jueves, 3 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 184

LECCIÓN 184

El Nombre de Dios es mi herencia.

1. Vives a base de símbolos. 2Has inventado nombres para todas las cosas que ves. 3Cada una de ellas se ha convertido en una enti­dad aparte, identificada por su propio nombre. 4De esta manera la segregas de la unidad. 5De esta manera designas sus atributos especiales y la distingues de otras cosas al hacer hincapié en el espacio que la rodea. 6Éste es el espacio que interpones entre todas las cosas a las que has dado un nombre diferente; entre todos los acontecimientos desde el punto de vista del tiempo y del lugar en que ocurrieron, así como entre todos los cuerpos que se saludan con un nombre.

2. Este espacio, al que ves como lo que separa unas cosas de otras, es el medio a través del cual tiene lugar la percepción del mundo. 2Ves algo allí donde no hay nada y, asimismo, no ves nada donde hay unidad; ves un espacio entre todas las cosas, así como entre todas las cosas y tú. 3De esa manera, crees haber "creado" vida en la separación. 4Y debido a esta división crees ser una unidad que opera con una voluntad independiente.

3. ¿Qué son todos esos nombres mediante los cuales el mundo se convierte en una serie de acontecimientos independientes, de cosas desunidas y de cuerpos que se mantienen aparte y que contienen fragmentos de mente como si de conciencias separadas se tratase? 2Tú les diste esos nombres, dando lugar a la percepción tal como querías que fuese. 3A las cosas sin nombre se les dio nombre y de esta manera se les dio también realidad. 4Pues a lo que se le da un nombre se le da significado y, de este modo, se considera significativo: una causa que produce efectos reales, con consecuencias inherentes a sí misma.

4. Así es como se construye la realidad a base de una visión par­cial, la cual se contrapone deliberadamente a lo que de hecho es la verdad. 2Su enemigo es la unidad. 3Concibe cosas sin importancia y las contempla. 4la ausencia de espacio, así como la sensación de unidad o la visión que ve de manera distinta, se convierten en las amenazas que debe superar, combatir y negar.

5. Esta otra visión, no obstante, sigue siendo aún la dirección natural para que la mente canalice su percepción. 2Es difícil ense­ñarle a la mente miles de nombres extraños, y luego mil más. 3No obstante, crees que eso es lo que significa aprender y que es el objetivo principal por medio del cual se puede entablar comunica­ción y compartir conceptos de manera que tengan sentido.

6. Ésta es la suma total de la herencia que el mundo dispensa. 2todo aquel que aprende a pensar que ello es cierto, acepta los signos y los símbolos que afirman que el mundo es real. 3Eso es lo que propugnan. 4No dan lugar a que se dude de que lo que tiene nombre no esté ahí. 5Se puede ver, tal como es de esperar. 6Lo que niega que ello es verdad es lo que es una ilusión, pues lo que tiene nombre es la realidad suprema. 7Cuestionarlo es una locura, pero aceptar su presencia es prueba de cordura.

7. Tal es la enseñanza del mundo. 2No obstante, es una fase de aprendizaje por la que todo el que viene aquí tiene que pasar. 3Mas cuanto antes se perciba su base, lo cuestionable de sus pre­misas y cuán dudosos son sus resultados, más pronto se pondrá en duda sus efectos. 4El aprendizaje que se limita. a lo que el mundo enseña se queda corto en lo que respecta al significado. 5Debidamente empleado, puede servir como punto de partida desde donde se puede comenzar otro tipo de aprendizaje, adquirir una nueva percepción, y desde donde se pueden erradicar todos los nombres arbitrarios que el mundo confiere al ser pues­tos en duda.

8. No creas que fuiste tú quien hizo el mundo. 2¡Las ilusiones, sí! 3Mas lo que es cierto en la tierra y en el Cielo está más allá de tu capacidad de nombrar. 4Cuando llamas a un hermano es a su cuerpo a lo que te diriges. 5Su verdadera Identidad queda oculta debido a lo que crees que él es realmente. 6Su cuerpo responde al nombre con que lo llamas, pues su mente ha consentido en acep­tar ese nombre que le das como su nombre. 7Y de esta manera, su unidad queda doblemente negada, pues tú lo percibes como algo separado de ti, y él acepta como propio ese nombre separado.

9. Sería en verdad extraño si se te pidiese que fueses más allá de todos los símbolos del mundo y los olvidaras para siempre, y, al mismo tiempo, se te pidiera asumir una función docente. 2Toda­vía tienes necesidad de usar los símbolos del mundo. 3Mas no te dejes engañar por ellos. 4No representan nada en absoluto, y éste será el pensamiento que en tus prácticas te liberará de ellos. 5Los símbolos no son sino medios a través de los cuales puedes comu­nicarte de manera que el mundo te pueda entender, pero recono­ces que no son la unidad en la que puede hallarse la verdadera comunicación.

10. Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la oscuridad. 2Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reco­nocimiento de lo que es verdad. 3Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irreali­dad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la oscuridad.

11. Usa todos los nombres y símbolos nimios que caracterizan el mundo de la oscuridad. 2Mas no los aceptes como tu realidad. 3El Espíritu Santo se vale de todos ellos, pero no se olvida de que la creación tiene un solo Nombre, un solo Significado y una sola Fuente que une a todas las cosas dentro de Sí Misma. 4Usa todos los nombres que el mundo da a esas cosas, pero sólo por conve­niencia, mas no te olvides de que comparten el Nombre de Dios junto contigo.

12. Dios no tiene nombre. 2Sin embargo, Su Nombre se convierte en la lección final de que todas las cosas son una con esta lección finaliza todo aprendizaje. 3Todos los nombres se unifican, todo espacio queda lleno con el reflejo de la verdad. 4Toda brecha se cierra y la separación se subsana. 5El Nombre de Dios es la herencia que Él les dio a los que eligieron que las enseñanzas del mundo ocupasen el lugar del Cielo. 6Lo que nos proponemos en nuestras prácticas es dejar que nuestras mentes acepten lo que Dios ha dado como respuesta a la mísera herencia que tú fabri­caste como justo tributo para el Hijo que Él ama.

13. Nadie que busque el significado del Nombre de Dios puede fracasar. 2La experiencia es necesaria como complemento de la Palabra. 3Pero primero tienes que aceptar que Su Nombre abarca toda la realidad y reconocer que los innumerables nombres que diste a todos sus aspectos han distorsionado lo que ves, pero no han afectado a la verdad en absoluto. 4Invocamos un solo Nom­bre en nuestras prácticas. 5nos valemos de un solo Nombre para unificar nuestra visión.

14. Y si bien utilizamos un nombre distinto para cada aspecto de la conciencia del Hijo de Dios, comprendemos que todos com­parten el mismo Nombre, el cual Él les ha dado. 2Este es el Nom­bre que usamos en nuestras prácticas. 3Y al usarlo, todas las separaciones insensatas que nos mantenían ciegos desaparecen. 4se nos concede la fortaleza necesaria para poder ver más allá de ellas. 5Ahora nuestra vista queda bendecida con las bendicio­nes que podemos dar según las recibimos.

15. Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. 2En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y Contigo que eres su único Creador. 3Lo que hemos hecho y a lo que hemos dado muchos nombres diferentes no es sino una sombra que hemos tratado de arrojar sobre Tu Realidad. 4Y nos sentimos con­tentos y agradecidos de haber estado equivocados. 5Te entregamos todos nuestros errores, a fin de ser absueltos de cuantos efectos parecían tener. 6Y aceptamos la verdad que Tú nos das en lugar de cada uno de ellos. 7Tu Nombre es nuestra salvación y la manera de escapar de lo que noso­tros mismos hemos hecho. 8Tu Nombre nos une en la unicidad que es nuestra herencia. y nuestra paz. 9Amén.


¿Qué me enseña esta lección?

En la multiplicidad del mundo fabricado por el ego, debemos encontrar la unidad. Ese es nuestro trabajo esencial. 

Nuestro origen procede del Acto de Expansión de la Mente Creadora de Dios. Somos chispas divinas emanadas por Él. Por ende, somos sus legítimos herederos, y nuestra función no es otra que nuestra voluntad y la Voluntad del Padre sean Una. 

Nuestro nombre es el mismo nombre que el de nuestro Creador. Esto es así, dado que somos Su Misma Esencia y no hay diferencias en nuestras Voluntades. Si su Sagrado Nombre abarca el Todo en estado de Unidad, nuestro nombre también porta ese Todo en estado de Unidad. 

La conciencia del Hijo de Dios se encuentra sumida en el sueño de la separación. La identificación con el vehículo corporal a través del cual se manifiesta en el plano material lo lleva a quedar preso de la visión limitadora de la falsa percepción. Sin embargo, el plano más denso de la energía, el mundo físico, puede ser utilizado para ayudarnos a adquirir niveles más elevados de percepción. En la medida en que nuestra consciencia percibe la Unidad que relaciona a todos los componentes de la Filiación Divina, estaremos trasladando las Leyes del Cielo a la Tierra. 

Como herederos de nuestro Padre, respondemos al Nombre con el que nos identificamos con Él. Ese nombre no puede ser otro que el que da identidad a todo lo creado: Unidad.


Ejemplo-Guía: "Un mundo con multiplicidad de nombres y un Cielo con un solo nombre"

Hoy me quedo con el mensaje expresado en el punto 10 de esta Lección y que reproduzco a continuación:
 

“Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la oscuridad. 2Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reco­nocimiento de lo que es verdad. 3Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irreali­dad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la oscuridad”.

Te imaginas un mundo donde la humanidad haya alcanzado el nivel de consciencia que le permita nombrar las cosas con un solo nombre, o lo que es lo mismo, donde haya alcanzado la visión del único y verdadero significado.
¿Cuál sería ese nombre? ¿Cuál sería ese significado?

Pienso que, alcanzado ese nivel, sobrarían los nombres, sobrarían los significados de este mundo, pues habríamos comprendido que tan solo existe un solo significado y este no pertenece a este mundo.

Recordemos las enseñanzas de la primera lección de este Libro de Ejercicios:

"Nada de lo que veo... significa nada".

A pesar de ello, si tuviese que dar un nombre que se encuentre en sintonía con la percepción verdadera a la que podemos aspirar en este mundo, este sería Amor. Pues todo aquello que responda a las Leyes del Cielo debe estar impregnado del significado del Amor.


Si reflexionamos sobre cualquier experiencia que hayamos vivido, encontraremos ese hilo conductor que nos conducirá, en última instancia, a descubrir que el único sentido de lo vivido es despertar al amor. Si no es así, esa experiencia se convertirá en una especie de pesadilla que amenazará con perturbar nuestros sueños felices.

Esta reflexión se convierte en una invitación a dar ese profundo significado a las cosas de este mundo. Pensar en el nombre de Dios como Amor es lo mismo que nombrar la Unidad, pues sin Amor no se consolida la Unidad. Cada vez que compartimos y expandimos la fuerza de nuestro Amor, estamos proclamando el Nombre de Dios, el Nombre de la Unidad.


Reflexión: El nombre de tu hermano no te revela su verdadera identidad.

Capítulo 21. V. La función de la razón (3ª parte).

V. La función de la razón (3ª parte).

5. El plan de Dios para tu salvación no se habría podido estable­cer sin tu voluntad y consentimiento. 2Tuvo que haber sido acep­tado por el Hijo de Dios, pues lo que Dios dispone para él, él no puede sino aceptarlo. 3Y Dios no dispone nada sin Su Hijo, ni Su Voluntad depende del tiempo para consumarse. 4Por lo tanto, lo que se unió a la Voluntad de Dios tiene que encontrarse en ti ahora, puesto que es eterno. 5Tienes que haber reservado un lugar en el que el Espíritu Santo puede morar, y donde ya se encuentra. 6Él tiene que haber estado ahí desde que surgió la necesidad de Él, la cual quedó satisfecha en ese mismo instante: 7Eso es lo que tu razón te diría, si escuchases. 8Mas es claro que ése no es el razonamiento del ego. 9El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena al ego, es prueba de que no hallarás la respuesta en él. 10No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. 11Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla.

"En la Biblia, la salvación se define como la liberación del pecado y de sus consecuencias, así como de la muerte física y espiritual. Es un regalo de Dios, ofrecido a través de Jesucristo, y se obtiene por medio de la fe en Él".

Es obvio que el significado que nos aporta la Biblia sobre la salvación está impregnado de la creencia en que somos un cuerpo y que el cuerpo es la causa de nuestra naturaleza pecadora. Dicho de otro modo, esta visión está contagiada de la falsa creencia en la separación de Dios y de Su creación.

El plan de Dios para la salvación, visto desde la enseñanza de Un Curso de Milagros, aporta un significado basado en el ejercicio de la razón, el que nos responde a la pregunta sobre nuestra identidad. Dicha visión nos muestra al Ser espiritual, al Hijo de Dios, que en el uso de su libre voluntad decidió (motivado por la fuerza del deseo) ver un mundo diferente, esto es, colapsar una idea distinta a la que lo creó. Dios nos ha creado con la fuerza del Amor. El Hijo de Dios lo ha hecho con la fuerza de la división, lo que ha fabricado una imagen temporal e ilusoria, no real, de dicho pensamiento de separación. 

La ley del amor crea a su imagen y semejanza. Es por ello que la obra creadora de Dios, la Filiación, lleva implícitos Sus mismos atributos creadores; esto es, comparte sus mismos Principios: la Voluntad, el Amor y la Inteligencia. Por lo tanto, el Hijo de Dios es portador de esas fuerzas creadoras. Esto es una garantía de que en Su mente se llevará a cabo el ejercicio de la razón que nos permitirá discernir correctamente y poder plantear la pregunta esencial que tan solo el mismo puede contestar.

6. El plan de Dios es muy simple, nunca es indirecto ni se derrota a sí mismo. 2Dios no tiene otros Pensamientos excepto los que extienden Su Ser, y en esto tu voluntad tiene que estar incluida. 3Así pues, debe haber una parte en ti que conoce Su Voluntad y la comparte. 4No tiene sentido preguntar si lo que tiene que ser como es, lo es. 5Pero sí tiene sentido preguntar por qué no eres consciente de lo que no puede sino ser como es, pues debe haber una respuesta para ello si al plan de Dios para tu salvación no le falta nada. 6Y no puede faltarle nada porque su Fuente no conoce la incompleción.

Siempre me he preguntado por qué mi mente no es capaz de recordar lo que realmente soy. La verdad debe ser fácil reconocerla, si en verdad lo es. Entonces, ¿qué es lo que me impide reconocerla, si realmente la estoy buscando? 

La respuesta no es la negación de la verdad, es decir, no se trata de que la verdad no sea verdad. Lo que ocurre es que para ver la verdad debemos percibir correctamente. No podemos ver el mundo verdadero si pretendemos verlo en su manifestación ilusoria. No podemos percibir lo real desde una mente que nos muestra la ilusión como real. Si nuestra mente nos lleva a identificarnos con el cuerpo, con el plano tridimensional, con la vibración densa, negará todo aquello que no se perciba desde los sentidos físicos. Por lo tanto, nos mostrará el aspecto temporal de ser, el cual no es verdadero. Pues lo que es verdad es eterno.

La mente que sirve al ego y al cuerpo vive en el pasado y hace del futuro la continuidad de ese pasado. Está tan condicionada por esos pensamientos pasados, que es incapaz de vivir el eterno presente, donde únicamente puede percibir lo real.

Para ser conscientes de lo que es verdad, debemos dirigir nuestra mente en otra dirección. Debemos ponerla al servicio de la verdad, al servicio del Ser espiritual. Será entonces cuando estemos recordando lo que verdaderamente somos y será ese el instante en el que reconoceremos la verdad.

miércoles, 2 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 183

LECCIÓN 183

Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.

1. El Nombre de Dios es sagrado, pero no es más sagrado que el tuyo. 2Invocar Su Nombre es invocar el tuyo. 3Un padre le da su nombre a su hijo y, de este modo, identifica a su hijo con él. 4Sus hermanos comparten su nombre y, así, están unidos por un vínculo en el que encuentran su identidad. 5El Nombre de tu Padre te recuerda quién eres incluso en un mundo que no lo sabe, e incluso cuando tú mismo no lo has recordado.

2. El Nombre de Dios no puede ser oído sin que suscite una res­puesta, ni pronunciado sin que produzca un eco en la mente que te exhorta a recordar. 2Di Su Nombre, y estarás invitando a los ángeles a que rodeen el lugar en el que te encuentras, a cantarte según despliegan sus alas para mantenerte a salvo y a protegerte de cualquier pensamiento mundano que quisiera mancillar tu santidad.

3. Repite el Nombre de Dios, y el mundo entero responderá aban­donando las ilusiones. 2Todo sueño que el mundo tenga en gran estima de repente desaparecerá, y allí donde parecía encontrarse hallarás una estrella, un milagro de gracia. 3Los enfermos se levantarán, curados ya de sus pensamientos enfermizos. 4Los cie­gos podrán ver y los sordos oír. 5Los afligidos abandonarán su duelo, y sus lágrimas de dolor se secarán cuando la risa de felici­dad venga a bendecir al mundo.

4. Repite el Nombre de Dios y todo nombre nimio deja de tener significado. 2Ante el Nombre de Dios, toda tentación se vuelve algo indeseable y sin nombre. 3Repite Su Nombre, y verás cuán fácilmente te olvidas de los nombres de todos los dioses que hon­rabas. 4Pues habrán perdido el nombre de dios que les otorgabas. 5Se volverán anónimos y dejarán de ser importantes para ti, si bien, antes de que dejases que el Nombre de Dios reemplazase a sus nimios nombres, te postrabas reverente ante ellos llamándo­los dioses.

5. Repite el Nombre de Dios e invoca a tu Ser, Cuyo Nombre es el Suyo. 2Repite Su Nombre, y todas las cosas insignificantes y sin nombre de la tierra se ven en su correcta perspectiva. 3Aquellos que invocan el Nombre de Dios no pueden confundir lo que no tiene nombre con el Nombre, el pecado con la gracia, ni los cuer­pos con el santo Hijo de Dios. 4si te unes a un hermano mien­tras te sientas con él en silencio y repites dentro de tu mente quieta el Nombre de Dios junto con él, habrás edificado ahí un altar que se eleva hasta Dios Mismo y hasta Su Hijo.

6. Practica sólo esto hoy: repite el Nombre de Dios lentamente una y otra vez. 2Relega al olvido cualquier otro nombre que no sea el Suyo. 3No oigas nada más. 4Deja que todos tus pensamientos se anclen en Esto. 5No usaremos ninguna otra palabra, excepto al principio, cuando repetimos la idea de hoy una sola vez. 6Y enton­ces el Nombre de Dios se convierte en nuestro único pensamiento, nuestra única palabra, lo único que ocupa nuestras mentes, nues­tro único deseo, el único sonido que tiene significado y el único Nombre de todo lo que deseamos ver y de todo lo que queremos considerar nuestro.

7. De esta manera extendemos una invitación que jamás puede ser rechazada. 2Y Dios vendrá, y Él Mismo responderá a ella. 3No pienses que Él oye las vanas oraciones de aquellos que lo invocan con nombres de ídolos que el mundo tiene en gran estima. 4De esa manera nunca podrán llegar a Él. 5Dios no puede oír peticio­nes que le pidan que no sea Él Mismo o que Su Hijo reciba otro nombre que no sea el Suyo.

8. Repite el Nombre de Dios, y lo estarás reconociendo como el único Creador de la realidad. 2Y estarás reconociendo asimismo que Su Hijo es parte de Él y que crea en Su Nombre. 3Siéntate en silencio y deja que Su Nombre se convierta en la idea todo ­abarcadora que absorbe tu mente por completo. 4Acalla todo pen­samiento excepto éste. 5Deja que ésta sea la respuesta para cual­quier otro pensamiento, y observa cómo el Nombre de Dios reemplaza a los miles de nombres que diste a todos tus pensa­mientos, sin darte cuenta de que sólo hay un Nombre para todo lo que existe y jamás existirá.

9. Hoy puedes alcanzar un estado en el que experimentarás el don de la gracia. 2Puedes escaparte de todas las ataduras del mundo, y ofrecerle a éste la misma liberación que tú has encontrado. 3Pue­des recordar lo que el mundo olvidó y ofrecerle lo que tú has recordado. 4Puedes también aceptar el papel que te corresponde desempeñar en su salvación, así como en la tuya propia. 5ambas se pueden lograr perfectamente.

10. Recurre al Nombre de Dios para tu liberación y se te conce­derá. 2No se necesita más oración que ésta, pues encierra dentro de sí a todas las demás. 3Las palabras son irrelevantes y las peticiones innecesarias cuando el Hijo de Dios invoca el Nombre de su Padre. 4Los Pensamientos de su Padre se vuelven los suyos propios. 5El Hijo de Dios reivindica su derecho a todo lo que su Padre le dio, le está dando todavía y le dará eternamente. 6Lo invoca para dejar que todas las cosas que creyó haber hecho que­den sin nombre ahora, y en su lugar el santo Nombre de Dios se convierta en el juicio que él tiene de la intranscendencia de todas ellas.

11. Todo lo insignificante se acalla. 2Los pequeños sonidos ahora son inaudibles. 3Todas las cosas vanas de la tierra han desapare­cido. 4El universo consiste únicamente en el Hijo de Dios, que invoca a su Padre. 5Y la Voz de su Padre responde en el santo Nombre de su Padre. 6La paz eterna se encuentra en esta eterna y serena relación, en la que la comunicación transciende con creces todas las palabras, y, sin embargo, supera en profundidad y altura todo aquello que las palabras jamás pudiesen comunicar. 7Quere­mos experimentar hoy esta paz en el Nombre de nuestro Padre. 8Y en Su Nombre se nos concederá.


¿Qué me enseña esta lección?

En el mundo de la multiplicidad regido por el ego, el nombre asigna significado a las cosas. 

Desde el punto de vista espiritual, el Nombre de Dios nos lleva a evocar una idea fundamental, pues es su atributo principal: la Unidad. 

Sin amor, es imposible la unidad. La ausencia de amor da lugar al miedo, el cual se fundamenta en la soledad de la separación. 

Cuando invocamos el Nombre del Padre, estamos santificándolo, es decir, lo elevamos a la condición de Santo. Cuando el Hijo de Dios se expresa en la mente recta, experimenta ese Instante Santo en el que su consciencia se eleva hasta la Unidad. 

El Nombre del Padre y del Hijo es el mismo nombre, pues ambos comparten el Principio de la Unidad. 

Quizás te estés preguntando, al igual que yo, ¿cuál es el Nombre del Padre? Tal vez estés argumentando, igual que yo, que, para poder invocar su Nombre, debemos previamente conocerlo. 

Intuyo que establecer un nombre para invocar a Dios sería limitar su expresión. Su significado lo abarca Todo. Su Nombre es su Magna Condición de Ser Ilimitado y esa Condición es compartida por su Hijo.

Evocar esa condición es nombrar al Ser que Es, al Espíritu, y los dones que emanan de Él: la Voluntad, el Amor, la Inteligencia, la Gracia, la Justicia, la Armonía, la Paz, la Verdad, la Eternidad.



Ejemplo-Guía: "Invocando el nombre de Dios y el nuestro propio"

A través de nuestros nombres, se nos identifica y lo que es más importante, se nos asocia a una familia, a un clan, a unos lazos de sangre que se convierten en un acto de fidelidad cuyos eslabones son difíciles de romper. Esa identificación con el clan, ese espíritu de fidelidad al patriarca de la familia, nos ofrece una condición que hacemos respetar por encima de todo, reconociendo en tal hecho que pertenecer a "nuestra" familia nos supone un sentimiento de orgullo.

Respetar las normas del clan, de la familia, es ley. Ese código cerrado se convierte en nuestras creencias más profundas y para hacerla respetar debemos estar dispuestos a todo.

La historia nos ofrece multitud de ejemplos en los que podemos contemplar cómo, en nombre de nuestro clan, de nuestra familia, de nuestro feudo, de nuestra religión, de nuestra filiación, de nuestros colores, hemos llevado a cabo todas las atrocidades y barbaridades que podamos imaginar.

Raro es el día que los medios de información no abren sus espacios con noticias de reyertas, de peleas, de luchas entre grupos, hinchas, clanes, que deciden matarse por defender sus códigos, sus leyes, sus creencias.

Todas estas manifestaciones son propias de este mundo, un mundo fabricado bajo el lema de la separación y la división. El seno familiar, ese espacio sagrado donde debe surgir el germen del amor, se ha convertido a lo largo de la historia de la humanidad en la principal fuente de discordia. El amor hacia la sangre se ha malinterpretado, dando lugar al amor egoísta por salvaguardar lo nuestro.

La lección de hoy nos invita a reflexionar sobre este tema tan conocido por todos nosotros, pues todos hemos participado de él, y seguimos participando, en la medida en que preferimos el triunfo de nuestras creencias y afinidades por encima de la paz y la armonía.

Invocar el nombre de Dios es la invitación que nos hace esta lección. Ya hemos dicho que el nombre nos aporta una identificación. En este sentido, el nombre con el que nos bautizan nuestros padres nos otorga una identidad de pertenencia al mundo. Ello significa que es portador del germen de la división, pues establece diferenciación entre el resto de hermanos y, como ya hemos dicho, por salvar la hidalguía de nuestro nombre estamos dispuestos a matar y a morir.

En cambio, el nombre de Dios es uno, pues su esencia es una. Si el nombre aportado por nuestros padres en este mundo representa nuestro cuerpo, el nombre de Dios representa al Espíritu, lo que significa que cuando invocamos Su nombre, lo que realmente estamos haciendo es invocar nuestra verdadera esencia: el Espíritu.

Esa invocación ha de llevar a nuestra mente a conectar con su estado natural, pues todo pensamiento sigue a Su Fuente.

Podemos aplicar esta lección cada vez que nos encontremos sumidos en la defensa desenfrenada y demente del mundo material. Cada vez que nos veamos superados por las voces procedentes de los asuntos mundanos, busquemos un instante de acallamiento interno e invoquemos el nombre de Dios, prestémosle atención a nuestro Ser Espiritual que está esperando ese momento en el que nos pueda ofrecer su Paz.

Reflexión: ¿Cuál es el nombre de Dios? ¿Cuál es su identidad?

Capítulo 21. V. La función de la razón (2ª parte).

V. La entrada al arca (2ª parte).

3. Hay otra visión y otra Voz en las que reside tu libertad que tan sólo están aguardando tu decisión, 2si depositas tu fe en Ellas, percibirás otro ser en ti. 3Este otro ser considera que los milagros son algo natural. 4Pues son tan simples y naturales para él como respirar lo es para el cuerpo. 5Constituyen la respuesta obvia a las peticiones de ayuda, que es la única que él ofrece. 6Los mila­gros le parecen antinaturales al ego porque no entiende cómo es posible que mentes separadas puedan influenciarse unas a otras. 7Y si estuviesen separadas ciertamente no podrían hacerlo. 8Pero las mentes no pueden estar separadas. 9Este otro ser es perfecta­mente consciente de esto. 10Y así, reconoce que los milagros no afectan la mente de otro, sino la suya propia. 11Los milagros siem­pre cambian tu mente, 12pues no hay ninguna otra.

Originalmente, la fuerza del deseo se le atribuye a la participación del "diablo" en nuestra vida. Tenemos que remontarnos a la historia sagrada de nuestros ancestros, Adán y Eva, para encontrar las referencias alegóricas de lo que se consideró como "pecado original" o desobediencia a Dios y que dio lugar a que fuésemos expulsados, separados, del estado de unidad y de abundancia del que gozábamos en el "paraíso terrenal". En ese episodio, el Texto Sagrado nos describe lo acontecido en el "paraíso" dispuesto por Dios para Su Hijo. No vamos a describir todo el contenido de lo que recoge el Génesis, pero sí identificaremos la presencia de uno de los protagonistas que acontece en lo sucedido y que tuvo un papel estelar dadas las consecuencias que originó su aportación. Me estoy refiriendo al "diablo" que, adoptando el cuerpo de una serpiente, le ofreció la manzana tentadora a "Eva", la representante de la naturaleza emocional. Os dejo algunas referencias de la traducción convencional de este pasaje, comparándola con la aportada por el estudioso de la Lengua Hebráica, Fabre d´Olivet.

Traducción Convencional: “Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yavé Dios, dijo a la mujer: ¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?” 

Traducción de Fabre d´Olivet: “Mientras tanto, Nahash, el ardor cupido, envidioso, interesado, egoísta, serpenteando en el corazón del hombre, era la pasión que arrastraba la vida elemental, el principio interior de la Naturaleza, obra de Jehová. Y esta pasión insidiosa dijo a Aisha, la facultad volitiva de Adam: ¿Por qué os ha recomendado, Él-los-Dioses, que no os alimentéis de toda la substancia de la esfera orgánica?”

Nahash, la serpiente, el diablo, es la fuerza a la que Fabre d´olivet describe como el ardor cupido, envidioso, interesado y egoísta, es decir, la fuerza del deseo de ser especial. El término "diablo" proviene del latín diabolus, que a su vez proviene del griego diabolos, que se traduce como “adversario”. La definición del origen del término "diablo" como adversario nos indica que estamos ante la fuerza que se opone a la de Dios, esto es, al Amor, a la Unidad. Podemos decir que el "diablo" es la fuerza que divide y que da lugar al miedo.

Ahora tenemos más información sobre la fuerza que se esconde detrás del deseo de ser especial. Siempre es una elección.

4. No te das cuenta de hasta qué punto la idea de la separación ha interferido en el ejercicio de la razón. 2La razón mora en el otro ser que has excluido de tu conciencia. 3Y nada de lo que has permitido que permanezca en ella es capaz de razonar. 4¿Cómo va a ser posible que aquel segmento de la mente que está despro­visto de razón pueda entender lo que es la razón, o comprender la información que ésta le podría suministrar? 5De ese segmento pueden surgir todo tipo de preguntas, pero dado que la pregunta básica sólo puede proceder de la razón, él jamás la podrá plan­tear. 6Al igual que todo lo que procede de la razón, la pregunta básica es simple y obvia, si bien, aún no se ha planteado. 7Mas no creas que la razón no la podría contestar.

Si aplicamos el significado que aporta el Diccionario de la Real Academia Española al término "razón", el ejercicio de la razón debe ser entendido como la facultad de discurrir y, si aplicamos sus sinónimos, debemos entenderla como una facultad propia de la inteligencia que nos permite alcanzar el entendimiento. Con dicha información, me atrevería a deducir que lo que nos está enseñando Jesús al hacer referencia al ejercicio de la razón se refiere al ajuste que introduce en la mente la idea de la separación, pues interfiere en nuestra capacidad de discernimiento hasta tal punto que nos lleva a la falsa creencia en lo que no somos.

Como hemos dicho en el anterior punto, el deseo de ser especial es la fuerza que nos lleva a colapsar el pensamiento de ser diferente; sus consecuencias no serán otras que la de identificarnos con la imagen tangible que nos muestra la materialización de dicho deseo. Me estoy refiriendo al cuerpo.

El ejercicio de la razón, cuando está libre de esa interferencia, nos muestra nuestra verdadera identidad, la cual procede del mundo de lo invisible, del mundo del espíritu. Utilizando terminología cuántica, el ejercicio de la razón o, lo que es lo mismo, la inteligencia, la mente recta, nos muestra la esencia de la energía, nos muestra el estado de la onda, de la vibración que habita en el campo de las infinitas posibilidades. Esa visión, aportada por la razón, está capacitada para hacer la pregunta básica que tan sólo ella nos puede contestar: ¿Quién soy? ¡Soy el Hijo de Dios!

martes, 1 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 182

LECCIÓN 182

Permaneceré muy quedo por un instante e iré a mi hogar.

1.  Este mundo en el que pareces vivir no es tu hogar. 2en algún recodo de tu mente sabes que esto es verdad. 3El recuerdo de tu hogar sigue rondándote, como si hubiera un lugar que te llamase a regresar, si bien no reconoces la voz, ni lo que ésta te recuerda. 4No obstante, sigues sintiéndote como un extraño aquí, proce­dente de algún lugar desconocido. 5No es algo tan concreto que puedas decir con certeza que eres un exilado aquí. 6Es más bien un sentimiento persistente, no más que una leve punzada a veces, que en otras ocasiones apenas recuerdas, algo que descartas sin ningún miramiento, pero que sin duda ha de volver a rondarte otra vez.

2. No hay nadie que no sepa de qué estamos hablando. 2Sin embargo, hay quienes tratan de ahogar su sufrimiento entrete­niéndose en juegos para pasar el tiempo y no sentir su tristeza: 3Otros prefieren negar que están tristes, y no reconocen en abso­luto que se están tragando las lágrimas. 4Hay quienes afirman incluso que esto de lo que estamos hablando son ilusiones y que no se debe considerar más que como un sueño. 5Sin embargo, ¿quién podría honestamente afirmar, sin ponerse a la defensiva o engañarse a sí mismo, que no sabe de lo que estamos hablando?

3. Hoy hablamos en nombre de todo aquel que vaga por este mundo, pues en él no está en su hogar. 2Camina a la deriva enfras­cado en una búsqueda interminable, buscando en la oscuridad lo que no puede hallar, y sin reconocer qué es lo que anda buscando. 3Construye miles de casas, pero ninguna de ellas satisface a su desasosegada mente. 4No se da cuenta de que las construye en vano. 5El hogar que anda buscando, él no lo puede construir. 6El Cielo no tiene sustituto. 7Lo único que él jamás construyó fue un infierno.

4. Tal vez pienses que lo que quieres encontrar es el hogar de tu infancia. 2La infancia de tu cuerpo y el lugar que le dio cobijo son ahora recuerdos tan distorsionados que lo que guardas es simple­mente una imagen de un pasado que nunca tuvo lugar. 3Mas en ti hay un Niño que anda buscando la casa de Su Padre, pues sabe que Él es un extraño aquí. 4Su infancia es eterna, llena de una inocencia que ha de perdurar para siempre. 5Por dondequiera que este Niño camina es tierra santa. 6Su santidad es lo que ilumina al Cielo, y lo que trae a la tierra el prístino reflejo de la luz que brilla en lo alto, en la que el Cielo y la tierra se encuentran unidos cual uno solo.

5. Este Niño que mora en ti es el que tu Padre conoce como Su Hijo. 2Este Niño que mora en ti es el que conoce a Su Padre. 3Él anhela tan profunda e incesantemente volver a Su hogar, que Su voz te suplica que lo dejes descansar por un momento. 4Tan sólo pide unos segundos de respiro: un intervalo en el que pueda volver a respirar el aire santo que llena la casa de Su Padre. 5Tú eres también Su hogar. 6Él retornará. 7Pero dale un poco de tiempo para que pueda ser lo que es dentro de la paz que es Su hogar, y descansar en silencio, en paz y en amor.

6. Este Niño necesita tu protección. 2Se encuentra muy lejos de Su hogar. 3Es tan pequeño que parece muy fácil no hacerle caso y no oír Su vocecilla, quedando así Su llamada de auxilio ahogada en los estridentes sonidos y destemplados y discordantes ruidos del mundo. 4No obstante, Él sabe que en ti aún radica Su protección. 5Tú no le fallarás. 6Él volverá a Su hogar, y tú lo acompañarás.

7. Este Niño es tu indefensión, tu fortaleza. 2Él confía en ti. 3Vino porque sabía que tú no le fallarías. 4Te habla incesantemente de Su hogar con suaves murmullos. 5Pues desea llevarte consigo de vuelta a él, a fin de poder Él Mismo permanecer allí y no tener que regresar de nuevo a donde no le corresponde estar y donde vive proscrito en un mundo de pensamientos que le son ajenos. 6Su paciencia es infinita. 7Esperará hasta que oigas Su dulce Voz dentro de ti instándote a que lo dejes ir en paz, junto contigo, a donde Él se encuentra en Su casa, al igual que tú.

8. Cuando estés en perfecta quietud por un instante, cuando el mundo se aparte de ti y las vanas ideas que abrigas en tu desaso­segada mente dejen de tener valor, oirás Su Voz. 2Su llamada es tan conmovedora que ya no le ofrecerás más resistencia. 3En ese instante te llevará a Su hogar, y tú permanecerás allí con Él en perfecta quietud, en silencio y en paz, más allá de las palabras, libre de todo temor y de toda duda, sublimemente seguro de que estás en tu hogar.

9. Descansa a menudo con Él hoy. 2Pues Él estuvo dispuesto a convertirse en un Niño pequeño para que tú pudieras aprender cuán fuerte es aquel que viene sin defensas, ofreciendo única­mente los mensajes del amor a quienes creen ser sus enemigos. 3Con el poder del Cielo en Sus manos, los llama amigos y les presta Su fortaleza para que puedan darse cuenta de que Él quiere ser su Amigo. 4Les pide que lo protejan, pues Su hogar está muy lejos, y Él no quiere regresar a él solo.

10. Cristo renace como un Niño pequeño cada vez que un pere­grino abandona su hogar. 2Pues éste debe aprender que a quien quiere proteger es sólo a este Niño, que viene sin defensas y a Quien la indefensión ampara. 3Ve con Él a tu hogar de vez en cuando hoy. 4Tú eres un extraño aquí, al igual que Él.

11. Dedica algún tiempo hoy a dejar a un lado tu escudo que de nada te ha servido, y a deponer la espada y la lanza que blandiste contra un enemigo imaginario. 2Cristo te ha llamado amigo y her­mano. 3Ha venido incluso a pedirte ayuda para que lo dejes regre­sar a Su hogar hoy, íntegro y completamente. 4Ha venido como lo haría un niño pequeño, que tiene que implorar la protección y el amor de su padre. 5Él rige el universo, y, sin embargo, te pide incesantemente que regreses con Él y que no sigas convirtiendo a las ilusiones en dioses.

12. Tú no has perdido tu inocencia. 2Y eso es lo que anhelas, 3lo que tu corazón desea. 4Ésa es la voz que oyes y la llamada que no se puede ignorar. 5Ese santo Niño todavía sigue a tu lado. 6Su hogar es el tuyo. 7Hoy Él te da Su indefensión, y tú la aceptas a cambio de todos los juguetes bélicos que has fabricado. 8Y ahora el camino está libre y despejado, y el final de la jornada puede por fin vislumbrarse. 9Permanece muy quedo por un instante, regresa a tu hogar junto con Él y goza de paz por un rato.


¿Qué me enseña esta lección?

El hogar es el lugar donde convivimos con nuestros padres y recibimos el alimento que nos permite crecer física y anímicamente. El hogar se convierte, igualmente, en la fuente donde recibimos el aprendizaje necesario para crecer en armonía y bien-ser. 

Ese hogar terrenal se manifiesta como el intento de reconstruir el verdadero Hogar de donde procedemos, donde formamos la gran familia de la Filiación, donde somos Uno con nuestro Padre Celestial. 

Pero el intento de reconstruir el Cielo en la Tierra encuentra un gran obstáculo: la voluntad del ego no persigue los mismos objetivos que la Voluntad Divina. Mientras que el ego fabrica un mundo ilusorio y temporal, el Espíritu crea un mundo real y eterno. Mientras que el ego cree en la separación, el Espíritu cree en la unidad. Mientras que el ego, cree en la culpabilidad, en el pecado y en el castigo como vía de redención, el Espíritu, cree en la inocencia, en el perdón y en el amor como vía de liberación y salvación. 

Acallemos las voces procedentes del mundanal ruido que nos impiden oír el susurro de nuestra personalidad inocente. Prestemos atención a la llamada de nuestro Padre, el cual, nos invita a abrir los ojos y a evidenciar la grandeza de Su Hogar. Él nos tiende Sus manos y nos da la bienvenida a nuestra patria, a nuestro verdadero origen.

Sí, reconocemos ese Santo lugar, pues, en realidad siempre habíamos permanecido en él. Tan sólo un sueño temporal nos ha llevado a creer que fuimos expulsados del mismo.


Ejemplo-Guía: "El retorno al verdadero Hogar"

Soy consciente de que vivimos la ilusión de estar en este mundo, sin pertenecer a él. Este pensamiento me ha llevado a reflexionar sobre una cuestión que tarde o temprano nos haremos: ¿es necesario morir a este mundo para experimentar la dicha del Cielo?

Una primera respuesta acude a mi mente. Al igual que el creer vivir en este mundo es una ilusión, morir en él es, igualmente, una ilusión.

Esta respuesta no me deja otra opción que afrontar este asunto desde la verdad, es decir, no somos lo que creemos ser, no somos un cuerpo, ni estamos separados de nuestra Fuente, por lo tanto, no podemos hablar de retorno a nuestro verdadero Hogar, pues en verdad, nunca lo hemos abandonado.

La lección de hoy nos habla del Niño que habita en nuestro interior y que nos habla con el propósito de que, al oír su voz, recordemos que estamos dormidos y experimentando un profundo sueño. Un sueño que no deja de ser parte de la ilusión que hemos fabricado.

Ese acto volitivo del Hijo de Dios, nos ha situado en un estado de conciencia semejante al sueño del olvido y, desde esa lejana morada, todo lo que se percibe nos hace perder la conexión que nos mantiene unido a nuestra Fuente, a Dios.

Consciente de ese estado ilusorio, conocedor de que cualquier propuesta que hagamos con la intención de recordar nuestro origen, nuestra estirpe, forma parte del juego de la ilusión, se nos presenta el reto de encontrar el camino que nos permita ese anhelado encuentro con nuestro verdadero Ser, el único que ha de permitirnos despertar de la angustiosa pesadilla en la que nos encontramos sumidos.

No creo que tengamos que morir a este mundo para alcanzar las puertas del Cielo; es más, creo que el fin más elevado de este ilusorio mundo ha de permitirnos recordar lo que hemos olvidado, que somos dioses en formación. Pero sí podemos morir a las cosas de este mundo, lo que significa que dentro del sueño no le damos valor a lo que percibimos en él, pues si lo hacemos estaríamos reconociendo que son reales, y esa visión, ya la conocemos, es la que nos conduce a la senda del sufrimiento, pues es la vía del miedo y de la separación.

Sí, hay que acallar la atención que nuestra mente presta a los asuntos del mundo y dejar oír la Voz del Niño Crístico que nos habla desde nuestro interior. Ese Niño es como la luz que alumbra las penumbras que nos atemorizan en las pesadillas de nuestro sueño. Ese Niño, es una invitación a pensar de una manera diferente, donde el ataque sea sustituido por la indefensión.

Es en el instante presente, en el ahora, cuando debemos vencer el miedo y sustituirlo por el único antídoto, el Amor.

Hoy, ahora, es el único y verdadero tiempo. Deja que tu Niño interior se manifieste. Está llamando a tu puerta. Ve y ábrele las puertas para que su soplo de inocencia purifique todo tu hogar. Su rostro es el Amor y lo verás dibujado en los rostros de todos y cada uno de tus hermanos.

Reflexión: ¿En verdad crees que el mundo físico es tu verdadero hogar?

Capítulo 21. V. La función de la razón (1ª parte).

V. La función de la razón (1ª parte).

1. La percepción selecciona y configura el mundo que ves. 2Lite­ralmente lo selecciona siguiendo las directrices de la mente. 3Las leyes del tamaño, de la forma y de la luminosidad tendrían vali­dez, quizá, si otras cosas fuesen iguales. 4Pero no lo son. 5Pues es mucho más probable que halles lo que buscas que lo que prefie­res pasar por alto. 6La apacible y queda Voz que habla en favor de Dios no se ve ahogada por los estridentes gritos e insensatos arranques de furia con los que el ego acosa a aquellos que desean escucharla. 7La percepción es una elección, no un hecho 8Pero de esta elección depende mucho más de lo que te has dado cuenta hasta ahora. 9Pues tu creencia acerca de quien eres depende ente­ramente de la voz que elijas escuchar y de los panoramas que elijas ver. 10La percepción da testimonio únicamente de esto, nunca de la realidad. 11Puede mostrarte, no obstante, bajo qué condiciones es posible tener conciencia de la realidad, o aquellas en las que nunca sería posible.

Lo que Jesús nos afirma en este punto viene a reforzar las nuevas teorías que postula la física cuántica sobre la realidad que percibimos. Los nuevos experimentos realizados sobre los campos de la energía plantean una revisión de las verdades admitidas, hasta ahora, por la física mecanicista. La cuestión es que las leyes que habíamos aceptado como verdaderas para dar significado a la materia deben ser sometidas a nuevas hipótesis que defienden la consideración del estado de la energía y de la función del observador en el proceso de prestar su atención y colapsar dicho estado, es decir, transformar la onda en partícula a través de la observación. Si estáis interesados en tener más información sobre los nuevos descubrimientos que está aportando la física cuántica y su aplicación en el proceso de transformación de la conciencia, os recomiendo la lectura de un libro cuyo autor es el Dr. Joe Dispenza, titulado "Deja de ser tú".

La percepción selecciona y configura el mundo que ves. Y lo hace siguiendo las directrices de la mente. El Mundo de Dios es el "mundo de los arquetipos" para los cabalistas o el "campo cuántico" para los físicos cuánticos. Lo describen como el "campo de las infinitas posibilidades", donde nuestra mente, en el uso creador del libre albedrío, puede elegir el pensamiento que queramos. Sabiendo esto, cuando elijamos, hagámoslo bien, pues aquello que elegimos condicionará nuestra vida, pues la onda-idea en la que hayamos puesto nuestra atención colapsará y se convertirá en partícula adoptando la forma de la realidad percibida, esto es, de experiencia física, y creeremos que es nuestra realidad, nuestra verdad. 

Sí, la percepción es una elección, no un hecho, aunque tiene tanto valor para nosotros que condiciona la creencia en lo que somos. Esta particularidad merece que le dediquemos nuestra reflexión a todo aquello que forma parte de nuestras creencias.

2. La realidad no necesita tu cooperación para ser lo que es. 2Pero tu conciencia de ella necesita tu ayuda, ya que tener esa concien­cia es algo que tú eliges. 3Si le prestas oídos a los dictados del ego y ves lo que él te indica ver, no podrás sino considerarte a ti mismo insignificante, vulnerable y temeroso. 4Experimentarás depresión, una sensación de no valer nada, así como sentimien­tos de inestabilidad e irrealidad. 5Creerás que eres la desvalida víctima de fuerzas que están más allá de tu control y que son mucho más poderosas que tú. 6Y creerás que el mundo que fabri­caste rige tu destino. 7Pues tendrás fe en eso. 8Pero no creas que porque tengas fe en eso, ello pueda hacer que sea real.

La visión del ego y el sistema de pensamiento al que ha dado lugar nos llevan a creer que somos un cuerpo físico y que dicho cuerpo es el amo de nuestro cerebro, donde depositamos a la mente. Dicha creencia está tan arraigada que nos lleva a identificar el cuerpo como el único causante y culpable de nuestra naturaleza pecadora. Defiende la creencia de que es el cuerpo el que lleva a la mente a pecar. De este modo le otorga al cuerpo la autoría de todas sus sensaciones y sentimientos. El cuerpo tiene el poder para hacernos sentir felices o desgraciados.

Sin embargo, nuestra percepción nos muestra una ilusión. Nos muestra tan solo lo que deseamos ver. Si deseamos ser especiales, nos mostrará los ropajes de lo que nos permitirá sentirnos especiales. Es la elección inspirada por el deseo lo que facilitará la transformación de las ondas-energía-pensamiento en partículas densas, en materia. Y a esa densidad de la energía la llamaremos realidad. Cuando en verdad la realidad no puede confundirse con el estado de colapso de la energía, con su estado perceptivo, sino que debe conservar su estado primordial, que es la energía que procede del Mundo de Dios o "campo de las infinitas posibilidades".

Al colapsar la energía, al percibirla externamente, la consideramos separada de nosotros. A ese estado de separación hemos llamado "pecado", cuando en verdad lo que hemos hecho es transformar el estado de la energía de su estado onda al estado partícula, cuando hemos deseado un pensamiento aislándolo de su estado origen.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 184

LECCIÓN 184 El Nombre de Dios es mi herencia. 1.  Vives a base de símbolos.  2 Has inventado nombres para todas las cosas que ves.  3 Cada ...