miércoles, 30 de octubre de 2024

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (2ª parte).

 VI. El instante santo y las leyes de Dios (2ª parte).

3. Toda separación desaparece conforme se comparte la santidad. 2Pues la santidad es poder, y cuando se comparte, su fuerza aumenta. 3Si intentas satisfacerte gratificando tus necesidades tal como las percibes, es porque crees que la fuerza procede de otro, y que lo que tú ganas, él lo pierde. 4Si te percibes como débil, alguien siempre tiene que salir perdiendo. 5Sin embargo, hay otra interpretación de las relaciones que transciende completamente el concepto de pérdida de poder.

El pretender imponer nuestros deseos sobre los demás, nos llevará a un vano intento de que sean y se comporten tal y como nosotros creemos que deben hacerlo. De este modo, estamos retroalimentando la necesidad de reconocimiento y poder, característico del sistema de pensamiento del ego.

Pero, claro, el otro, es posible, que no esté dispuesto a convertirse en nuestra marioneta, y, aunque no es consciente de ello, su presencia en nuestra vida no es casual, pues, haciendo honor al pacto de amor que nos une -aún no recordándolo-, nos proporcionará las respuestas que necesitamos oír para ayudarnos a tomar consciencia de que estamos errando en nuestra manera de entender la relación. Toda relación, basada en estas circunstancias, se convierten en una oportunidad, para ambos, para descubrir, que en verdad están buscando el amor guiados por la creencia en el miedo, lo que les impedirá expresarse desde el respeto a la libertad. Amar es brindar al otro la posibilidad de ser libre. En esa ecuación, el miedo, el pecado y la culpa, no intervienen, por lo que el resultado final, será vivir el Amor verdadero.

4. No te resulta difícil creer que cuando otro le pide amor a Dios, tu propia petición no pierde fuerza. 2Tampoco crees que cuando Dios le contesta tus esperanzas de recibir una respuesta se ven mermadas. 3Por el contrario, te sientes más inclinado a considerar el éxito de tu hermano como una prueba de la posibilidad del tuyo. 4Eso se debe a que reconoces, aunque sea vagamente, que Dios es una idea, y, por consiguiente, tu fe en Él se fortalece al compartirla. 5Lo que te resulta difícil aceptar es el hecho de que, al igual que tu Padre, tú eres una idea. 6Y al igual que Él, te puedes entregar totalmente sin que ello suponga ninguna pérdida para ti y de ello sólo se puedan derivar ganancias. 7En esto reside la paz, pues en ello no hay conflicto.

Hemos sido creados de la Mente de Dios, a Su Imagen y Semejanza. La Mente crea pensamientos y crea ideas. Cuando la esencia, la energía, de esos pensamientos e ideas, es el amor, hablamos de pensamientos creativos, pensamientos verdaderos, pensamientos que son eternos. En cambio, la mente, también tiene la capacidad de imaginar. Cuando lo hace, ya no crea, sino fabrica. La diferencia entre crear y fabricar lo establece la calidad de la esencia, de la energía. Los pensamientos creativos fluyen del amor y son eternos. Los pensamientos imaginados, fabricados, fluyen del miedo, de la separación y son temporales.

Para el ego, sus "creaciones" son imaginaciones, no reales y temporales.

Elegir el uso que le vamos a dar a nuestra Mente, es la diferencia entre vivir en el Cielo o en la tierra; entre ser feliz o infeliz; entre vivir en paz o en conflicto; entre estar sanos o enfermos.

5. En el mundo de la escasez, el amor no significa nada y la paz es imposible. 2Pues en él se aceptan tanto la idea de ganar como la de perder, y, por lo tanto, nadie es consciente de que en su interior reside el amor perfecto. 3En el instante santo reconoces que la idea del amor mora en ti, y unes esta idea a la Mente que la pensó y que jamás podría abandonarla. 4Puesto que dicha Mente mantiene dentro de sí la idea del amor, no puede haber pérdida alguna. 5El instante santo se convierte así en una lección acerca de cómo mantener a todos tus hermanos en tu mente, sin experimentar pérdida alguna sino tan sólo compleción. 6De esto se deduce que sólo puedes dar. 7Y esto es amor, pues únicamente esto es natural de acuerdo con las leyes de Dios. 8En el instante santo prevalecen las leyes de Dios, que son las únicas que tienen sentido. 9Las leyes de este mundo, por otra parte, dejan de tenerlo. 10Cuando el Hijo de Dios acepta las leyes de Dios como lo que su propia voluntad gustosamente dispone, es imposible que se sienta aprisionado o limitado en forma alguna. 11En ese ins­tante es tan libre como Dios quiere que sea. 12Pues en el instante en que se niega a estar aprisionado, en ese mismo instante deja de estarlo.

Utilicemos, ahora, en este instante, nuestra mente para ver la verdad que nos rodea en todo lo creado. Mira a tu hermano, puede ser tu pareja, tus padres, tus familiares, tu jefe, tu mejor amigo, tu mayor enemigo. Míralos, como nunca los habías mirado hasta ahora, libres de culpa, inocentes y puros. Míralos, y reconócete en ellos. Siente esa unidad, ese eterno lazo que te une a ellos. Estarás recordando, el pacto de amor que firmasteis como parte una de la Filiación. Estás viviendo un instante santo, en que recuerdas la santidad que te une a todos ellos.

¿Seguirás creyendo que cuando das, pierdes? ¿Seguirás creyendo en que tu mejor defensa es el ataque? ¿Seguirás condenándolos? ¿Seguirás juzgándolos? ¿Seguirás imponiéndoles tus deseos?

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