sábado, 4 de mayo de 2024

Capítulo 9. II. La respuesta a la oración.

II. La respuesta a la oración.

1. Todo aquel que haya tratado alguna vez de usar la oración para pedir algo ha experimentado lo que aparentemente es un fracaso. 2Esto es cierto no sólo en relación con cosas específicas que pudie­ran ser perjudiciales, sino también en relación con peticiones que están completamente de acuerdo con lo que este curso postula. 3Esto último, en particular, puede interpretarse incorrectamente como una prueba de que el curso no es sincero en lo que afirma. 4Tienes que recordar, no obstante, que el curso afirma, y repetidamente, que su propósito es ayudarte a escapar del miedo.

Este apartado, sin duda alguna, puede ser interpretado por nuestra mente como un interesante reto para ser aceptado por nuestras creencias, incluso aquellas que consideramos más valiosas, pues nos lleva a identificarnos con nuestro estado de consciencia más espiritual.

Sí, la oración, cuando la usamos para pedir, nos está revelando un estado de carencia en nuestra conciencia. Este Curso nos ayuda a recordar que somos Hijos de Dios y, como tal, hemos heredado Su Misma Condición, esto es, la Perfección. De igual modo, el Curso, nos revela que el Hijo de Dios se ha identificado con la fabricación de un mundo distinto al creado por Su Padre, llevándole a la falsa creencia de que es un ser imperfecto y pecaminoso.

El Hijo de Dios es Perfecto, por lo que el uso correcto de la oración no es otro que el compartir Su Estado de Perfección. La oración es utilizada para expandir la Esencia del Amor, que es su verdadera identidad.

El mundo ilusorio fabricado por el hijo de Dios, ha dado lugar a la naturaleza egoica, la cual habita en la creencia del miedo y de la carencia. De ahí, que la oración se utilice como un mecanismo para conseguir satisfacer la voz que emana desde la necesidad.

2. Supongamos, pues, que lo que le pides al Espíritu Santo es lo que realmente deseas, pero aún tienes miedo de ello. 2Si ese fuese el caso, obtenerlo ya no sería lo que deseas. 3Por eso es por lo que algunas formas específicas de curación no se logran, aun cuando se haya logrado el estado de curación. 4Un individuo puede pedir ser curado físicamente porque tiene miedo del daño corporal. 5Al mismo tiempo, si fuese curado físicamente, la amenaza que ello representaría para su sistema de pensamiento podría causarle mucho más miedo que la manifestación física de su aflicción. 6En ese caso no estaría pidiendo realmente que se le liberase del miedo, sino de un síntoma que él mismo eligió. 7Por lo tanto, no estaría pidiendo realmente ser curado.

Sinceramente, si tuviésemos la firme creencia de que somos el Hijo de Dios y que gozamos de su eterna Plenitud, ¿nos sentiríamos escasos? ¿Qué más podríamos desear, cuando lo somos Todo? ¿Qué sentido tendría entonces la oración que usamos para pedir aquello que creemos necesitar, si el Amor no tiene carencia?

Utilicemos la oración para dar gracias de nuestro despertar; por haber recordado lo que somos; para compartir con nuestros hermanos la dicha de la Unidad; para negar el miedo y la separación.

3. La Biblia subraya que toda oración recibirá respuesta, y esto es absolutamente cierto. 2El hecho mismo de que se le haya pedido algo al Espíritu Santo garantiza una respuesta. 3Es igualmente cierto, no obstante, que ninguna de las respuestas que Él dé incrementará el miedo. 4Es posible que Su respuesta no sea oída. 5Es imposible, sin embargo, que se pierda. 6Hay muchas respues­tas que ya has recibido pero que todavía no has oído. 7Yo te ase­guro que te están esperando.

Si en nuestra oración, pedimos desde el miedo, desde la carencia, no podemos pretender, que la respuesta alimente aún más ese miedo. El Espíritu Santo, responderá a nuestra petición con un mensaje de Amor: “deja de tener miedo y ama”. Pero, quizás esa respuesta no sea la que nosotros necesitamos oír, pues, en verdad, no estamos dispuestos a sustituir nuestros miedos por Amor, porque no estamos dispuestos a Ser Amor, en vez de seres separados y egoístas.

Seguro, que muchos de nosotros, podríamos narrar historias vividas en la que el sufrimiento nos ha llevado a elevar nuestro rostro al cielo y orar al Padre con una petición de que nos librara de ese momento de dolor (guerras, pérdidas de seres queridos, enfermedades, pobreza, hambre, maltratos, violaciones, etc).

Nos podemos sorprender en ese acto de petición, solicitando a nuestro Hacedor, que castigue a aquel que nos causa el dolor, que nos libere de nuestros miedos. Obrando de este modo, estaríamos pidiendo a Dios que hiciese real lo ilusorio, que diese identidad al miedo y a la carencia. Tan sólo el ego ve aquello que ha fabricado. Pero está tan profundamente sumido en su sueño, que es incapaz de ver que todo es una ilusión.

Dios es nuestro Ser. Somos una Expansión de Él. Se encuentra en nuestro interior, al igual que nosotros nos encontramos en Él. El Amor es nuestra verdadera identidad y el Amor, al no ver el miedo, es el único estado sanador de nuestra existencia.

4. Si quieres tener la certeza de que tus oraciones son contestadas, nunca dudes de un Hijo de Dios. 2No pongas en duda su palabra ni lo confundas, pues la fe que tienes en él es la fe que tienes en ti mismo. 3Si quieres conocer a Dios y Su Respuesta, cree en mí cuya fe en ti es inquebrantable. 4¿Cómo ibas a poder pedirle algo al Espíritu Santo sinceramente, y al mismo tiempo dudar de tu her­mano? 5Cree en la veracidad de sus palabras por razón de la ver­dad que mora en él. 6Te unirás a la verdad en él, y sus palabras serán verdaderas. 7Al oírlo a él me oirás a mí. 8Escuchar la verdad es la única manera de poder oírla ahora y de finalmente conocerla.

La duda a la que se refiere este punto es un estado de carencia y nos revela que hemos sustituido nuestra verdadera identidad, el Amor, por los ropajes de la ilusoria identidad del ego. El Amor no ve la duda; su lenguaje es la Unidad de la Filiación. La Percepción Verdadera nos permite vislumbrar la puerta que nos conduce al Conocimiento. El ego a no ser real se alimenta de su propio desconocimiento, la ignorancia, la cual da lugar a la errónea creencia en la separación. En este sentido, tan sólo la oración dirigida al Espíritu Santo será respondida, si lleva el sello de la certeza que nos confraterniza en la Unidad con el Hijo de Dios.

5. El mensaje que tu hermano te comunica depende de ti. 2¿Qué te está diciendo? 3¿Qué desearías que te dijese? 4Lo que hayas decidido acerca de tu hermano determina el mensaje qué recibes. 5Recuerda que el Espíritu Santo mora en él, y Su Voz te habla a través de él. 6¿Qué podría decirte un hermano tan santo, excepto la verdad? 7Mas ¿le escuchas? 8Es posible que tu hermano no sepa quién es, pero en su mente hay una luz que sí lo sabe. 9El resplandor de esta luz puede llegar hasta tu mente, infundiendo verdad a sus palabras y haciendo posible el que las puedas oír. 10Sus palabras son la respuesta que el Espíritu Santo te da a ti. 11¿Es la fe que tienes en tu hermano lo suficientemente grande como para permitirte oír dicha respuesta?

Poco más podemos añadir a este punto, en el que se nos brinda a mirar en nuestro interior y encontrar las respuestas que nos plantean. En nuestro hermano reside nuestra salvación.

Cuando escribo estas reflexiones, al repasar la Lección de hoy del Libro de Ejercicios, la lección 298, que se titula “Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo”, recordé el Ejemplo-Guía que elegí para dicha ocasión. Os dejo parte de su contenido, el cual puede ser consultado, en el siguiente enlace:

https://aprendiendouncursodemilagros.blogspot.com/2017/10/ucdm-libro-de-ejercicios-leccion-298.html

Ejemplo-Guía: "El Camino que nos conduce al Cielo, no podemos andarlo solo"

“A medida que te acercas a un hermano te acercas a mí, y a medida que te alejas de él, la distancia entre tú y yo aumenta. La salvación es una empresa de colaboración. No la pueden emprender con éxito aquellos que se desvinculan de la Filiación porque al hacer eso se desvinculan de mí. Dios acudirá a ti sólo en la medida en que se Lo ofrezcas a tus hermanos. Aprende primero de ellos, y estarás listo para oír a Dios. Eso se debe a que el Amor sólo tiene una función”. (T.4.VI.8.1-6)

6. No puedes rezar sólo para ti, de la misma manera en que no puedes encontrar dicha sólo para ti. 2La oración es la re-afirma­ción de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las leyes de Dios. 3En tu hermano reside tu salvación. 4El Espíritu Santo se extiende desde tu mente a la suya, y te contesta. 5No puedes oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo. 6Su respuesta va dirigida únicamente a lo que eres. 7No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extien­das. 8No tendrás confianza en la dirección que te ofrece el Espí­ritu Santo, o no creerás que es para ti, a menos que la oigas en otros. 9Tiene que ser para tu hermano por el hecho de que es para ti. 10¿Habría acaso creado Dios una Voz que fuese sólo para ti? 11¿Cómo podrías oír Su respuesta, excepto cuando el Espíritu Santo responde a todos los Hijos de Dios? 12Oye de tu hermano lo que quisieras que yo oyese de ti, pues tú no querrías que yo fuese engañado.

“No puedes oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo”. Esta frase, merece una profunda y sincera reflexión. En ese encuentro interior, no podremos invitar al ego y sus creencias. El ego, cuando hace uso de la oración, siempre lo hace en beneficio propio. Su ingenuidad e ignorancia a veces es tan demencial que le lleva a elevar su mirada al cielo para pedirle a Dios, cuestiones tan banales como que nuestro equipo de futbol favorito gane la contienda en detrimento del otro equipo.

El hombre de este mundo, ha levantado altares donde venerar a su Dios particular. Ha fabricado estandartes en nombre de ese “dios” para que encabezasen sus ejércitos en las contiendas que los enfrentaría a los que ha dado la identidad de sus enemigos. En su máxima arrogancia, pleno de ignorancia, ha elevado sus súplicas a su “dios” para que le llevase a la victoria en sus hazañas bélicas. La historia de este mundo está repleta de dichas hazañas y a pesar del sufrimiento aportado al propio hombre, seguimos percibiendo como esa historia demente se repite una y otra vez.

No podemos pretender alcanzar la salvación solos, pues en verdad, nuestra realidad no es el ego. Nuestra Causa es el Amor y el Amor es Unidad. Dios no nos creó separados. No somos el único Hijo de Dios, si no el Hijo de Dios, la Filiación Divina.

7. Al igual que Dios, yo te quiero por razón de la verdad que mora en ti. 2Tal vez tus engaños te engañen a ti, pero a mí no me pueden engañar. 3Puesto que sé lo que eres, no puedo dudar de ti. 4Oigo sólo al Espíritu Santo en ti, Quien me habla a través de ti. 5Si me quieres oír, oye a mis hermanos en quienes la Voz que habla por Dios se expresa. 6La respuesta a todas tus oraciones reside en ellos. 7Recibirás la respuesta a medida que la oigas en todos tus hermanos. 8No escuches nada más, pues, de lo contra­rio, no estarás oyendo correctamente.

La Voz de Dios, es compartida por toda Su Filiación. Pretender andar el Camino de manera unilateral es una ilusión inspirada por el ego.

8. Cree en tus hermanos porque yo creo en ti, y aprenderás que está justificado que yo crea en ti. 2Cree en mí creyendo en ellos, en virtud de lo que Dios les dio. 3Te contestarán si aprendes a pedir­les solamente la verdad. 4No pidas bendiciones sin bendecirlos, pues sólo de esta manera puedes aprender cuán bendito eres. 5Al seguir este camino estarás buscando la verdad en ti. 6Esto no es ir más allá de ti mismo, sino hacia ti mismo. 7Oye únicamente la Respuesta de Dios en Sus Hijos, y se te habrá contestado.

Si realmente somos la Filiación de Dios, todos y cada uno de nosotros somos portadores de la Unidad, la verdadera Causa de nuestra creación. El pacto de Amor que nace con nuestra creación nos lleva a caminar junto al resto de nuestros hermanos con el único propósito de compartir lo que somos: Espíritus de Amor, que unidos formamos la Filiación de Dios.

9. No creer es estar en contra, o atacar. 2Creer es aceptar, y tam­bién ponerse de parte de aquello que aceptas. 3Creer no es ser crédulo, sino aceptar y apreciar. 4No puedes apreciar aquello en lo que no crees ni puedes sentirte agradecido por algo a lo que no le atribuyes valor. 5Por juzgar se tiene que pagar un precio porque juzgar es fijar un precio. 6Y el precio que fijes es el que pagarás.

Cuando creemos, aceptamos lo que somos. Cuando dudamos, estamos renegando de la verdad, y estamos alimentando las falsas creencias del ego, esto es, renegamos de lo que realmente somos. La duda nos desconecta de la verdad, de la unidad. La visión de la duda, nos lleva a ver al otro como el enemigo que nos amenaza con un ataque personal. Para protegernos de ese ataque, la mente de ego se disocia y proyecta en el otro aquello en lo que cree, dando lugar a juicios condenatorios que nos alejan más y más de la verdad.

10. Si pagar se equipara con obtener, fijarás el precio bajo, pero exigirás un alto rendimiento. 2Te habrás olvidado de que poner precio es evaluar, de tal modo que el rendimiento que recibes es directamente proporcional al valor atribuido. 3Por otra parte, si pagar se asocia con dar no se puede percibir como una pérdida, y la relación recíproca entre dar y recibir se reconoce. 4En este caso se fija un precio alto debido al valor del rendimiento. 5Por obtener hay que pagar un precio: se pierde de vista lo que tiene valor, haciendo inevitable el que no estimes lo que recibes. 6Al atribuirle poco valor, no lo apreciarás ni lo desearás.

El ego adquiere identidad cuando el Hijo de Dios decide ver un mundo diferente al de Su Padre. En ese nuevo mundo, en el que percibe la separación entre los personajes que lo habitan, la carencia ha sustituido a la abundancia propia del estado paradisíaco del mundo divino. Esa carencia le lleva a la necesidad de obtener unido al deseo de poseer para proteger su seguridad de subsistencia. El ego cree que dando pierde lo que tiene, por lo que su política existencial le lleva a obtener beneficios de sus relaciones con los demás. El egoísmo aparece como el error de rendir culto al cuerpo y de haber olvidado su verdadera identidad.

11. Nunca te olvides, por consiguiente, de que eres tú el que deter­mina el valor de lo que recibes, y el que fija el precio de acuerdo con lo que das. 2Creer que es posible obtener mucho a cambio de poco es creer que puedes regatear con Dios. 3Las leyes de Dios son siempre justas y perfectamente consistentes. 4Al dar, recibes. 5Pero recibir es aceptar, no tratar de obtener algo. 6Es imposible no tener, pero es posible que no sepas que tienes. 7Estar dispuesto a dar es reconocer que tienes, y sólo estando dispuesto a dar puedes reconocer lo que tienes. 8Lo que das, por lo tanto, equivale al valor que le has adjudicado a lo que tienes, al ser la medida exacta del valor que le adjudicas. 9Y esto, a su vez, es la medida de cuánto lo deseas.

Es evidente que este punto pone en peligro la mayoría de los sistemas capitalistas que rigen nuestro mundo, que no son más que el fruto de nuestras fabricaciones mentales. El resultado de habernos identificados con un mundo de carencia donde lo principal es obtener y poseer para garantizarnos una vida plena de efímera felicidad.

Al olvidar la conexión que nos une a Dios y a su Plenitud, hemos olvidado, igualmente, que somos abundantes y no carecemos de nada. Es por ello que este punto nos recuerda que es imposible no tener, pero es posible que no sepamos lo que tenemos. El ego no da porque en su ignorancia piensa que no tiene. Esto es así, porque lo que damos equivale al valor que le hemos adjudicado a lo que tenemos.

12. Así pues, sólo puedes pedirle algo al Espíritu Santo dándole algo, y sólo puedes darle algo allí donde lo reconoces. 2Si recono­ces al Espíritu Santo en todos, imagínate cuánto le estarás pidiendo y cuánto habrás de recibir. 3Él no te negará nada porque tú no le habrás negado nada a Él, y de este modo podrás compartirlo todo. 4Ésta es la manera, y la única manera, de disponer de Su respuesta porque Su respuesta es lo único que puedes pedir y lo único que puedes desear. 5Dile, pues, a todo el mundo: 

6Puesto que mi voluntad es conocerme a mí mismo, te veo a ti como el Hijo de Dios y como mi hermano.

 

Que más podemos añadir. ¡Te bendigo hermano por ayudarme a recordar lo que soy y por Ser junto a ti, la Filiación de Dios!

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