jueves, 31 de octubre de 2024

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (3ª parte).

VI. El instante santo y las leyes de Dios (3ª parte).

6. En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí siempre. 2Lo único que sucede es que se descorre el velo que cubría la realidad. 3Nada ha cambiado. 4Sin embargo, cuando se descorre el velo del tiempo, la conciencia de inmutabilidad aflora de inmediato. 5Nadie que aún no haya experimentado el descorri­miento del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin expe­rimentar miedo alguno. 6Mas el Espíritu Santo te da esa fe porque me la ofreció a mí y yo la acepté. 7No tengas miedo de que se te vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué. 8Y a través de mí, el Espíritu Santo te lo dará a ti, del mismo modo en que tú a tu vez habrás de darlo. 9No permitas que ninguna necesidad que percibas nuble la necesidad que tienes del instante santo. 10Pues en él reconocerás la única necesidad que los Hijos de Dios com­parten por igual, y por medio de este reconocimiento te unirás a mí para ofrecer lo único que es necesario.

Bonita manera de explicar lo que experimentaremos cuando decidamos vivir el instante santo. Se descubre el velo que cubría la realidad. 

Esa realidad, no es la realidad con la que se identifica el ego. Esa realidad no significa que debamos morir en el cuerpo para acceder a su visión. Esa realidad, siempre ha estado ahí, pues representa nuestro verdadero ser. Esa realidad, lo que somos, significa un cambio de percepción del mundo que nos rodea, donde decidimos ver las cosas de otra manera, tal y como son. Sí, percibiremos el cuerpo, pero no lo reconoceremos como nuestra verdadera identidad.

Veremos y experimentaremos nuestras relaciones con los demás, pero lo haremos desde la visión de lo real, esto es, reconociendo en el otro a nuestro hermano en la Filiación, lo que nos llevará, de forma conjunta, a andar el camino que ha de conducirnos a la salvación, juntos.

7. La paz llegará a través de nosotros. 2Únete a mí en la idea de la paz, pues las mentes se comunican por medio de ideas. 3Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, entenderías lo que es la Conciencia de Ser. 4con ello entenderías el significado del amor. 5Pero recuerda que el entendimiento es algo propio de la mente, y sólo de la mente. 6El conocimiento, por lo tanto, es algo propio de la mente y sus condiciones se encuentran en ésta junto con él. 7Si no fueses una idea, y nada más que una idea, no podrías estar en plena comunicación con todo lo que jamás ha existido. 8Sin embargo, mientras prefieras ser otra cosa, o intentes no ser nada más y al mismo tiempo ser otra cosa, no podrás recordar el lenguaje de la comunicación, si bien lo conoces per­fectamente.

El principal error que acompaña el sistema de pensamiento del ego, es pensar, creer, que el cuerpo tiene más valor y poder que las ideas. La razón de que esto sea así, responde a que se ha identificado con aquello que percibe, y los órganos de percepción, han ocupado toda la fuerza de su mente, llevándole a pensar que es un cuerpo. La paz está negada para una mente que no cree en su fuente, en el amor, en la unidad, en el ser espiritual.

8. En el instante santo se recuerda Dios, y con Él se recuerda el lenguaje con el que te comunicas con todos tus hermanos. 2Pues la comunicación se recuerda en unión con otro, al igual que la verdad. 3No hay exclusión en el instante santo porque el pasado desaparece, y con él desaparece también la base de la exclusión. 4Sin su fuente, la exclusión se desvanece. 5Y esto permite que la Fuente que tú y tus hermanos compartís la reemplace en tu con­ciencia. 6Dios y Su poder ocuparán el lugar que les corresponde ocupar en ti, y tú experimentarás la plena comunicación de ideas  con ideas. 7Mediante tu capacidad para hacer esto te darás cuenta de lo que eres, pues empezarás a entender lo que es tu Creador, y lo que es Su creación junto con Él.

Ya lo hemos manifestado en el análisis de este apartado. Somos Mentes y creadores o fabricadores de ideas. El ego, al no compartir esta verdad, utiliza la fe que tiene depositada en su falsa realidad, en el cuerpo, para poner obstáculos a la comunicación. Utiliza el cuerpo, como vehículo para expresar palabras que dan testimonio de lo que piensa, de sus ideas, pero en verdad, es una manera de ocultar su negación a reconocer que la fuente verdadera del ser se encuentra en la Mente y no el cuerpo.

Las ideas que el ego expresa dividen, pues son frutos de un minucioso trabajo de investigación, donde la unidad de la verdad se ha fragmentado en pedazos, convirtiendo la verdad en piezas de un puzle. Ocupamos nuestro tiempo es escudriñar los misterios de la naturaleza, pero en esa búsqueda, cada vez estamos más lejos de la verdad, al no reconocer, que la Fuente de la Creación se encuentra en compartir la Mente de Dios, del Amor.

Por último, os comparto una curiosidad que procede del estudio del comportamiento del ego. El ego no tiene fe en las ideas, las considera teorías que, para ser aceptadas por su sistema de pensamiento, deben pasar la prueba del "algodón" es decir, deben llevarse a la práctica para dar testimonio de su "verdad". ¿De dónde procede esta inseguridad? Precisamente de la falsedad propia de las creencias de ego, esto es, de creer en el miedo, en la culpa, en la separación, en la ilusión y en la percepción falsa. El ego da lo que tiene y si lo que tiene, son esas creencias, es lógico que cuando recibimos una propuesta en forma de ideas, no creamos en ella, y exijamos que se muestre en el terreno de lo tangible. Tan sólo así creerá en dicha idea. ¿Os resuena este comportamiento? El mismo Tomás,  aun siendo apóstol de Jesús, aun habiendo sido testigo de sus enseñanzas y milagros, decidió no creer en su resurrección, sin antes introducir sus dedos en las heridas del Maestro.

Por lo tanto, debemos elegir, entre creer la verdad de lo que somos, Hijos del Amor, o negar tal existencia y seguir rindiendo culto a nuestra falsa identidad.

miércoles, 30 de octubre de 2024

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (2ª parte).

 VI. El instante santo y las leyes de Dios (2ª parte).

3. Toda separación desaparece conforme se comparte la santidad. 2Pues la santidad es poder, y cuando se comparte, su fuerza aumenta. 3Si intentas satisfacerte gratificando tus necesidades tal como las percibes, es porque crees que la fuerza procede de otro, y que lo que tú ganas, él lo pierde. 4Si te percibes como débil, alguien siempre tiene que salir perdiendo. 5Sin embargo, hay otra interpretación de las relaciones que transciende completamente el concepto de pérdida de poder.

El pretender imponer nuestros deseos sobre los demás, nos llevará a un vano intento de que sean y se comporten tal y como nosotros creemos que deben hacerlo. De este modo, estamos retroalimentando la necesidad de reconocimiento y poder, característico del sistema de pensamiento del ego.

Pero, claro, el otro, es posible, que no esté dispuesto a convertirse en nuestra marioneta, y, aunque no es consciente de ello, su presencia en nuestra vida no es casual, pues, haciendo honor al pacto de amor que nos une -aún no recordándolo-, nos proporcionará las respuestas que necesitamos oír para ayudarnos a tomar consciencia de que estamos errando en nuestra manera de entender la relación. Toda relación, basada en estas circunstancias, se convierten en una oportunidad, para ambos, para descubrir, que en verdad están buscando el amor guiados por la creencia en el miedo, lo que les impedirá expresarse desde el respeto a la libertad. Amar es brindar al otro la posibilidad de ser libre. En esa ecuación, el miedo, el pecado y la culpa, no intervienen, por lo que el resultado final, será vivir el Amor verdadero.

4. No te resulta difícil creer que cuando otro le pide amor a Dios, tu propia petición no pierde fuerza. 2Tampoco crees que cuando Dios le contesta tus esperanzas de recibir una respuesta se ven mermadas. 3Por el contrario, te sientes más inclinado a considerar el éxito de tu hermano como una prueba de la posibilidad del tuyo. 4Eso se debe a que reconoces, aunque sea vagamente, que Dios es una idea, y, por consiguiente, tu fe en Él se fortalece al compartirla. 5Lo que te resulta difícil aceptar es el hecho de que, al igual que tu Padre, tú eres una idea. 6Y al igual que Él, te puedes entregar totalmente sin que ello suponga ninguna pérdida para ti y de ello sólo se puedan derivar ganancias. 7En esto reside la paz, pues en ello no hay conflicto.

Hemos sido creados de la Mente de Dios, a Su Imagen y Semejanza. La Mente crea pensamientos y crea ideas. Cuando la esencia, la energía, de esos pensamientos e ideas, es el amor, hablamos de pensamientos creativos, pensamientos verdaderos, pensamientos que son eternos. En cambio, la mente, también tiene la capacidad de imaginar. Cuando lo hace, ya no crea, sino fabrica. La diferencia entre crear y fabricar lo establece la calidad de la esencia, de la energía. Los pensamientos creativos fluyen del amor y son eternos. Los pensamientos imaginados, fabricados, fluyen del miedo, de la separación y son temporales.

Para el ego, sus "creaciones" son imaginaciones, no reales y temporales.

Elegir el uso que le vamos a dar a nuestra Mente, es la diferencia entre vivir en el Cielo o en la tierra; entre ser feliz o infeliz; entre vivir en paz o en conflicto; entre estar sanos o enfermos.

5. En el mundo de la escasez, el amor no significa nada y la paz es imposible. 2Pues en él se aceptan tanto la idea de ganar como la de perder, y, por lo tanto, nadie es consciente de que en su interior reside el amor perfecto. 3En el instante santo reconoces que la idea del amor mora en ti, y unes esta idea a la Mente que la pensó y que jamás podría abandonarla. 4Puesto que dicha Mente mantiene dentro de sí la idea del amor, no puede haber pérdida alguna. 5El instante santo se convierte así en una lección acerca de cómo mantener a todos tus hermanos en tu mente, sin experimentar pérdida alguna sino tan sólo compleción. 6De esto se deduce que sólo puedes dar. 7Y esto es amor, pues únicamente esto es natural de acuerdo con las leyes de Dios. 8En el instante santo prevalecen las leyes de Dios, que son las únicas que tienen sentido. 9Las leyes de este mundo, por otra parte, dejan de tenerlo. 10Cuando el Hijo de Dios acepta las leyes de Dios como lo que su propia voluntad gustosamente dispone, es imposible que se sienta aprisionado o limitado en forma alguna. 11En ese ins­tante es tan libre como Dios quiere que sea. 12Pues en el instante en que se niega a estar aprisionado, en ese mismo instante deja de estarlo.

Utilicemos, ahora, en este instante, nuestra mente para ver la verdad que nos rodea en todo lo creado. Mira a tu hermano, puede ser tu pareja, tus padres, tus familiares, tu jefe, tu mejor amigo, tu mayor enemigo. Míralos, como nunca los habías mirado hasta ahora, libres de culpa, inocentes y puros. Míralos, y reconócete en ellos. Siente esa unidad, ese eterno lazo que te une a ellos. Estarás recordando, el pacto de amor que firmasteis como parte una de la Filiación. Estás viviendo un instante santo, en que recuerdas la santidad que te une a todos ellos.

¿Seguirás creyendo que cuando das, pierdes? ¿Seguirás creyendo en que tu mejor defensa es el ataque? ¿Seguirás condenándolos? ¿Seguirás juzgándolos? ¿Seguirás imponiéndoles tus deseos?

martes, 29 de octubre de 2024

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (1ª parte).

VI. El instante santo y las leyes de Dios (1ª parte).

1. Es imposible usar una relación a expensas de otra sin sentir culpabilidad. 2Y es igualmente imposible condenar parte de una relación y encontrar paz en ella. 3De acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo, todas las relaciones son compromisos totales, si bien no hay conflicto alguno entre ellas. 4Tener absoluta fe en que cada una de ellas tiene la capacidad de satisfacerte completa­mente, sólo puede proceder de una perfecta fe en ti mismo. 5Mas no puedes tener fe en ti mismo mientras sigas sintiendo culpabili­dad. 6Y seguirás sintiendo culpabilidad mientras aceptes la posi­bilidad -y la tengas en gran estima- de que puedes hacer que un hermano sea lo que no es sólo porque tú lo desees.

Debemos recordar, que el origen del conflicto se encuentra en el deseo de ser diferente, lo que ha dado lugar a la creencia en que somos nuestros propios creadores y que nuestra identidad está separada de cualquier otra. Tal creencia se remonta al acto, juzgado como pecaminoso, que nos llevó a infringir el mandato de nuestro Creador, de no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Nuestros ojos se abrieron a un mundo diferente al que estábamos conectados anteriormente (Paraíso Terrenal) y descubrimos nuestra desnudez, símbolo de la inocencia propia del Ser, lo que nos llevó a avergonzarnos de ello y a cubrirlos para ocultar nuestra culpa.

Nuestra relación, hasta ese momento, directa con Dios, nos llevó a percibir de manera distinta, el mundo que nuestros ojos hicieron realidad. Nuestra identidad inocente y divina, adquirió un nuevo ropaje, al que se le ha llamado cuerpo. Lo que era Uno, ahora se percibe como separado. La verdad, recibida de forma directa a través de nuestra comunicación con Dios, a través del vínculo de la Mente Una, pasó al olvido, y, tal y como nos narran las escrituras, el hombre cayó en un profundo sueño, del que aún no ha despertado.

La culpa ancestral se ha grabado en el genoma humano y forma parte de su inconsciente de una manera colectiva. Esa culpa tiñe toda experiencia de relación, en un intento de recuperar la pérdida de  la esencia del amor con la que Dios creó a Su Hijo. La búsqueda del amor se vive como una profunda necesidad, pero ya no oímos la voz directa de nuestro Hacedor, guiando nuestros pasos. Ahora, hemos depositado nuestra confianza en otro maestro, el ego, el cual gobierna con sus leyes y normas toda nuestra existencia, la cual, está erigida sobre los falsos y débiles pilares de miedo.

2. La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se encuentra el amor perfecto. 2Y así, buscas afuera lo que no se puede encontrar afuera. 3Yo te ofrezco la perfecta fe que tengo en ti, en lugar de todas tus dudas. 4Pero no te olvides de que la fe que tengo en todos tus hermanos tiene que ser tan perfecta como la que tengo en ti, pues, de lo contrario, el regalo que te hago sería limitado. 5En el instante santo compartimos la fe que tenemos en el Hijo de Dios porque juntos reconocemos que él es completamente digno de ella, y en nuestro aprecio de su valía no podemos dudar de su santidad. 6Y, por lo tanto, le amamos.

El pecado, se ha convertido en la creencia más absurda en la que hemos depositado nuestra fe. Se trata de una creencia fanática que nos impide recordar lo que realmente somos. El pecado, siendo fruto de nuestra imaginación, se ha convertido en un pensamiento que nos condena eternamente a experimentar el sufrimiento y el dolor.

El pecado, genera culpa y la culpa, en un loco deseo de dejar de sentirla, nos lleva a infligirnos duros castigo, en un intento de recuperar nuestra pureza original. Pero ese modo de ver y tratar la culpa, forma parte del sistema de pensamiento del ego,  el cual, no está dispuesto a que dejemos de creer en la culpa, pues de hacerlo, su existencia peligraría, por la sencilla razón, de que la culpa tan sólo se supera aplicando el amor, perdonando. 

El sistema del pensamiento del ego recomienda como remedio más eficaz, el autocastigo y nos dice: ¡arrepiéntete!, y nos hace pronunciar, repetidas veces, nuestro reconocimiento de que hemos sido pecadores y que somos culpables por nuestros actos y de nuestros pensamientos pecaminosos. Para lo cual, debemos aplicarnos un duro castigo que nos haga recordar, en otras ocasiones, que debemos ser puros. Este método intenta corregir la ausencia de amor, con actos cuyo origen es el miedo.

Tomar consciencia de que hemos errado, es reconocer que el error no es pecado y que dicho error tiene corrección. En esa ecuación, no interviene para nada el pensamiento de la culpa. Si en nuestra experiencia de relación, nos hacemos conscientes de que estamos errando por falta de amor verdadero, no vamos a flagelarnos por sentirnos culpables de tal hecho. El plan de salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo, contempla que recorramos ese camino junto a nuestros hermanos. Si aplicamos esta verdad a nuestra experiencia de relación, veremos a la persona con la que nos relacionamos, como nuestro mejor acompañante para, juntos, andar el camino que nos llevará a la salvación. Ese acompañante, tiene un pacto de amor con nosotros y, aquello que aporte a nuestra vida, tendremos que verlo desde ese punto de vista, es decir, debemos reflexionar sobre su aportación, pues en ella veremos lo que tenemos que aprender y lo que tenemos que corregir, para alcanzar la meta perseguida, el amor verdadero.

lunes, 28 de octubre de 2024

Capítulo 15. V. El instante santo y las relaciones especiales (3ª parte).

V. El instante santo y las relaciones especiales (3ª parte).

8. Todo el mundo aquí en la tierra ha entablado relaciones espe­ciales, y aunque en el Cielo no es así, el Espíritu Santo sabe cómo infundirlas de un toque celestial aquí. 2En el instante santo nadie es especial, pues no le impones a nadie tus necesidades personales para hacer que tus hermanos parezcan diferentes. 3Sin los valores del pasado, verías que todos ellos son iguales y semejantes a ti, 4y que no hay separación alguna entre ellos y tú. 5En el instante santo ves lo que cada relación ha de ser cuando percibas únicamente el presente.

Bendito instante santo, el que nos permite recuperar la Visión Una, la visión de Cristo en nuestra mente. Desaprender lo aprendido, es fundamental para recuperar dicha visión, y para ello, debemos dejar de dar valor al pasado, para que, de este modo, cada presente, cada instante, decidamos ver con ojos nuevos, con una mente inocente ávida de recordar lo que realmente somos: Hijos del Amor.

9. Dios te conoce ahora. 2Él no recuerda nada, pues siempre te ha conocido exactamente como te conoce ahora. 3El instante santo refleja Su conocimiento al desvanecer todas tus percepciones del pasado, y al eliminar de esta manera el marco de referencia que inventaste para juzgar a tus hermanos. 4Una vez que éste ha de­saparecido, el Espíritu Santo lo sustituye con Su Propio marco de referencia, 5el cual es simplemente Dios. 6La intemporalidad del Espíritu Santo radica sólo en esto. 7Pues en el instante santo, el cual está libre del pasado, ves que el amor se encuentra en ti y que no tienes necesidad de buscarlo en algo externo y de arrebatarlo culpablemente de donde pensabas que se encontraba.

Así es. El instante santo, es nuestra decisión de hacer del presente nuestra verdadera realidad, es decir, negar lo que no somos, el ego, y vernos en nuestra grandeza, en nuestro máximo esplendor, en nuestra verdadera esencia, con nuestro verdadero ropaje de amor, de unidad, de paz, de felicidad, de inocencia, de pureza, de vida, de eternidad.

10. Todas tus relaciones quedan bendecidas en el instante santo porque la bendición es ilimitada. 2En el instante santo la Filiación se beneficia cual una sola, y al quedar unida en tu bendición, se vuelve una para ti. 3El significado del amor es el que Dios le dio. 4Atribúyele cualquier otro significado que no sea el que Él le otorga, y te será imposible entenderlo. 5Dios ama a cada uno de tus hermanos como te ama a ti, ni más ni menos. 6Al igual que tú, tiene necesidad de todos ellos por igual. 7En el tiempo, se te ha dicho que obres milagros tal como yo te indique, y que permitas que el Espíritu Santo te traiga aquellos que te andan buscando. 8Mas en el instante santo te unes directamente a Dios, y todos tus hermanos se unen en Cristo. 9Aquellos que están unidos en Cristo no están separados en modo alguno. 10Pues Cristo es el Ser que la Filiación comparte, de la misma manera en que Dios comparte Su Ser con Cristo.

El instante santo, es nuestra elección de abandonar el amor condicional y especial, por el amor incondicional y uno. Elevar el estado de nuestra relación especial al estado de relación inspirada por el instante santo, abrirá nuestros ojos al amor verdadero, al amor que nos hace uno en la Filiación Divina. Dejaremos de sentir miedo por el amor.

11. ¿Crees que puedes juzgar al Ser de Dios? 2Dios lo creó inmune a todo juicio: como resultado de Su necesidad de extender Su Amor. 3Puesto que el amor se encuentra en ti, no tienes otra nece­sidad que extenderlo. 4En el instante santo no hay conflicto de necesidades, ya que sólo hay una necesidad. 5Pues el instante santo se extiende hasta la eternidad y hasta la Mente de Dios. 6únicamente ahí tiene sentido el amor, y únicamente ahí puede ser comprendido. 

El amor, tal y como lo entiende el ego, es seleccionador. Ya lo hemos visto a lo largo de este análisis. El amor, cuando elegimos vivir el instante santo, ya no está bajo la visión del juicio, sino que se entrega a la visión de la Unidad. Ahora seremos conocedores de lo que somos, pues, habremos accedido al Conocimiento del verdadero y único significado del Amor.

El juicio pertenece al sistema de pensamiento del ego, pues su creencia en la separación le ha llevado a olvidar la realidad del Espíritu, el cual, comparte la Unidad de la Mente de Dios.

El juicio es una creencia basada en la percepción errónea del mundo que visionamos exteriormente. Es una proyección  de la autocondena que nos infringimos al rechazar nuestro miedo y nuestra propia culpa. El juicio es la falsa interpretación de lo que somos. Al creernos escindidos del amor, tenemos miedo de él, y, ello, esto es, esa ausencia, al ser percibida en los demás, nos lleva a condenarlos y a juzgarlos.

En el instante santo se produce nuestro despertar. Nuestros ojos se abren a la verdad, a la realidad que somos y nos reconocemos como Hijos de Dios, formando parte de la Filiación Divina.

viernes, 25 de octubre de 2024

Capítulo 15. V. El instante santo y las relaciones especiales (2ª parte).

V. El instante santo y las relaciones especiales (2ª parte).

5. El Espíritu Santo sabe que nadie es especial. 2Mas Él percibe también que has entablado relaciones especiales, que Él desea purificar y no dejar que destruyas. 3Por muy profana que sea la razón por la que las entablaste, Él puede transformarlas en santi­dad, al eliminar de ellas tanto miedo como le permitas. 4Puedes poner bajo Su cuidado cualquier relación y estar seguro de que no será una fuente de dolor, si estás dispuesto a ofrecérsela a Él para que no apoye otra necesidad que la Suya. 5Toda la culpabili­dad que hay en tus relaciones especiales procede del uso que haces de ellas. 6Todo el amor, del uso que Él hace de ellas. 7No temas, por lo tanto, abandonar tus imaginadas necesidades, las cuales no harían sino destruir la relación. 8De lo único que tienes necesidad es de Él.

El Espíritu Santo hace uso de su cualidad como mediador, para inspirarnos el verdadero significado del amor, de tal modo, que seamos capaces de sustituir los viejos conceptos que nuestro sistema de pensamiento ha acuñado del amor bajo la guía del ego.

Ofrecer al Espíritu Santo nuestra relación, significa que debemos estar dispuestos a ver el aspecto condicionado por la culpa de dicha relación. Dicha culpa se basa en el miedo y en la creencia en la separación. Elevar nuestro amor condicionado a un amor incondicional, es la lección que nos regala el Espíritu Santo cuando media en nuestras relaciones.

Cuando amemos, no lo hagamos con miedo a perder lo que amamos, pues si lo hacemos, no lo estamos amando, realmente, le estamos exigiendo que se comporte como nosotros hemos imaginado que debe hacerlo. 

6. Si deseas sustituir una relación por otra, es que no se la has ofrecido al Espíritu Santo para que Él haga uso de ella. 2El amor no tiene substitutos. 3Cualquier intento de sustituir un aspecto del amor por otro, significa que has atribuido menos valor a uno y más a otro. 4De esta forma, no sólo los has separado, sino que los has condenado a ambos. 5Mas tuviste que haberte condenado a ti mismo primero, o, de lo contrario, nunca habrías podido pensar que necesitabas que tus hermanos fuesen diferentes de como son. 6A no ser que hubieses pensado que estabas falto de amor no se te habría ocurrido pensar que ellos estaban tan faltos de amor como tú.

¡Guau! Es tan revelador el contenido de este punto, que no he podido evitar esta exclamación de admiración. Es tanta la lucidez y la sencillez expresada que nos desarma. Cuando el ego recibe este mensaje, queda al descubierto toda su estrategia. ¿Qué argumentos extraerá de su bagaje experiencial de su pasado, para desmentir la verdad expuesta? Dirá, quizás, que ha decidido cambiar de relación por que la otra persona le privaba de libertad, o, tal vez, su argumento sea otro, y su defensa se basará en que la otra persona no lo ama con la misma intensidad que lo hace él, lo que le impide ser especial.

¡No!, ninguno de los argumentos que utilice serán ciertos, pues están basados, eso sí,  en su actual ignorancia de lo que es el amor verdadero. Como bien expresa este punto, el amor no tiene substitutos. El amor es uno. Y si la razón de esa unicidad no se cumple, es porque no creemos en ella, no forma parte de nosotros, lo que nos llevará a proyectar fuera el contenido de nuestras creencias. Veremos a los demás desde la separación, y así, responderemos a nuestras relaciones de amor con ellas.

7.  El uso que el ego hace de las relaciones es tan fragmentado, que con frecuencia va aún más allá una parte de un aspecto se ajusta a sus propósitos, pero al mismo tiempo prefiere diferentes partes de otro aspecto. 2De ésta forma ensambla la realidad de acuerdo con sus caprichos, incitándote a que vayas en busca de una imagen que no tiene contrapartida real. 3Pues no hay nada en el Cielo o en la tierra que se parezca a ella, y así, por mucho que la busques, no podrás encontrarla porque no es real.

La visión del ego responde a su creencia en la separación. La causa de esta creencia procede del deseo del Hijo de Dios de ser diferente a Su Creador. Ese deseo diferenciador le ha llevado a interpretar que ha violado las Leyes de Dios y por tal motivo ha pecado contra Él, y se ha sentido expulsado del Hogar Paradisiaco donde disfrutaba del estado de Unidad.

Con esa errónea visión, la mente decide proyectarse en base a esa ley particular, lo que favorece la percepción, la cual se convierte en la fuente de aprendizaje de la conciencia.

Todo lo percibido se interpreta como separado de la mente que lo percibe y se le aporta un trato desde la visión del miedo y la culpa.

La Mente Una ya no forma parte de la visión de la mente y el juicio, la visión fragmentada, ocupa su lugar.

Hay un dicho popular donde vivo, que nos muestra lo que estamos explicando: "para gusto los colores", es decir, cada mente separada, percibe un mundo diferente, lo que da lugar, a los enfrentamientos y los conflictos, propios por conseguir hacer valer que su gusto es el que más fans y seguidores tiene.

jueves, 24 de octubre de 2024

Capítulo 15. V. El instante santo y las relaciones especiales (1ª parte).

V. El instante santo y las relaciones especiales (1ª parte).

1. El instante santo es el recurso de aprendizaje más útil de que dispone el Espíritu Santo para enseñarte el significado del amor. 2Pues su propósito es la suspensión total de todo juicio. 3Los jui­cios se basan siempre en el pasado, pues tus experiencias pasadas constituyen su base. 4Es imposible juzgar sin el pasado, pues sin él no entiendes nada. 5Por lo tanto, no intentarías juzgar porque te resultaría obvio que no entiendes el significado de nada. 6Esto te da miedo porque crees que, sin el ego, todo sería caótico. 7Mas yo te aseguro que, sin el ego, todo sería amor.

El amor no juzga, no separa, simplemente, acepta y comparte, pues el amor es la fuerza expansiva, con la que hemos sido creados. 

El amor no juzga, pues es inocente, puro y no ve el pasado. Se manifiesta, siempre, en el presente, en el ahora, y su visión es limpia y transparente. No oculta secretos, ni ataca para protegerse, pues, jamás se siente atacado.

El sistema de pensamiento del ego, para subsistir, necesita de la base de su experiencia, la cual, le habla de lo percibido en el pasado. Pero ese proceso, la percepción errónea, es precisamente la causa que le lleva a juzgar, pues, dicha percepción es fruto de la falsa creencia en la separación. El ego tiene miedo al amor, pues, el amor fluye desde la inocencia, y, el ego, no puede permitirse la inseguridad que le aporta en ver las cosas con ojos nuevos.

2. El pasado es el principal recurso de aprendizaje del ego, pues fue en el pasado cuando aprendiste a definir tus propias necesidades y cuando adquiriste métodos para satisfacerlas de acuerdo con las condiciones que tú mismo habías fijado. 2Hemos dicho que limitar el amor a una parte de la Filiación produce culpabilidad en tus relaciones, y, por lo tanto, hace que éstas sean irreales. 3Si intentas aislar ciertos aspectos de la totalidad, con vistas a satisfacer tus imaginadas necesidades, estarás intentando valerte de la separación para salvarte. 4¿Cómo no iba a producirse enton­ces culpabilidad? 5Pues la separación es la fuente de la culpabili­dad, y recurrir a ella para salvarte es creer que estás solo. 6Estar solo es ser culpable. 7Pues sentir que estás solo es negar la Unidad entre Padre e Hijo y, de ese modo, atacar la realidad.

Si escudriñamos nuestra mente con el propósito de valorar nuestro aprendizaje (para el ego, saber es poder), descubriremos que, la fuente de ese saber se encuentra en nuestros recuerdos de lo vivido, de lo experimentado, es decir, en el pasado. Sin embargo, si miramos nuestra mente desde el estado presente, con la convicción de que ese presente nos brinda la oportunidad de aprender cosas que aún no conocemos, tal vez no podamos evitar sentir vértigo, pues ante nuestros ojos se nos muestra un mundo de posibilidades, que, al no formar parte de nuestro saber ancestral, nos desconcierta. No sabemos cómo actuar, cómo hacer las cosas, qué respuesta debemos dar, en definitiva, tenemos miedo a lo desconocido, tenemos miedo a dejarnos llevar por la calma de ese instante, tenemos miedo, por el silencio de nuestra mente, la cual no nos ofrece la acostumbrada seguridad basada en el pasado.

Lo que interpretamos como ignorancia cuando miramos el presente con ojos nuevos, en verdad, es un estado donde la grandeza nos invita a apostar por ella, pues es en ese ahora, cuando podemos deshacer lo aprendido, todo cuanto nos impide avanzar hacia la verdad de lo que somos, para reconocer que somos Uno con la Filiación Divina y Uno con nuestro Creador. Esa visión, está libre de toda creencia en el pecado, en la culpa. Es una visión íntegra de la creación de Dios. Esa visión disipa las sombras del miedo y nos brinda un instante para saborear el dulce néctar de la libertad.

3. No puedes amar sólo a algunas partes de la realidad y al mismo tiempo entender el significado del amor. 2Si amases de manera distinta de como ama Dios, Quien no sabe lo que es el amor espe­cial, ¿cómo ibas a poder entender lo que es el amor? 3Creer que las relaciones especiales, con un amor especial, pueden ofrecerte la sal­vación, es creer que la separación es la salvación. 4Pues la salva­ción radica en la perfecta igualdad de la Expiación. 5¿Cómo puedes pensar que ciertos aspectos especiales de la Filiación pue­den ofrecerte más que otros? 6El pasado te ha enseñado esto. 7Mas el instante santo te enseña que eso, no es así.

Con esta aportación, el Curso acaba de dinamitar todas las creencias que el ego atesora del significado del amor.

Para el ego, el amor adquiere distintos significados. Basa su teoría en el hecho de que no podemos hablar tan sólo de un tipo de amor. Está el amor de pareja, el amor de hijo, el amor de familiares, el cual se puede desmenuzar aún más, dando lugar a las variantes de amor de padres, amor de hermanos, amor de abuelos, amor de tíos, etc. Se habla del amor de amigos, del amor por los animales, del amor pasional, del amor compasivo... Sí, podemos hablar de todas estas variantes de significados del amor y los utilizamos como argumentos para justificar que el amor que sentimos por nuestra pareja, no puede ser el mismo que el que sentimos por nuestros padres o abuelos.

Un Curso de Milagros nos enseña que el Amor es Uno. Qué el Amor es incondicional y es portador del don de la creación, la libertad. Si esto es verdad, que lo es, debemos preguntarnos si todas nuestras variantes y significados del amor cumplen dicho requisito, es decir, ¿amamos desde la libertad?

Si tu respuesta es no, entonces debes tener claro que debes sopesar los significados que das al amor, pues, estarás percibiéndolo de manera errónea, y, tal vez, debas plantearte llamarle de otra manera: miedo.

4. Todas las relaciones especiales contienen elementos de miedo en ellas debido a la culpabilidad. 2Por eso es por lo que están sujetas a tantos cambios y variaciones. 3No se basan exclusiva­mente en el amor inmutable. 4Y allí donde el miedo ha hecho acto de presencia no se puede contar con el amor, pues ha dejado de ser perfecto. 5El Espíritu Santo, en Su función de intérprete de lo que has hecho, se vale de las relaciones especiales, que tú utilizas para apoyar al ego, para convertirlas en experiencias educativas que apunten hacia la verdad. 6Siguiendo Sus enseñanzas, todas las relaciones se convierten en lecciones de amor.

Este punto, nos permite retomar la enseñanza del amor donde lo habíamos dejado, esto es, brindándonos la posibilidad de ver nuestro amor como una expresión, realmente, de miedo. Esto es así, porque interpretamos de manera especial nuestra relación con aquellos que hemos seleccionado como receptores de nuestro amor. Dicho amor está condicionado por nuestros recuerdos del pasado, de donde extraemos el sentimiento de la culpa, como principal cebo para sentirnos atraídos hacia dichas personas, no otras, por la que despertamos atracción, al la que hemos malinterpretado como amor.

El Espíritu Santo utiliza dichas experiencias para que contribuyan en nuestro proceso de aprendizaje de la verdad, en nuestro proceso de aprendizaje del amor. Si indagamos en esta lección de vida, tendremos argumentos, más que suficientes, para escribir cientos de libros, pues, cada relación especial es un mundo. Sin embargo, todas estas relaciones desembocan en el un único "mar", el cual, es regado por las aguas puras del amor verdadero.

miércoles, 23 de octubre de 2024

Capítulo 15. IV. La práctica del instante santo (3ª parte).

 IV. La práctica del instante santo (3ª parte).

7. ¿Cómo puedes hacer esto cuando prefieres abrigar pensamien­tos privados y no renunciar a ellos? La única manera en que podrías hacer esto es negando la perfecta comunicación que hace que el instante santo sea lo que es. 3Crees que puedes abrigar pensamientos que no quieres compartir con nadie, y que la salva­ción radica en que te los reserves exclusivamente para ti. 4Crees que en los pensamientos privados que únicamente tú conoces puedes encontrar una manera de quedarte con lo que deseas sólo para ti y de compartir sólo lo que tú deseas compartir. 5Y luego te preguntas cómo es que no estás en completa comunicación con los que te rodean, o con Dios que os rodea a todos a la vez.

La decisión de albergar pensamientos privados, secretos, forma parte del sistema de pensamiento del ego, pues, la decisión de ocultar dichos pensamientos, siempre responde a los pensamientos de miedo, de culpa, que nos atormentan.

Los pensamientos de amor, siempre son expansivos y propician la comunicación entre las mentes, en reconocimiento de la unidad que comparten. En cambio, los pensamientos de miedo, siempre tratan de ocultar nuestra punidad y nuestra creencia en el pecado, pues, en dichos pensamientos se esconde el reconocimiento de desear atacar y ser diferente a los demás.

8. Cada pensamiento que prefieres mantener oculto interrumpe la comunicación, puesto que eso es lo que quieres. 2Es imposible reconocer la comunicación perfecta, mientras interrumpir la comunicación siga teniendo valor para ti. 3Pregúntate sincera­mente: "¿Deseo estar en perfecta comunicación? a¿Estoy completamente dispuesto a renunciar para siempre a todo lo que la obstaculiza?" 4Si la respuesta es no, entonces no importa cuán dispuesto esté el Espíritu Santo a concedértela, ello no será sufi­ciente para que tú puedas disponer de ella, pues no estás dis­puesto a compartirla con Él. 5la comunicación perfecta, no puede tener lugar en una mente que ha decidido oponerse a ella. 6Pues dar el instante santo así como recibirlo requiere la misma dosis de buena voluntad, al ser la aceptación de la única Volun­tad que gobierna todo pensamiento.

En el ejemplo que exponía en el análisis del punto 4, describimos a "M", expresando una profunda necesidad de hacer cosas grandes e importantes en su vida, para lo cual, estaba dispuesta, incluso a renunciar a los sentimientos que la unía a su familia, para conseguir satisfacer su carencia interior. En su manera de afrontar esta experiencia, detectamos que "M" albergó durante mucho tiempo, pensamientos secretos hacia su familia, en especial, hacia su pareja, pues ésta, desconocía la importancia de dichos pensamientos, desconocía, la necesidad vital que su esposa sentía hacia el hecho de querer dar al mundo, algo que negaría a su propia familia.

Es evidente, que la comunicación no era fluida, no existía en el seno de su familia, y, esa ausencia de amor, le impedía a "M" percibir correctamente su escenario vital, el que sin duda, le estaba ofreciendo la oportunidad de hacer algo grande en su vida, sin necesidad de encontrar en otro lugar, un escenario más propio que su propia familia.

9. La condición necesaria para que el instante santo tenga lugar no requiere que no abrigues pensamientos impuros. 2Pero sí requiere que no abrigues ninguno que desees conservar. 3La ino­cencia no es obra tuya. 4Se te da en el momento en que la desees. 5La Expiación no existiría si no hubiese necesidad de ella. 6No serás capaz de aceptar la comunicación perfecta mientras sigas queriendo ocultártela a ti mismo. 7Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti. 8En tu práctica, por consiguiente, trata solamente de mantenerte alerta contra el engaño, y no trates de proteger los pensamientos que quieres negarte a compartir. 9Deja que la pureza del Espíritu Santo los desvanezca con su fulgor, y concéntrate sólo en estar listo para la pureza que Él te ofrece. 10De esta manera, Él te preparará para que reconozcas que eres un anfitrión de Dios y no un rehén de nada ni de nadie.

"Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti". Siempre me he preguntado, el por qué, buscamos ayuda fuera de nosotros mismos, cuando la verdad ya se encuentra en nuestro interior. La respuesta, ahora la entiendo, nos viene dada por la afirmación con la que hemos comenzado la reflexión de este punto. Lo que deseamos ocultar se encuentra oculto para nosotros, es decir, no tan sólo no vemos la verdad, sino que tampoco vemos nuestra oscuridad, por lo que nos pasa inadvertida.

Serán los demás, la relación de comunicación que con ellos compartimos, los que nos reflejarán la calidad de nuestros pensamientos ocultos. ¿Cómo lo hacen? Sencillamente, haciendo de espejos, esto es, reflejando con su comportamiento la calidad de esos pensamientos ocultos. Nosotros al reconocerlos fuera, al no haberlo aceptados en nuestro interior, los rechazaremos fuera, lo que nos llevará a romper todo vínculo de relación y comunicación con aquellos que nos han mostrado lo que ocultamos en nuestro interior.

Cuando se produce esta dinámica, que es muy habitual, en nuestras vidas, podemos percibir una ruptura de las relaciones, lo que nos llevará a buscar, a conocer, las causas que la han originado. Cuando esto ocurre, decidimos buscar ayuda en las respuestas de los demás. Es cuando nos sinceramos con un amigo, con el deseo de que nos saque de esa situación oscura, o, que decidamos visitar a un psicólogo, para que psicoanálisis nuestro comportamiento.

La única respuesta que nos puede ayudar en esa situación, es la que nos brinde a sustituir la visión de separación, por la de amar. Elegir el amor, nos llevará a buscar a esa persona que ha llevado a cabo el papel de espejo y darles muestras de agradecimiento, en reconocimiento de su papel estelar en nuestra vida. En ese agradecimiento, va implícito, nuestra comprensión de que somos uno en la Filiación de Dios.

martes, 22 de octubre de 2024

Capítulo 15. IV. La práctica del instante santo (2ª parte).

 IV. La práctica del instante santo (2ª parte).

4. ¿Quieres saber cuán perfecto e inmaculado es el santo altar en el que tu Padre se ha ubicado a Sí Mismo? 2Te darás cuenta de esto en el instante santo, en el que gustosamente y de buena voluntad renuncias a todo plan que no sea el Suyo. 3Pues en el instante santo se encuentra la paz, perfectamente diáfana porque has estado dispuesto a satisfacer sus condiciones. 4Puedes reclamar el instante santo en cualquier momento y lugar en que lo desees. 5En tu práctica, procura abandonar cualquier plan que hayas aceptado a fin de encontrar grandeza en la pequeñez. 6No se encuentra ahí. 7Utiliza el instante santo sólo para reconocer que por tu cuenta no puedes saber dónde se encuentra, y que lo único que harías, sería engañarte a ti mismo.

Las artimañas propias del sistema de pensamiento del ego, nos llevará a creer que podemos "espiritualizar" la pequeñez, de tal modo, que nuestra mente nos lleva a creer que podemos conocer los planes de Dios y ajustarlos a nuestros propios planes. Un ejemplo de ello, tal vez nos ayude a reconocer dichas artimañas.

"M, es una chica casada, ha creado una familia, junto a sus hijos, y se siente atraída por el mundo espiritual. Asiste a cursos, conferencias, donde busca encontrar la guía que ha de permitirle dar respuesta a sus inquietudes. Ella, siempre ha sentido una llamada interior a servir a los demás, a hacer algo grande e importante por mejorar la vida de los demás y, sobre todo, de los más necesitados. A pesar de todos los esfuerzos que hacía para mantener sus inquietudes satisfechas, no acababa de conseguirlo, lo que la llevó a una profunda frustración personal que, finalmente, la motivó a tomar una decisión delicada. Le surgió la oportunidad de ir a prestar sus servicios a un país subdesarrollado, como voluntaria, y se planteó abandonar a su familia, pues, entendía que la vida le estaba ofreciendo lo que siempre había deseado, hacer algo grande e importante con su vida"

Tal vez, la grandeza, que le inspiraba a "M", no tuviese nada que ver con la Grandeza que Dios ha depositado en nosotros. El ego, sabe cómo apoderarse de nuestros sueños, de nuestras necesidades, y adornarlas con los mejores vestidos, en nombre de la espiritualidad.

El descubrimiento del amor en nuestro interior, es reconocer la Grandeza con la que Dios nos ha creado. Tal vez pienses que esa grandeza deba ir acompañada de gestos externos que la pongan de manifiesto. Esto es así, pero no por necesidad, pues la grandeza, el amor, no tiene necesidades, ni carencias. Esto es así, porque la grandeza, el amor, nos llevará a su expansión, por su condición natural.

En el ejemplo que hemos elegido, "M", finalmente, decidió oír la voz que le inspiró no abandonar a su familia, para cumplir, con su creencia de que tenía que hacer algo grande e importante en su vida. Entendió, que su familia, su esposo y su hija, les brindaba la oportunidad de llevar a cabo esa expresión de grandeza.  

5. Yo me encuentro dentro del instante santo tan claramente como tú quieres que lo esté. 2Y el tiempo que tardes en aprender a acep­tarme, será el mismo tiempo que tardarás en hacer tuyo el instante santo. 3Te exhorto a que hagas que el instante santo pase a ser tuyo de inmediato, pues liberar la mente del anfitrión de Dios de la pequeñez no depende del tiempo, sino de la buena voluntad que se tenga para ello.

No es la primera vez, que el Curso nos habla de la importancia de la voluntad. Estamos ante el Principio Primordial de todo acto creador. La Voluntad de Dios es el acto de elegir el Amor, la Luz, para llevar a cabo su Creación. Podemos decir, que la Voluntad es como la semilla, en cuyo interior se encuentra el potencial que se expresará dando lugar a la obra creadora, a la planta cuyos frutos aportará nuevas semillas, perpetuando la vida eternamente.

En la voluntad se encuentra el potencial del que somos portadores. En nuestra voluntad se encuentra nuestro poder divino, pues, si utilizamos la voluntad, lo que realmente estamos haciendo es tomando la decisión de elegir, en una dirección u otra, es decir, podemos elegir, siempre que queramos, el camino de la luz, del amor, de la vida, Esta decisión siempre tendrá lugar en el instante santo, pues, esa es nuestra voluntad.

6. La razón de que este curso sea simple es que la verdad es simple. 2La complejidad forma parte del ámbito del ego y no es más que un intento por su parte de querer nublar lo que es obvio. 3Podrías vivir en el instante santo para siempre, empezando desde ahora hasta la eternidad, si no fuera por una razón muy sencilla. 4No empañes la simplicidad de esa razón, pues si lo haces, será únicamente porque prefieres no reconocerla ni aban­donarla. 5La simple razón, llanamente expuesta, es ésta: el instante santo es un momento en el que se recibe y se da perfecta comuni­cación. 6Esto quiere decir que es un momento en el que tu mente es receptiva, tanto para recibir como, para dar. 7El instante santo es el reconocimiento de que todas las mentes están en comunicación. 8Por lo tanto, tu mente no trata de cambiar nada, sino simple­mente de aceptarlo todo.

El instante santo es la elección de expandir la fuerza del amor y compartirla con el mundo que nos rodea. Ese instante no puede excluir a nadie, pues es el reconocimiento de que somos Uno en la Filiación creada por nuestro Padre.

Decide a favor del amor, de la unidad, de la paz, de la inocencia, de la grandeza, y estarás compartiendo el instante santo. Así de simple es la verdad que nos enseña este curso. ¡Qué nuestra voluntad sea compartir esa verdad!

lunes, 21 de octubre de 2024

Capítulo 15. IV. La práctica del instante santo (1ª parte).

IV. La práctica del instante santo (1ª parte).

1. Es posible aprender este curso inmediatamente, a no ser que creas que lo que Dios dispone requiere tiempo. 2Y esto sólo puede significar que prefieres seguir demorando reconocer el hecho de que lo que Su Voluntad dispone ya se ha cumplido. 3El instante santo es este mismo instante y cada instante. 4El que deseas que sea santo, lo es. 5El que no deseas que lo sea, lo desperdicias. 6En tus manos está decidir qué instante ha de ser santo. 7No demores esta decisión, 8pues más allá del pasado y del futuro, donde no podrías encontrar el instante santo, éste espera ansiosamente tu aceptación. 9Sin embargo, no puedes tener una conciencia feliz de él mientras no lo desees, pues encierra dentro de sí la liberación total de la pequeñez.

Al igual que yo, es posible que la lectura de este punto, te lleve a exclamar un ¡eureka!, o, a dar saltos de alegría, pues habrá llegado a tu corazón y habrás reconocido la verdad que andabas buscando; la única verdad que te permitirá encontrar la paz que añoras. Pero..., sí, hay un pero que debes conocer. Esa verdad, no es una nueva verdad para tí, aunque te cueste un poco reconocerlo. Esa verdad, siempre ha estado dentro de tí, esperando que la descubrieses y, sobre todo, que te llevase a servirla. 

El "pero" al que me refiero, no debes subestimarle, pues es el principal obstáculo que, hasta ahora, te ha impedido ver la verdad y vivirla. El simple hecho de que la lectura de este punto te haya provocado cierta euforia, no es suficiente. Si permites que el ego siga gobernando tu mente, es probable, que, la alegría de este instante, dure el  tiempo que decidas de nuevo, rendirle culto.

La verdad es intemporal, pues su Causa así lo es. No está sujeta al cambio, y lo que es verdad ahora, lo será siempre.

Recuperemos ese estado de felicidad producido por la visión de la verdad, pues no tendremos que buscar fuera de nosotros ningún método para conseguir que dicha visión sea eterna. El cómo conseguirlo forma parte de la propia verdad. Viene con las instrucciones que ha de permitirnos experimentarla en su plenitud. Tan sólo tenemos que desear que sea nuestro guía y maestro, en cada instante de nuestra existencia. Esa es la verdad: Ama eternamente y la eternidad te acompañará siempre.

2. Tu práctica, por lo tanto, debe basarse en que estés dispuesto a dejar a un lado toda pequeñez. 2El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu deseo de ella, mientras no la desees, y en su lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que se encontrará de ti. 4En la medida en que la desees, en esa misma medida harás que se aproxime a ti. 5No pienses que puedes ir en busca de la salvación a tu manera y alcanzarla. 6Abandona cualquier plan que hayas elaborado para tu salvación y substitúyelo por el de Dios. 7Su plan te satisfará. 8No hay nada más que pueda brindarte paz, pues la paz es de Dios y de nadie más qué de Él.

Ya no podemos poner más escusas. Ya no podremos culpar el mundo de fuera, a los demás, condenándoles a ser nuestros enemigos, a ser los obstáculos que nos impiden encontrar la paz añorada. La felicidad no se encuentra fuera de nosotros, sino en nuestro interior. Es nuestra decisión el ser felices, y lo único que nos lo impide es el deseo de no serlo. ¿Esto es una contradicción? No, no lo es, si tomamos consciencia de que la verdad se encuentra en nuestro interior y no fuera de él. Dios nos creó desde la Verdad, desde el Amor y somos Semejantes a Él. 

Lo que ocurres, es que hemos elegido ver de una manera diferente; hemos elegido creer que somos nuestros propios creadores y que nos encontramos separados de mundo de fuera, de los demás. Sí, hemos inventado nuestro propio plan de salvación y ese camino está repleto de fórmulas que ninguna nos lleva a la paz, pues no persigue la paz, sino el logro personal de ser diferente a otros.

Deja de mirar al exterior con los ojos del ego, y elige mirar en tu interior con la visión de Cristo. Si lo haces, allí donde antes percibías la oscuridad, ahora, verás nítidamente la luz; allí donde antes sentías miedo, ahora, sentirás amor; allí donde antes veías separación, ahora verás unidad.

3. Sé humilde ante Él, y, sin embargo, grande en Él. 2No antepon­gas ningún plan del ego al plan de Dios, 3pues con tu decisión de formar parte de cualquier otro plan que no sea el Suyo dejas vacante tu lugar en Su plan, que debes ocupar si quieres unirte a mí. 4Te exhorto a que cumplas el santo papel que te corresponde desempeñar en el plan que Él dio al mundo para liberarlo de la pequeñez. 5Dios desea que Su anfitrión more en perfecta libertad. 6Cualquier fidelidad a un plan de salvación distinto del Suyo dis­minuye en tu propia mente el valor de lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti. 7Sin embargo, es tu mente la que es Su anfi­trión.

Sustituir la visión del ego, por la Visión Crística, nos permitirá reconocer el Plan de Salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo y adherirnos a él. ¿Cuál es ese Plan de Salvación?

Ya lo hemos analizado en otra parte de estas enseñanzas, el Plan de Salvación es el que nos brinda la oportunidad de recordar lo que realmente somos, Hijos de la misma Filiación, unidos en la Mente del Creador, visión que nos llevará a comprender que, la Salvación no es un camino que debamos andar en solitario, sino de las manos del resto de la humanidad.

viernes, 18 de octubre de 2024

Capítulo 15. III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (4ª parte).

III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (4ª parte).

10.  Decide como yo que decidí morar contigo. 2Mi voluntad dis­pone lo mismo que la de mi Padre, pues sé que Su Voluntad no varía y que se encuentra eternamente en paz consigo misma. 3Nada que no sea Su Voluntad podrá jamás satisfacerte. 4No aceptes menos y recuerda que todo lo que aprendí es tuyo. 5Yo amo lo que mi Padre ama tal como Él lo hace, y no puedo aceptar que sea lo que no es, 6de la misma manera en que Él tampoco puede hacerlo. 7Cuando hayas aprendido a aceptar lo que eres, no inventarás otros regalos para ofrecértelos a ti mismo, pues sabrás que eres íntegro, que no tienes necesidad de nada y que eres incapaz de aceptar nada para ti. 8Y habiendo recibido, darás gustosamente. 9El anfitrión de Dios no tiene que ir en pos de nada, pues no hay nada que él tenga que encontrar.

Sí, ya lo hemos visto en el análisis de otros apartados. Lo importante es ser conscientes de nuestras decisiones, de nuestras elecciones, pues nuestra elección, nos revelará a qué identidad estamos sirviendo, es decir, nos hablará de nuestra manera de ver la vida, de nuestras creencias.

Jesús, lo tiene claro. Nada que no sea alinear nuestra voluntad a la de nuestro Padre podrá jamás satisfacernos, aportarnos paz.

Nos dice, El Maestro, algo que me ha llegado al corazón: "cuando hayas aprendido a aceptar lo que eres...". Sí, ese mensaje es clave, pues nos señala dónde se encuentra exactamente escondido nuestro tesoro. Se trata de aceptar lo que somos. Ni más, ni menos. Si lo ves, dejarás de dudar y caminarás de la mano con Jesús. Si no lo ves, elegirás servir a tu falso anfitrión, el ego.

11. Si estás completamente dispuesto a dejar que la salvación se lleve a cabo de acuerdo con el plan de Dios y te niegas a tratar de obtener la paz por tu cuenta, alcanzarás la salvación. 2Mas no pienses que puedes sustituir tu plan por el Suyo. 3En vez de eso, únete a mí en el Suyo para que juntos podamos liberar a todos aquellos que prefieren permanecer cautivos, y proclamar que el Hijo de Dios es Su anfitrión. 4Así pues, no dejaremos que nadie se olvide de lo que tú quieres recordar, 5de este modo, lo recorda­rás.

El ego, también tiene su propio plan de salvación, pero este plan, está llamado al fracaso, pues se olvida de lo esencial. Se olvida que no puede salvarse sólo. El objetivo de la salvación debe responder a la causa que lo ha hecho necesaria, es decir, debe corregir el error principal por el cual creemos que debemos salvarnos.

Para el ego, ese error no es corregir la falsa creencia en la separación, por lo que su plan de salvación, al no contemplar un camino compartido, lo que hace es llevarle a utilizar la debilidad y la pequeñez de los demás para su propio provecho. El plan de salvación del ego está amparado en el miedo.

Dejemos el plan de salvación en manos de Dios y de Su Anfitrión y pongamos nuestra voluntad a su servicio. Lo que sin duda no podemos obviar es buscar la salvación sin la participación de nuestros hermanos.

12. Evoca en todos únicamente el recuerdo de Dios y el del Cielo que mora en ellos. 2Allí donde desees que tu hermano esté, allí creerás estar tú. 3No respondas a su petición de pequeñez y de infierno, sino sólo a su llamamiento a la grandeza y al Cielo. 4No te olvides de que su llamamiento es el tuyo y contéstale junto conmigo. 5El poder de Dios está a favor de Su anfitrión eterna­mente, pues su único cometido es proteger la paz en la que Él mora. 6No deposites la ofrenda de la pequeñez ante Su santo altar, el cual se eleva más allá de las estrellas hasta el mismo Cielo por razón de lo que le es dado. 

Si nuestra mente rinde culto al sistema de pensamiento del ego, veremos a nuestros hermanos separados de nosotros mismos, lo que nos llevará a percibir la relación ellos, como una experiencia donde el miedo mermará cualquier posibilidad de paz y amor. Lo percibiremos como nuestros enemigos, pues ante el temor de que nos ataquen y nos quiten lo que poseemos, decidiremos atacar primero. De este modo, el conflicto está asegurado.

La ofrenda de pequeñez que compartamos con los demás, será correspondida con esa misma carencia y pequeñez.

Tan sólo el Amor puede poner fin a esa absurda relación. Tan sólo el perdón puede sanar las heridas causadas por los enfrentamientos causados en la experiencia de relación, la cual, nada más lejos de ser interpretada como una oportunidad de salvación, sino que es juzgada como una experiencia de maldición y condenación. 

jueves, 17 de octubre de 2024

Capítulo 15. III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (3ª parte).

III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (3ª parte).

7. En esta temporada (Navidad) en la que se celebra el nacimiento de la santidad en este mundo, únete a mí que me decidí en favor de la santidad en tu nombre. 2Nuestra tarea conjunta consiste en restaurar la conciencia de grandeza en aquel que Dios designó como Su anfitrión. 3Dar el don de Dios está más allá de tu peque­ñez, pero no más allá de ti. 4Pues Dios quiere darse a Sí Mismo a través de ti. 5Él se extiende Sí Mismo desde ti hacia todo el mundo, y más allá de todo el mundo hasta las creaciones de Su Hijo sin abandonarte. 6Él se extiende eternamente mucho más allá de tu insignificante mundo, aunque sin dejar de estar en ti. 7No obstante, Él te ofrece todas Sus extensiones a ti, puesto que eres Su anfitrión.         

Siempre se ha dicho que la Navidad tiene la magia de despertar lo mejor de cada persona. En esa temporada, decidimos acercarnos a nuestros seres queridos y compartir con ellos, mensajes de paz y amor. Tal vez, nuestro corazón nos lleve a tener gestos que, durante el resto del año, no tenemos, pero lo más importante, es que, en esas fechas, nos sentimos más cerca de la luz que de la oscuridad.

Jesús, nos invita a unirnos a Él y celebrar el nacimiento de la santidad. Unirse a Él, adquiere ese significado mencionado más arriba, esto es, olvidar las diferencias que hemos interpuesto con los demás y dar testimonio del amor en nuestros pensamientos y acciones.

La Navidad, se convertirá en el modelo de vida que debemos seguir cada día de nuestra existencia. No podemos simular que somos hombres de paz, cuando al día siguiente, despojados del disfraz de hombre bueno, nos condenamos y condenamos a los demás. La Navidad, debe formar parte de nuestra mente de forma permanente, de modo que, cada presente, sea una demostración de amor y paz.

8. ¿Es acaso un sacrificio dejar atrás la pequeñez y dejar de deam­bular en vano? 2Despertar a la gloria no es un sacrificio. 3Pero sí es un sacrificio aceptar cualquier cosa que no sea la gloria. 4Trata de aprender que no puedes sino ser digno del Príncipe de la Paz, nacido en ti en honor de Aquel de Quien eres anfitrión. 5Desconoces el significado del amor porque has intentado comprarlo con baratijas, valorándolo así demasiado poco como para poder comprender su grandeza. 6El amor no es insignificante, y mora en ti que eres el anfitrión de Dios. 7Ante la grandeza que reside en ti, la poca estima en que te tienes a ti mismo y todas las peque­ñas ofrendas que haces, se desvanecen en la nada.

El mundo del ego es sinónimo de sacrificio y dolor. ¿Acaso la semilla del miedo puede dar frutos de paz y gloria? ¿Acaso la semilla de la escasez, de la carencia, de la necesidad, de la pequeñez, puede dar frutos de abundancia, de grandeza?

El ego cree conocer el Amor, pero en verdad, le tiene miedo. ¿Por qué? Pues porque si el ego creyese en el Amor, no existiría. Su identidad está basada en la creencia en la separación. ¿Acaso el Amor, puede dar como frutos el ataque y la discordia?

9. Bendita criatura de Dios, ¿cuándo vas a aprender que sólo la santidad puede hacerte feliz y darte paz? 2Recuerda que no aprendes únicamente para ti, de la misma manera en que yo tam­poco lo hice. 3Tú puedes aprender de mí únicamente porque yo aprendí por ti. 4Tan sólo deseo enseñarte lo que ya es tuyo, para que juntos podamos reemplazar la miserable pequeñez que man­tiene al anfitrión de Dios cautivo de la culpabilidad y la debili­dad, por la gozosa conciencia de la gloria que mora en él. 5Mi nacimiento en ti es tu despertar a la grandeza. 6No me des la bienvenida en un pesebre, sino en el altar de la santidad, en el que la santidad mora en perfecta paz. 7Mi Reino no es de este mundo, puesto que está en ti. 8Y tú eres de tu Padre. 9Unámonos en honor a ti, que no puedes sino permanecer para siempre más allá de la pequeñez.

Glorioso, el mensaje que nos ofrece Jesús en este punto. Nuestro hermano mayor, nos recuerda lo que representa en nuestras vidas. Se presenta como el estado de consciencia que debemos adquirir para dar testimonio del Amor, de la Grandeza y no de la pequeñez y del miedo. Su Voluntad es enseñarnos a reconocer lo que realmente somos, y cuando lo hagamos, caminaremos junto a Él, dando testimonio de la Grandeza de Dios y anunciando al mundo el final de la pequeñez.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 307

LECCIÓN 307 Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad. 1. Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. 2 No hay otra volun­ta...