viernes, 14 de junio de 2024

Capítulo 11. VIII. El problema y la respuesta (2ª parte)­.

 VIII. El problema y la respuesta­ (2ª parte). 

9. Pídele cualquier cosa al Hijo de Dios y su Padre te lo concederá, pues Cristo no se engaña con respecto a Su Padre, ni Su Padre se engaña con respecto a Cristo. 2No te engañes, pues, con respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único que constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida sanarás la tuya. 3Acéptalo como su Padre lo acepta y cúrale en Cristo, pues Cristo es su curación, así como la tuya. 4Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensa­miento de Su Padre, mediante el cual fue creado. 5No te engañes con respecto al Hijo de Dios, pues, si lo haces, no podrás sino engañarte inevitablemente con respecto a ti mismo. 6Y al enga­ñarte con respecto ti mismo te engañarás con respecto a tu Padre, para Quien cualquier engaño es imposible. 

La Visión Crística nos llevará a ver el mundo real y a reconocer en nuestros hermanos su verdadera identidad espiritual. Esa Visión de la verdad, es la evidencia de que nuestra consciencia ha despertado del sueño de la ilusión y nos hemos reconocidos como el soñador.

Aquello que recibamos de nuestro hermano, es lo que le hemos pedido. Si nos concede amor, es porque le hemos pedido amor. Si lo que nos concede es miedo, es porque le hemos pedido que nos enseñe lo que es el miedo y reconozcamos lo que estamos deseando conocer. 

10. En el mundo real no hay enfermedades, pues en él no hay sepa­ración ni división. 2En él sólo se reconocen los pensamientos amo­rosos, puesto que todo el mundo dispone de tu ayuda, la Ayuda de Dios va contigo a todas partes. 3A medida que, por el hecho de pedir esta Ayuda estés dispuesto aceptarla, la ofrecerás porque la desearás. 4Nada estará fuera del alcance de tu poder sanador porque nada que pidas te será negado. 5¿Qué problema puede haber que no desaparezca en presencia de la Respuesta de Dios? 6Pide, entonces, conocer la realidad de tu hermano porque eso es lo que percibirás en él, y en su belleza verás reflejada la tuya. 

El pacto de amor que nos une a la Filiación, hace posible que el miedo deje de ser el principal protagonista de nuestro sueño. Dejaremos de ver, en el rostro de nuestros hermanos, al causante de nuestros miedos. La percepción verdadera del mundo real irá acompañada del recuerdo de lo que somos, del recuerdo de ese pacto de amor, en el que nos prometimos unir nuestras mentes y fundirnos en la Fuente que nos ha creado: la Mente de Dios. 

11. No aceptes la percepción variable que tu hermano tiene de sí mismo, pues su mente dividida es la tuya, y no aceptarás tu pro­pia curación sin la suya. 2Compartís el mundo real de la misma manera en que compartís el Cielo, y la curación de tu hermano es tu curación. 3Amarte a ti mismo es curarte a ti mismo, y no pue­des percibir una parte de ti mismo como enferma y lograr tu objetivo. 4Hermano mío, sanamos juntos al vivir juntos y al amar juntos. 5No te engañes con respecto al Hijo de Dios, pues él es uno consigo mismo, y uno con su Padre. 6Ama a aquel a quien su Padre ama, y te darás cuenta del Amor que tu Padre te profesa.  12. Si percibes que un hermano te ha ofendido arranca la ofensa de tu mente, pues es Cristo el que te ofende y estás engañado con respecto a Él. 2Sana en Cristo y no te sientas ofendido por Él, pues la ofensa no tiene cabida en Él. 3Si lo que percibes te ofende, te ofendes a ti mismo y condenas al Hijo de Dios a quien Dios no condena. 4Deja que el Espíritu Santo elimine todas las ofensas que el Hijo de Dios comete contra sí mismo y no percibas a nadie si no es a través de Su consejo, pues Él quiere salvarte de toda condenación. 5Acepta Su poder sanador y extiéndelo a todos los que Él te envíe, pues Su Voluntad es sanar al Hijo de Dios, con respecto al cual Él no se engaña. 

Recordar el pacto de amor que nos une en la santa Filiación, ha de permitirnos ver a nuestros hermanos como la única vía que nos abrirá las puertas que nos conducirá a la salvación. Amar a nuestro hermano es amarse a uno mismo. No podemos dar lo que no tenemos. 

13. Los niños perciben fantasmas, monstruos y dragones espanto­sos y se aterran. 2Mas si preguntan a alguien en quien confían cuál es el significado de lo que perciben, y están dispuestos a abandonar sus propias interpretaciones en favor de la realidad, su miedo desaparece junto con ellas. 3Cuando se ayuda a un niño a que se dé cuenta de que lo que pensaba que era un fantasma es en realidad una cortina, el "monstruo" una sombra y el "dragón" un sueño, deja entonces de tener miedo y se ríe felizmente de su propio miedo.

 Los Maestros de Dios, lo son por su condición de ser conscientes que son los soñadores del sueño y por reconocer que la causa de sus miedos tan solo eran ilusiones. Un Maestro de Dios, es un Hijo de Dios, que ha recordado su verdadera condición divina, y, ello, lo capacita para ayudar al hermano a reconocer que aquello que le ha causado temor, son imágenes irreales que su mente ha fabricado. 

14. Hijo mío, tienes miedo de tus hermanos, de tu Padre y de ti mismo. 2Pero estás simplemente engañado con respecto a ellos y con respecto a ti mismo. 3Pregúntale al Maestro de la realidad lo que son ellos y lo que eres tú, y al escuchar Su respuesta, tú también te reirás de tus miedos y los reemplazarás con la paz. 4Pues el miedo no se encuentra en la realidad, sino en las mentes de aquellos niños que no entienden la realidad. 5Es únicamente su falta de entendimiento lo que les asusta, y cuando aprenden a percibir correctamente dejan de tener miedo. 6Y así, cuando vuel­van a tener miedo preguntarán de nuevo cuál es la verdad. 7No es la realidad de tus hermanos, ni la de tu Padre ni la tuya lo que te asusta. 8No sabes lo que son y debido a ello los percibes a ellos y a ti mismo como fantasmas, monstruos y dragones. 9Pregúntale cuál es su realidad a Aquel que la conoce, y Él te dirá lo que ellos son. 10Pues tú no entiendes lo que ellos son, y, puesto que estás engañado con respecto a lo que ves, necesitas la realidad para poder desvanecer tus miedos. 

El ego, no reconocerá que aquello que causa sus miedos son ilusiones. Su sistema de pensamiento está basado, principalmente, en el significado de aquello que percibe, por lo que no admitirá que sus miedos le impiden ver el mundo real.

Debemos ver en las enseñanzas de este Curso, una herramienta que nos permitirá reconocer, que el sistema de pensamiento del ego, basado en el miedo, tan solo nos conduce a experimentar el sufrimiento, la infelicidad y el dolor.

Entender, nos invita a cambiar la manera de ver las cosas y, para ello, debemos dirigir nuestra mirada hacia el interior de nosotros mismos y preguntarnos: ¿a quién sirve nuestra mente?

Esa pregunta debemos dirigirla al Espíritu Santo, a la Mente Una, si realmente queremos recibir la respuesta verdadera. 

15. ¿No intercambiarías tus miedos por la verdad, teniendo en cuenta que puedes lograrlo sólo con pedirlo? 2Pues si Dios no está engañado con respecto a ti, únicamente tú puedes estar engañado con respecto a ti mismo. 3Puedes, no obstante, aprender del Espí­ritu Santo cuál es la verdad acerca de ti, y Él te enseñará que, al ser tú parte de Dios, el engaño no tiene cabida en ti. 4Cuando te perci­bas a ti mismo sin engaño alguno, aceptarás el mundo real en lugar del mundo falso que fabricaste. 5Y entonces tu Padre des­cenderá hasta ti y dará el último paso por ti, elevándote hasta Él. 

El engaño, al que se refiere este punto, es el que nos lleva a creer en la separación. Esa creencia es la que nos mantiene sirviendo al error, a la percepción del mundo irreal. La que nos lleva a ver al otro como nuestro peor enemigo, en vez de verlo como nuestro mejor aliado para lograr el fin que nos une, la salvación.

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