PRINCIPIO 16
Los
milagros son recursos de enseñanza para demostrar que dar es tan bienaventurado
como recibir. Aumentan la fortaleza del que da y simultáneamente le dan
fortaleza al que recibe.
Ya
hemos tenido ocasión de reflexionar sobre la enseñanza de “dar y recibir”. En
el Principio 9, veíamos cómo el milagro es una especie de intercambio, que brinda
más amor tanto al que da como al que recibe.
Quiero
aprovechar la oportunidad que nos ofrece este nuevo Principio para profundizar
en la idea, controvertida e inusual desde el punto de vista del ego, de que
cuando damos, recibimos.
La
Lección 108 del Libro de Ejercicios, nos revela que “Dar y recibir son en verdad lo mismo” y nos propone un ejercicio para
que practiquemos y alcancemos la certeza de esa afirmación.
Dicha lección, nos indica que la verdadera visión depende de la idea expuesta. No
está haciendo referencia a la visión que obtenemos con los ojos del cuerpo,
está refiriéndose a un estado mental que se ha unificado en tal grado que la
oscuridad no se puede percibir en absoluto.
La oscuridad representa el mundo
fabricado por el ego, mientras que la luz es el estado natural con el que se
expresa el Espíritu Santo. La oscuridad es sinónimo del error, de la ilusión y
de todas las emociones derivadas del miedo: la culpa, la ira, el dolor, la
tristeza, la necesidad, el conflicto, etc. La luz, en cambio, es sinónimo de la
verdad, del principio inteligible, del conocimiento y de todas las emociones
derivadas del amor: la impecabilidad, la felicidad, la alegría, la abundancia,
le dicha, la paz, etc.
Oscuridad es igual a separación.
Luz es igual a Unidad. Por lo tanto, cuando nuestra mente se vincula con la
luz, su visión nos lleva al estado en el que no se pueden ver opuestos, y la
visión, al haber sanado, tiene el poder de sanar.
“Ésta es la luz que extiende tu
paz interior hasta otras mentes, para compartirla y regocijarse de que todas
ellas sean una contigo y una consigo mismas. Esta es la luz que sana porque
genera una sola percepción, basada en un solo marco de referencia, del que
procede un solo significado" (L-pI.108.3:2-3).
"Ahí dar y recibir se ven como
diferentes aspectos de un mismo Pensamiento, cuya verdad no depende de cuál de
esos dos aspectos se vea primero, ni de cuál parezca estar en segundo lugar. Ahí
se entiende que ambos ocurren simultáneamente, para que el Pensamiento conserve
su integridad. Y este entendimiento es la base sobre la que se reconcilian
todos los opuestos, ya que se perciben desde el mismo marco de referencia que
unifica dicho Pensamiento” (L-pI.108.4:1-3).
A
veces esta afirmación no es bien entendida, pues nos lleva al acto de dar
pensando en lo que vamos a recibir, es decir, condicionamos el dar con el
recibir, o lo que es lo mismo, somos nosotros los que damos valor a lo que recibimos
y el que fija el precio de acuerdo con lo que da. Como bien expresa el Curso, “Creer
que es posible obtener mucho a cambio de poco es creer que puedes regatear con
Dios” (T-9.II.11:2).
Cuando
damos, recibimos, pero recibir es aceptar, no tratar de obtener algo. Dice
UCDM, que "es imposible no tener, pero es posible que no sepas que tienes" (T-9.II.11:6).
Cuando
estamos dispuestos a dar, estamos reconociendo que tenemos, y solo así, estando
dispuesto a dar, podemos reconocer lo
que tenemos. Lo que damos, en definitiva, está estrechamente relacionado con el
valor que le hemos adjudicado a lo que tenemos, pues ese es el valor exacto que
le hemos adjudicado.
Esta
reflexión debe llevarnos a cuestionarnos si realmente sabemos lo que tenemos y
qué valor le estamos dando.
La
visión del ego nos lleva a creer que dar, es perder. Por lo tanto, cuanto menos
das, menos recibes. De esta manera, se identifica con la tribulación y prefiere
adoptar el rol de víctima antes de ver las cosas de otra manera.
La
visión del Espíritu Santo nos lleva a la unicidad de la mente y a la creencia de que dar y
recibir es lo mismo. En verdad, cuando damos al “otro” estamos dándonos a nosotros
mismos, pues la separación no es real. Debemos estar dispuestos a dar al Espíritu
Santo, para poder recibir su bendición, pues en el acto de dar, estamos dando
el valor de lo que deseamos por encima de todas las cosas. Dar al Espíritu
Santo, es reconocerle en todo momento como nuestra única realidad.
Así
lo expresa el Curso:
“Así pues,
sólo puedes pedirle algo al Espíritu Santo dándole algo, y sólo puedes darle
algo allí donde lo reconoces. Si reconoces al Espíritu Santo en todos,
imagínate cuánto le estarás pidiendo y cuánto habrás de recibir. Él no te
negará nada porque tú no le habrás negado nada a Él, y de este modo podrás
compartirlo todo. Ésta es la manera, y la única manera, de disponer de Su
respuesta porque Su respuesta es lo único que puedes pedir y lo único que
puedes desear” (T-9.II.12:1-4).
Anteriormente,
hice alusión a una idea que es completamente ajena al ego y a
la manera de pensar del mundo. Dicha idea se desarrolla más extensamente en la
Lección 126, donde se nos enseña que "todo
lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy".
Para el ego
esta idea es descabellada y la negará con total firmeza, pues aceptarla
significaría que ha dejado de creer en la separación.
En cambio,
adoptar esa idea en nuestras creencias, nos llevará a la comprensión plena de
lo que es nuestra función principal en este mundo, el perdón. Cuando
perdonamos, no lo hacemos porque hayamos percibido la culpa en el otro, sino
porque vemos nuestra propia inocencia reflejada en los demás.
Debemos
aprender a dar tal como hemos recibido. Preguntémonos, ¿qué hemos recibido?, y
no tendremos dudas sobre lo que tenemos que dar.
Somos
tal y como Dios nos ha creado. Se nos ha dado el conocimiento de que somos una
mente y de que nos encontramos en una Mente. Se nos ha dado la visión de la
impecabilidad y la certeza de que hemos sido creados del Amor. Esa es la visión
que debemos compartir y así la conservaremos.
Para
finalizar este análisis sobre el Principio 15, me gustaría aludir a la
enseñanza recogida en la Lección 159: “Doy los milagros que he recibido”.
Es
una verdad obvia, que nadie puede dar lo que no ha recibido, o lo que es lo
mismo, existe una condición previa al dar, el recibir. Mientras que la visión
del ego cree que para poseer una cosa tiene que conservarla, la visión
espiritual nos enseña todo lo contrario, al dar es como se reconoce que hemos
recibido y que aquello que tienes es tuyo.
Hemos
dicho anteriormente, que somos tal y como Dios nos ha creado, Hijos del Amor.
Por lo tanto, estamos en condiciones de afirmar que podemos expandir esa Fuerza
que es nuestra. Dicho de otra manera, estamos llamados a dar y compartir todos
los milagros, pues todos son expresiones del amor.
La
visión de la unicidad, es la visión de Cristo. Dicha visión es un milagro. Como
expresa dicha Lección, “la visión de Cristo es el milagro del que emanan
todos los demás milagros. Es su
fuente, y aunque permanece con cada milagro que das, sigue siendo tuya. Es el
vínculo mediante el cual el que da y el que recibe se unen en el proceso de
extensión aquí en la tierra, tal como son uno en el Cielo” (L-pI.159.4:1-3).
buenas tardes : que puedo desir estoy llena de Amor muy regosijada,me siento creo que todolo que he leido en el curso hasta el dia de hoy,me ha llenado de un amor que no conosia y de una tranquilidad..inmensa..para mi estoy cada dia mas tranquila e identifico ah algunas personas que se dejan dominar por el ego..doy las gracias...a dios por darme entendimiento...y alludarme a tener paz mental....
ResponderEliminarGracias J.J
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