VIII. La visión de la impecabilidad (3ª parte).
6. Todo lo que se contempla a través de la visión cae suavemente en su sitio, de acuerdo con las leyes que Su serena y certera mirada le brinda. 2La finalidad de todo lo que Él contempla es siempre indudable, pues 3servirá a Su propósito, que se verá sin ajuste alguno y perfectamente adaptado al mismo. 4Bajo Su bondadosa mirada, lo destructivo se vuelve benigno y el pecado se convierte en una bendición. 5¿Qué poder tienen los ojos del cuerpo para corregir lo que perciben? 6Los ojos del cuerpo se ajustan al pecado, pues son incapaces de pasarlo por alto en ninguna de sus formas, al verlo por todas partes y en todas las cosas. 7Mira a través de sus ojos, y todo quedará condenado ante ti. 8Y jamás podrás ver todo lo que te podría salvar. 9Tu santa relación, la fuente de tu salvación, queda desprovista de todo significado, y su más santo propósito desposeído de los medios para su consecución.

Si elegimos ser un cuerpo, nos condenamos al error y nuestra visión será proyectada sobre los demás, percibiendo lo irreal en ellos, lo cual condicionará todo nuestro comportamiento y nuestros juicios.
Si deseamos la paz, no podemos seguir alimentando nuestro odio. Si deseamos la felicidad y la dicha, no podemos seguir juzgándonos y condenándonos. Si deseamos el amor, no podemos seguir teniendo miedo y limitándonos.
Cuando te sientas atacado, no lo juzgues como una amenaza del otro hacia ti, sino como una visión errada de su propia identidad, la cual le lleva a sentir miedo a perder lo que tiene. Tu fe verdadera, la que te lleva a reconocer lo que realmente eres, es tu fortaleza, no tu debilidad, y esa fortaleza, cuando te sientas atacado, te llevará a no juzgar la debilidad del otro, sino a reconocerla en él y a serle de espejo para que él pueda reconocer, a su vez, su verdadera identidad.
Cuando juzgamos, es a nosotros mismos a quienes estamos juzgando. Cuando amamos, es a nosotros mismos a quienes amamos. Cuando salvamos a los demás, es a nosotros mismos a los que estamos salvando.
7. Los juicios no son sino juguetes, caprichos, instrumentos insensatos para jugar al juego fútil de la muerte en tu imaginación: 2La visión, en cambio, enmienda todas las cosas y las pone dulcemente bajo el tierno dominio de las leyes del Cielo. 3¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? 4¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó? 5¿Y qué pasaría si te dieses cuenta de que los que parecen deambular por él, para pecar y morir, atacar, asesinar y destruirse a sí mismos son totalmente irreales? 6¿Podrías tener fe en lo que ves si aceptases esto? 7¿Y lo verías?
Sí. Seguramente, al igual que a mí, el contenido de este punto te ha llevado a entrar en estado de shock. No es una propuesta imaginaria la que nos presenta Jesús con sus preguntas. Nos está conduciendo a un punto de inflexión necesario para que se produzca nuestro despertar. Está invitándonos a mirar allí donde nuestro ego no quiere que miremos. Nos está brindando la oportunidad de poner fin a nuestra fe errada en el cuerpo y en la identidad en la que creemos.
Pero seguro que superarás ese primer impacto que ha dejado nuestras mentes confusas e indecisas, al obligarla a mirar la verdad de frente y a quedar desnuda ante ella. Sí, el error ha quedado al descubierto y ahora podemos corregirlo y poner fin a nuestra demencia. Si no somos un cuerpo separado, tenemos que ser "algo" que nos mantenga unidos. O estamos separados o estamos unidos. Las dos cosas no pueden ser a la vez, salvo para el ego, que desde la separación se miente a sí mismo creyendo que va a encontrar la unión utilizando el cuerpo del otro, para lo cual establece una relación especial, no santa.
Ya tenemos la información necesaria para conocer que la unión es el estado natural de las mentes. Que esto sea así se lo debemos a nuestro Creador, que nos creó a Su imagen y semejanza. Desde Su Mente extendió la fuerza de Su Amor dando lugar a Su Creación, al Hijo de Dios. Por lo tanto, la Filiación es Una, lo que significa que la Mente es Una. Si somos Uno y nuestra fe se fortalece en esa certeza, nuestra visión no puede ser diferente a la Visión de Cristo que se complace en la visión de la unicidad.
Ya estamos preparados para responder a las preguntas de Jesús y para salir del estado de shock en el que se encontraba nuestra mente.
8. Las alucinaciones desaparecen cuando se reconocen como lo que son. 2Ésa es la cura y el remedio: 3No creas en ellas, y desaparecen. 4Lo único que necesitas reconocer es que todo ello es tu propia fabricación. 5Una vez que aceptas este simple hecho y recuperas el poder que les habías otorgado, te liberas de ellas. 6Pero de esto no hay duda: las alucinaciones tienen un propósito, y cuando dejan de tenerlo, desaparecen. 7La pregunta, por lo tanto, no es nunca si las deseas o no, sino si deseas el propósito que apoyan. 8Este mundo parece tener muchos propósitos, todos ellos diferentes entre sí y con diferentes valores. 9Sin embargo, son todos el mismo. 10Una vez más, no hay grados, sino sólo una aparente jerarquía de valores.
Habíamos cerrado el punto anterior declarando nuestra disponibilidad para dar respuesta a las preguntas que nos planteaba Jesús y afirmando que habíamos logrado salir de nuestro estado de shock en el que había entrado nuestra mente.
Todo ello nos servía de introducción para compartir nuestra decisión de dejar de creer en el mundo ilusorio con el que estábamos identificados y que nos llevó a ver las alucinaciones que nuestros ojos percibían. Desde el sistema de pensamiento del ego, el mundo que creemos es real, el mundo físico, es atribuido a la acción creadora de Dios. Con lo cual estamos culpándole de todo el dolor y sufrimiento que experimentamos en él. Lo justificamos como un acto "vengativo" del creador, al interpretar que le hemos desobedecido, lo cual nos ha convertido en pecadores que han sido condenados a la muerte.
El velo que nos oculta la verdad impide a nuestra mente ver la realidad. Nos muestra un Dios imperfecto, pues la ira, el pecado, la condena no pueden formar parte de un Dios amoroso.
Es hora de que decidamos de una vez por todas dejar de ver las alucinaciones con las que nuestra mente se identifica y reconozcamos que todos esos efectos responden a un solo hecho: el deseo de ver desde la individualidad y no desde la unicidad. Un mundo creado desde el miedo tan solo es posible cuando el miedo forma parte de nuestras creencias. Por ello, lo único que necesitamos reconocer es que todo ello es nuestra propia fabricación.