Ejemplo-Guía: "Caminar con nuestros hermanos, es caminar con Cristo"
En la Lección 303, decíamos:
“Si necesitamos una pista que nos ayude a reconocer a Cristo, esa pista no es otra que el rostro de cada uno de los hermanos con quien te encuentras, el cual se convierte en un testigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibamos en él”.
Tenemos a nuestro alcance una unidad de medida para detectar lo distante que estamos de la verdad. La distancia que nos separe o nos una, a nuestros hermanos, esa será la medida que nos indique lo cerca o lo lejos que nos encontramos del Cielo.
¿Cómo es la relación que mantenemos con los demás? La respuesta, la que sea, nos hablará de nosotros mismos, no del otro, pues ese otro, es el espejo donde nos proyectamos, donde nos vemos reflejado, tanto en lo que consideramos bueno, como en lo que consideramos malo.
He encontrado en el Texto, un apartado en el Capítulo 31, que se titula "Caminando con Cristo". Recordarlo, nos ayudará a comprender que caminar con nuestros hermanos, es caminar con Cristo.
II. Caminando con Cristo.
“Una vieja lección no se supera contraponiendo la nueva con la vieja. No se la subyuga para que la verdad pueda conocerse, ni se combate para que se rinda ante el atractivo de la verdad. No hay que prepararse para ninguna batalla, no hay que dedicarle tiempo, ni tampoco es necesario hacer planes para implantar lo nuevo. Una vieja batalla se está librando contra la verdad, pero la verdad no responde. ¿Quién podría ser herido en semejante batalla, a no ser que se hiriese a sí mismo? En realidad, no tiene enemigos. ¿Y podría acaso ser atacado por sueños?” (T31.II.1:1-7).
“Repasemos nuevamente lo que parece interponerse entre la verdad de lo que eres y tú. Pues para superar este obstáculo se tienen que dar ciertos pasos. El primero es una decisión que tú tomas. Pero de ahí en adelante, la verdad se te confiere. Tú quieres determinar lo que es verdad, y debido a tu deseo, estableces dos alternativas entre las que elegir cada vez que crees que tienes que tomar una decisión. Ninguna de ellas es verdad, ni tampoco son diferentes entre sí. Sin embargo, tienes que examinar las dos antes de que puedas mirar más allá de ellas a la única alternativa que sí constituye una elección diferente. Pero no la busques en los sueños que forjaste con el propósito de que esto estuviese nublado de tu conciencia” (T-31.II.2:1-10).
“Las alternativas entre las que eliges no constituyen una verdadera elección, y tan sólo dan la impresión de que se trata de una elección libre, pues en cualquier caso, el resultado será el mismo. De modo que no es realmente una elección en absoluto. El líder y el seguidor parecen desempeñar diferentes papeles, y cada uno de estos papeles parece poseer ventajas que tú no quisieras perder. En su fusión, por lo tanto, parece haber esperanzas de satisfacción y de paz. Te ves a ti mismo dividido entre estos dos papeles, escindido para siempre entre los dos. Y cada amigo o enemigo se convierte en un medio para salvarte de esto” (T-31.II.3:1-6).
“Tal vez lo llames amor. O tal vez pienses que es un asesinato que finalmente está justificado. Odias a aquel a quien asignaste el papel de líder cuando tú lo quisieras tener, y lo odias igualmente cuando él no lo asume en aquellas ocasiones en que tú quieres ser el seguidor y abandonar el liderato. Para eso fue para lo que concebiste a tu hermano, y te acostumbraste a pensar que ése era su propósito. A menos que él sea fiel a eso, no habrá cumplido la función que tú le asignaste. Por lo tanto, merece la muerte, al no tener ningún propósito ni ninguna utilidad para ti” (T-31.II.4:1-6).
“¿Y qué quiere él de ti? ¿Qué otra cosa podría querer, sino lo mismo que tú quieres de él? En esto es tan fácil elegir la vida como la muerte, pues lo que eliges para ti lo eliges para él. Le haces dos llamamientos, tal como él a ti. Estos dos llamamientos ciertamente constituyen una elección, pues de cada uno de ellos se deriva un resultado distinto. Si él acaba siendo tu líder o tu seguidor no importa, pues en cualquier caso habrás elegido la muerte. Pero si él clama por la muerte o por la vida, por el odio o bien por el perdón y por la ayuda, entonces el resultado no será el mismo. Si oyes el primero de esos llamamientos, te separarás de él y te perderás. Mas si oyes el segundo, te unirás a él y en tu respuesta se halla la salvación. La voz que oyes en él no es sino la tuya. ¿Qué te pide? Escucha atentamente, pues te está pidiendo lo mismo que te ha de llegar a ti, ya que lo que estás viendo es una imagen de ti mismo y lo que estás oyendo es tu propia voz expresando tus deseos” (T-31.II.5:1-14).
“Antes de contestar, haz una pausa y piensa en lo siguiente: La respuesta que le dé a mi hermano es la que yo estoy pidiendo. Y lo que aprenda acerca de él, es lo que aprenderé acerca de mí. Aguardemos luego un instante y estemos muy quietos, olvidándonos de todo lo que habíamos creído oír y recordando cuán poco sabemos. 5Este hermano ni nos dirige ni nos sigue, sino que camina a nuestro lado por la misma senda que nosotros recorremos. Él es como nosotros, y se halla tan cerca o tan lejos de lo que anhelamos como le permitamos estar. No hacemos ningún avance que él no haga con nosotros, y si él no avanza, nosotros retrocedemos. No le des la mano con ira, sino con amor, pues su progreso es el tuyo propio. Y recorreremos la senda por separado a no ser que lo mantengas a salvo a tu lado” (T-31.II.6:1-6).
“Puesto que Dios os ama a los dos por igual, se te salvará de todas las apariencias y contestarás la llamada que Cristo te hace. Estáte muy quedo y escucha. Despeja tu mente de viejas ideas. Olvida las tristes lecciones que aprendiste acerca de este Hijo de Dios que te llama. Cristo llama a todos con igual ternura, sin ver líderes ni seguidores, y oyendo una sola respuesta para todos ellos. Puesto que Él oye una sola Voz, no puede oír una respuesta diferente de la que dio cuando Dios lo nombró Su único Hijo” (T-31.II.7:1-6).
“Sumérgete en la más profunda quietud por un instante. Ven sin ningún pensamiento de nada que hayas aprendido antes, y deja a un lado todas las imágenes que has inventado. Lo viejo y decrépito se derrumbará ante lo nuevo tanto si te opones a ello como si lo apoyas. Ninguna de las cosas que consideras valiosas y dignas de tus atenciones será atacada. Tampoco se atacará tu deseo de oír un llamamiento que jamás existió. Nada te hará daño en este santo lugar adonde vienes a escuchar en silencio y a aprender qué es lo que realmente quieres. Esto será lo único que se te pedirá aprender. Mas al oírlo, comprenderás que lo único que necesitas hacer es abandonar los pensamientos que ya no deseas y que nunca fueron verdad” (T-31.II.8:1-8).
“Perdona a tu hermano por todo lo que aparenta ser, lo cual procede de las viejas lecciones que te habías enseñado a ti mismo acerca de tu pecaminosidad. Oye únicamente su petición de clemencia y liberación de todas las pavorosas imágenes que tiene con respecto a lo que él es y a lo que tú no puedes sino ser también. Él teme caminar a tu lado, y cree que tal vez si se atrasa o se adelanta un poco será menos peligroso para él. ¿Cómo ibas a poder progresar tú si piensas lo mismo, y avanzas únicamente cuando él se rezaga y te quedas atrás cuando él se adelanta? Pues al hacer esto, te olvidas del objetivo de la jornada, que no es otro que la decisión de caminar a su lado, de modo que ninguno sea ni líder ni seguidor. Se trata, por lo tanto, de que caminéis juntos y no cada uno por separado. Y mediante esta decisión, el resultado del aprendizaje cambia, pues Cristo habrá vuelto a nacer para vosotros dos” (T-31.II.9:1-7).
“Para que esto suceda, bastará un solo instante que estés libre de tus viejas ideas acerca de quién es tu formidable compañero y de lo que él debe estar pidiendo. 2Y percibirás que su propósito es el mismo que el tuyo. Él pide lo que tú deseas y necesita lo mismo que tú. Tal vez en su caso ello se manifieste de forma diferente, pero no es a la forma a lo que respondes. Él pide y tú recibes, pues has venido con un solo propósito: poder aprender a amar a tu hermano con un amor fraternal. Y en cuanto que hermano tuyo, su Padre no puede sino ser el mismo que el tuyo, ya que él es como tú” (T-31.II.10:1-6).
“Unidos podéis recordar y aceptar vuestra herencia común. Solos, se os niega a ambos. ¿No está claro acaso que mientras sigas insistiendo en ser líder o seguidor pensarás que caminas solo, sin nadie a tu lado? Éste es el camino que no conduce a ninguna parte, pues no se te puede otorgar la luz mientras camines solo, y así, no puedes ver por dónde vas. Esto produce confusión y una interminable sensación de duda, a medida que te tambaleas solo de un lado a otro en la oscuridad. Sin embargo, éstas no son más que apariencias de lo que es la jornada y de cómo se tiene que recorrer. Pues hay Alguien a tu lado que ilumina tu camino, de modo que puedas dar cada paso con certeza y sin ninguna duda con respecto a qué camino seguir. Tener los ojos vendados puede ciertamente cegarte, mas no puede hacer que el camino en sí sea oscuro. Y Aquel que viaja contigo tiene la luz” (T-31.II.11:1-9).
Reflexión: ¿Cómo vives la Paz de Cristo?