PRINCIPIO
26
Los
milagros representan tu liberación del miedo. "Expiar" significa
"des-hacer." Deshacer el miedo es un aspecto esencial del poder
expiatorio de los milagros.
Cuando analizamos el Principio 22, adelantábamos que dedicaríamos un
capítulo al estudio del miedo, y lo prometido es deuda.
En la entrega anterior, en el
análisis del Principio 25, decíamos que cuando tenemos miedo, estamos
reconociendo que estamos necesitados de la Expiación. Tener
miedo significa que, "hemos actuado sin amor, al haber elegido sin amor. Ésta es
precisamente la situación para la que se instituyó la Expiación" (T-2.VI.8:4-5).
Pasemos a desmenuzar el
significado del miedo, lo que nos llevará a comprender su origen y los efectos
a los que da lugar en nuestras vidas. El párrafo anterior nos aporta una
primera pista, al indicarnos que el miedo es la consecuencia de una elección.
Es muy importante tomar consciencia de este matiz, pues nos permite reconocer,
que el miedo no es algo que nos viene de afuera, no es algo que nos ataca y del
cual debamos defendernos, tan solo es una elección. Yo añadiría que es una
libre elección, pues todas las elecciones son libres.
En la Introducción del
Curso, podemos leer: “Lo
opuesto al amor es el miedo, pero aquello que todo lo abarca no puede tener
opuestos” (T-In.1:8). Esta afirmación nos
hace una primera presentación de lo que es el miedo, indicándonos que el miedo
no puede pertenecer al Creador, pues Él no tiene opuestos, lo que nos lleva a
pensar que el miedo es una fabricación de la mente del Hijo de Dios, surgiendo
como una proyección de su mente dual, lo que dio lugar a los opuestos
amor-miedo, o lo que es lo mismo, la materialización de la separación y el
surgimiento del ego.
Tenemos
pues, que el miedo es la fabricación del Hijo de Dios, el cual cometió el error
de creer que podía usurpar el poder de Dios. "Todo miedo se reduce, en última
instancia, a esa básica percepción errónea" (T-2.I.4:1).
Sólo
nuestra mente puede producir miedo y sólo nuestra mente puede llevarnos a
comprender que el miedo no es real, es una ilusión.
Como hemos
adelantado, "Dios no es el autor del miedo. El autor del miedo somos nosotros
que hemos elegido crear en forma diferente a como crea Él" (T-4.I.9:1-3). Esa elección, nos
hace "tener miedo de la
Voluntad de Dios porque hemos usado la mente, que Él creó a
semejanza de la Suya
Propia , para crear falsamente. La mente sólo puede crear
falsamente cuando creemos que no somos libres" (T-3.II.4:1-2).
En esa falsa
creencia se encuentran los mayores conflictos que alberga la mente humana.
Dichos conflictos, traducidos en miedos, se dan cita en el inconsciente, donde
se ocultan celosamente y desde donde se proyectan dando lugar a todo tipo de
comportamientos dementes y condenatorios.
De
hecho, "los que creen en la separación tienen un miedo básico a las represalias
y al abandono. Creen en el ataque y en el rechazo, de modo que eso es lo que perciben,
lo que enseñan y lo que aprenden. Estas ideas descabelladas son claramente el
resultado de la disociación y la proyección" (T-6.V-B.1:1-2).
Podemos decir que el origen del
miedo es una elección errónea y esta creencia ha pasado a formar parte del
inconsciente colectivo de la humanidad. "Cada vez que tenemos miedo es porque hemos
tomado una decisión equivocada y esa es la razón por la que nos sentimos
responsable de ello" (T-2.VI.3:2-3).
Si la causa del miedo es mental,
es obvio que para superarlo "tendremos que cambiar de mentalidad, no de
comportamiento, y eso es cuestión de que estemos dispuestos a hacerlo" (T-2.VI.3:4).
"La
corrección debe llevarse a cabo únicamente en el nivel en que es posible el
cambio. El cambio no tiene ningún sentido en el nivel de las formas en los que
se manifiesta el miedo, donde no puede
producir resultados" (T-2.VI.3:6-7).
"El
miedo es siempre un signo de tensión que surge cuando hay conflicto entre lo
que deseamos y lo que hacemos" (T-2.VI.5:1). Asimismo, "la presencia del miedo indica que hemos elevado
pensamientos corporales al nivel de la mente" T-2.VI.1:6).
Como hemos dicho, anteriormente, el uso incorrecto
de la mente nos ha llevado a tener miedo de la Voluntad de Dios. Ese uso
erróneo de la mente se ha traducido en los Textos Sagrados como un acto pecaminoso,
el cual puso fin al estado de unicidad compartido por el Hijo de Dios y su
Creador. Lo que se ha interpretado como “pecado”, como la violación de las
Leyes de Dios, tuvo como consecuencia la creencia en la expulsión del Edén, de
la Tierra Paradisiaca dispuesta por Dios para su Hijo, y lo que es lo más
importante, nace el temor hacia el Creador, al creernos merecedores de su
justicia vengativa.
“Tener miedo de la Voluntad de Dios es una de
las creencias más extrañas que la mente humana jamás haya podido concebir. Esto
no habría podido ocurrir a no ser que la mente hubiese estado ya tan
profundamente dividida que le hubiese sido posible tener miedo de lo que ella
misma es. La realidad sólo puede ser una "amenaza" para lo
ilusorio, ya que lo único que la realidad puede defender es la verdad. El hecho mismo de que percibas la Voluntad
de Dios -que es lo que tú eres- como algo temible, demuestra que tienes miedo de lo que eres. Por lo tanto, no es de la
Voluntad de Dios de lo que tienes miedo, sino de la tuya”. (T-9.I.1:1-5)
Si advertimos la falsa creencia a la que dio lugar la elección del Hijo
de Dios, descubriremos la identidad del ego, el representante de la mente dual,
de la mente errónea. El ego pasó a ocupar el lugar de Dios y se erigió en nuestra nueva identidad. Es del ego y no de
Dios del que verdaderamente tenemos miedo.
"Debemos reconocer que lo que
menos quiere el ego es que nos demos cuenta de que le tenemos miedo. Pues si el
ego pudiese producir miedo, menoscabaría nuestra independencia y debilitaría nuestro
poder. Sin embargo, su único argumento para que le seamos leales es
que él puede darnos poder. Si no fuera por esta creencia no le escucharíamos en
absoluto. ¿Cómo iba a poder, entonces, seguir existiendo si nos diésemos cuenta
de que al aceptarlo nos estamos empequeñeciendo y privándonos de poder?" (T-11.V.8:1-5)
"El ego puede permitirnos, y
de hecho lo hace, que nos consideremos altanero, incrédulo, frívolo, distante,
superficial, insensible, despegado e incluso desesperado, pero no permite que nos
demos cuenta de que realmente tenemos miedo. Minimizar el miedo, pero no
deshacerlo, es el empeño constante del ego, y es una capacidad para la cual
demuestra ciertamente gran ingenio. ¿Cómo iba a poder predicar separación a
menos que la reforzase con miedo?, y, ¿seguiríamos escuchándole
si reconociésemos que eso es lo que está haciendo?" (T-11.V.9:1-3)
"La más seria amenaza para el
ego es, pues, que nos demos cuenta de que cualquier cosa que parezca separarnos
de Dios es únicamente miedo, sea cual sea la forma en que se manifieste e independientemente
de cómo el ego desee que lo experimentemos. Su sueño de autonomía se
estremece hasta su raíz cuando cobramos conciencia de esto. Pues si bien podemos
tolerar una falsa idea de independencia, no aceptaríamos el costo en miedo que
ello supone una vez que lo reconociésemos. Pero ése es su costo, y el ego no
puede reducirlo. Si pasamos por alto el amor estamos pasándonos por alto a nosotros
mismo, y no podremos sino tener miedo de la irrealidad porque nos habremos negado a nosotros mismo. Al creer
que nuestro ataque contra la verdad ha tenido éxito, creeremos que el ataque
tiene poder. Dicho llanamente, pues, nos hemos vuelto temerosos de nosotros mismos.
Y nadie quiere encontrar lo que cree que le destruiría" (T-11.V.10:1-8).
"Si se pudiese lograr el objetivo de autonomía
del ego, el propósito de Dios podría ser truncado, y eso es imposible. Solamente
aprendiendo lo que es el miedo podemos por fin aprender a distinguir lo
posible de lo imposible y lo falso de lo verdadero" (T-11.V.11:1-2).
Sí, hemos mencionado que la elección del Hijo de Dios, fue interpretado,
erróneamente, como un ataque contra la verdad. La cuestión que cabe plantearse
es, ¿cómo corregir ese error?
Como nos indica el Curso, "reconocer
el miedo no es suficiente para poder escaparse de él, aunque sí es necesario
para demostrar la necesidad de escapar" (T-12.I.8:2).
Desde la mente errónea no podremos conseguir esa
corrección. Debemos recurrir a la Voz que habla por Dios, el Espíritu Santo
para que transforme el miedo en verdad.
“Si se te dejase con el miedo, una vez que lo hubieses reconocido, habrías dado
un paso que te alejaría de la realidad en vez de acercarte a ella. No obstante, hemos señalado
repetidamente la necesidad de reconocer el miedo y de confrontarlo cara a cara como un
paso crucial en el proceso de desvanecer al ego. Considera entonces lo mucho
que te va a
servir la interpretación que hace el Espíritu Santo de los motivos de los
demás. Al haberte enseñado a aceptar únicamente los pensamientos de amor de
otros y a considerar todo lo demás como una petición de ayuda, te ha enseñado
que el miedo
en sí es una petición de ayuda. Esto es lo que realmente quiere decir reconocer
el miedo. Si tú no lo proteges, el Espíritu
Santo lo reinterpretará. En esto radica el valor principal de Aprender a
percibir el ataque como una petición de amor. Ya hemos aprendido que el miedo y
el ataque están inevitablemente interrelacionados. Si el ataque es lo único que da miedo, y
consideras al ataque como la petición de ayuda que realmente es, te darás
cuenta de la irrealidad del miedo. Pues el miedo, es una súplica de amor, en la que se reconoce inconscientemente
lo que ha sido negado" (T-12.I.8:4-13).
"El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de
pérdida. Si al percibirlo en otros
aprendes a subsanar esa sensación de pérdida, se elimina la causa básica del
miedo. De esa manera, te enseñas a ti mismo que no hay miedo en ti. Los medios
para erradicarlo se encuentran en ti, y has demostrado esto al dárselos a
otros. El miedo y el amor son las únicas emociones que eres capaz de
experimentar. Una es falsa, pues procede de la negación, y la negación
depende, para poder existir, de que se crea en lo que se ha negado. Al
interpretar correctamente el miedo como una afirmación categórica de la
creencia subyacente que enmascara, estás socavando la utilidad que le has
atribuido al hacer que sea inútil. Las defensas que son inservibles se
abandonan automáticamente. Si haces que lo que el miedo oculta pase a ocupar una posición inequívocamente
preeminente, el miedo deja de ser relevante. Habrás negado que puede ocultar al
amor, lo cual era su único propósito. El velo que habías puesto sobre la faz
del amor habrá desaparecido” (T-12.I.9:1-11).
Tenemos
más miedo de Dios que del ego, y el amor no puede entrar donde no se le da la
bienvenida. Pero el odio sí que puede, pues entra por su propia voluntad sin
que le importe la nuestra.
Hemos hecho referencia a una cuestión que no nos
puede pasar inadvertida. "Decíamos que nadie toleraría el miedo si lo reconociese" (T-13.III.1:4). Sobre este particular,
el Curso añade: "Pero en tu trastornado estado mental no le tienes
miedo al miedo. No te gusta, pero tu deseo de atacar no es lo que realmente te asusta. Tu hostilidad no te perturba seriamente. La mantienes
oculta porque tienes aún más miedo de lo que encubre. Podrías examinar incluso
la piedra angular más tenebrosa del ego sin miedo si no creyeses que, sin el
ego, encontrarías dentro de ti algo de lo que todavía tienes más miedo. No es de la crucifixión de
lo que realmente tienes miedo. Lo que verdaderamente te aterra es la redención" (T-13.III.1:5-11).
"Bajo los tenebrosos cimientos del ego yace el recuerdo de Dios, y de eso es
de lo que realmente tienes miedo. Pues este recuerdo te restituiría
instantáneamente al lugar donde te corresponde estar, del cual te has querido
marchar. El miedo al ataque no es nada en comparación con el miedo que le
tienes al amor. Estarías dispuesto incluso a examinar tu salvaje deseo de dar
muerte al Hijo de Dios, si pensases que eso te podría salvar del amor. Pues éste deseo causó la
separación, y lo has protegido porque no quieres que ésta cese. Te das cuenta
de que al despejar
la tenebrosa nube que lo oculta el amor por tu Padre te impulsaría a contestar Su llamada y a llegar al Cielo de un salto. Crees que el ataque es la salvación porque el
ataque impide que eso ocurra. Pues subyacente a los
cimientos del ego, y mucho más
fuerte de lo que éste jamás pueda ser, se encuentra tu intenso y ardiente amor
por Dios, y el Suyo por ti. Esto es lo que realmente quieres ocultar" (T-13.III.2:1-9).
"Honestamente, ¿no te es más
difícil decir "te quiero” que "te odio"? Asocias el amor con la
debilidad y el odio con la fuerza, y te parece que tu verdadero poder es realmente tu debilidad. Pues
no podrías dejar de responder jubilosamente a la llamada del amor si la oyeses, y el mundo que
creíste haber construido desaparecería. El Espíritu Santo, pues, parece estar
atacando tu fuerza, ya que tú prefieres excluir a Dios. Mas Su Voluntad no es
ser excluido” (T-13.III.3:1-4).
El temor del ego a la
Voluntad de Dios, viene acompañado de un sentimiento corrosivo para la mente
recta, me estoy refiriendo a la culpabilidad.
"La atracción de la
culpabilidad hace que se le tenga miedo al amor, pues el amor nunca se fijaría
en la culpabilidad en absoluto. La naturaleza del amor es contemplar solamente
la verdad -donde se ve a sí mismo- y fundirse con ella en santa unión y en
compleción. De la misma forma en que el amor no puede sino mirar más allá del
miedo, así el miedo no puede ver el amor. Pues en el amor reside el fin de la
culpabilidad tan inequívocamente como que el miedo depende de ella. El amor
sólo se siente atraído por el amor. Al pasar por alto completamente a la
culpabilidad, el amor no ve el miedo. Al estar totalmente desprovisto de ataque
es imposible que pueda temer. El miedo se siente atraído por lo que el amor no
ve, y ambos creen que lo que el otro ve, no existe. El miedo contempla la
culpabilidad con la misma devoción con la que el amor se contempla a sí mismo.
Y cada uno de ellos envía sus mensajeros, que retornan con mensajes escritos en
el mismo lenguaje que se utilizó al enviarlos· (T-19.10:1-10).
El Curso
dedica el Capítulo 28 al “Des-hacimiento del miedo” y nos refiere sobre este
particular:
“Todos los efectos de la culpabilidad han
desaparecido, pues ésta ya no existe. Con su partida desaparecieron sus
consecuencias, pues se quedaron sin causa. ¿Por qué querrías conservarla en tu
memoria, a no ser que deseases sus efectos? Recordar es un proceso tan
selectivo como percibir, al ser su tiempo pasado. Es percibir el pasado como si
estuviese ocurriendo ahora y aún se pudiese ver. La memoria, al igual que la
percepción, es una facultad que tú inventaste para que ocupase el lugar de lo
que Dios te dio en tu creación. Y al igual que todas las cosas que inventaste,
se puede emplear para otros fines y como un medio para obtener algo distinto. Se
puede utilizar para sanar y no para herir, si ése es tu deseo” (T-28.I.2:1-9).
"Tenerle
miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte" (T-23.IV.1:2).
“¿Qué verías si no tuvieses miedo de la muerte?
¿Qué sentirías y pensarías si la muerte no te atrajese? Simplemente recordarías
a tu Padre. Recordarías al Creador de la vida, la Fuente de todo lo que vive,
al Padre del universo y del universo de los universos, así como de todo lo que
se encuentra más allá de ellos. Y conforme esta memoria surja en tu mente, la
paz tendrá todavía que superar el obstáculo final, tras el cual se consuma la
salvación y al Hijo de Dios se le restituye completamente la cordura. Pues ahí acaba tu mundo" (T-19.IV.D.1:1-5).
Con relación a la curación y el
miedo, el Curso nos refiere: “Toda curación es esencialmente una liberación del
miedo. Para poder llevarla a cabo, tú mismo debes estar libre de todo miedo. No
entiendes lo que es la curación debido a tu propio miedo” (T-2.IV.1:7-8).
"La curación es la liberación
del miedo a despertar, y la substitución de ese miedo por la decisión de
despertar. La decisión de despertar refleja la voluntad de amar, puesto que
toda curación supone la sustitución del miedo por el amor" (T-8.IX.5:1-2).
"¿Qué es la curación sino el acto de despejar todo lo que obstaculiza el
conocimiento? ¿Y de qué otra manera puede uno disipar las ilusiones, excepto
examinándolas directamente sin protegerlas? No tengas miedo, por lo tanto,
pues lo que estarás viendo es la fuente del miedo, y estás comenzando a darte
cuenta de que el miedo no es real. Te das cuenta también de que sus efectos se
pueden desvanecer sólo con que niegues su realidad. El siguiente paso es,
obviamente, reconocer que lo que no tiene efectos no existe. Ninguna ley opera
en el vacío, y lo que no lleva a ninguna parte no ha ocurrido. Si la realidad
se reconoce por su extensión, lo que no conduce a ninguna parte no puede ser
real. No tengas miedo de mirar al miedo, pues no puede ser visto. La claridad,
por definición, desvanece la confusión, y cuando se mira a la oscuridad a
través de la luz, ésta no puede por menos que disiparla" (T-11.V.2:1-9).
Iniciamos
este análisis describiendo que el miedo tiene como única causa la elección
errónea de la mente. Bien, para poner punto y final, al mismo, diremos que, "el primer paso correctivo para
deshacer ese error es darse cuenta, antes que nada, de que todo conflicto es
siempre una expresión de miedo. Debemos
decirnos a nosotros mismo que de alguna manera tenemos que haber decidido no
amar, ya que de otro modo el miedo no habría podido hacer presa en nosotros. A
partir de ahí, todo el proceso correctivo se reduce a una serie de pasos
pragmáticos dentro del proceso más amplio de aceptar que la Expiación es el
remedio. Estos pasos pueden resumirse de la siguiente forma:
- Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es miedo.
- El miedo procede de una falta de amor.
- El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.
- El amor perfecto es la Expiación" (T-2.VI.7:1-8).
En el proceso de separar lo falso
de lo verdadero, el milagro procede de acuerdo con lo siguiente:
"El amor perfecto expulsa el
miedo.
Si hay miedo, es que no hay amor
perfecto.
Mas:
Sólo el amor perfecto existe.
Si hay miedo, éste produce un
estado que no existe" (T-1.VI.4:4-10).
Excelente lecciòn Juan José , gracias , desde el AMOR, seguirè trabajando en ello . Un Saludo
ResponderEliminarSería magnífico lograr el amor perfecto.
ResponderEliminarExcelente lección! Gracias
Gracias J.J
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