación entre Dios y Su Creación, Su Hijo. Pues la Voluntad de Dios es Extenderse a través de su Hijo, por lo que Padre e Hijo son la misma Imagen y Semejanza. Si Dios es Perfecto, Su Hijo también lo es. 

Entonces, ¿por qué motivo tememos la voluntad de Dios? La respuesta, no es otra, que el uso que hace el Hijo del Atributo de la Voluntad, es decir, no teme a Dios, Su Padre, sino al Poder que ha heredado de Él. La voluntad es el principio creador por excelencia, es la causa que da lugar a todo efecto. Si la voluntad del Hijo no es la Voluntad del Padre, esto es, si de su Mente Creadora no emana la Visión de la Unidad, fabricará un mundo diferente al de Su Creador. Toda creación emanada de una Mente Dividida dará lugar a un mundo dividido. Podríamos expresarlo de otra manera: toda creación carente de la Esencia del Amor Unificador, dará lugar a un mundo donde habrá carencia de amor y presencia de miedo.

2. Tu voluntad no es la voluntad del ego, y por eso es por lo que el ego está contra ti. 2Lo que parece ser el temor a Dios es en realidad el miedo a tu propia realidad. 3En un estado de pánico no se puede aprender nada de manera consistente. 4Si el propó­sito de este curso es ayudarte a recordar lo que eres, y tú crees que lo que eres es algo temible, de ello se deduce forzosamente que no aprenderás este curso. 5Sin embargo, la razón de que el curso exista es precisamente porque no sabes lo que eres.

Así es, nuestra voluntad no es la voluntad del ego. Nuestra voluntad procede de nuestra verdadera Esencia, de nuestra verdadera identidad, de nuestra divinidad. El reconocimiento del ego de esa Voluntad, sería el reconocimiento de su inexistencia.

3. Si no sabes lo que es tu realidad, ¿por qué estás tan seguro de que es temible? 2La asociación que se hace entre la verdad y el miedo, que a lo sumo sería altamente artificial, es especialmente inadecuada en las mentes de aquellos que no saben lo que es la verdad. 3Lo único que esto quiere decir es que estás asociando arbitrariamente algo que se encuentra más allá de tu conciencia con algo que no deseas. 4Es evidente, pues, que estás juzgando algo de lo cual no tienes el menor conocimiento. 5Has urdido esta extraña situación de forma tal que te resulta imposible escapar de ella sin un Guía que sepa cuál es tu realidad. 6El propósito de este Guía no es otro que el de recordarte lo que deseas. 7Él no está tratando de imponerte una voluntad ajena. 8Está simplemente haciendo todo lo posible, dentro de los límites que tú le impones, por re-establecer tu propia voluntad en tu conciencia.

El hecho de que el Hijo de Dios tenga el poder de fabricar una falsa realidad y de percibirlo como su propia identidad, lo lleva a ser prisionero de sus propias ilusiones. 

Sumido en un profundo sueño, es víctima de las propias pesadillas que lo atormentan, pero se siente incapaz para abandonar ese estado caótico. Ese estado es el resultado de una mente errónea, que está necesitada de corrección y de guía.

4. Has aprisionado tu voluntad más allá de tu propia conciencia, donde todavía se encuentra, pero desde donde no puede ayu­darte. 2Cuando dije que la función del Espíritu Santo es separar lo falso de lo verdadero en tu mente, quise decir que Él tiene el poder de ver lo que has ocultado y reconocer en ello la Voluntad de Dios. 3Gracias a este reconocimiento, Él puede hacer que la Voluntad de Dios sea real para ti porque Él está en tu mente, y, por lo tanto, Él es tu realidad. 4Si la percepción que Él tiene de tu mente trae la realidad de ésta hasta ti, te está ayudando a recor­dar lo que eres. 5Lo único que puede ocasionar temor en este proceso es lo que tú crees que perderías. 6Lo único que realmente puedes tener, no obstante, es lo que el Espíritu Santo ve.

El mundo perceptivo al que ha dado lugar el uso de la voluntad del Hijo de Dios, le ha llevado a adquirir un estado de conciencia individualizada con la cual se ha identificado, limitando su nivel de percepción a la información que extrae del uso de los cinco sentidos.

El cuerpo físico se ha convertido en el envoltorio temporal que el ego ha asumido como su única identidad, negando la verdadera esencia del Espíritu. El sueño es su estado de conciencia preferido, y la muerte, con su precariedad, se convierte en su mejor argumento para negar toda vinculación con la divinidad.  

Tan solo la mente recta, brillará en nuestros sueños y nos ayudará a recordar lo que realmente somos. El despertar ira unido a la firme voluntad de crear con la única esencia verdadera, el amor, y todos nuestras creaciones tendrán como objetivo expandir la Unidad.

5. He subrayado en muchas ocasiones que el Espíritu Santo nunca te pedirá que sacrifiques nada. 2Pero si te pides a ti mismo el sacrificio de la realidad, el Espíritu Santo tiene que recordarte que ésa no es la Voluntad de Dios porque no es la tuya. 3No hay diferencia alguna entre tu voluntad y la de Dios: 4Si tu mente no estuviese dividida reconocerías que ejercer tu voluntad es la salvación por­que la salvación es comunicación.

El Espíritu Santo o Mente Recta, se manifiesta en nuestras noches oscuras de pesadilla, como la luz que difumina la oscuridad y nos facilita el proceso de despertar. No podemos pensar que su Guía actúa obligándonos a dirigir nuestra voluntad de una manera u otra. El principio de la Libertad está implícito en el principio de la voluntad. Si no reconocemos la guía que nos ofrece el Espíritu Santo y que nos llevará a corregir el rumbo equivocado, estaremos sacrificando la realidad, estaremos negando la luz y estaremos decidiendo continuar en el mundo de la oscuridad, sintiendo temor por el contenido de nuestras pesadillas. 

6. Es imposible comunicarse utilizando lenguas diferentes. 2 y tu Creador podéis comunicaros por medio de la creación porque ésa, y sólo ésa, es vuestra Voluntad conjunta. 3Una mente divi­dida no se puede comunicar porque habla en nombre de cosas diferentes a la misma mente. 4Al hacer esto, pierde la capacidad de comunicarse porque una comunicación confusa sencillamente no tiene ningún sentido. 5Es imposible comunicar un mensaje a menos que tenga sentido. 6¿Cuán sensatos pueden ser tus mensajes, cuando pides lo que no deseas? 7Sin embargo, mientras sigas teniendo miedo de tu voluntad, eso es precisamente lo que esta­rás pidiendo.

Nos quejamos, como consecuencia del temor que nos causa vivir en un mundo de oscuridad y pesadillas, sin embargo, decidimos negar la realidad que la luz nos muestra, cuando nos revela un mundo diferente al que percibíamos en nuestras pesadillas.

7. Tal vez insistas en que  el Espíritu Santo no te contesta, pero quizá sería más prudente examinar qué clase de peticionario eres. 2No pides únicamente lo que deseas. 3Ello se debe a que temes recibirlo, y ciertamente lo recibirías. 4Por eso es por lo que se lo sigues pidiendo al maestro que no puede dártelo. 5De él nunca podrás aprender qué es lo que deseas, y esto te da una ilusión de seguridad. 6Sin embargo, no puedes estar a salvo de la verdad, sino que sólo puedes estar a salvo en la verdad. 7La realidad es tu única seguridad. 8Tu voluntad es tu salvación porque es la misma que la de Dios. 9La separación no es más que la creencia de que es diferente.

Este punto me ha resultado muy revelador, pues arroja mucha luz a una situación de indecisión que estoy, actualmente, percibiendo.

Os la comparto, guiado por el ánimo de que os pueda ser de ayuda.

Me encuentro experimentando una situación en la que una iniciativa emprendida no se ha desarrollado como tenía previsto y han surgido muchos  inconvenientes, imprevistos, que están demorando alcanzar el resultado deseado. Los contratiempos que he ido percibiendo, han llegado a poner a prueba mi equilibrio y me están exigiendo gestionar, una y otra vez, mis emociones.

La situación ha alcanzado un estado de bloqueo, al menos así lo identifico. Solicito que me hagan llegar alguna información que me indique en qué estado se encuentra el proyecto emprendido y en el que tengo invertido dinero y tiempo. He de decir, que todo lo que está ocurriendo, me está permitiendo corregir estados mentales que sin duda no eran los correctos. A pesar de ello, aún percibo pensamientos de ansiedad a la hora de analizar lo que está sucediendo.

Pocos minutos antes de escribir estas líneas, he entregado al Espíritu Santo una pregunta cuya respuesta me ayudase a corregir mi ansiedad. Al hacerlo, he podido comprobar, que en mi "entrega" también existía ansiedad. Miré el pensamiento y descubrí que la causa de ansiedad se encontraba en una percepción errónea de la experiencia; descubrí la carencia de amor y, sobre todo, la falsa creencia en la separación.

Mientras hacía estas reflexiones, me encontraba caminando. Fue en la segunda vuelta, ya liberado de pensamientos de ansiedad, cuando volví a entregar la pregunta.

El Espíritu Santo utiliza los objetos temporales que percibimos en el mundo material, para ayudarnos a redirigir nuestra voluntad. Estoy seguro, de que cada uno de vosotros sabrá identificar experiencias en las que "ver" la respuesta del Espíritu Santo.

Frecuentemente, mi comunicación con la Mente Recta se lleva a cabo a través de señales y rótulos: "Caminaba, cuando mi mirada se posó sobre una serie de señales, a lo largo de mi trayectoria, en las que se podía leer "Salida". Seguí las indicaciones, sin tener que cambiar mi rumbo, y al final, para salir del camino elegido, una nueva señal, en esta ocasión de tráfico, me invitaba a "ceder el paso", es decir, me invitaba a esperar"

Sabía, en ese momento, que mi Mente Recta me estaba guiando para que dirigiese mi voluntad en un sentido en concreto: la salida se encuentra cediendo el paso, esperando.

¿Cómo saber que esa es la respuesta correcta? La respuesta a esta cuestión es sencilla. Está inspirada desde el amor, visualizando a todas las personas que intervienen formando parte de una unidad. Y, sobre todo, el resultado de la decisión debe perseguir que nadie gane, ni nadie pierda. 

8. Ninguna mente recta podría creer que su voluntad es más fuerte que la de Dios. 2Si una mente cree que su voluntad es diferente de la de Él, entonces sólo puede concluir o bien que Dios no existe o bien que Su Voluntad es temible. 3La primera conclusión da lugar al ateo, y la segunda, al mártir, que cree que Dios exige sacrificios 4Cualquiera de esas dos conclusiones de­mentes producirá pánico, ya que el ateo cree estar solo, y el már­tir que Dios lo está crucificando. 5No obstante, nadie quiere sentirse abandonado o sufrir represalias, aunque es posible que muchos procuren ambas cosas. 6¿Puedes acaso pedirle al Espíritu Santo semejantes "regalos" y esperar recibirlos? 7Él no puede darte lo que tú no deseas. 8Cuando le pides al Dador Universal lo que no quieres, le estás pidiendo lo que no se puede dar porque nunca se creó. 9Y nunca se creó porque nunca fue lo que tu volun­tad dispuso para ti.

La Voluntad por la que hemos sido creados y para la que hemos sido creados, es la misma y única Voluntad, la de Amar. Hemos sido creados por el Amor y para Amar. Dar lo que no se es, es ilusión; dar lo que no se tiene es engaño. El conflicto surge cuando decidimos que nuestra voluntad es diferente a la Voluntad de Amar. 

Cuando experimentamos la carencia, buscamos en la divinidad la ayuda para que nuestra vida sea abundante. Si estamos enfermos, pedimos sanar. Pero, cuando nuestras súplicas se basan en la creencia en la necesidad, lo hace desde la ignorancia de lo que realmente somos, lo hace con la visión del ego, el cual fundamenta sus creencias en el miedo y en la separación.

La necesidad, el sufrimiento, la enfermedad, son consecuencias de una mente no recta y que cree en la separación. Es la rectitud de esa mente lo que nos hará retornar a la abundancia, a la felicidad, a sanar.

9.  En última instancia todo el mundo tiene que recordar la Volun­tad de Dios porque, en última instancia, todo el mundo tiene que reconocerse a sí mismo. Este reconocimiento es el reconocimiento de que su voluntad y la de Dios son una. 3En presencia de la verdad, no hay descreídos ni sacrificios. 4En la seguridad de la realidad, el miedo no tiene absolutamente ningún sentido. 5Negar lo que simplemente es, tan sólo puede dar la impresión de que es temible. 6El miedo no puede ser real sin una causa, y Dios es la única Causa. 7Dios es Amor y Él es ciertamente lo que tú deseas. 8Ésa es tu voluntad. 9Pide esto y se te concederá, porque estarás pidiendo únicamente lo que ya te pertenece.

¿Qué padre ofrecerá dolor y sufrimiento a su hijo si sabe que su causa es la falta de amor?

¿No es más lógico que ese padre ofrezca a su hijo amor para poner fin a sus desdichas?

Si la causa del sufrimiento y del dolor es la creencia en la separación, el padre ayudará a su hijo a corregir ese error.

Cuando tengamos la total certeza de lo que somos, no necesitaremos pedir que se nos conceda el amor, pues sabremos que esa es nuestra verdadera condición. ¿Para qué pedir lo que ya somos? Mientras que esa certeza no sea una firme realidad, pediremos al Padre que nos ayude a recordar lo que somos.

10. Cuando le pides al Espíritu Santo, lo que te podría hacer daño Él no puede contestarte porque no hay nada que te pueda hacer daño, y por lo tanto, no estás pidiendo nada. 2Cualquier deseo que proceda del ego es un deseo de algo que no existe, y solici­tarlo no constituye una petición. 3Es simplemente una negación en forma de petición. 4El Espíritu Santo no le da importancia a la forma, ya que sólo es consciente de lo que tiene significado. 5El ego no puede pedirle nada al Espíritu Santo porque no existe comunicación entre ellos. 6Tú, en cambio, puedes pedirle todo porque las peticiones que le haces a Él son reales, al proceder de tu mente recta. 7¿Negaría el Espíritu Santo la Voluntad de Dios? 8¿Y podría dejar de reconocerla en Su Hijo?.

El padre que trate de responder a las peticiones irreales de su hijo, lo que estaría haciendo es perpetuar su error. Contestar desde la ilusión, con el deseo de satisfacer una petición ilusoria es, cuanto menos, demencial. 

11. No te das cuenta de la enorme cantidad de energía que desper­dicias negando la verdad. 2¿Qué le dirías a alguien que se empeña en intentar lo imposible, creyendo que lograrlo es tener éxito? 3La creencia de que para poder ser feliz tienes que tener lo imposible está en total desacuerdo con el principio de creación. 4Dios no pudo haber dispuesto que tu felicidad dependiese de lo que nunca podrías tener. 5El hecho de que Dios es Amor no requiere que se crea en ello, pero sí requiere aceptación. 6Puedes cierta­mente negar los hechos, pero no puedes hacer que cambien. 7Si te tapas los ojos con las manos, no podrás ver porque estarás interfi­riendo en las leyes de la visión. 8Si niegas el amor, no podrás conocerlo porque tu cooperación es la ley de su existencia. 9No puedes cambiar las leyes que tú no promulgaste, las leyes de la felicidad fueron creadas para ti, no por ti.

El dicho popular que reza: "No hay más ciego que el que no quiere ver", viene a explicar lo que nos enseña este punto. Nuestra ceguera radica en nuestro deseo de no querer ver. No podremos negar que el Amor es nuestra verdadera realidad por no querer aceptarlo.

12. Cualquier intento de negar lo que simplemente es tiene necesariamente que producir miedo, y si el intento es fuerte producirá pánico. 2Querer imponer tu voluntad en contra de la realidad, aunque es imposible, puede convertirse en una obcecación, a pesar de que ése no es realmente tu deseo. 3Mas examina el resultado de ésta extraña decisión: 4Estás dedicando tu mente a lo que no deseas. 5¿Cuán real puede ser esa dedicación? 6Si realmente no deseas eso que persigues, es que nunca fue creado. 7Y si nunca fue creado, no es nada. 8¿Puedes realmente estar dedicado a lo que no es nada?

Seguro que te habrás hecho esa misma pregunta en alguna ocasión. ¿Por qué nos obcecamos en creer en la identidad que nos origina tanto dolor, cuando no es ese el deseo de nuestra mente?

La enseñanza de Un Curso de Milagros nos revela, que la "percepción errónea es el deseo de que las cosas sean diferentes de como son" (T-8.IX.2:1). No podemos menospreciar el poder que tiene el deseo. Como bien recoge el Texto, "desea lo que quieres, y eso será lo que contemplarás y creerás que es real" (T-21.VII.13:6).

Si nuestro deseo cree en la separación, no podremos engañarnos. Ese es el error que da lugar a nuestros sufrimientos. Corregir ese deseo alineará la causa y el efecto, y el amor sustituirá al miedo.

13. Dios en Su dedicación a ti te creó dedicado a todo, y te dio aquello a lo que estás dedicado. 2De otra manera no habrías sido creado perfecto. 3La realidad lo es todo, y tú lo tienes todo por­que eres real. 4No puedes crear lo irreal porque la ausencia de realidad es temible y él miedo no es algo que pueda ser creado. 5Mientras sigas creyendo que es posible tener  miedo, no podrás crear. 6Dos órdenes de realidad que se oponen entre sí privan a la realidad de todo significado, y la realidad es significado.

Tan solo lo que es real es verdad. Tan solo lo que es verdad no cambia. El Amor, es real, es verdad y es Eterno. 

Lo que es irreal es falso. Todo lo que es falso no perdura. El miedo es irreal, es falso y no existe.

14. Recuerda, pues, que la Voluntad de Dios es posible ya, y que nada más lo será nunca. 2En esto reside la simple aceptación de la realidad porque sólo eso es real. 3No puedes distorsionar la reali­dad y al mismo tiempo saber lo que es. 4Y si la distorsionas expe­rimentarás ansiedad, depresión y finalmente pánico, pues estarás tratando de convertirte a ti mismo en algo irreal. 5Cuando sientas esas cosas, no trates de buscar la verdad fuera de ti mismo, pues la verdad sólo puede encontrarse dentro de ti. 6Di, por lo tanto: 

7Cristo está, en mí, y donde Él está. Dios tiene

que estar, pues Cristo es parte de Él.


¡Qué así sea!

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 124

LECCIÓN 124

Que no me olvide de que soy uno con Dios.

1. Hoy volvemos a dar gracias de que nuestra Identidad se encuentre en Dios. 2Nuestro hogar está a salvo; nuestra protec­ción garantizada en todo lo que hacemos, y tenemos nuestra disposición el poder y la fuerza para llevar a cabo todo cuanto emprendamos. 3No podemos fracasar en nada. 4Todo lo que tocamos adquiere un brillante resplandor que bendice y que sana. 5En unión con Dios y con el universo seguimos adelante llenos de regocijo, teniendo presente el pensamiento de que Dios Mismo va con nosotros a todas partes.

2. ¡Cuán santas son nuestras mentes!. 2Todo cuanto vemos refleja la santidad de la mente que es una con Dios y consigo misma. 3¡Cuán fácilmente desaparecen los errores y la muerte da paso a la vida eterna! 4Nuestras luminosas huellas señalan el camino a la verdad, pues Dios es nuestro Compañero en nuestro breve recorrido por el mundo. 5Y aquellos que vienen para seguirnos reconocerán el camino porque la luz que nos acompaña se rezaga; si bien, no se separa de nosotros según seguimos ade­lante.

3. Lo que recibimos es el eterno regalo que hemos de dar a aque­llos que han de venir después, así como a los que vinieron antes o a los que estuvieron con nosotros por algún tiempo. 2Dios, que nos ama a todos con el amor equitativo con el que fuimos crea­dos, nos sonríe y nos ofrece la felicidad que dimos.

4. Hoy no pondremos en duda Su Amor por nosotros, ni cuestio­naremos Su protección ni Su cuidado 2Ninguna absurda ansie­dad podrá venir a interponerse entre nuestra fe y nuestra conciencia de Su Presencia. 3Hoy somos uno con Él en reconoci­miento y en recuerdo. 4Lo sentimos en nuestros corazones. 5Sus Pensamientos se encuentran en nuestras mentes y nuestros ojos ven Su hermosura en todo cuanto contemplamos. 6Hoy vemos únicamente lo amoroso y lo que es digno de amor.

5. Lo vemos en lo que aparenta ser doloroso, y el dolor da paso a la paz. 2Lo vemos en los que están desesperados; en los tristes y en los compungidos, en los que creen estar solos y amedrentados y a todos se les devuelve la tranquilidad y la paz interior en la que fueron creados. 3Y lo vemos igualmente en los moribundos y en los muertos, restituyéndolos así a la vida. 4podemos ver todo esto porque primero lo vimos en nosotros mismos.

6. A aquellos que saben que son uno con Dios jamás se les puede negar ningún milagro. 2Ni uno solo de sus pensamientos carece del poder de sanar toda forma de sufrimiento en cualquier per­sona, sea ésta de tiempos pasados o aún por venir, y de hacerlo tan fácilmente como en las que ahora caminan a su lado. 3Sus pensamientos son intemporales, y no tienen nada que ver con el tiempo ni con la distancia.

7. Nos unimos a esta conciencia al decir que somos uno con Dios. 2Pues con estas palabras afirmamos también que estamos sanos y salvos, y que podemos salvar y sanar. 3Ahora queremos dar lo que hemos recibido. 4Pues queremos conservar los regalos que nuestro Padre nos dio. 5Hoy deseamos tener la experiencia de que somos uno con Él, de modo que el mundo pueda compartir con nosotros nuestro reconocimiento de la realidad. 6Al nosotros tener esta experiencia el mundo se libera. 7Y al negar que estamos separados de nuestro Padre, el mundo sana junto con nosotros.

8. ¡Que la paz sea contigo hoy! 2Asegura tu paz practicando la conciencia de que eres uno con tu Creador, tal como Él es uno contigo. 3En algún punto hoy, cuando te parezca más conve­niente, dedica media hora al pensamiento de que eres uno con Dios. 4Ésta es la primera vez que intentamos llevar a cabo una sesión prolongada para la cual no se establecen reglas ni se sugie­ren palabras especiales con las que dirigir la meditación. 5Hoy confiaremos en que la Voz de Dios nos hablará cuando lo crea oportuno, seguros de que no habrá de fallar. 6Mora en Él durante esa media hora. 7Él se encargará del resto.

9. ¡El beneficio que ello te ha de aportar no será menor porque creas que no está pasando nada. 2Quizá no estés listo hoy para aceptar estas ganancias. 3Pero en algún punto y en algún lugar, llegarán a tu conciencia, y no podrás sino reconocerlas cuando afloren con certeza en tu mente. 4Esta media hora estará enmar­cada en oro, y cada minuto será como un diamante incrustado alrededor del espejo que este ejercicio te ofrece. 5Y verás en él la faz de Cristo, reflejando la tuya.

10. Tal vez hoy, tal vez mañana, veas tu propia transfiguración en el espejo que esta santa media hora te presenta para que te mires en él. 2Cuando estés listo, la encontrarás allí, en tu mente, en espera de ser hallada. 3Recordarás entonces el pensamiento al que dedicaste esta media hora, y lleno de agradecimiento te darás cuenta de que jamás habrías podido invertir mejor el tiempo.

11. Tal vez hoy, tal vez mañana, mires en ese espejo y comprendas que la inmaculada luz que ves emana de ti; que la hermosura que en él contemplas es la tuya propia. 2Considera esta media hora como el regalo que le haces a Dios, con la certeza de que lo que Él te dará a cambio será una sensación de amor que sobrepasa tu entendimiento; una dicha tan profunda que excede tu compren­sión y una visión tan santa que los ojos del cuerpo no la pueden ver. 3Sin embargo, puedes estar seguro de que algún día, tal vez hoy, tal vez mañana, entenderás, comprenderás y verás.

12. Añade más gemas al marco dorado que rodea al espejo que hoy se te ofrece repitiendo cada hora para tus adentros:

2Que no me olvide de que soy uno con Dios, en unión con todos mis hermanos y con mi Ser, en eterna paz y santidad.

¿Qué me enseña esta lección? 

Hoy he tomado consciencia de lo importante que es tener la certeza de que somos Uno con Dios. Ha sido fulgurante y revelador. He sido consciente, de cómo es fácil y habitual seguir los patrones fabricados por el ego. Es muy sutil, y cuando estás alimentando esa sutilidad no acabas de ver que en realidad estás viviendo una ilusión, donde el peso del pasado juega un papel muy importante. 

Cada vez que emitimos un juicio basado en la necesidad, por ejemplo: “que mala suerte tengo”; “la vida me está poniendo a prueba”; “mi felicidad depende de lo que les ocurre a mis seres queridos” o  “mi paz es imposible con los problemas que tengo”, estamos creyendo que, por alguna razón, somos merecedores de esas situaciones y nos identificamos con ellas, hasta el punto que “invitamos” a nuestra mente a tener pensamientos sombríos, pesimistas y tristes. 

Pero ocupar nuestra mente con ese tipo de pensamientos es alejarnos de la verdad y servir al error. Cada vez que de nuestros labios salen palabras que hablen de enfermedad, de necesidad, de dolor, de miedo, de castigo, de sufrimiento, de victimismo, de sacrificio, de separación, estamos alimentando el error, al tiempo que estamos negándonos a nosotros mismos. 

Reflexionemos un momento. Si Dios es la Perfección, es la Salvación, es la Plenitud. Si es impecable e invulnerable. ¿Veis a Dios hablando de dolor, de muerte, de enfermedad, de castigo? No, verdad. No podemos verlo, pues esos conceptos son fabricaciones del ego. 

El Hijo de Dios, es decir, cada uno de nosotros, somos perfectos, estamos a salvo, sanos, plenos. Somos eternos, impecables e invulnerables. Somos tal y como Dios nos ha creado. Entonces, si creemos con certeza que Somos Uno con Dios, dejemos de utilizar las fabricaciones del ego y seamos Creadores al servicio de nuestro Padre.



Ejemplo-Guía: "Cuando te sientas "bajo", recuerda de que eres uno con Dios"


Esta técnica no debe resultarnos desconocida, pues la hemos empleado mucho en nuestros primeros años de vida. Suele ocurrir, sobre todo para los que tienen mala memoria, como yo, que hayamos olvidado esa experiencia en la que nos sentíamos permanentemente protegidos por la presencia de nuestros padres.

En la medida en que hemos ido creciendo, con la edad, hemos ido alejándonos de esa necesidad básica de nuestra niñez, y ahora, en la nueva condición de adolescente, experimentamos una nueva necesidad, la cual, tan solo se ve satisfecha cuando somos consciente de nuestra individualidad. 

Ese tránsito viene acompañado por el "olvido" de que formamos parte de un hogar a través del cual podemos reconocer nuestra identidad, La rebeldía propia de la adolescencia nos lleva muchas veces a renegar de nuestra identidad familiar. Es como si estuviésemos recapitulando el proceso espiritual que nos ha llevado a la situación en la que nos encontramos en la actualidad.

El precio de ganar nuestra individualidad ha dado lugar al ego y ha propiciado la errónea creencia de que estamos separados de nuestro Creador. Somos un cuerpo sometido a las leyes del espacio y del tiempo.

Elegir la individualidad, elegir la separación, es elegir la senda del miedo, de la culpa, del dolor, del sufrimiento, del odio, de la enfermedad, de la muerte.

El mundo que el ego ha fabricado se sustenta de la ilusión y mantiene a la conciencia sumida en un sueño, donde hemos olvidado lo que realmente somos.

Dentro del mundo del sueño, podemos tomar consciencia de que somos los soñadores, lo que significa que tenemos acceso a una información que nos permite elegir de nuevo. En esa elección, decidimos tener sueños felices y nuestra percepción errónea se transforma en una percepción verdadera.

A partir de ese momento, decidimos vivir la vida desde la visión de la unidad y asumimos nuestra función en el plan de salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo.

Cuando estamos recorriendo esa nueva senda, podemos encontrarnos con nuevos obstáculos en el camino y nuestro estado anímico puede experimentar lo que coloquialmente llamamos "bajón". En esos momentos de duda, de inseguridad, tenemos que recuperar la actitud desplegada cuando éramos niños, es decir, tenemos que recuperar la confianza en nuestros padres y dirigirnos a ellos con la certeza de que sabrán aportarnos la paz que necesitamos. Lo que quiero decir con ello, es que en los momentos "bajos", recordemos nuestra condición espiritual y reforcemos desde la certeza, que somos uno con Dios. 


Reflexión: ¿Has experimentado la presencia de Dios en tu interior? ¿Cómo te has sentido?

Capítulo 9. II. La respuesta a la oración.

II. La respuesta a la oración. 1. Todo aquel que haya tratado alguna vez de usar la oración para pedir algo ha experimentado lo que aparen...