PRINCIPIO
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Los
milagros son parte de una cadena eslabonada de perdón que, una vez completa, es
la Expiación. La Expiación opera todo el tiempo y en todas las dimensiones del
tiempo.
Este Principio hace referencia, por primera vez en el Curso, al término
Expiación y nos lo presenta como la meta hacia la que nos conduce nuestros
actos de perdón. Como bien determina más adelante el Curso con relación a la
Expiación, es la lección final.
Antes de adentrarnos en el desarrollo de este importante tema, creo necesario hacer un inciso
para analizar una cuestión que, en la fase inicial del estudio, preocupa a los
estudiantes, especialmente a aquellos que han adquirido una educación religiosa.
El Dicicionario de la Real Academia Española, "expiación es la acción y efecto de expiar". Este verbo hace referencia a
purificarse de las culpas mediante algún sacrificio, a cumplir con una pena
impuesta por las autoridades o a padecer ciertos trabajos a causa de malas
acciones.
En el ámbito de la religión, la expiación es una forma de satisfacción de
un pecado, a través de la cual el sujeto queda absuelto de la culpa al cargar
con su pena. El pecado es tomado como un obstáculo entre el hombre y Dios, y la
expiación es aquello que permite eliminar dicha obstáculo para volver a
clarificar la relación.
La teología explica que la expiación demuestra que Dios es benevolente
(ofrece un camino al pecador) y justo (demanda un castigo por el pecado). Quien
se somete a la expiación, limpia su pecado, accede al perdón de la culpa y se
libera del castigo.
Dentro del ámbito religioso, tenemos que subrayar que también existe lo
que se conoce como la expiación de Jesucristo. Se trata de un término que se
utiliza para dejar patente el sacrificio que llevó a cabo esta figura con el
claro objetivo de poder salvar a la humanidad de los pecados. En concreto, lo
que hizo fue sufrir en su piel no sólo la tortura de una crucifixión sino
también su propia muerte.
Las definiciones aportadas, hasta aquí, del término expiación, nos dibuja el perfil del
ego, el cual trata de desvanecer la culpabilidad otorgándole primero realidad,
y luego expiando por ella.
Otro error que recoge la definición aceptada por el ego de la expiación y
que se encuentra inscrito en el inconsciente colectivo de la humanidad, es que la
crucifixión estableció la Expiación. Un Curso de Milagros nos enseña que fue la
resurrección la que lo hizo. Dejaremos este maravilloso tema para otra ocasión.
Ahora expondremos las ideas que nos ofrece el Curso sobre la Expiación, ya que
como tendremos ocasión de comprobar, se convierte en la piedra angular de las
lecciones que debemos aprender.
"La Expiación no existiría si no
hubiese necesidad de ella" (T-15.IV.9:5). Si como hemos adelantado, la Expiación es la lección
final, la consecuencia de haber sido capaces de perdonar todos nuestros
errores, debemos decir, igualmente, que dicha labor no puede ser completada por
nosotros mismos. No desaparecerán de nuestra mente sin la Expiación, remedio éste que
no es obra nuestra.
El Curso nos indica que, "el
milagro se une a la Expiación al poner a la mente al servicio del Espíritu
Santo. De este modo, se establece la verdadera función de la mente y se
corrigen sus errores, que son simplemente una falta de amor" (T-1.IV.2:6-7).
La falta de amor,
da lugar al miedo y, "todo miedo se reduce, en última instancia, a la básica
percepción errónea de que tenemos la capacidad de usurpar el poder de Dios.
Por supuesto, no podemos hacer eso, ni jamás pudimos haberlo hecho. En esto se
basa el que podamos escaparnos del miedo. Nos liberamos cuando aceptamos la
Expiación, lo cual nos permite darnos cuenta de que en realidad nuestros
errores nunca ocurrieron" T-2.I.4:1-4).
Nuestra
identificación con el miedo, con el temor a Dios, nos lleva a proyectar un
mundo fuera de nosotros al cual culpar y atacar, al recordarnos que hemos
desobedecido a nuestro Padre. Ese ataque, en realidad, es un mecanismo de defensa fabricado por el
ego, para no ser consciente de su propia culpa, de su creencia en el pecado.
“La Expiación es la única defensa
que no puede usarse destructivamente porque no es un recurso que hayamos inventado.
El principio de la Expiación
estaba en vigor mucho antes de que ésta comenzara. El principio era el amor y
la Expiación fue un acto de amor. Antes de la separación los actos eran
innecesarios porque no existía la creencia en el tiempo ni en el espacio. Fue
sólo después de la separación cuando se planearon la Expiación y las
condiciones necesarias para su cumplimiento. Se necesitó entonces una defensa
tan espléndida que fuese imposible usarla indebidamente, aunque fuese posible
rechazarla. Su rechazo, no obstante, no podía convertirla en un arma de ataque,
que es la característica intrínseca de otras defensas. La Expiación, pues,
resulta ser la única defensa que no es una espada de dos filos. Tan sólo puede
sanar" (T-2.II.4:1-9).
"La Expiación se instituyó dentro de la creencia en
el tiempo y en el espacio para fijar un límite a la necesidad de la creencia
misma, y, en última instancia, para completar el aprendizaje. La Expiación es
la lección final” (T-2.II.5:1-2).
Hemos interpuesto "un
obstáculo entre la Expiación y nosotros. Nadie puede tolerar el miedo si lo
reconociese, aunque en nuestro trastornado estado mental no le tenemos miedo al
miedo. No es nuestro deseo de atacar lo que realmente nos asusta. Nuestra hostilidad no nos perturba seriamente. La mantenemos
oculta porque tenemos aún más miedo de lo que encubre. No es de la crucifixión de
lo que realmente tenemos miedo. Lo que verdaderamente nos aterra es la
redención" (T-13.III.1:3-11).
"Bajo los tenebrosos cimientos del ego yace el recuerdo de Dios, y de eso es
de lo que realmente tenemos miedo. Pues este recuerdo nos restituiría
instantáneamente al lugar donde nos corresponde estar, del cual nos hemos
querido marchar. El miedo al ataque no es nada en comparación con el miedo que
le tenemos al amor" (T-13.III.2:1-3).
Cuando tenemos miedo, estamos reconociendo
que estamos necesitados de la Expiación. Tener miedo significa que, "hemos
actuado sin amor, al haber elegido sin amor. Ésta es precisamente la situación
para la que se instituyó la Expiación. La necesidad del remedio inspiró su
establecimiento. Mientras nos limitemos a reconocer únicamente la necesidad
del remedio, seguiremos teniendo miedo. Sin embargo, tan pronto como aceptemos
el remedio, habremos des-hecho el miedo. Así es como tiene lugar la verdadera
curación" (T-2.VI.8:4-9).
La Expiación deshace todos los errores, y de esta
forma extirpa las raíces del temor. "Unirse a la Expiación es la manera de escapar
del miedo. El Espíritu Santo te ayudará a reinterpretar todo lo que percibes
como temible, y te enseñará que sólo lo que es amoroso es cierto" (T-5.IV.1:2-3).
Tanto la Expiación como "el Espíritu Santo adquirieron
protagonismo, como medio de protección,
al producirse la separación. Antes de eso no había necesidad de curación, pues
nadie estaba desconsolado. La Voz del Espíritu Santo es la Llamada a la
Expiación, es decir, a la restitución
de la integridad de la mente. Cuando la Expiación se complete y toda la
Filiación sane, dejará de haber una llamada a retornar" (T-5.I.5:2-5) .
"El Espíritu Santo es la
Mente de la Expiación. Representa un estado mental lo suficientemente próximo
a la Mentalidad-Uno como para que la transferencia a ella sea finalmente
posible" (T-5.I.6:3-4).
"El Espíritu Santo expía en todos nosotros des-haciendo y de esta manera nos
libera de la carga que le hemos impuesto a nuestra mente. Al seguir al Espíritu Santo se nos conduce
de regreso a Dios, que es donde nos corresponde estar" (T-5.IV.6:1-2).
El papel del Espíritu Santo y la Expiación es
esencial en el estudio que estamos realizando. Un Curso de Milagros, dedica un
Capítulo en el que profundiza sobre el Plan de perdón del Espíritu Santo.
“La
Expiación es para todos porque es la forma de desvanecer la creencia de que
algo pueda ser únicamente para ti. Perdonar es pasar por alto. Mira entonces
más allá del error, y no dejes que tu percepción se fije en él, pues, de lo
contrario, creerás lo que tu percepción te muestre. Acepta como verdadero sólo
lo que tu hermano es, si quieres conocerte a ti mismo.
Percibe lo que él no es, y no
podrás saber lo que eres porque lo estarás viendo falsamente.
Recuerda siempre que tu Identidad es una Identidad compartida, y que en eso
reside Su realidad" (T-9.IV.1:1-6).
"Tienes un papel que desempeñar en la Expiación, pero
el plan de la Expiación en sí está más allá de ti. No sabes cómo
pasar por alto los errores pues, de lo contrario, no los cometerías. Creer que
no los cometes, o que los puedes
corregir sin un Guía cuyo propósito es corregirlos, no sería más que otro error. Y si no sigues a ese Guía, tus
errores no podrán ser corregidos. El plan no lo elaboraste tú debido a las
limitadas ideas que tienes acerca de lo que eres. De esta sensación de
limitación es de donde emanan todos los errores. La forma de deshacerlos, por
lo tanto, no procede de ti, sino que es para ti" (T-9.IV.2:1-7).
"La Expiación es una lección acerca de cómo compartir,
que se te da porque te has olvidado
de cómo hacerlo. El
Espíritu Santo simplemente te recuerda el uso natural de tus capacidades. Al
reinterpretar la capacidad de atacar como la capacidad de compartir, Él
transforma lo que tú inventaste en lo que Dios creó. Si quieres, alcanzar esto
por medio de Él, no puedes contemplar tus capacidades a través de los ojos del
ego, o las juzgarás como él lo hace. El daño que puedan ocasionar reside en el
juicio del ego. El beneficio que puedan aportar reside en el juicio del
Espíritu Santo”. (T-9.IV.3:1-6)
¡Uauu! ¡Qué maravilla! Perdonad esta licencia.
Tenemos un papel que
desempeñar en la Expiación, nos revela el punto anterior. Dicho papel ha de
llevarnos a aceptar la inocencia de nuestro hermano, de esta manera estaremos
viendo la Expiación en él. Al proclamarla en él hacemos que sea nuestra.
Podemos decir, que su inocencia es nuestra Expiación.
"Todo el mundo tiene un papel especial en la
Expiación, pero el mensaje que se le
da a cada uno de ellos es siempre el mismo: El Hijo de Dios es inocente" (T-14.V.2:1).
Nos enseña el Curso, que “la
única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí
mismo. Esto significa que reconoces que la mente es el único nivel creativo, y
que la Expiación puede sanar sus errores. Una vez que hayas aceptado esto, tu
mente podrá solamente sanar” (T-2.V.5:1-3).
Con
relación a la curación, "el milagro es el medio, la Expiación el principio y la curación el resultado.
Hablar de "una curación milagrosa" es combinar impropiamente dos
órdenes de realidad diferentes. Una curación no es un milagro. La Expiación -el
último milagro- es un remedio, y cualquier clase de curación es su resultado" (T-2.IV.1:2-5).
"Es irrelevante a qué clase de error se aplique la Expiación. Toda curación es
esencialmente una liberación del miedo" (T-2.IV.1:6-7).
Para poder llevarla a cabo, debemos
estar libres de todo miedo. "Un paso importante en el plan de la Expiación es deshacer el
error en todos los niveles" (T-2.IV.2:1).
"El valor de la Expiación no reside en
la manera en que ésta se expresa. De hecho, si se usa acertadamente, será
expresada inevitablemente en la forma que le resulte más beneficiosa a aquel
que la va a recibir. Esto quiere decir que para que un milagro sea lo más
eficaz posible, tiene que ser expresado en un idioma que el que lo ha de
recibir pueda entender sin miedo. Eso no significa que ése sea necesariamente
el más alto nivel de comunicación de que dicha persona es capaz. Significa, no
obstante, que ése es el más alto nivel de comunicación de que es capaz ahora.
El propósito del milagro es elevar el nivel de comunicación, no reducirlo
mediante un aumento del miedo" (T-2.IV.5:1-6).
¿Cómo debemos solicitar la Expiación?
Antes de pasar a dar una respuesta a esta cuestión, me gustaría aportar
algunas pistas que nos servirán de orientación sobre este tema.
"Reaccionar ante cualquier error, por muy levemente que sea, significa que no se está escuchando al Espíritu Santo. 2Él simplemente pasa por alto todos los errores, y si tú les das importancia, es que no lo estás oyendo a Él. 3Si no lo oyes, es que estás escuchando al ego, y mostrándote tan insensato como el hermano cuyos errores percibes. 4Esto no puede ser corrección. 5Y como resultado de ello, no sólo se quedan sus errores sin corregir, 6sino que renuncias a la posibilidad de poder corregir los tuyos" (T-9.III.4:1-6) .
"Cuando un hermano se
comporta de forma demente sólo lo podemos sanar percibiendo cordura en él. Si percibimos
sus errores y los aceptamos, estamos aceptando los nuestros. Si queremos
entregarle nuestros errores al Espíritu Santo, tenemos que hacer lo mismo con
los suyos. A menos que ésta se convierta en la
única manera en que lidiamos con todos los errores; no podremos entender cómo
se deshacen" (T-9.III.5:1-4).
"No nos podemos corregir a nosotros mismo. ¿Cómo íbamos
a poder entonces corregir a otro?" (T-9.III.6:1-2)
"Nuestra función no
es cambiar a nuestro hermano, sino simplemente aceptarlo tal como es" (T-9.III.6:4).
"Percibir
errores en alguien, y reaccionar ante ellos como
si fueran reales, es hacer que sean reales para nosotros" (T-9.III.6:9).
"Los errores que nuestro hermano comete no es él quien los comete, tal como no somos nosotros quienes cometemos
los nuestros" (T-9.III.7:1). Si consideramos reales sus errores, nos estaremos atacando a nosotros
mismo.
"Cualquier intento que hagamos por corregir a un hermano significa que creemos
que podemos corregir, y eso no es otra cosa que la arrogancia del ego. La
corrección le corresponde a Dios, Quien no conoce la arrogancia" (T-9.III.7:8-9) .
Aquí todos estamos unidos en la Expiación , y no hay nada
más en este mundo que pueda unirnos. Así es como desaparecerá el mundo de la
separación, y como se restablecerá la plena comunicación entre Padre e Hijo.
Otras de las referencias del Curso, nos revela: “La Expiación no te hace santo.
Fuiste creado santo. La Expiación lleva simplemente lo que no es santo ante la
santidad, o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres” (T-14.IX.1:1-3).
“La Expiación te enseña cómo escapar para siempre de
todo lo que te has enseñado a ti mismo en el pasado, al mostrarte únicamente
lo que eres ahora” (T-14.XI.3:1).
Retomando la cuestión que
nos habíamos planteado, respondemos a cómo podemos solicitar la Expiación:
"Nuestro papel consiste simplemente en hacer que nuestro
pensamiento retorne al punto en que se cometió el error, y en entregárselo allí
a la Expiación en paz. Repitamos para nuestros adentros lo que sigue a
continuación tan sinceramente como podamos, recordando que el Espíritu Santo
responderá de lleno a nuestra más leve invitación:
Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy en paz.
Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra.
Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz.
No me siento culpable porque el Espíritu Santo, si se lo
permito anulará todas las consecuencias
de mi decisión equivocada.
Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de
Dios por mí" (T-5.VII.6:5-11)
El título de este Principio nos advierte que la Expiación opera todo el
tiempo y en todas las dimensiones del tiempo. Desde este punto de vista, la
creencia en la separación forma parte del tiempo pasado, identificándose como
el origen, la causa que ha dado lugar al mundo de la ilusión y a la hegemonía
del ego.
"La Expiación es el medio a través
del cual puedes liberarte del pasado, ya que desvanece los errores que
cometiste en él, haciendo de este modo innecesario el que sigas volviendo sobre
tus pasos sin avanzar hacia tu retorno. En este sentido la Expiación ahorra
tiempo, pero al igual que el milagro al que sirve, no lo abole. Mientras siga
habiendo necesidad de Expiación, seguirá habiendo necesidad de tiempo. Pero la
Expiación, en cuanto que plan que ya se ha completado, tiene una relación única
con el tiempo. Hasta que la Expiación no se complete, sus diversas fases
evolucionarán en el tiempo, pero la Expiación en su totalidad se encuentra al
final del tiempo. En ese punto el puente de retorno ya se ha construido" (T-2.II.6:4-10).
Gracias J.J
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