PRINCIPIO 18
El
milagro es un servicio. Es el máximo servicio que le puedes prestar a otro. Es
una manera de amar al prójimo como a ti mismo, en la que reconoces
simultáneamente tu propia valía y la de él.
Existe una Regla de Oro, de la cual, el Curso de Milagros nos dice es la
norma del comportamiento apropiado. La Regla de Oro nos pide que nos
comportemos con los demás como quisiéramos que ellos se comportasen con
nosotros. Esta Regla nos recuerda, que respondemos a lo que percibimos y tal
como percibimos así nos comportamos. Por lo tanto, la percepción que tenemos de
nosotros mismos, así como la que tenemos de los demás debe ser fidedigna.
Si nuestra percepción es incorrecta no podremos comportarnos de manera
apropiada.
Desde la visión de la Unidad, en la que formamos parte de una misma
familia, la percepción que tengamos con nosotros mismos y con los demás,
condicionará el modo en cómo nos vamos a comportar con ambos, es decir, con
nosotros mismos y con los demás.
Si en cambio nuestra visión es de separación, cuando atacamos el error que
vemos en el otro, en verdad, nos estaremos haciendo daño a nosotros mismos.
Como bien expresa el Curso, no podemos conocer a nuestro hermano, si lo
atacamos.
Atacamos aquello que consideramos extraño, y si atacamos a nuestro
hermano, lo estamos considerando un extraño y no podremos conocerle, lo que
está poniendo de manifiesto que, realmente, no nos conocemos a nosotros mismos.
Este
Principio nos ofrece la oportunidad de profundizar sobre la idea que hemos
expuesto de inicio, el milagro es una manera de amar al prójimo como a nosotros
mismos.
Podemos partir diciendo, que la separación es la fuente
de la culpabilidad, y cuando recurrimos a ella para salvarnos, en verdad lo
que estamos proclamando es nuestra creencia de que estamos solo. De ello se
deduce que estar solo
es ser culpable, pues al sentir que estamos solo, lo que estamos
haciendo es negar la Unidad entre Padre e Hijo.
Sin embargo,
no
hay diferencias entre los Hijos de Dios y todo les pertenece a todos por
igual. Arrebatarle algo a uno de ellos es desposeerlos a todos. Mas bendecir a
uno de ellos, es bendecirlos a todos cual uno solo.
En el
capítulo V del Curso, concretamente en su introducción nos revela la capacidad
de expansión que tiene la luz cuando es manifestada a través del pensamiento
amoroso:
“Todo
pensamiento benévolo que cualquiera de tus hermanos abrigue en cualquier parte
del mundo te bendice. Deberías querer bendecirles a tu vez, como muestra de
agradecimiento. No tienes que conocerlos personalmente ni ellos a ti. La luz es
tan potente que irradia a través de toda la Filiación, la cual da gracias al
Padre por irradiar Su dicha sobre ella. Únicamente los santos Hijos de Dios son
canales dignos de Su hermosa dicha porque sólo ellos son lo suficientemente
hermosos como para conservarla compartiéndola. Es imposible que un Hijo de Dios
pueda amar a su prójimo de manera diferente de como se ama a sí mismo. De ahí que la
plegaria del sanador sea":
"Permíteme conocer a este hermano como me conozco a mí mismo" (T-5.In.3:1-8).
Mientras
dure la percepción, debemos agradecer el hecho de que nuestro hermano sea el
espejo en el que vemos reflejada la imagen que tenemos de nosotros mismos. La
percepción perdurará hasta que la Filiación reconozca que es íntegra. Nosotros inventamos la percepción, y ésta
perdurará mientras la sigamos deseando.
Sabemos por las enseñanzas del Curso, que es
imposible apreciar la realidad parcialmente. En verdad, se ha dicho que no
podemos servir a dos amos a la vez.
No podemos negar parte de la Filiación sólo en
parte. Es tan imposible como lo es amarla sólo en parte. No es posible tampoco
amarla totalmente sólo a veces. No podemos estar, totalmente comprometido sólo
en algunas ocasiones. Si le negamos la bendición a un hermano, nos sentiremos
desposeídos. Nos estaremos negando la bendición a nosotros mismos, o lo que es
lo mismo, nos estaríamos condenando.
“Cuando un hermano actúa insensatamente, te está
ofreciendo una oportunidad para que lo bendigas. Su necesidad es la tuya. Tú
necesitas la bendición que puedes darle. No hay manera de que tú puedas
disponer de ella excepto dándola. Ésa es la ley de Dios, la cual no hace
excepciones. Careces de aquello que niegas, no porque haya carencia de ello,
sino porque se lo has negado a
otro, y, por lo tanto, no eres consciente de ello en ti. Lo que crees ser
determina tus reacciones, y lo que deseas ser es lo que crees que eres. Lo que deseas ser, entonces,
determina forzosamente todas tus reacciones”. (T.8.VII.2:1-7)
Si aceptamos la percepción variable que nuestro
hermano tiene de sí mismo, estaremos aceptando que su mente dividida es la
nuestra, y no aceptaremos nuestra propia curación sin la suya.
Debemos
reforzar nuestra mente con la visión de que compartimos el mundo real de la misma manera en que compartimos el Cielo, y la curación de nuestro
hermano es nuestra curación.
Si percibimos
que un hermano nos ha ofendido debemos arrancar la ofensa de nuestra mente. Si
lo que percibimos nos ofende, nos ofendemos a nosotros mismos y condenamos al
Hijo de Dios a quien Dios no condena.
En
estas ocasiones, el Curso nos dice: “deja que el Espíritu Santo elimine todas
las ofensas que el Hijo de Dios comete contra sí mismo y no percibas a nadie si
no es a través de Su consejo, pues Él quiere salvarte de toda condenación. Acepta
Su poder sanador y extiéndelo a todos los que Él te envíe, pues Su Voluntad es
sanar al Hijo de Dios, con respecto al cual Él no se engaña” (T-11.VIII.12:4-5).
"No
podemos entablar ninguna relación real con ninguno de los Hijos de Dios, a menos
que los amemos a todos, y que los amemos por igual.
El amor no hace excepciones. Si otorgas tu amor a una sola parte de la
Filiación exclusivamente, estarás sembrando culpabilidad en todas tus
relaciones y haciendo que sean irreales. Sólo puedes amar tal como Dios ama. No intentes
amar de forma diferente de como Él lo hace, pues no hay amor aparte del Suyo. Hasta
que no reconozcamos que esto es verdad, no tendremos idea de lo que es el amor. Nadie
que condena a un hermano puede considerarse inocente o que mora en la paz de Dios.
Si es inocente y está en paz, pero no lo ve, se está engañando, y ello
significa que no se ha contemplado a sí mismo" (T-13.X.11:2-8).
“No es
un sueño amar a tu hermano como a ti mismo, ni tu relación santa es tampoco un
sueño. Lo único que aún le queda del mundo de los sueños es que todavía es una
relación especial. Mas le es muy útil al Espíritu Santo, Quien tiene una
función especial aquí. Tu relación se convertirá en el sueño feliz a través del
cual Él podrá derramar Su alegría sobre miles y miles de personas que creen que
el amor es miedo y no felicidad. Deja que Él lleve a cabo la función que Él le
asignó a tu relación al aceptarla en tu nombre, y no habrá nada que no
contribuya a ella para que se convierta en lo que Él quiere que sea” (T-18.V.5:1-6).
¿Cómo
podemos hacer del milagro un servicio para la Filiación?
“Los milagros son simplemente
la transformación de la negación en verdad. Si amarse uno a sí mismo significa
curarse uno a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí mismos. Por lo
tanto, están pidiendo el amor que los podría sanar, pero que se están negando a
sí mismos. Si supiesen la verdad acerca de sí mismos no podrían estar enfermos.
La tarea del obrador de milagros es, por lo tanto, negar la negación de la verdad. Los enfermos deben curarse a
sí mismos, pues la verdad mora en ellos. Mas al haberla nublado, la luz de otra
mente necesita brillar sobre la suya porque dicha luz es suya.
La luz brilla en todos
ellos con igual intensidad independientemente de cuán densa sea la niebla que
la oculta. Si no le otorgas a la
niebla ningún poder para ocultar la luz, no tiene ninguno. Pues sólo tiene
poder si el Hijo de Dios se lo confiere. Y debe ser él mismo quien le retire
ese poder, recordando que todo poder es de
Dios. Tú puedes recordar esto por toda la Filiación. No permitas que tu
hermano se olvide, pues su olvido es también él tuyo. Pero cuando tú lo
recuerdas, lo estás recordando por él también porque a Dios no se le recuerda
solo. Esto es lo que has olvidado. Percibir
la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera
de recordar a Dios. Pues te olvidaste de tus hermanos y de Dios, y la Respuesta
de Dios a tu olvido no es sino la manera de recordar.
No
percibas en la enfermedad más que una súplica de amor, y ofrécele a tu hermano
lo que él cree que no se puede ofrecer
a sí mismo.
(T-12.II.1:3)
buenas.tardes muchas gracias...entiendo que el amor parte de uno mismo de lo que das recibes...gracias...ama a tu projimo como a ti mismo...
ResponderEliminarAsí es.
EliminarGRACIAS!!!
ResponderEliminarGracias J.J
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