miércoles, 23 de octubre de 2024

Capítulo 15. IV. La práctica del instante santo (3ª parte).

 IV. La práctica del instante santo (3ª parte).

7. ¿Cómo puedes hacer esto cuando prefieres abrigar pensamien­tos privados y no renunciar a ellos? La única manera en que podrías hacer esto es negando la perfecta comunicación que hace que el instante santo sea lo que es. 3Crees que puedes abrigar pensamientos que no quieres compartir con nadie, y que la salva­ción radica en que te los reserves exclusivamente para ti. 4Crees que en los pensamientos privados que únicamente tú conoces puedes encontrar una manera de quedarte con lo que deseas sólo para ti y de compartir sólo lo que tú deseas compartir. 5Y luego te preguntas cómo es que no estás en completa comunicación con los que te rodean, o con Dios que os rodea a todos a la vez.

La decisión de albergar pensamientos privados, secretos, forma parte del sistema de pensamiento del ego, pues, la decisión de ocultar dichos pensamientos, siempre responde a los pensamientos de miedo, de culpa, que nos atormentan.

Los pensamientos de amor, siempre son expansivos y propician la comunicación entre las mentes, en reconocimiento de la unidad que comparten. En cambio, los pensamientos de miedo, siempre tratan de ocultar nuestra punidad y nuestra creencia en el pecado, pues, en dichos pensamientos se esconde el reconocimiento de desear atacar y ser diferente a los demás.

8. Cada pensamiento que prefieres mantener oculto interrumpe la comunicación, puesto que eso es lo que quieres. 2Es imposible reconocer la comunicación perfecta, mientras interrumpir la comunicación siga teniendo valor para ti. 3Pregúntate sincera­mente: "¿Deseo estar en perfecta comunicación? a¿Estoy completamente dispuesto a renunciar para siempre a todo lo que la obstaculiza?" 4Si la respuesta es no, entonces no importa cuán dispuesto esté el Espíritu Santo a concedértela, ello no será sufi­ciente para que tú puedas disponer de ella, pues no estás dis­puesto a compartirla con Él. 5la comunicación perfecta, no puede tener lugar en una mente que ha decidido oponerse a ella. 6Pues dar el instante santo así como recibirlo requiere la misma dosis de buena voluntad, al ser la aceptación de la única Volun­tad que gobierna todo pensamiento.

En el ejemplo que exponía en el análisis del punto 4, describimos a "M", expresando una profunda necesidad de hacer cosas grandes e importantes en su vida, para lo cual, estaba dispuesta, incluso a renunciar a los sentimientos que la unía a su familia, para conseguir satisfacer su carencia interior. En su manera de afrontar esta experiencia, detectamos que "M" albergó durante mucho tiempo, pensamientos secretos hacia su familia, en especial, hacia su pareja, pues ésta, desconocía la importancia de dichos pensamientos, desconocía, la necesidad vital que su esposa sentía hacia el hecho de querer dar al mundo, algo que negaría a su propia familia.

Es evidente, que la comunicación no era fluida, no existía en el seno de su familia, y, esa ausencia de amor, le impedía a "M" percibir correctamente su escenario vital, el que sin duda, le estaba ofreciendo la oportunidad de hacer algo grande en su vida, sin necesidad de encontrar en otro lugar, un escenario más propio que su propia familia.

9. La condición necesaria para que el instante santo tenga lugar no requiere que no abrigues pensamientos impuros. 2Pero sí requiere que no abrigues ninguno que desees conservar. 3La ino­cencia no es obra tuya. 4Se te da en el momento en que la desees. 5La Expiación no existiría si no hubiese necesidad de ella. 6No serás capaz de aceptar la comunicación perfecta mientras sigas queriendo ocultártela a ti mismo. 7Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti. 8En tu práctica, por consiguiente, trata solamente de mantenerte alerta contra el engaño, y no trates de proteger los pensamientos que quieres negarte a compartir. 9Deja que la pureza del Espíritu Santo los desvanezca con su fulgor, y concéntrate sólo en estar listo para la pureza que Él te ofrece. 10De esta manera, Él te preparará para que reconozcas que eres un anfitrión de Dios y no un rehén de nada ni de nadie.

"Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti". Siempre me he preguntado, el por qué, buscamos ayuda fuera de nosotros mismos, cuando la verdad ya se encuentra en nuestro interior. La respuesta, ahora la entiendo, nos viene dada por la afirmación con la que hemos comenzado la reflexión de este punto. Lo que deseamos ocultar se encuentra oculto para nosotros, es decir, no tan sólo no vemos la verdad, sino que tampoco vemos nuestra oscuridad, por lo que nos pasa inadvertida.

Serán los demás, la relación de comunicación que con ellos compartimos, los que nos reflejarán la calidad de nuestros pensamientos ocultos. ¿Cómo lo hacen? Sencillamente, haciendo de espejos, esto es, reflejando con su comportamiento la calidad de esos pensamientos ocultos. Nosotros al reconocerlos fuera, al no haberlo aceptados en nuestro interior, los rechazaremos fuera, lo que nos llevará a romper todo vínculo de relación y comunicación con aquellos que nos han mostrado lo que ocultamos en nuestro interior.

Cuando se produce esta dinámica, que es muy habitual, en nuestras vidas, podemos percibir una ruptura de las relaciones, lo que nos llevará a buscar, a conocer, las causas que la han originado. Cuando esto ocurre, decidimos buscar ayuda en las respuestas de los demás. Es cuando nos sinceramos con un amigo, con el deseo de que nos saque de esa situación oscura, o, que decidamos visitar a un psicólogo, para que psicoanálisis nuestro comportamiento.

La única respuesta que nos puede ayudar en esa situación, es la que nos brinde a sustituir la visión de separación, por la de amar. Elegir el amor, nos llevará a buscar a esa persona que ha llevado a cabo el papel de espejo y darles muestras de agradecimiento, en reconocimiento de su papel estelar en nuestra vida. En ese agradecimiento, va implícito, nuestra comprensión de que somos uno en la Filiación de Dios.

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