lunes, 22 de diciembre de 2025

Capítulo 25. II. El que te salva de las tinieblas (10ª parte).

 II. El que te salva de las tinieblas (10ª parte).


10Perdona a tu hermano, y no podrás separarte de él ni de su Padre. 2No necesitas perdón, pues los que son totalmente puros jamás han pecado. 3Da, entonces, lo que Él te ha dado, para que puedas ver que Su Hijo es uno, y dale gracias a su Padre como Él te las da a ti. 4No creas que Sus alabanzas no son para ti también. 5Pues lo que tú das es Suyo, y al darlo, comienzas a entender el don que Él te ha dado. 6Dale al Espíritu Santo lo que Él le ofrece al Padre y al Hijo por igual. 7Nada tiene poder sobre ti excepto Su Voluntad y la tuya, la cual no hace sino extender la Suya. 8Para eso fuiste creado, al igual que tu hermano, quien es uno contigo.

¿Qué nos enseña este pasaje?

El perdón como puente de unión.
Al perdonar a nuestros hermanos, no podemos separarnos de ellos ni de Dios. El perdón nos une y nos recuerda que, en lo esencial, somos uno solo. La separación es solo una ilusión que se disuelve cuando elegimos ver la inocencia y la pureza en los demás.

La pureza original.
El texto afirma que no necesitamos perdón, porque los que son totalmente puros jamás han pecado. Esto nos invita a reconocer nuestra verdadera naturaleza y la de nuestros hermanos: somos inocentes y perfectos tal como Dios nos creó.

Dar lo que hemos recibido.
Se nos anima a dar a los demás lo que Dios nos ha dado: amor, gratitud, reconocimiento. Al hacerlo, comenzamos a entender el don que hemos recibido y experimentamos la unidad con todos.

La reciprocidad de las alabanzas divinas.
Las alabanzas y el amor de Dios no son solo para nuestros hermanos, sino también para nosotros. Al compartir lo que hemos recibido, nos abrimos a comprender la magnitud del regalo divino.

El Espíritu Santo como mediador.
Se nos invita a entregar al Espíritu Santo lo que Él ofrece al Padre y al Hijo por igual. Esto significa confiar en la guía espiritual y permitir que nuestra voluntad se alinee con la de Dios.

El poder de la Voluntad unificada.
Nada tiene poder sobre nosotros excepto la Voluntad de Dios y la nuestra, que solo extiende la Suya. Fuimos creados para extender el amor y la unidad, junto con nuestros hermanos, quienes son uno con nosotros.

Aplicación práctica:

  • Perdonar de corazón:
    Cada vez que surja un conflicto, recordemos que el perdón nos une y nos libera de la ilusión de la separación.
  • Reconocer la inocencia:
    Veamos a nuestros hermanos y a nosotros mismos como Dios nos ve: puros, inocentes y dignos de amor.
  • Dar lo que hemos recibido:
    Compartamos amor, gratitud y reconocimiento con los demás, sabiendo que, al hacerlo, experimentamos la verdadera unidad.
  • Confiar en el Espíritu Santo:
    Entreguemos nuestras percepciones y dificultades al Espíritu Santo, pidiendo Su guía para ver la verdad en cada situación.
  • Vivir desde la unidad:
    Recordemos que fuimos creados para extender el amor y la voluntad de Dios, y que nuestros hermanos son uno con nosotros.

En resumen: Este pasaje nos enseña que el perdón, la gratitud y la unidad son el camino para recordar nuestra verdadera naturaleza y experimentar la plenitud del amor de Dios. Al practicar el perdón y compartir lo que hemos recibido, nos unimos a nuestros hermanos y a Dios en una relación de amor eterno y perfecta.

Ejercicio individual: El perdón que une.

Preparación.

  • Busca un momento y un lugar tranquilo donde puedas sentarte cómodamente, sin interrupciones.
  • Si lo deseas, enciende una vela o pon música suave para crear un ambiente de recogimiento.

Lectura consciente.

  • Lee el pasaje 10 en voz alta o en silencio, despacio, permitiendo que cada frase resuene en ti.
  • Haz una breve pausa en silencio para dejar que el mensaje se asiente.

3Reflexión personal.

  • Piensa en alguna situación reciente en la que hayas sentido conflicto, juicio o separación respecto a otra persona.
  • Permítete sentir cualquier emoción que surja, sin juzgarte.

Visualización y afirmación.

  • Cierra los ojos y respira profundamente varias veces.
  • Imagina que estás rodeado de una luz suave y cálida.
  • Visualiza a la persona con la que sientes conflicto o distancia, envuelta también en esa luz.
  • Repite mentalmente o en voz baja:

“Perdono y elijo ver la inocencia y la pureza en mi hermano. Reconozco que somos uno en el Amor de Dios.”

Compartir el don recibido.

  • Recuerda: “Doy lo que he recibido de Dios: amor, gratitud y reconocimiento.”
  • Si lo deseas, escribe en un papel algo positivo, agradecido o amoroso sobre esa persona, reconociendo su valor y su luz.

Entrega al Espíritu Santo.

  • En silencio, entrega cualquier dificultad, resentimiento o percepción de separación al Espíritu Santo, pidiendo guía para ver la verdad en esta situación.
  • Puedes usar la frase:

“Espíritu Santo, te entrego mi percepción. Ayúdame a ver con los ojos del Amor.”

Cierre y bendición.

  • Finaliza el ejercicio colocando una mano sobre tu corazón y repitiendo:

“Nada tiene poder sobre mí excepto la Voluntad de Dios, que es Amor y Unidad. Soy uno con mis hermanos y con Dios.”

  • Agradece este momento de sanación y unión.

Sugerencia para el día a día.

  • Durante la jornada, recuerda este ejercicio cada vez que surja un conflicto o juicio. Puedes repetir mentalmente: “Elijo perdonar y recordar que somos uno.”

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