sábado, 2 de noviembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 307

LECCIÓN 307

Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad.

 1. Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. 2No hay otra volun­tad que yo pueda tener. 3Que no trate de forjar otra, pues sería absurdo y únicamente me haría sufrir. 4Sólo Tu Voluntad me puede hacer feliz: y sólo Tu Voluntad existe. 5Si he de tener aquello que sólo Tú puedes dar, debo aceptar lo que Tu Voluntad dispone para mí y alcanzar una paz en la que el conflicto es imposible, Tu Hijo es uno Contigo en ser y en voluntad, y nada contradice la santa verdad de que aún soy tal como Tú me creaste.

2. Y con esta plegaria nos sumergimos silenciosamente en un estado en el que el conflicto es imposible, pues hemos unido nues­tra santa voluntad a la de Dios, en reconocimiento de que son una y la misma.


¿Qué me enseña esta lección? 


Soy totalmente consciente de que la paz que anhela mi alma tan sólo la encontraré cuando mi único propósito sea hacer la Voluntad de Dios.
 
Fue un acto de voluntad, lo que llevó al Hijo de Dios a separarse de su Creador, y ha de ser un acto de voluntad, lo que le lleve a retornar a su único y verdadero hogar.
 
Si nuestra voluntad sirve a los deseos de proyección sobre el mundo físico, y nos identificamos con la percepción que recibimos de esa dimensión, estaremos propiciando la vivencia del conflicto, pues la dirección de esa voluntad no está orientada a la eternidad, sino a lo temporal.
 
Tan sólo el espíritu es eterno. El cuerpo físico, en cambio, es temporal.
 
La verdad se sustenta en todo aquello que no cambia, que es eterno. Por lo tanto, el mundo físico no es real, pues está sujeto al cambio. Debemos entender, por tanto, que la definición de real se basa en el concepto de temporalidad y eternidad.
 
El conflicto es el marco donde se expresa el ego. El origen del conflicto se encuentra en la falsa creencia de que somos seres pecadores, cuyo uso de la voluntad nos ha llevado a percibirnos separados de todo lo creado y del creador. Desde este punto de vista, todo lo externo es una proyección de nuestra mente, y en ese contexto, la dualidad se manifiesta como fuente de conflictividad.
 
Tan sólo la visión espiritual, la visión de la unidad, nos conduce al estado de paz. Cuando nuestra voluntad se pone al servicio de la voluntad de nuestro Padre, el conflicto no tiene cabida.
 
Todo conflicto, al igual que toda incoherencia, se manifiesta como un estado corporal de desequilibrio, de carencia y enfermedad. La unicidad y la coherencia se manifiestan como un estado de plenitud y salud.

Ejemplo-Guía: "¿Es normal tener altibajos en el proceso del despertar?"

Os resonará esta pregunta. Todos nos la hemos hecho y podemos estar haciéndonosla en estos momentos, pues parece ir adherida al proceso de aprendizaje que voluntariamente hemos elegido realizar. Se trata de una cuestión a la que damos mucha importancia, pues en esos altibajos, los bajos se convierten en tortuosas pruebas que nos enfrentan al corrosivo pensamiento de la culpa. Cuando nos juzgamos y nos condenamos, estamos construyendo nuestra propia cárcel y le estamos dando las llaves de la celda al guardián llamado miedo.

Este ejemplo me fue inspirado con la lectura de una de las aportaciones de un buen amigo, cuyas reflexiones sobre las enseñanzas del Curso os aconsejo. Me estoy refiriendo a Ramón Coribes, y el texto al que hago referencia fue escrito y compartido, por él, el día 25 de octubre en el Grupo de Facebook "Amigos de Un Curso de Milagros".

En dicho artículo, se hace referencia a una aportación recogida en el texto del Curso, concretamente en el Capítulo 12, apartado VII, párrafo 11:

"Cuando hayas aceptado tu misión de extender paz hallarás paz, pues al manifestarla la verás". Sus santos testigos te rodearán porque los invocaste, y ellos vendrán a ti. He oído tu llamada y la he contestado, pero no has querido verme ni oír la respuesta que buscabas. Ello se debe a que eso no es todavía lo único que deseas. Sin embargo, a medida que yo me haga más real para ti, te darás cuenta de que, en efecto, eso es lo único que deseas. Y cuando mires dentro de ti me verás, y juntos contemplaremos el mundo real. A través de los ojos de Cristo, sólo el mundo real existe y es lo único que se puede ver. Tu decisión determinará lo que veas. Y lo que veas dará testimonio de tu decisión" (T-12.VI.11:1-9).

Si nos estábamos preguntando la razón de nuestros altibajos, ya tenemos la respuesta. Claro está, tendremos que reflexionar sobre nuestro estado mental e intentar responder, desde la honestidad, a las siguientes cuestiones:

¿Hemos aceptado nuestra misión?

¿Hemos querido ver y oír la respuesta que Dios nos da, cuando contesta a nuestra llamada?

¿Es Dios lo suficientemente real para nosotros, como para que sea lo único que deseamos?

¿Cuál es nuestra decisión en todo momento, sabiendo que esa decisión determinará lo que veamos?

¿Es posible tener dudas, ahora, de la razón de nuestros altibajos?

(…) lo que proyectas o extiendes depende de ti, pero tienes que hacer una u otra cosa, ya que ello es una ley de la mente, y antes de mirar afuera tienes que mirar adentro. Al mirar adentro eliges al guía cuya visión deseas compartir. Y luego miras afuera y contemplas sus testigos. Por eso es por lo que siempre encuentras lo que buscas. Lo que desees para ti es lo que manifestarás, y lo aceptarás del mundo porque al desearlo lo ubicaste en él. Cuando crees que estás proyectando lo que no deseas, es porque todavía lo deseas. Esto conduce directamente a la disociación, puesto que representa la aceptación de dos objetivos, cada uno de los cuales se percibe en un lugar diferente y separado del otro porque hiciste que fueran diferentes. La mente ve entonces un mundo dividido fuera de sí misma, pero no dentro de ella. Esto le da una ilusión de integridad y le permite creer que está yendo en pos de un solo objetivo. Sin embargo, mientras sigas percibiendo un mundo dividido, no habrás sanado. Pues haber sanado es ir en pos de un solo objetivo, al haber aceptado uno solo y no desear más que uno solo" (T-12.VII.7;1-11).

Reflexión: ¿Aceptamos lo que la Voluntad de Dios dispone para nosotros?

10 comentarios:

Capítulo 16. II. El poder de la santidad (2ª parte).

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