lunes, 3 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 307

LECCIÓN 307

Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad.

1. Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. 2No hay otra volun­tad que yo pueda tener. 3Que no trate de forjar otra, pues sería absurdo y únicamente me haría sufrir. 4Sólo Tu Voluntad me puede hacer feliz, y sólo Tu Voluntad existe. 5Si he de tener aquello que sólo Tú puedes dar, debo aceptar lo que Tu Voluntad dispone para mí y alcanzar una paz en la que el conflicto es imposible. Tu Hijo es uno Contigo en ser y en voluntad, y nada contradice la santa verdad de que aún soy tal como Tú me creaste.

2. Y con esta plegaria nos sumergimos silenciosamente en un estado en el que el conflicto es imposible, pues hemos unido nues­tra santa voluntad a la de Dios, en reconocimiento de que son una y la misma.


¿Qué me enseña esta lección? 


Soy totalmente consciente de que la paz que anhela mi alma tan sólo la encontraré cuando mi único propósito sea hacer la Voluntad de Dios.
 
Fue un acto de voluntad lo que llevó al Hijo de Dios a separarse de su Creador, y ha de ser un acto de voluntad lo que le lleve a retornar a su único y verdadero hogar.
 
Si nuestra voluntad se enfoca en los deseos de proyección en el mundo físico y nos identificamos con la percepción que obtenemos de esa dimensión, estaremos fomentando la experiencia del conflicto, ya que esa voluntad no está dirigida hacia lo eterno, sino hacia lo temporal.
 
Tan sólo el espíritu es eterno. El cuerpo físico, en cambio, es temporal.
 
La verdad se fundamenta en aquello que es inmutable y eterno. Por ende, el mundo físico no puede considerarse real, ya que está sujeto a cambios. Por lo tanto, debemos comprender que lo real se define a partir de los conceptos de temporalidad y eternidad.
 
El conflicto es el escenario donde se manifiesta el ego. Su origen radica en la errónea creencia de que somos seres pecadores, cuya voluntad nos ha llevado a sentirnos separados de todo lo creado y del creador. Desde esta perspectiva, todo lo externo es una proyección de nuestra mente, y en este marco, la dualidad emerge como fuente de conflictos.
 
Tan sólo la visión espiritual, la visión de la unidad, nos conduce al estado de paz. Cuando nuestra voluntad se pone al servicio de la Voluntad de nuestro Padre, el conflicto no tiene cabida.
 
Todo conflicto, al igual que toda incoherencia, se manifiesta como un estado corporal de desequilibrio, de carencia y enfermedad. La unicidad y la coherencia se manifiestan como un estado de plenitud y salud.

Ejemplo-Guía: "¿Es normal tener altibajos en el proceso del despertar?"

Os resonará esta pregunta. Todos nos la hemos hecho y podemos estar haciéndonosla en estos momentos, pues parece ir adherida al proceso de aprendizaje que voluntariamente hemos elegido realizar. Se trata de una cuestión a la que damos mucha importancia, pues en esos altibajos, los bajos se convierten en tortuosas pruebas que nos enfrentan al corrosivo pensamiento de la culpa. Cuando nos juzgamos y nos condenamos, estamos construyendo nuestra propia cárcel y le estamos dando las llaves de la celda al guardián llamado miedo.

Este ejemplo me fue inspirado con la lectura de una de las aportaciones de un buen amigo, cuyas reflexiones sobre las enseñanzas del Curso os aconsejo. Me estoy refiriendo a Ramón Coribes, y el texto al que hago referencia fue escrito y compartido por él el día 25 de octubre en el Grupo de Facebook "Amigos de Un Curso de Milagros".

En dicho artículo, se hace referencia a una aportación recogida en el texto del Curso, concretamente en el Capítulo 12, apartado VII, párrafo 11:

"Cuando hayas aceptado tu misión de extender paz hallarás paz, pues al manifestarla la verás". Sus santos testigos te rodearán porque los invocaste, y ellos vendrán a ti. He oído tu llamada y la he contestado, pero no has querido verme ni oír la respuesta que buscabas. Ello se debe a que eso no es todavía lo único que deseas. Sin embargo, a medida que yo me haga más real para ti, te darás cuenta de que, en efecto, eso es lo único que deseas. Y cuando mires dentro de ti me verás, y juntos contemplaremos el mundo real. A través de los ojos de Cristo, sólo el mundo real existe y es lo único que se puede ver. Tu decisión determinará lo que veas. Y lo que veas dará testimonio de tu decisión" (T-12.VI.11:1-9).

Si nos preguntábamos la causa de nuestros altibajos, ya tenemos la respuesta. Por supuesto, debemos reflexionar sobre nuestro estado mental y tratar de responder con honestidad a las siguientes preguntas:

¿Hemos aceptado nuestra misión?

¿Hemos querido ver y oír la respuesta que Dios nos da cuando contesta a nuestra llamada?

¿Es Dios lo suficientemente real para nosotros, como para que sea lo único que deseamos?

¿Cuál es nuestra decisión en todo momento, sabiendo que esa decisión determinará lo que veamos?

¿Es posible tener dudas, ahora, de la razón de nuestros altibajos?

(…) lo que proyectas o extiendes depende de ti, pero tienes que hacer una u otra cosa, ya que ello es una ley de la mente, y antes de mirar afuera tienes que mirar adentro. Al mirar adentro eliges al guía cuya visión deseas compartir. Y luego miras afuera y contemplas sus testigos. Por eso es por lo que siempre encuentras lo que buscas. Lo que desees para ti es lo que manifestarás, y lo aceptarás del mundo porque al desearlo lo ubicaste en él. Cuando crees que estás proyectando lo que no deseas, es porque todavía lo deseas. Esto conduce directamente a la disociación, puesto que representa la aceptación de dos objetivos, cada uno de los cuales se percibe en un lugar diferente y separado del otro porque hiciste que fueran diferentes. La mente ve entonces un mundo dividido fuera de sí misma, pero no dentro de ella. Esto le da una ilusión de integridad y le permite creer que está yendo en pos de un solo objetivo. Sin embargo, mientras sigas percibiendo un mundo dividido, no habrás sanado. Pues haber sanado es ir en pos de un solo objetivo, al haber aceptado uno solo y no desear más que uno solo" (T-12.VII.7;1-11).

Reflexión: ¿Aceptamos lo que la Voluntad de Dios dispone para nosotros?

Capítulo 24. VI. Cómo escaparse del miedo (7ª parte).

VI. Cómo escaparse del miedo (7ª parte).

8. La santidad de tu hermano es sacramento y bendición para ti. 2Sus errores no pueden privarlo de la bendición de Dios, ni tam­poco a ti que lo ves correctamente. 3Sus errores pueden causar demora, de la cual se te ha encomendado que lo libres para que ambos podáis completar una jornada que jamás comenzó y que no es necesario finalizar. 4Lo que nunca existió no es parte de ti. 5No obstante, pensarás que lo es hasta que te des cuenta de que ello no es parte de aquel que está a tu lado. 6Él es el reflejo de ti mismo, donde ves el juicio que has emitido de los dos. 7El Cristo en ti contempla su santidad. 8Tu deseo de ser especial percibe su cuerpo y no lo ve a él.

Este punto nos invita a mirar a los demás (tu “hermano”) más allá de sus errores y apariencias, reconociendo que su santidad es una bendición para ti. Los errores no definen a la persona ni la separan de la bendición de Dios, y tampoco te afectan si eliges ver con visión espiritual. El texto sugiere que los juicios y el deseo de ser especial nos hacen ver solo el cuerpo y los defectos, pero la verdadera visión ve la santidad y la unidad. Al liberar a los demás de tus juicios, te liberas tú mismo y avanzas hacia una experiencia de paz y plenitud.

¿Cómo interpretar la frase Él es el reflejo de ti mismo, donde ves el juicio que has emitido de los dos”? 

Esta frase se refiere a la idea central de UCDM de que nuestras relaciones son espejos de nuestro mundo interior. El “hermano” (la otra persona) es un reflejo de ti mismo porque, al interactuar con él, lo que percibes en él (sus virtudes, defectos, errores, santidad) está influenciado por tus propios juicios, creencias y pensamientos. En otras palabras:

  • Lo que juzgas en tu hermano, lo juzgas en ti mismo.
  • La forma en que ves a los demás es la forma en que te ves a ti mismo.
  • Tus juicios sobre él revelan tus propios juicios internos.

Por ejemplo, si ves a tu hermano como valioso y santo, es porque has elegido ver esa santidad en ti también. Si lo juzgas o condenas, en realidad estás proyectando tus propios juicios internos y condenándote a ti mismo.

¿Cómo aplicar esto?

Observa tus reacciones: Cuando sientas molestia, juicio o admiración hacia alguien, pregúntate: ¿Qué parte de mí está siendo reflejada en esta persona?

Practica el perdón: Al liberar a tu hermano de tus juicios, te liberas tú mismo. El perdón es una herramienta para sanar la percepción y reconocer la unidad.

Busca la santidad: Elige ver la santidad y el valor en los demás, porque eso te ayuda a reconocer tu propia santidad y valor.

Ejemplo práctico

Si tienes un conflicto con alguien y lo ves como “culpable” o “erróneo”, UCDM te invita a mirar más profundo: ¿Qué juicio estás emitiendo sobre ti mismo a través de esa persona? Al cambiar tu percepción y ver su inocencia, también sanas tu propia visión y te liberas del conflicto interno.

Algunas citas de las Enseñanzas relacionadas con este punto:

“El espejo de tu hermano es el tuyo propio. Si ves en él pecado y separación, eso es lo que verás en ti. Si ves en él la impecabilidad, eso es lo que reconocerás en ti mismo.” (T-31.V.15:8-10)

“Cuando te encuentras con alguien, recuerda que es un encuentro santo. Tal como lo veas a él, así te verás a ti mismo. Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo. Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo. Nunca te olvides de esto, pues en él te encontrarás a ti mismo o te perderás.” (T-8.III.4:1-5)

“No puedes ver a tu hermano como pecador y a ti mismo como sin pecado. Quien ve pecado en otro, lo ve en sí mismo, y quien ve luz en otro, se ve a sí mismo resplandeciente.” (T-15.V.10:8-9)

“Tus errores y los de tu hermano son los mismos. Él es tu espejo, en el que ves reflejada la imagen de ti mismo tal como crees ser.”
(L-pI.181.1:5-6)

Estas citas muestran claramente cómo UCDM enseña que la percepción de tu hermano es un reflejo directo de tu percepción de ti mismo. El perdón y la visión de la inocencia en el otro son caminos para reconocerte a ti mismo como inocente y libre de culpa.

domingo, 2 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 306

LECCIÓN 306

El regalo de Cristo es lo único que busco hoy.


1. ¿Qué otra cosa sino la visión de Cristo querría utilizar hoy cuando me puede conceder un día en el que veo un mundo tan semejante al Cielo que un viejo recuerdo vuelve a aflorar en mi conciencia? 2Hoy puedo olvidarme del mundo que fabriqué. 3Hoy puedo ir más allá de todo temor, y ser restaurado al amor, a la santidad y a la paz. 4Hoy soy redimido, y vuelvo a nacer en un mundo misericordioso y solícito; un mundo lleno de bondad en el que reina la paz de Dios.

2. Y de esta manera, Padre nuestro, regresamos a Ti, recordando que nunca nos ausentamos; recordando los santos dones con los que nos has agraciado. 2Venimos llenos de gratitud y aprecio, con las manos vacías y con nuestras mentes y corazones abiertos, pidiendo tan sólo lo que Tú concedes. 3Ninguna ofrenda que podamos hacer es digna de Tu Hijo. 4Pero en Tu Amor se le concede el regalo de Cristo.



¿Qué me enseña esta lección?

Es mi elección. Mi voluntad se pone al servicio del Amor y mi mente expandirá ese Amor en cada pensamiento, en cada sentimiento, en cada acción. 

A esta altura del camino, mi mente comprende que podemos servir al ego y visualizar un mundo ilusorio y temporal, o podemos servir al Espíritu y visualizar un mundo donde cada ser forma parte de la Unidad del Padre. 

Nuestra consciencia es portadora de esa luz que nos ilumina el camino que debemos elegir. Identificarse con el cuerpo nos lleva al padecimiento y al sufrimiento, pues creemos que somos pecadores y merecedores del castigo que ha de librarnos del peso de la culpabilidad. 

Identificarnos con el verdadero Ser que somos nos hace copartícipes de la Creación, en la medida en que nos convertimos en dadores del potencial del que somos portadores: el Amor. 

Hoy mi mente se regocija en el pensamiento de servir al Amor; hoy mis ojos tan sólo perciben la inocencia del Hijo de Dios; hoy mi Ser se siente Uno con todos los demás Seres y reconoce en la Unicidad el Sagrado Rostro de Dios.


Ejemplo-Guía: "¿Qué regalo buscas, el de Cristo o el del ego?"

Cuando damos un regalo, lo hacemos sin esperar nada a cambio. Podría decir que el Curso emplea este término como una expresión del amor, en el sentido de dar sin buscar recompensa, dar simplemente para agradecer la existencia, y dar en reconocimiento de la unidad que nos hace conscientes de formar parte de la Filiación de Dios. 

Regalar, desde ese punto de vista, es un acto creador, un acto de expansión de lo que somos. Este tipo de regalo no requiere esfuerzo alguno. En este sentido, el regalo es un acto permanente que se lleva a cabo en todas partes y alcanza a todo el mundo.

Un Curso de Milagros nos dice: 

"Alégrate de que tu función sea curar, pues puedes otorgar el regalo de Cristo, y no puedes perder el regalo que tu Padre te hizo a ti. Ofrece el regalo de Cristo a todo el mundo y en todas partes, pues los milagros que le ofreces al Hijo de Dios a través del Espíritu Santo te sintonizan con la realidad. El Espíritu Santo sabe el papel que te corresponde desempeñar en la redención, y también quiénes te están buscando y dónde encontrarlos. El conocimiento está mucho más allá de lo que te incumbe a ti como individuo. Tú que formas parte de él y que eres todo él, sólo necesitas darte cuenta de que el conocimiento es del Padre, y no tuyo. Tu papel en la redención te conduce al conocimiento mediante el re-establecimiento de su unicidad en tu mente” (T-13.VIII.7:1-6).

“Cuando te hayas visto a ti mismo en tus hermanos te liberarás y gozarás de perfecto conocimiento, pues habrás aprendido a libe­rarte a través de Aquel que sabe lo que es la libertad. Únete a mí bajo el santo estandarte de Sus enseñanzas; y conforme nos haga­mos más fuertes, el poder del Hijo de Dios cobrará vida en no­sotros, y no excluiremos a nadie ni dejaremos a nadie solo. Y de repente el tiempo cesará, y todos nos uniremos en la eternidad de Dios el Padre. La santa luz que viste fuera de ti en cada milagro que ofreciste a tus hermanos, se te devolverá. Y al saber que la luz se encuentra en ti, tus creaciones estarán allí contigo, tal como tú estás en tu Padre" (T-13.VIII.8:1-5). 

No debemos preocuparnos por saber a quién debemos otorgar nuestro regalo. El Espíritu Santo guiará a aquellos que nos estén buscando para recibir ese don. Reconozco que este mensaje me reconforta y me otorga paz, pues, en ocasiones, me he sentido angustiado por no saber cómo compartir lo que tengo que ofrecer. Desde que acepté poner en manos del Espíritu Santo esa "decisión", todo fluye, como debe fluir. 

Los regalos de este mundo tienen un gran poder de seducción para la débil naturaleza emocional con la que suele manifestarse el ego. En verdad, son tan seductores como lo son los deseos que añoran ser satisfechos. Un Curso de Milagros nos advierte que los regalos de este mundo carecen de valor, pero están dotados de un gran poder de atracción: 

"El dia­blo engaña con mentiras, y erige reinos en los que todo está en directa oposición a Dios. Sin embargo, atrae a los hombres en vez de repelerlos, y éstos están dispuestos a "venderle" sus almas a cambio de regalos sin ningún valor. Esto no tiene ningún sentido" (T-3.VII.2:6-8).


Reflexión: ¿Qué regalas al mundo? 

sábado, 1 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 305

LECCIÓN 305

Hay una paz que Cristo nos concede.

1. El que sólo utiliza la visión de Cristo encuentra una paz tan profunda y serena, tan imperturbable y completamente inaltera­ble, que no hay nada en el mundo que sea comparable. 2Las com­paraciones cesan ante esa paz. 3Y el mundo entero parte en silencio a medida que esta paz lo envuelve y lo transporta dulce­mente hasta la verdad, para ya nunca volver a ser la morada del temor. 4Pues el amor ha llegado, y ha sanado al mundo al conce­derle la paz de Cristo.

2. Padre, la paz de Cristo se nos concede porque Tu Voluntad es que nos salvemos. 2Ayúdanos hoy a aceptar únicamente Tu regalo y a no juz­garlo. 3Pues se nos ha concedido para que podamos salvarnos del juicio que hemos emitido acerca de nosotros mismos.

¿Qué me enseña esta lección?

La paz de Cristo es el estado que logramos cuando hacemos uso del perdón y nos liberamos de la pesada carga del pecado y de la culpabilidad.

Al creernos separados de nuestro Creador, hemos alimentado la creencia de que hemos pecado y de que somos merecedores de castigo y de sufrimiento. En ese estado de identificación y de percepción, es imposible experimentar paz y quietud.

Desde la visión errónea de la separación, creemos que somos un cuerpo, en el que hemos depositado nuestra realidad y nuestra identidad, y percibimos al otro, los demás cuerpos, como criaturas que potencialmente nos atacarán y de los cuales debemos defendernos.

¿Quién podría mantener la paz en un ambiente lleno de odio, miedo, venganza, dolor, sufrimiento, castigo, enfermedad y muerte?

El Arquetipo del Amor, personificado en el Espíritu de Cristo, es la condición que debemos conquistar conscientemente. Para ello, debemos dejar de ver con los ojos del cuerpo y visionar el mundo desde la visión espiritual de la Unicidad. Cuando la Unidad llene por completo nuestra mente, permitiendo que cada pensamiento y sentimiento refleje la Unidad, entonces estaremos listos para experimentar la Paz de Cristo.

El mundo habrá recuperado su inocencia. Seremos portadores de amor, armonía, paz, alegría, salud, felicidad y abundancia. Seremos los mensajeros conscientes de Dios.


Ejemplo-Guía: "Caminar con nuestros hermanos es caminar con Cristo".

En la Lección 303, decíamos:

“Si necesitamos una pista que nos ayude a reconocer a Cristo, esa pista no es otra que el rostro de cada uno de los hermanos con quien te encuentras, el cual se convierte en un testigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibamos en él”.

Hoy continuaremos profundizando en esa misma idea. Reconozco que la afirmación recogida en el párrafo expuesto no nos va a dejar indiferentes. Sin duda, la enseñanza central del Curso es tomar consciencia y recordar que no estamos separados de nuestros hermanos, sino que somos UNO en la Filiación de Dios.

Contamos con una forma de medir cuán lejos estamos de la verdad: la distancia que nos separe o nos acerque a nuestros hermanos. Esa será la referencia que nos muestre qué tan cerca o lejos estamos del Cielo.

¿Cómo es la relación que tenemos con los demás? Cualquier respuesta nos hablará más de nosotros mismos que del otro, ya que ese otro es el espejo en el que nos reflejamos, donde proyectamos tanto lo que consideramos bueno como lo que juzgamos como malo.

En el Texto, he encontrado un apartado en el Capítulo 31 titulado "Caminando con Cristo". Recordarlo nos ayuda a entender que caminar junto a nuestros hermanos es también caminar con Cristo.

II. Caminando con Cristo.

“Una vieja lección no se supera contraponiendo la nueva con la vieja. No se la subyuga para que la verdad pueda conocerse, ni se combate para que se rinda ante el atractivo de la verdad. No hay que prepararse para ninguna batalla, no hay que dedicarle tiempo, ni tampoco es necesario hacer planes para implantar lo nuevo. Una vieja batalla se está librando contra la verdad, pero la verdad no responde. ¿Quién podría ser herido en semejante bata­lla, a no ser que se hiriese a sí mismo? En realidad, no tiene ene­migos. ¿Y podría acaso ser atacado por sueños?” (T31.II.1:1-7).

“Repasemos nuevamente lo que parece interponerse entre la verdad de lo que eres y tú. Pues para superar este obstáculo se tienen que dar ciertos pasos. El primero es una decisión que tú tomas. Pero de ahí en adelante, la verdad se te confiere. Tú quie­res determinar lo que es verdad, y debido a tu deseo, estableces dos alternativas entre las que elegir cada vez que crees que tienes que tomar una decisión. Ninguna de ellas es verdad, ni tampoco son diferentes entre sí. Sin embargo, tienes que examinar las dos antes de que puedas mirar más allá de ellas a la única alternativa que sí constituye una elección diferente. Pero no la busques en los sueños que forjaste con el propósito de que esto estuviese nublado de tu conciencia” (T-31.II.2:1-10).

“Las alternativas entre las que eliges no constituyen una verda­dera elección, y tan sólo dan la impresión de que se trata de una elección libre, pues en cualquier caso, el resultado será el mismo. De modo que no es realmente una elección en absoluto. El líder y el seguidor parecen desempeñar diferentes papeles, y cada uno de estos papeles parece poseer ventajas que tú no quisieras per­der. En su fusión, por lo tanto, parece haber esperanzas de satis­facción y de paz. Te ves a ti mismo dividido entre estos dos papeles, escindido para siempre entre los dos. Y cada amigo o enemigo se convierte en un medio para salvarte de esto” (T-31.II.3:1-6).

“Tal vez lo llames amor. O tal vez pienses que es un asesinato que finalmente está justificado. Odias a aquel a quien asignaste el papel de líder cuando tú lo quisieras tener, y lo odias igual­mente cuando él no lo asume en aquellas ocasiones en que tú quieres ser el seguidor y abandonar el liderato. Para eso fue para lo que concebiste a tu hermano, y te acostumbraste a pensar que ése era su propósito. A menos que él sea fiel a eso, no habrá cumplido la función que tú le asignaste. Por lo tanto, merece la muerte, al no tener ningún propósito ni ninguna utilidad para ti” (T-31.II.4:1-6).

“¿Y qué quiere él de ti? ¿Qué otra cosa podría querer, sino lo mismo que tú quieres de él? En esto es tan fácil elegir la vida como la muerte, pues lo que eliges para ti lo eliges para él. Le haces dos llamamientos, tal como él a ti. Estos dos llamamientos ciertamente constituyen una elección, pues de cada uno de ellos se deriva un resultado distinto. Si él acaba siendo tu líder o tu segui­dor no importa, pues en cualquier caso habrás elegido la muerte. Pero si él clama por la muerte o por la vida, por el odio o bien por el perdón y por la ayuda, entonces el resultado no será el mismo. Si oyes el primero de esos llamamientos, te separarás de él y te perderás. Mas si oyes el segundo, te unirás a él y en tu respuesta se halla la salvación. La voz que oyes en él no es sino la tuya. ¿Qué te pide? Escucha atentamente, pues te está pidiendo lo mismo que te ha de llegar a ti, ya que lo que estás viendo es una imagen de ti mismo y lo que estás oyendo es tu propia voz expresando tus deseos” (T-31.II.5:1-14).

“Antes de contestar, haz una pausa y piensa en lo siguiente: La respuesta que le dé a mi hermano es la que yo estoy pidiendo. Y lo que aprenda acerca de él, es lo que aprenderé acerca de mí. Aguardemos luego un instante y estemos muy quietos, olvidán­donos de todo lo que habíamos creído oír y recordando cuán poco sabemos. 5Este hermano ni nos dirige ni nos sigue, sino que camina a nuestro lado por la misma senda que nosotros reco­rremos. Él es como nosotros, y se halla tan cerca o tan lejos de lo que anhelamos como le permitamos estar. No hacemos ningún avance que él no haga con nosotros, y si él no avanza, nosotros retrocedemos. No le des la mano con ira, sino con amor, pues su progreso es el tuyo propio. Y recorreremos la senda por sepa­rado a no ser que lo mantengas a salvo a tu lado” (T-31.II.6:1-6).

“Puesto que Dios os ama a los dos por igual, se te salvará de todas las apariencias y contestarás la llamada que Cristo te hace. Estáte muy quedo y escucha. Despeja tu mente de viejas ideas. Olvida las tristes lecciones que aprendiste acerca de este Hijo de Dios que te llama. Cristo llama a todos con igual ternura, sin ver líderes ni seguidores, y oyendo una sola respuesta para todos ellos. Puesto que Él oye una sola Voz, no puede oír una res­puesta diferente de la que dio cuando Dios lo nombró Su único Hijo” (T-31.II.7:1-6).

“Sumérgete en la más profunda quietud por un instante. Ven sin ningún pensamiento de nada que hayas aprendido antes, y deja a un lado todas las imágenes que has inventado. Lo viejo y decrépito se derrumbará ante lo nuevo tanto si te opones a ello como si lo apoyas. Ninguna de las cosas que consideras valiosas y dignas de tus atenciones será atacada. Tampoco se atacará tu deseo de oír un llamamiento que jamás existió. Nada te hará daño en este santo lugar adonde vienes a escuchar en silencio y a aprender qué es lo que realmente quieres. Esto será lo único que se te pedirá aprender. Mas al oírlo, comprenderás que lo único que necesitas hacer es abandonar los pensamientos que ya no deseas y que nunca fueron verdad” (T-31.II.8:1-8).

“Perdona a tu hermano por todo lo que aparenta ser, lo cual procede de las viejas lecciones que te habías enseñado a ti mismo acerca de tu pecaminosidad. Oye únicamente su petición de cle­mencia y liberación de todas las pavorosas imágenes que tiene con respecto a lo que él es y a lo que tú no puedes sino ser tam­bién. Él teme caminar a tu lado, y cree que tal vez si se atrasa o se adelanta un poco será menos peligroso para él. ¿Cómo ibas a poder progresar tú si piensas lo mismo, y avanzas únicamente cuando él se rezaga y te quedas atrás cuando él se adelanta? Pues al hacer esto, te olvidas del objetivo de la jornada, que no es otro que la decisión de caminar a su lado, de modo que ninguno sea ni líder ni seguidor. Se trata, por lo tanto, de que caminéis juntos y no cada uno por separado. Y mediante esta decisión, el resul­tado del aprendizaje cambia, pues Cristo habrá vuelto a nacer para vosotros dos” (T-31.II.9:1-7).

“Para que esto suceda, bastará un solo instante que estés libre de tus viejas ideas acerca de quién es tu formidable compañero y de lo que él debe estar pidiendo. 2Y percibirás que su propósito es el mismo que el tuyo. Él pide lo que tú deseas y necesita lo mismo que tú. Tal vez en su caso ello se manifieste de forma diferente, pero no es a la forma a lo que respondes. Él pide y tú recibes, pues has venido con un solo propósito: poder aprender a amar a tu hermano con un amor fraternal. Y en cuanto que her­mano tuyo, su Padre no puede sino ser el mismo que el tuyo, ya que él es como tú” (T-31.II.10:1-6).

“Unidos podéis recordar y aceptar vuestra herencia común. Solos, se os niega a ambos. ¿No está claro acaso que mientras sigas insistiendo en ser líder o seguidor pensarás que caminas solo, sin nadie a tu lado? Éste es el camino que no conduce a ninguna parte, pues no se te puede otorgar la luz mientras cami­nes solo, y así, no puedes ver por dónde vas. Esto produce con­fusión y una interminable sensación de duda, a medida que te tambaleas solo de un lado a otro en la oscuridad. Sin embargo, éstas no son más que apariencias de lo que es la jornada y de cómo se tiene que recorrer. Pues hay Alguien a tu lado que ilu­mina tu camino, de modo que puedas dar cada paso con certeza y sin ninguna duda con respecto a qué camino seguir. Tener los ojos vendados puede ciertamente cegarte, mas no puede hacer que el camino en sí sea oscuro. Y Aquel que viaja contigo tiene la luz” (T-31.II.11:1-9).

Reflexión: ¿Cómo vives la paz de Cristo? 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 307

LECCIÓN 307 Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad. 1. Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. 2 No hay otra volun­ta...