El hogar se convierte en el espacio donde debemos convivir con nuestros progenitores y donde recibimos el alimento que ha de permitirnos crecer física y anímicamente. El hogar se convierte, igualmente, en la fuente donde recibimos el aprendizaje necesario para crecer en armonía y bien-ser.
Ese hogar terrenal, se manifiesta como el intento de reconstruir el verdadero Hogar de donde procedemos, donde formamos la gran familia de la Filiación, donde Somos Uno con nuestro Padre Celestial.
Pero el intento de reconstruir el Cielo en la Tierra, encuentra un gran obstáculo, la voluntad del ego no persigue los mismos objetivos que la Voluntad Divina. Mientras que el ego, fabrica un mundo ilusorio y temporal, el Espíritu crea un mundo Real y Eterno. Mientras que el ego cree en la separación, el Espíritu cree en la Unidad. Mientras que el ego, cree en la culpabilidad, en el pecado y en el castigo como vía de redención, el Espíritu, cree en la inocencia, en el perdón y en el amor como vía de liberación y salvación.
Acallemos las voces procedentes del mundanal ruido que nos impiden oír el susurro de nuestra personalidad inocente. Prestemos atención a la llamada de nuestro Padre, el cual, nos invita a abrir los ojos y a evidenciar la grandeza de Su Hogar. Él nos tiende Sus manos y nos da la bienvenida a nuestra Patria, a nuestro Verdadero Origen.Sí, reconocemos ese Santo lugar, pues, en realidad siempre habíamos permanecido en él. Tan sólo un sueño temporal nos ha llevado a creer que fuimos expulsados del mismo.
Ejemplo-Guía: "El retorno al verdadero Hogar"
Soy consciente de que vivimos la ilusión de estar en este mundo, sin pertenecer a él. Este pensamiento, me ha llevado a reflexionar sobre una cuestión que tarde o temprano nos haremos: ¿es necesario morir a este mundo para experimentar la dicha del Cielo?
Una primera respuesta acude a mi mente. Al igual que el creer vivir en este mundo es una ilusión, morir en él, es, igualmente, una ilusión.
Esta respuesta no me deja otra opción que afrontar este asunto desde la Verdad, es decir, no somos lo que creemos ser, no somos un cuerpo, ni estamos separados de nuestra Fuente, por lo tanto, no podemos hablar de retorno a nuestro verdadero Hogar, pues en verdad, nunca lo hemos abandonado.
La lección de hoy nos habla del niño que habita en nuestro interior y que nos habla con el propósito de que, al oír su Voz, recordemos que estamos dormidos y experimentando un profundo sueño. Un sueño que no deja de ser, parte de la ilusión que hemos fabricado.
Ese acto volitivo del Hijo de Dios, nos ha situado en un estado de conciencia semejante al sueño del olvido y, desde esa lejana morada, todo lo que se percibe nos hace perder la conexión que nos mantiene unido a nuestra Fuente, a Dios.
Consciente de ese estado ilusorio, conocedor de que cualquier propuesta que hagamos con la intención de recordar nuestro origen, nuestra estirpe, forma parte del juego de la ilusión, se nos presenta el reto de encontrar el camino que nos permita ese anhelado encuentro con nuestro verdadero Ser, el único que ha de permitirnos despertar de la angustiosa pesadilla en la que nos encontramos sumidos.
No creo que tengamos que morir a este mundo para alcanzar las puertas del Cielo, es más, creo que el fin más elevado de este ilusorio mundo ha de permitirnos recordar lo que hemos olvidado, de que somos Dioses en formación. Pero sí podemos morir a las cosas de este mundo, lo que significa, que dentro del sueño no le damos valor a lo que percibimos en él, pues si lo hacemos estaríamos reconociendo de que son reales, y esa visión, ya la conocemos, es la que nos conduce a la senda del sufrimiento, pues, es la vía del miedo y de la separación.
Sí, hay que acallar la atención que nuestra mente presta a los asuntos del mundo y dejar oír la Voz del Niño Crístico que nos habla desde nuestro interior. Ese niño es como la luz que alumbra las penumbras que nos atemorizan en las pesadillas de nuestro sueño. Ese niño, es una invitación a pensar de una manera diferente, donde el ataque sea sustituido por la indefensión.
Es en el instante presente, en el ahora, cuando debemos vencer el miedo y sustituirlo por el único antídoto, el Amor.
Hoy, ahora, es el único y verdadero tiempo. Deja que tu niño interior se manifieste. Está llamando a tu puerta. Ve y ábrele las puertas para que su soplo de inocencia purifique todo tu hogar. Su rostro es el Amor y lo verás dibujado en los rostros de todos y cada uno de tus hermanos.
Reflexión: ¿En verdad crees que el mundo físico es tu verdadero hogar?