martes, 3 de junio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 154

LECCIÓN 154

Me cuento entre los ministros de Dios.

1. No seamos hoy ni arrogantes ni falsamente humildes. 2Ya hemos superado tales necedades. 3No podemos juzgarnos a no­sotros mismos, ni hace falta que lo hagamos. 4Eso no es sino apla­zar la decisión y posponer entregarnos de lleno al ejercicio de nuestra función. 5Nuestro papel no es juzgar nuestra valía, ni tampoco podríamos saber cuál es el mejor papel para nosotros o qué es lo que podemos hacer dentro de un plan más amplio que no podemos captar en su totalidad. 6Nuestro papel se nos asigna en el Cielo, no en el infierno. 7Y lo que pensamos que es debili­dad puede ser fortaleza, y lo que creemos que es nuestra forta­leza a menudo es arrogancia.

2. Sea cual sea el papel que se te haya asignado, fue seleccionado por la Voz que habla por Dios, Cuya función es asimismo hablar por ti. 2El Espíritu Santo escoge y acepta tu papel por ti, toda vez que ve tus puntos fuertes exactamente como son, y es igualmente consciente de dónde se puede hacer mejor uso de ellos, con qué propósito, a quién pueden ayudar y cuándo. 3Él no actúa sin tu consentimiento. 4Pero no se deja engañar con respecto a lo que eres, y escucha solamente Su Voz en ti.

3. Mediante esta capacidad Suya de oír una sola Voz, la Cual es la Suya Propia, es como tú por fin cobras conciencia de que en ti solo hay una Voz. 2Y esa sola Voz te asigna tu función, te la comu­nica, y te proporciona las fuerzas necesarias para poder entender lo que es, para poder llevar a cabo lo que requiere, así como para poder triunfar en todo lo que hagas que tenga que ver con ella. 3Dios se une a Su Hijo en esto, y Su Hijo se convierte de este modo en el mensajero de la unidad junto con Él.

4. Esta unión de Padre e Hijo, a través de la Voz que habla por Dios, es lo que hace que la salvación sea algo aparte del mundo. 2Ésta es la Voz que habla de leyes que el mundo no obedece, y la que promete salvarnos de todo pecado y abolir la culpabilidad de la mente que Dios creó libre de pecado. 3Ahora esta mente vuelve a cobrar conciencia de Aquel que la creó y de su eterna unión consigo misma. 4Y así, su Ser es la única realidad en la que su voluntad y la de Dios están unidas.

5. El mensajero no escribe el mensaje que transmite. 2Tampoco cuestiona el derecho del que lo escribe, ni pregunta por qué razón ha escogido aquellos que han de recibir el mensaje del que él es portador. 3Sólo necesita aceptarlo, llevárselo a quienes va destinado y cumplir con su cometido de entregarlo. 4Si trata de determinar cuáles deben ser los mensajes, cuál es su propósito o adónde se deben llevar, no estará desempeñando debidamente su papel de portador de la Palabra.

6. Hay una diferencia fundamental en el papel que desempeñan los mensajeros del Cielo que los distingue de los mensajeros del mundo. 2Los mensajes que transmiten van dirigidos en primer lugar a ellos mismos. 3Y es únicamente en la medida en que los pueden aceptar para sí que se vuelven capaces de llevarlos aún más lejos, y de transmitirlos allí donde se dispuso que fueran recibidos. 4Al igual que los mensajeros del mundo, ellos no escri­bieron los mensajes de los que son portadores, pero se convier­ten, en rigor, en los primeros que los reciben, a fin de prepararse para dar.

7. Un mensajero terrenal cumple su misión transmitiendo todos los mensajes de que es portador. 2Los mensajeros de Dios desem­peñan su papel aceptando Sus mensajes como si fuesen para ellos mismos, y demuestran que han entendido los mensajes al trans­mitírselos a otros. 3No eligen ningún papel que no les haya sido asignado por Su autoridad. 4Y de esta forma, se benefician con cada mensaje que transmiten.

8. ¿Queréis recibir los mensajes de Dios? 2Pues así es como os convertís en Sus mensajeros. 3Sois nombrados ahora. 4Sin embargo, os demoráis en transmitir los mensajes que habéis reci­bido. 5Y de esta forma, no os dais cuenta de que son para vosotros, y así, no los reconocéis. 6Nadie puede recibir, y comprender qué ha recibido, hasta que no dé. 7Pues sólo al dar puede aceptar que ha recibido.

9. Vosotros que sois ahora los mensajeros de Dios, recibid Sus mensajes. 2Pues eso es parte de la función que se os asignó. 3Dios no ha dejado de ofreceros lo que necesitáis, ni ello ha dejado de aceptarse. 4No obstante, hay otra parte de la tarea que se os ha señalado que todavía tiene que llevarse a cabo. 5Aquel que reci­bió los mensajes de Dios por vosotros quisiera que vosotros tam­bién los recibierais. 6Pues de esta manera os identificáis con Él y reivindicáis lo que es vuestro.

10. Esta unión es lo que nos proponemos reconocer hoy. 2No trata­remos de mantener nuestras mentes separadas de Aquel que habla por nosotros, pues es nuestra propia voz la que oímos cuando le prestamos atención a Él. 3Únicamente Él puede hablar­nos a nosotros y hablar por nosotros, uniendo en una sola Voz el recibir y el dar de la Palabra de Dios; el dar y el recibir de Su Voluntad.

11. Nuestra práctica de hoy consiste en darle a Él lo que es Su Voluntad tener, de manera que podamos reconocer los dones que nos hace. 2Él necesita nuestra voz para poder hablar a través de nosotros. 3Necesita nuestras manos para que acepten Sus mensa­jes y se los lleven a quienes Él nos indique. 4Necesita nuestros pies para que éstos nos conduzcan allí donde Su Voluntad dis­pone que vayamos, de forma que aquellos que esperan acongoja­dos puedan por fin liberarse. 5Y necesita que nuestra voluntad se una a la Suya, para que podamos ser los verdaderos receptores de los dones que Él otorga.

12. Aprendamos sólo esta lección el día de hoy: que no reconoce­remos lo que hemos recibido hasta que no lo demos. 2Has oído esto cientos de veces y de cien maneras diferentes, y, sin embargo, todavía no lo crees. 3Mas ten por seguro esto: hasta que no lo creas, recibirás miles y miles de milagros, pero no sabrás que Dios Mismo no se ha quedado con ningún regalo que tú ya no poseas, ni le ha negado a Su Hijo la más mínima bendición. 4¿Qué significado puede tener esto para ti a no ser que te hayas identificado con el Hijo y con lo que es suyo?

13. Nuestra lección de hoy reza así:

2Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios a través de los cua­les puedo llegar a reconocer que soy libre.

14. El mundo retrocederá a medida que iluminemos nuestras men­tes y reconozcamos la veracidad de estas santas palabras. 2Pues constituyen el mensaje que hoy nos envía nuestro Creador. 3Ahora demostraremos cómo han cambiado lo que pensábamos de noso­tros mismos y de lo que nuestra función era. 4Pues al demostrar que no aceptamos ninguna voluntad que no sea la que comparti­mos, los numerosos dones que nuestro Creador nos otorga apare­cerán de inmediato ante nuestra vista y llegarán a nuestras manos, y así reconoceremos lo que hemos recibido.


¿Qué me enseña esta lección? 

Ser ministro de Dios nos convierte en mensajeros de su Palabra y nos asigna la misión de extenderla y compartirla con el resto de criaturas de la Tierra. 

Para adquirir esa condición, es preciso tomar consciencia de lo que realmente somos. Desde el momento en que nos ponemos al servicio de nuestro Yo espiritual, nuestra voluntad no es otra que ser útiles a la Voluntad de Dios. Ya no encontramos satisfacción en los logros procedentes de la personalidad del ego; ahora, nuestro mayor placer radica en actuar como servidores de la Luz, del Amor, de la Gracia y de la Abundancia Divina. 

Nos convertimos en los representantes en la Tierra de nuestro Hacedor. Le ofrecemos nuestro cuerpo para que lo utilice en el propósito de propagar su Plan de Salvación. Nuestras palabras, nuestras acciones, serán portadoras de paz, de unidad, de armonía y despertarán las conciencias de nuestros hermanos aún sumidos en el sueño del ego. 

En la medida en que compartimos el mensaje de Dios con los demás, estamos recibiéndolo, pues no existe separación entre las mentes de los hombres. 

Debemos ser receptivos, en cada momento y en cada lugar, al mensaje que recibimos a través de nuestra relación con los demás, pues, en sus voces, descubriremos la Voz de Dios que nos invita a encontrar su Palabra. 

Nuestras voces y las voces de nuestros hermanos son mensajeras de la inspiración de Dios.


Ejemplo-Guía: ¿Cómo puedo estar seguro de que soy un ministro de Dios?


Hace unos años, coincidiendo con la etapa de inicio en mi propósito de difundir las enseñanzas de Un Curso de Milagros, me vi envuelto en un debate interno en el que me surgieron muchas dudas con respecto a cómo distinguir a los verdaderos ministros de Dios.

Recuerdo que, por entonces, había contactado con muchos conferenciantes que se empleaban en compartir sus "voces" a través de distintos medios, entre los más frecuentes, la red internet. Reconozco, que, al margen de sus habilidades, de sus dones y talentos, y, de sus inclinaciones mercantilistas, todos ellos, en alguna medida, me han aportado mucha luz a la hora de encontrar respuestas. 

Sin embargo, no tardé en caer en el tentador juego de los juicios, lo que me llevó a seleccionar a los que consideraba más cercanos a mi manera de ver las cosas. Los clasifiqué en dos grupos, los que utilizaban sus habilidades para transmitir conocimiento a cambio de un precio material, y los que utilizaban sus habilidades para transmitir conocimiento desinteresadamente.

Bueno, hoy he corregido ese error típico de una visión basada en el sistema de pensamiento del ego, y he comprendido, en primer lugar, que no debo juzgar condenatoriamente, y, en segundo lugar, que desconozco el papel asignado por el Espíritu Santo a cada uno de ellos. Tan sólo tengo claro una cosa, más allá de las acciones, lo importante es el Amor con el que compartimos lo que somos.

Me siento afortunado al poder reconocer lo que la lección de hoy nos enseña. Todos y cada uno de nosotros tenemos un papel asignado en el Cielo y todos y cada uno de nosotros somos mensajeros de un mensaje que no nos pertenece, sino que procede de nuestra Mente Recta, el Espíritu Santo. Eso es lo esencial y esa es la fuerza que nos debe mover.

Por mi experiencia, tengo la certeza, de que lo que digo y comparto, no procede de mí. Disfruto como un niño, al que embarga la sorpresa, cuando recibo las impresiones de aquellos a los que ha llegado el mensaje y comentan que le ha llegado en el momento justo, que era lo que estaba buscando. Doy fe, de que no tengo la oportunidad de conocer físicamente a estas personas, pero estoy seguro de que nuestras mentes sí se conocen y participan de la misma Fuente.

Tengo la certeza, que entre mis dones y talentos se encuentra ser un difusor de la Palabra de Dios. Cuando lo hago, como en este momento, tengo la sensación de estar fuera del tiempo. Jamás me canso y siento un placer especial que me llena de felicidad. Me satisface compartir desde la gratitud y desde la gratuidad, pero lo hago porque así me lo dicta el corazón, no porque considere que ese gesto sea, ni mejor ni peor.

Reflexión: ¿Cómo percibes la Voz del Espíritu Santo en ti?

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 155

LECCIÓN 155

Me haré a un lado y dejaré que Él me muestre el camino.

1. Hay una manera de vivir en el mundo que no es del mundo, aunque parezca serlo. 2No cambias de apariencia, aunque sí son­ríes mucho más a menudo. 3Tu frente se mantiene serena; tus ojos están tranquilos. 4Y aquellos que caminan por el mundo con la misma actitud que tú reconocen en ti a alguien semejante a ellos. 5No obstante, los que aún no han percibido el camino también te reconocerán y creerán que eres como ellos, tal como una vez lo fuiste.

2. El mundo es una ilusión. 2Aquellos que eligen venir a él andan buscando un lugar donde poder ser ilusiones y así escapar su propia realidad. 3Mas cuando se dan cuenta de que su realidad se encuentra incluso aquí, entonces se hacen a un lado y dejan que ésta les muestre el camino. 4¿Qué otra alternativa tienen real­mente? 5Dejar que las ilusiones vayan delante de la verdad es una locura. 6Mas dejar que las ilusiones se rezaguen detrás de la ver­dad y que ésta se alce como lo que es, es simplemente muestra de cordura.

3. Ésta es la sencilla elección que hoy llevaremos a cabo. 2La demente ilusión permanecerá de manifiesto por un tiempo para ser contemplada por aquellos que eligieron venir y que aún no han experimentado el regocijo de descubrir que se equivocaron al decidir. 3Ellos no pueden aprender directamente de la verdad, puesto que la han negado. 4Y así, tienen necesidad de un Maestro que pueda percibir su demencia, pero que pueda ver también más allá de la ilusión la simple verdad que mora en ellos.

4. Si la verdad exigiese que renunciasen al mundo, les parecería como si se les estuviese pidiendo que sacrificasen algo que es real. 2Muchos han elegido renunciar al mundo cuando todavía creían que era real. 3como resultado de ello se han visto abati­dos por una sensación de pérdida, y, consecuentemente, no se han liberado. 4Otros no han elegido otra cosa que el mundo, y su sensación de pérdida ha sido aún mayor, lo cual no han sido capaces de entender.

5. Entre estas dos sendas hay un camino que conduce más allá de cualquier clase de pérdida, pues tanto el sacrificio como la priva­ción se abandonan de inmediato. 2Éste es el camino que se te pide recorrer ahora. 3Caminas por esta senda tal como otros lo hacen, mas no pareces ser distinto de ellos, aunque ciertamente lo eres. 4Por lo tanto, puedes ayudarlos al mismo tiempo que te ayudas a ti mismo, y encauzar sus pasos por el camino que Dios ha despe­jado para ti y para ellos, a través de ti.

6. La ilusión aún parece estar ceñida a ti, a fin de que puedas comunicarte con ellos. 2Sin embargo, ha retrocedido. 3Y no es de ilusiones de lo que te oyen hablar, ni son ilusiones  lo que les presentas para que sus ojos las vean y sus mentes las entiendan. 4La verdad, que va delante de ti, tampoco puede hablarles a tra­vés de ilusiones, pues este camino conduce ahora más allá de la ilusión, y mientras sigues adelante los llamas para que te sigan.

7. Todos los caminos conducen finalmente a éste. 2Pues el sacrifi­cio y la privación son sendas que no llevan a ninguna parte, deci­siones que conducen al fracaso, así como metas que jamás se podrán alcanzar. 3Todo esto retrocede a medida que la verdad se alza en ti para que conduzcas a tus hermanos lejos de los caminos de la muerte y los encamines por la senda de la felicidad. 4Su sufrimiento es pura ilusión. 5Sin embargo, necesitan un guía que los ayude a escapar de ella, pues confunden las ilusiones con la verdad.

8. Tal es la llamada de la salvación. 2Te pide que aceptes la verdad y permitas que vaya delante de ti alumbrando la senda que te rescata de lo ilusorio. 3No se trata de un rescate que tiene un pre­cio, pues no cuesta nada. 4Al contrario, sólo te aporta ganancias. 5Las ilusiones tan sólo dan la impresión de mantener al santo Hijo de Dios encadenado. 6Es únicamente de las ilusiones de lo que se le salva. 7A medida que éstas retroceden, él se vuelve a encontrar a sí mismo.

9. Camina seguro ahora, pero con cuidado, ya que esta senda es nueva para ti. 2Puede que descubras que aún te sientes tentado de ir delante de la verdad y de dejar que las ilusiones sean tu guía. 3Se te dieron tus santos hermanos para que siguiesen tus pasos conforme tú caminas seguro de tu propósito hacia la ver­dad. 4Ésta va delante de ti ahora, para que ellos puedan ver algo con lo que poder identificarse, algo que entiendan que les señale el camino.

10.  Al final de la jornada, no obstante, no habrá brecha ni distan­cia alguna entre la verdad y tú. 2Y todas las ilusiones que marcha­ban por el mismo camino que tú recorres se alejarán de ti, y no quedará nada que mantenga a la verdad separada de la compleción de Dios, la cual es tan santa como Él Mismo. 3Hazte a un lado con fe y deja que la verdad te muestre el camino. 4No sabes adónde vas. 5Pero Uno que sabe te acompaña. 6Deja que Él te guíe junto con los demás.

11. Cuando los sueños se hayan acabado, cuando el tiempo haya cerrado sus puertas a todo lo pasajero y los milagros ya no tengan objeto, el Hijo de Dios no emprenderá más jornadas. 2Ya no tendrá ningún deseo de ser una ilusión en vez de la verdad. 3Hacia esto es hacia lo que nos encaminamos, a medida que seguimos ade­lante por el camino que la verdad nos señala. 4Ésta es nuestra jornada final, la cual llevamos a cabo por todos. 5No perdamos el rumbo. Pues así como la verdad va delante de nosotros, también va delante de los hermanos que nos seguirán.

12. Nos encaminamos hacia Dios. 2Haz una pausa y reflexiona sobre esto: 3¿Qué camino podría ser más santo, más merecedor de tus esfuerzos, de tu amor y de tu absoluta dedicación? 4¿Qué camino podría darte más de lo que es todo, u ofrecerte menos y aun así satisfacer al santo Hijo de Dios? 5Nos encaminamos hacia Dios. 6La verdad que va delante de nosotros es una con Él ahora, y nos conduce allí donde Él siempre ha estado. 7¿Qué otro camino sino éste podría ser una senda que quisieses elegir?

13. Tus pies ya están firmemente asentados en el camino que con­duce al mundo hasta Dios. 2No busques otros caminos que parez­can llevar a otra parte. 3Los sueños no son guías dignos de ti que eres el Hijo de Dios. 4No olvides que Él te ha tomado de la mano, y te ha dado tus hermanos con la confianza de que eres merece­dor de la Confianza que Él ha depositado en ti. 5Él no puede ser engañado. 6Su Confianza ha hecho que tu trayectoria sea induda­ble y tu meta segura. 7No les fallarás a tus hermanos ni a tu Ser.

14. Y ahora sólo te pide que pienses en Él por un rato cada día, para que pueda dialogar contigo y hablarte de Su Amor, recor­dándote cuán grande es Su Confianza, cuán infinito Su Amor. 2En tu nombre y en el Suyo, que son el mismo, gustosamente practi­camos con este pensamiento:

3Me haré a un lado y dejaré que Él me muestre el camino, pues deseo recorrer el camino que me conduce hasta Él.

¿Qué me enseña esta lección? 

Cuando se produce el despertar de la consciencia o percepción verdadera, tu manera de actuar se acomoda a tu nueva identidad. 

Mientras que hemos permanecido identificados con el ego y hemos seguido sus pautas de comportamiento, nos hemos sentido parte del mundo y nos hemos dejado gobernar por sus leyes, principalmente la que nos ha llevado a creer firmemente en el castigo como única vía de redención de nuestros pecados. 

La base principal de las creencias del ego se fundamenta en que somos cuerpos y que estamos separados unos de otros. Esa convicción nos ha llevado a interpretar al “otro” como una fuente de ataque, recordándonos que la separación representa nuestro acto pecaminoso y desobediente a las Leyes de Dios. El temor a Dios lo proyectamos sobre nuestro hermano, al que condenamos por recordarnos constantemente la absurda y demente idea de que nos hemos separado de Dios y de su creación. 

El despertar de la consciencia se convierte en nuestro mejor regalo, dado que recuperamos nuestra verdadera identidad, la cual es impecable y eterna. A partir de ese momento, estamos en el mundo, pero sabemos que no pertenecemos a él. 

Esta verdad se convertirá en nuestra estrella y marcará el rumbo que debemos dar a nuestras vidas. Se trata de Ser y no de estar. Podemos acompañar a un hermano que se encuentra recorriendo un camino abrupto y ayudarle a orientar sus pasos en otra dirección, y no por ello identificarnos con el sendero equivocado. 

Es preciso apartarse y dejar que la nueva luz ilumine nuestra senda. La certeza de que, en cualquier circunstancia, estamos acompañados por Dios debe aportarnos la confianza necesaria para recorrer cualquier camino de este mundo, pues ya hemos dejado de pertenecer a él y esa condición nos hace libres. 

La Verdad nos revelará que cualquier camino, siempre, debemos recorrerlo con la mente puesta en la Unidad, en el Amor y en la Paz, es decir, con la mente recta inspirada por la Voz que habla por Dios, el Espíritu Santo.


Ejemplo-Guía: "¿Qué nos inspira, la Verdad, o, la ilusión?

No nos costará mucho esfuerzo dar una respuesta a esta cuestión. Otra cosa es que nos guste el reconocer que nuestros pasos siguen la estela de lo irreal, que es lo mismo que decir que seguimos y servimos al ego y que estamos identificados con el cuerpo y con la búsqueda del bien-estar.

En nuestra defensa (pues nos sentimos atacados), diremos: “Es lo que nos han enseñado durante toda nuestra vida, a creer en la identidad del ego, en prestar culto al cuerpo, en ganar y vencer, en competir y triunfar, en obtener y poseer”.

Pero si no hemos querido seguir ahondando en los beneficios de esa identificación, es porque hacerlo —lo sabemos— nos conduce a reconocer que somos infelices, que sentimos un profundo y arraigado temor por la soledad, por la enfermedad, por la muerte, por la pérdida, por la escasez, por la venganza de nuestro creador, por sentirnos pecadores.

Seguir la estela del ego como guía nos conduce al sufrimiento. Si esto es así, ¿qué esperamos para cambiar de guía?

La resistencia proviene del apego y de las falsas creencias que hemos aceptado como verdaderas. El cambio de guía nos exige tan solo una nueva decisión: elegir la verdad y abandonar la ilusión.

¿Qué significa esta elección? Para mí, me gusta poner el ejemplo del bien-estar y el bien-ser. Ya lo hemos visto en otras ocasiones. El bien-estar persigue lo ilusorio y transitorio y está sometido a las leyes del mundo fabricado por el ego, que son perecederas, con lo cual nos conducen a la pérdida, circunstancia que nos produce dolor y sufrimiento.

El bien-ser no persigue ninguna ilusión, sino que se centra en la esencia del Ser. La felicidad deja de ser un objetivo y se convierte en una condición. El miedo a la pérdida cede su hegemonía al Amor, fuente de toda Abundancia, pues está basado en el dar-recibir. El guía del bien-ser nos inspira el camino a seguir y nos conduce al Cielo. El bien-ser visiona la vida desde la Unidad y su función es fusionarse con el resto de la Filiación.

Reflexión:  Hay una manera de vivir en el mundo que no es del mundo, aunque parezca serlo.  ¿Cómo vives en el mundo?

Capítulo 20. VIII. La visión de la impecabilidad (3ª parte).

VIII. La visión de la impecabilidad (3ª parte).

6. Todo lo que se contempla a través de la visión cae suavemente en su sitio, de acuerdo con las leyes que Su serena y certera mirada le brinda. 2La finalidad de todo lo que Él contempla es siempre indudable, pues 3servirá a Su propósito, que se verá sin ajuste alguno y perfectamente adaptado al mismo. 4Bajo Su bon­dadosa mirada, lo destructivo se vuelve benigno y el pecado se convierte en una bendición. 5¿Qué poder tienen los ojos del cuerpo para corregir lo que perciben? 6Los ojos del cuerpo se ajustan al pecado, pues son incapaces de pasarlo por alto en nin­guna de sus formas, al verlo por todas partes y en todas las cosas. 7Mira a través de sus ojos, y todo quedará condenado ante ti. 8Y jamás podrás ver todo lo que te podría salvar. 9Tu santa relación, la fuente de tu salvación, queda desprovista de todo significado, y su más santo propósito desposeído de los medios para su con­secución.

Si elegimos ser un cuerpo, nos condenamos al error y nuestra visión será proyectada sobre los demás, percibiendo lo irreal en ellos, lo cual condicionará todo nuestro comportamiento y nuestros juicios.

Si deseamos la paz, no podemos seguir alimentando nuestro odio. Si deseamos la felicidad y la dicha, no podemos seguir juzgándonos y condenándonos. Si deseamos el amor, no podemos seguir teniendo miedo y limitándonos.

Cuando te sientas atacado, no lo juzgues como una amenaza del otro hacia ti, sino como una visión errada de su propia identidad, la cual le lleva a sentir miedo a perder lo que tiene. Tu fe verdadera, la que te lleva a reconocer lo que realmente eres, es tu fortaleza, no tu debilidad, y esa fortaleza, cuando te sientas atacado, te llevará a no juzgar la debilidad del otro, sino a reconocerla en él y a serle de espejo para que él pueda reconocer, a su vez, su verdadera identidad.

Cuando juzgamos, es a nosotros mismos a quienes estamos juzgando. Cuando amamos, es a nosotros mismos a quienes amamos. Cuando salvamos a los demás, es a nosotros mismos a los que estamos salvando.

7. Los juicios no son sino juguetes, caprichos, instrumentos insen­satos para jugar al juego fútil de la muerte en tu imaginación: 2La visión, en cambio, enmienda todas las cosas y las pone dulce­mente bajo el tierno dominio de las leyes del Cielo. 3¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? 4¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó? 5¿Y qué pasaría si te dieses cuenta de que los que parecen deambular por él, para pecar y morir, atacar, asesinar y destruirse a sí mismos son totalmente irreales? 6¿Podrías tener fe en lo que ves si acepta­ses esto? 7¿Y lo verías?

Sí. Seguramente, al igual que a mí, el contenido de este punto te ha llevado a entrar en estado de shock. No es una propuesta imaginaria la que nos presenta Jesús con sus preguntas. Nos está conduciendo a un punto de inflexión necesario para que se produzca nuestro despertar. Está invitándonos a mirar allí donde nuestro ego no quiere que miremos. Nos está brindando la oportunidad de poner fin a nuestra fe errada en el cuerpo y en la identidad en la que creemos.

Pero seguro que superarás ese primer impacto que ha dejado nuestras mentes confusas e indecisas, al obligarla a mirar la verdad de frente y a quedar desnuda ante ella. Sí, el error ha quedado al descubierto y ahora podemos corregirlo y poner fin a nuestra demencia. Si no somos un cuerpo separado, tenemos que ser "algo" que nos mantenga unidos. O estamos separados o estamos unidos. Las dos cosas no pueden ser a la vez, salvo para el ego, que desde la separación se miente a sí mismo creyendo que va a encontrar la unión utilizando el cuerpo del otro, para lo cual establece una relación especial, no santa.

Ya tenemos la información necesaria para conocer que la unión es el estado natural de las mentes. Que esto sea así se lo debemos a nuestro Creador, que nos creó a Su imagen y semejanza. Desde Su Mente extendió la fuerza de Su Amor dando lugar a Su Creación, al Hijo de Dios. Por lo tanto, la Filiación es Una, lo que significa que la Mente es Una. Si somos Uno y nuestra fe se fortalece en esa certeza, nuestra visión no puede ser diferente a la Visión de Cristo que se complace en la visión de la unicidad.

Ya estamos preparados para responder a las preguntas de Jesús y para salir del estado de shock en el que se encontraba nuestra mente.

8Las alucinaciones desaparecen cuando se reconocen como lo que son. 2Ésa es la cura y el remedio: 3No creas en ellas, y desapa­recen. 4Lo único que necesitas reconocer es que todo ello es tu propia fabricación. 5Una vez que aceptas este simple hecho y recuperas el poder que les habías otorgado, te liberas de ellas. 6Pero de esto no hay duda: las alucinaciones tienen un propósito, y cuando dejan de tenerlo, desaparecen. 7La pregunta, por lo tanto, no es nunca si las deseas o no, sino si deseas el propósito que apoyan. 8Este mundo parece tener muchos propósitos, todos ellos diferentes entre sí y con diferentes valores. 9Sin embargo, son todos el mismo. 10Una vez más, no hay grados, sino sólo una aparente jerarquía de valores.

Habíamos cerrado el punto anterior declarando nuestra disponibilidad para dar respuesta a las preguntas que nos planteaba Jesús y afirmando que habíamos logrado salir de nuestro estado de shock en el que había entrado nuestra mente.

Todo ello nos servía de introducción para compartir nuestra decisión de dejar de creer en el mundo ilusorio con el que estábamos identificados y que nos llevó a ver las alucinaciones que nuestros ojos percibían. Desde el sistema de pensamiento del ego, el mundo que creemos es real, el mundo físico, es atribuido a la acción creadora de Dios. Con lo cual estamos culpándole de todo el dolor y sufrimiento que experimentamos en él. Lo justificamos como un acto "vengativo" del creador, al interpretar que le hemos desobedecido, lo cual nos ha convertido en pecadores que han sido condenados a la muerte.

El velo que nos oculta la verdad impide a nuestra mente ver la realidad. Nos muestra un Dios imperfecto, pues la ira, el pecado, la condena no pueden formar parte de un Dios amoroso. 

Es hora de que decidamos de una vez por todas dejar de ver las alucinaciones con las que nuestra mente se identifica y reconozcamos que todos esos efectos responden a un solo hecho: el deseo de ver desde la individualidad y no desde la unicidad. Un mundo creado desde el miedo tan solo es posible cuando el miedo forma parte de nuestras creencias. Por ello, lo único que necesitamos reconocer es que todo ello es nuestra propia fabricación.

lunes, 2 de junio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 153

LECCIÓN 153

En mi indefensión radica mi seguridad.

1. Tú que te sientes amenazado por este mundo cambiante, por sus cambios de fortuna y amargas ironías, por sus fugaces relacio­nes y por todos los "regalos" que únicamente te presta para más tarde arrebatártelos, presta mucha atención a lo que aquí decimos. 2El mundo no ofrece ninguna seguridad. 3Está arraigado en el ata­que. aY todos los "regalos" que aparentemente ofrecen seguridad no son más que engaños. 4El mundo no hace sino atacar una y otra vez. 5Es imposible gozar de paz mental allí donde el peligro ace­cha de ese modo.

2. El mundo no puede sino ponerte a la defensiva. 2Pues la ame­naza produce ira, y la ira hace que el ataque parezca razonable, que ha sido honestamente provocado y que está justificado por haber sido en defensa propia. 3Una actitud defensiva, no obs­tante, supone una doble amenaza. 4Pues da testimonio de la debi­lidad, y establece un sistema de defensas que simplemente no es viable. 5Ahora los débiles se debilitan aún más, pues hay traición afuera y una traición todavía mayor adentro. 6La mente se halla ahora confusa, y no sabe adónde dirigirse para poder escapar de sus propias imaginaciones.

3. Es como si estuviera encerrada dentro de un círculo, dentro del cual otro círculo la atenaza, y dentro de ése, otro más, hasta que finalmente pierde toda esperanza de poder escapar. 2Los ciclos de ataque y defensa, y de defensa y ataque, convierten las horas y los días en los círculos que atenazan a la mente como gruesos anillos de acero reforzado, los cuales retornan, mas sólo para iniciar todo el proceso de nuevo. 3No parece haber respiro ni final para este aprisionamiento que atenaza cada vez más a la mente.

4. El precio de las defensas es el más alto de los que exige el ego. 2La locura que reina en ellas es tan aguda que la esperanza de recobrar la cordura parece ser sólo un sueño fútil y encontrarse más allá de lo que es posible. 3La sensación de amenaza que el mundo fomenta es mucho más profunda, y sobrepasa en tal manera cualquier intensidad o frenesí que jamás te hayas podido imaginar, que no tienes idea de toda la devastación que ello ha ocasionado.

5. Tú eres su esclavo. 2No sabes lo que haces del miedo que le tienes. 3Tú que sientes su mano de hierro atenazándote el cora­zón, no entiendes lo mucho que has tenido que sacrificar. 4No te das cuenta de cómo has saboteado la santa paz de Dios con tu actitud defensiva. 5Pues ves al Hijo de Dios como víctima del ataque de las fantasías y de los sueños e ilusiones que él mismo forjó, indefenso ante su presencia y necesitado de defensas en forma de más fantasías y más sueños en los que las ilusiones de que está a salvo lo consuelen.

6. La indefensión es fortaleza. 2Da testimonio de que has recono­cido al Cristo en ti. 3Tal vez recuerdes que el texto afirma que siempre eliges entre la fortaleza de Cristo y tu propia debilidad, la cual se ve como algo aparte de Él. 4La indefensión jamás puede ser atacada porque reconoce una fuerza tan inmensa, que ante ella el ataque es absurdo, o un juego tonto que un niño cansado jugaría cuando tiene tanto sueño que ya ni se acuerda de lo que quiere.

7. Cualquier actitud defensiva implica debilidad. 2Proclama que has negado al Cristo y que ahora temes la ira de Su Padre. 3¿Qué puede salvarte ahora del delirio de un dios iracundo, cuya ate­rrante imagen crees ver tras todos los males del mundo? 4¿Qué otra cosa sino las ilusiones podrían defenderte ahora, cuando son las ilusiones contra lo que estás luchando?

8. Hoy no vamos a jugar tales juegos infantiles. 2Pues nuestro verdadero propósito es salvar al mundo, y no estamos dispuestos a intercambiar el gozo infinito que nos brinda llevar a cabo nues­tra función por insensateces. 3No vamos a dejar que la felicidad se nos escape debido a que un fragmento de un sueño absurdo haya cruzado nuestras mentes y hayamos confundido las figuras que en él aparecen con el Hijo de Dios y al fugaz instante que dicho sueño duró con la eternidad.

9. Hoy miraremos más allá de los sueños, y reconoceremos que no necesitamos defensas porque fuimos creados inexpugnables, sin ningún pensamiento, deseo o sueño en el que el ataque pudiera tener sentido alguno. 2Ahora nos es imposible temer, pues hemos dejado atrás todos los pensamientos temerosos. 3Y en la indefensión nos erguimos protegidos, con la tranquila certeza de que ahora estamos a salvo, seguros de la salvación; seguros de que llevaremos a cabo el propósito que hemos elegido, a medida que nuestro ministerio vaya impartiendo su santa bendición por todo el mundo.

10. Permanece muy quedo por un instante y piensa en silencio cuán santo es tu propósito, cuán seguro descansas y cuán invul­nerable eres en su luz. 2Los ministros de Dios han elegido dejar que la verdad more con ellos. 3¿Quién es más santo que ellos? 4¿Quién podría estar más seguro de que su felicidad está plena­mente garantizada? 5¿Y quién podría estar más fuertemente pro­tegido? 6¿Qué defensa podrían necesitar los que se cuentan entre los elegidos de Dios, al haber sido ésa Su elección, así como la de ellos?

11. La función de los ministros de Dios es ayudar a sus hermanos a elegir lo mismo que ellos eligieron. 2Dios los ha elegido a todos, pero muy pocos se han dado cuenta de que Su Voluntad es la de ellos. 3mientras no enseñes lo que has aprendido, la salvación seguirá esperando y las tinieblas mantendrán al mundo inexora­blemente aprisionado. 4Y no reconocerás que la luz ha venido a ti y que ya te has escapado. 5Pues no verás la luz hasta que se la ofrezcas a todos tus hermanos. 6Y al ellos tomarla de tus manos, reconocerás que es tu luz.

12. Podría decirse que la salvación es un juego que juegan niños felices. 2Fue diseñada por Uno que ama a Sus Hijos y que desea sustituir sus temibles juguetes por juegos felices que les enseñan que el juego del miedo ya se acabó. 3El juego que Dios les ofrece les enseña lo que es la felicidad porque en él nadie pierde. 4Todo aquel que participa no puede sino ganar, y con su victoria queda asegurada la victoria de todos los demás. 5Los niños abandonan gustosamente el juego del miedo cuando reconocen los benefi­cios que brinda la salvación.

13. Tú que has jugado a haber perdido toda esperanza, a haber sido abandonado por tu Padre y a haberte quedado solo y aterrorizado en un mundo temible, enloquecido por el pecado y la culpabili­dad, sé feliz ahora. 2Ese juego ha acabado. 3Ahora ha llegado un tiempo sereno en el que guardamos los juegos de la culpabilidad, y ponemos bajo llave para siempre nuestros extraños e infantiles pensamientos de pecado, apartándolos de las puras y santas men­tes de las criaturas del Cielo y del Hijo de Dios.

14. Nos detenemos sólo por un instante más para jugar nuestro último juego feliz en esta tierra. 2Y luego pasamos a ocupar el lugar que nos corresponde allí donde mora la verdad y donde los juegos no tienen sentido. 3Y así acaba la historia. 4Permite que este día haga que su último capítulo se acerque más al mundo, para que cada cual comprenda que el cuento que lee en el que se habla de un destino aterrador, de esperanzas truncadas, de irriso­rias defensas contra una venganza de la que no hay escapatoria, no es sino su propia fantasía delirante. 5Los ministros de Dios han venido a despertarlo de los sueños tenebrosos que esa histo­ria ha evocado en la confusa y desconcertada memoria que él tiene de ese cuento distorsionado. 6El Hijo de Dios puede por fin sonreír al darse cuenta de que no es verdad.

15. Hoy practicamos siguiendo un formato que vamos a utilizar por algún tiempo. 2Comenzaremos cada día concentrando nues­tra atención en el pensamiento diario el mayor tiempo posible. 3Cinco minutos es lo mínimo que dedicaremos a prepararnos para un día en el que la salvación es nuestro único objetivo. 4Diez sería mejor; quince, todavía mejor. 5a medida que las distracciones que nos desvían de nuestro propósito vayan disminuyendo, nos daremos cuenta de que media hora aún es muy poco tiempo para pasar con Dios. 6Y no estaremos dispuestos a concederle por la noche, felizmente y llenos de gratitud, menos tiempo de eso.

16. A medida que recordemos ser fieles a la Voluntad que compar­timos con Dios, nuestra creciente paz aumentará con el transcu­rrir de cada hora. 2Habrá ocasiones en las que tal vez un minuto o incluso menos será lo máximo que podamos dedicarle cuando el reloj marque las horas. 3A veces se nos olvidará por completo. 4Y en otras ocasiones asuntos mundanos acapararán nuestra aten­ción y nos resultará imposible distanciarnos de ellos por un momento para centrar nuestros pensamientos en Dios.

17. Sin embargo, cuando podamos hacerlo, seremos fieles a nues­tro cometido como ministros de Dios, recordando nuestra misión y Su Amor cada hora. 2nos sentaremos en silencio a esperarlo y a escuchar Su Voz que nos dirá lo que Él desea que hagamos durante la hora siguiente, mientras le damos las gracias por todos los regalos que nos concedió en la que acaba de transcurrir.

18. Con el tiempo y la práctica nunca más dejarás de pensar en Él o de oír Su amorosa Voz guiando tus pasos por serenos rumbos por los que caminarás en un estado de absoluta indefensión. 2Pues sabrás que el Cielo va contigo. 3No permitirás que tu mente se aparte de Él un solo instante, aun cuando tu tiempo transcurra ofreciéndole la salvación al mundo. 4¿Dudas acaso de que Él no vaya a hacer que esto sea posible para ti que has elegido llevar a cabo Su plan para la salvación del mundo, así como para la tuya?

19. Nuestro tema de hoy es nuestra indefensión. 2Nos revestimos de ella mientras nos preparamos para afrontar el día. 3Nos alza­mos fuertes en Cristo, y dejamos que nuestra debilidad desaparezca, al recordar que Su fortaleza mora en nosotros. 4A lo largo del día nos recordaremos a nosotros mismos que Él permanece a nuestro lado y que nuestra debilidad nunca carece del apoyo de Su fortaleza. 5Invocaremos Su fortaleza cada vez que sintamos que la amenaza de nuestras defensas socava nuestra certeza de propósito. 6Nos detendremos por un momento, al oírle decir: "Aquí estoy".

20. Tu práctica empezará a adquirir ahora la vehemencia del amor, para ayudarte a evitar que tu mente se desvíe de su propósito. 2No tengas miedo ni timidez. 3No hay duda de que alcanzarás tu objetivo final. 4Los ministros de Dios jamás pueden fracasar, pues el amor, la fortaleza y la paz que irradia desde ellos a todos sus hermanos proceden de Él. 5Ésos son los dones que Él te ha dado. 6Estar libre de toda defensa es todo lo que necesitas darle a cam­bio. 7Dejas a un lado únicamente lo que nunca fue real, a fin de contemplar a Cristo y ver Su impecabilidad.


¿Qué me enseña esta lección?

El origen del miedo reside en la creencia de la separación. La identificación de la mente con el cuerpo nos ha llevado a percibir la verdad desde entes separados y esa visión individual nos produce verdadero pánico, pues la desconexión con nuestro Creador ha fabricado la realidad de la culpa y del castigo redentor como única vía de purificación de lo que hemos identificado como el “pecado original”.

Nos sentimos pecadores y esa creencia se encuentra arraigada en el inconsciente colectivo de la humanidad. El ego, portavoz de esa creencia, asume su acción merecedora de castigo y lo acepta como un medio redentor. Está dispuesto a sufrir cada vez que su conciencia le lleve a pensar que transgrede las Leyes de Dios.

Desde esa visión, el ego, no puede más que esperar del mundo una respuesta de venganza a sus actos: Dolor, sufrimiento, enfermedad, ruina, escasez. Se dirá que es víctima de esas desgracias, pero establecerá una estrecha relación entre ellas y aquello que juzga condenatoriamente, incluido a sí mismo.

El ego añora la paz, sin embargo, siente miedo de ella, pues la paz viene acompañada de regalos que de ser aceptados pondrán en evidencia nuestros errores. Para encontrar la paz es preciso perdonar y amar incondicionalmente. Pero el ego se dirá ¿cómo puedo perdonar o amar a la persona que me ataca? Y en vez de amar y perdonar, prefiere vengarse del ataque, infligiendo un nuevo ataque.

El mundo material está en permanente proceso de cambio. Es una dimensión temporal. Para el ego, pretender instalar la paz en ese mundo de transformación le produce una profunda frustración, al no entender, que la paz no es algo que se compra con las monedas de cambio del mundo, sino que es una condición del verdadero Ser que Somos, el cual es Eterno.

Cuando el Amor y la Paz forman parte de nuestra consciencia, ya no podremos responder a las agresiones del mundo material, pues no veremos ataque alguno en un mundo que no es real. 


Ejemplo-Guía: "Aquello que atacas, aquello de lo que te defiendes, se convierte en la barrera que te separa del verdadero Amor".

Si reflexionamos sobre nuestra vida, no tendremos dificultad en descubrir que, desde que nacemos, desde que abandonamos el vientre materno, nos sentimos atacados por la necesidad de satisfacer nuestros instintos más básicos. En este sentido, el simple hecho de recibir alimento para garantizar el sustento de nuestro cuerpo se convierte en un ataque sobre nuestra integridad vital.

La "separación" de nuestra madre nos lleva a experimentar las leyes que imperan en el mundo en el que acabamos de aterrizar, un mundo donde la necesidad sustituye a la abundancia y donde el sufrimiento y el dolor sustituyen a la paz y a la seguridad.

Pero el ataque, así como la necesidad de defensa, no son experiencias procedentes del cuerpo material, es decir, no son efectos. Cuando así lo apreciamos, estamos cometiendo un error. El ataque y la defensa son estados errados de la mente, que se expresan a través del cuerpo, el cual lo experimenta desde la percepción de la debilidad.

Tan sólo ataca aquel que cree que puede ser atacado. Por ende, tan sólo se defiende aquel que cree que puede ser víctima de un ataque. Podemos decir que tan sólo ataca y hace su defensa el ataque, aquel que se siente separado del mundo y cree en la ilusión de éste.

Nuestras vidas están fundamentadas en el permanente ataque, en la permanente inseguridad y, como consecuencia de ello, nos vemos privados de la felicidad, de la paz.

Hagamos un ejercicio que nos ayude a descubrir qué atacamos y de qué nos defendemos.
Mi propuesta es analizar un día completo de nuestra vida. No importa cuál elijamos. Podría ser el día de ayer, que por su cercanía, nos facilitará el recuerdo de las vivencias.

Busquemos un lugar cómodo y asegurémonos de que podremos contar con un tiempo en el que no seremos interrumpidos (esto último no siempre es posible). Nos sentamos cómodamente y comenzaremos a visualizar los acontecimientos del día anterior en orden inverso, es decir, comenzaremos por los últimos pensamientos que recordemos en el momento previo a ir a dormir e iremos avanzando hacia atrás, hasta llegar al momento en el que nos hemos despertado. Este ejercicio se conoce como retrospección y vincula los efectos con las causas.

Por ejemplo, si me voy a la cama de mal humor, cuando visualice ese pensamiento-sentimiento, de forma aislada no me aportará ninguna información, pero si retrocedo en el tiempo, tal vez encontraré la causa, cuando observe que he tenido un enfrentamiento que ha afectado a mi relación de pareja.

Bien, si aplicamos este método al tema que estamos tratando, no tardaremos en descubrir que tomamos permanentemente decisiones que son ataques para defendernos de aquello que nos produce temor. 

Recuerdo que ayer, antes de dormir (es un ejemplo), me sentía angustiado y tenía dificultad para conciliar el sueño. En la medida en que retrocedí en el tiempo, me visualicé enfrentándome a una situación que no podía controlar. Una avería de agua me producía un estado de desasosiego que me privaba de paz. Tuve una reacción descontrolada, pues necesitaba contactar con un técnico que me indicase cómo solucionar aquella situación. 

Observo cómo mi mente se queda bloqueada ante una situación a la que he dado todo el significado que mi mente me ha ofrecido de experiencias anteriores, y que me ha llevado a imaginar una situación de escasez y necesidad que me hace sentir debilidad y sufrimiento.
La cuestión es que cada uno se dé cuenta de qué asuntos le llevan a utilizar el ataque y a defenderse. Cuando los tenga identificados, puede meterlos en una mochila y arrojarlos al mar, es decir, todos, absolutamente todos, proceden de un mismo origen: el creernos separados, el creernos un cuerpo, el creernos merecedores de castigo.

Tan solo existe un Estado verdadero: Somos seres espirituales emanados de la Fuente-Mente de Dios. Tan sólo existe una elección. Tan sólo existe una certeza. Tan sólo podemos ser la Verdad. Tan sólo podemos ser tal como Dios nos creó. Tan sólo podemos ser el Hijo de Dios.

¿Cómo puede la Verdad defenderse de lo que es Verdad?

Tan sólo el error y la ilusión se defienden de la propia ilusión, del propio error.

¿Te imaginas la vida vivida desde la certeza de la indefensión?

Tan sólo el Hijo de Dios puede crearla, pues tan sólo el Hijo de Dios es la Verdad.

Reflexión: ¿Cómo respondes cuando te sientes atacado?  Cualquier actitud defensiva implica debilidad.

Capítulo 20. VIII. La visión de la impecabilidad (2ª parte).

VIII. La visión de la impecabilidad (2ª parte).

3. La impecabilidad de tu hermano se te muestra en una luz bri­llante, para que la veas con la visión del Espíritu Santo y para que te regocijes con ella junto con Él. 2Pues la paz vendrá a todos aquellos que la pidan de todo corazón y sean sinceros en cuanto al propósito que comparten con el Espíritu Santo, y de un mismo sentir con Él con respecto a lo que es la salvación. 3Estáte dis­puesto, pues, a ver a tu hermano libre de pecado, para que Cristo pueda aparecer ante tu vista y colmarte de felicidad. 4Y no le otorgues ningún valor al cuerpo de tu hermano, el cual no hace sino condenarlo a fantasías de lo que él es. 5Él desea ver su impe­cabilidad, tal como tú deseas ver la tuya. 6Bendice al Hijo de Dios en tu relación, y no veas en él lo que tú has hecho de él.

El verdadero estado del Ser es la luz y el amor. Dios nos ha creado a Su imagen y semejanza. Si Dios es luz y amor, Su Hijo también lo será. Desear la luz es crear, pues es expandir el amor. Desear la ausencia de luz es desear la oscuridad y desde ese estado no podremos reconocer lo que somos, propiciando que nos imaginemos una falsa identidad. Esa oscuridad nos producirá miedo y todo cuanto percibamos llevará su sello. Nos defendemos de todo aquello que sea percibido desde el miedo y nos cause miedo. Nos defenderemos de los demás, nos defenderemos de nuestro odio, nos defenderemos de nuestra pecaminosidad, nos defenderemos de nuestra culpa. Todos nuestros mecanismos de seguridad tratarán de protegernos de la creencia en haber fallado a nuestro Creador. Nos creemos desmerecedores de Su amor y buscamos el perdón de nuestra culpa deseando ser castigados. En definitiva, hemos fabricado un mundo demente donde la ausencia de amor da pie a la locura.

No desees por más tiempo la oscuridad, la separación, la división, el miedo, el odio y el dolor. Desea en cambio la luz, la unidad, el amor, la paz, la dicha, la impecabilidad. Crea un mundo acorde al deseo de la unidad y la Visión Crística nos ofrecerá ese mundo.

4. El Espíritu Santo garantiza que lo que Dios dispuso para ti y te concedió, será tuyo. 2Este es tu propósito ahora, y la visión que hace que sea posible sólo espera a que la recibas. 3Ya dispones de la visión que te permite no ver el cuerpo. 4Y al contemplar a tu hermano verás en él un altar a tu Padre tan santo como el Cielo, refulgiendo con radiante pureza y con el destello de las deslum­brantes azucenas que allí depositaste. 5¿Qué otra cosa podría tener más valor para ti? 6¿Por qué piensas que el cuerpo es un mejor hogar, un albergue más seguro para el Hijo de Dios? 7¿Por qué preferirías ver el cuerpo en vez de la verdad? 8¿Cómo es posible que esa máquina de destrucción sea lo que prefieres y lo que eliges para reemplazar el santo hogar que te ofrece el Espí­ritu Santo, y donde Él morará contigo?

Si decidimos identificarnos con el cuerpo, cuando miremos a nuestro hermano, es lo que veremos en él. Esa visión significa que hemos elegido juzgarlo como un pecador. Significa que nos hemos condenado interiormente y nuestra visión ha nublado nuestra mente, pensando que hay que purgar nuestros pecados, nuestra maldad, nuestra oscuridad para ser aceptados por Aquel al que le hemos otorgado el papel de nuestro Juez, a Dios. El odio que sentimos hacia nosotros mismos nos lleva a sentir odio por los demás. Nuestro afán de pureza nos lleva a condenar los pecados que percibimos en el otro. Nuestro propio autocastigo motivado por el deseo de redimir nuestra culpa nos lleva a castigar.

Mientras que decidamos ver en nuestros hermanos sus vestidos corporales, no podremos evitar juzgarlos e ignorar el lazo de amor que nos mantiene unidos a ellos. Si pretendemos salvarnos, si pretendemos recuperar nuestra verdadera identidad, no podremos hacerlo aportando significado a las ofensas percibidas por su cuerpo. Ello nos recordará que somos pecadores y lo atacaremos en un intento de recuperar la inocencia.

5. El cuerpo es el signo de la debilidad, de la vulnerabilidad y de la pérdida de poder. 2¿Qué ayuda te puede prestar un salvador así? 3¿Le pedirías ayuda a un desvalido en momentos de angustia y de necesidad? 4¿Es lo infinitamente pequeño la mejor alterna­tiva a la que recurrir en busca de fortaleza? 5Tus juicios parecerán debilitar a tu salvador. 6Mas eres tú quien tiene necesidad de su fortaleza. 7No hay problema, acontecimiento, situación o perple­jidad que la visión no pueda resolver. 8Todo queda redimido cuando se ve a través de la visión. 9Pues no es tu visión, y trae consigo las amadas leyes de Aquel cuya visión es.

Tenemos que hacer hincapié en la idea central que estamos analizando en los últimos puntos. No podemos menospreciar la fuerza que tiene el deseo. Ya hemos visto cómo el deseo nos ha llevado a creer en la separación en respuesta a que creemos aquello que deseamos. Una falsa fe o una fe errada fue depositada en nuestras creencias cuando elegimos la individualidad a la unicidad. Esa fe errada ha condicionado toda nuestra visión, llevándonos a percibir desde la oscuridad una identidad tan falsa como la fe que la ha propiciado.

En el cuerpo tan solo podemos encontrar debilidad, vulnerabilidad, dolor y muerte. A pesar de ello, seguimos pensando que ese cuerpo es lo que somos. El cuerpo se ha convertido en el velo que nos oculta la verdad, la realidad. Es preciso desgarrar ese velo e ir más allá de las limitaciones que nos muestra. Para lograrlo, tan solo debemos reorientar la fuerza del deseo y ponerla al servicio de nuestra voluntad de servir a la Voluntad de Dios. Esto significa tan solo una cosa. Elegir el amor por encima del miedo y ver nuestra impecabilidad, nuestra invulnerabilidad y nuestra fortaleza.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 154

LECCIÓN 154 Me cuento entre los ministros de Dios. 1.  No seamos hoy ni arrogantes ni falsamente humildes.  2 Ya hemos superado tales neceda...