VI. La razón en contraposición
a la locura (1ª parte) .
1. La razón no puede ver
pecados, pero sí puede ver errores, y propicia su corrección. 2No les
otorga valor, pero sí otorga valor a su corrección. 3La razón te
diría también que cuando crees estar pecando, estás de hecho pidiendo ayuda. 4No
obstante, si no aceptas la ayuda que estás pidiendo, tampoco creerás que puedes
darla. 5De modo que no la darás, y así no renunciarás a esa creencia.
6Pues cualquier clase de error que no haya sido corregido, te engaña
con respecto al poder que reside en ti para llevar a cabo la corrección. 7Si
dicho poder puede llevar a cabo la corrección, y tú no se lo
permites, te estás negando la corrección a ti mismo así como a tu hermano. 8Y
si él comparte contigo esta misma creencia, ambos creeréis estar condenados. 9Puedes
evitarle esto a él y evitártelo a ti, 10pues la razón no facilitaría
la corrección únicamente en ti.
La creencia en la separación nos ha llevado a percibir de manera incorrecta su significado. El deseo de ser especial, el deseo de individualidad, de ver las cosas de otra manera, ha dado lugar a la creencia en el pecado. Esta creencia es la fuente que ha dado origen al sistema de pensamiento del ego y que condiciona todo nuestro comportamiento, el cual rinde culto a ese error original. Del pecado surge un mundo condenado que nos exige ser liberado a través del castigo, del sufrimiento y del dolor. La redención de dicho pecado exige sacrificio.
Nos dice Jesús en el inicio de este punto que la razón no puede ver pecados, pero sí errores. El pecado no puede ser visto por la Mente Recta porque no cree en él. Si la razón viese el pecado, ello significaría que nuestra naturaleza y la de Dios no son santas.
La razón nos muestra el verdadero significado del acto que nos ha llevado a creer en el pecado y lo hace enseñándonos el poder de nuestra mente. Nos muestra que aquello que vemos es una elección. Nos enseña que el pensamiento sigue a su fuente. Nos hace conscientes de que la voluntad es el impulso motor que nos lleva a crear la realidad que vemos. En este sentido, si nuestra voluntad se alía al deseo de ser especial, estaremos creando una realidad ilusoria, pues el deseo de individualismo nos ocultará la verdad de la que procedemos y de la que formamos parte Una. El especialismo fabrica una realidad que carece de la esencia de la eternidad y toda realidad que responda a esa carencia será falsa, será temporal.
Cuando nuestra mente sintonice con la frecuencia del Espíritu Santo, esto es, cuando permita que la razón ilumine nuestros pensamientos, percibiremos correctamente y reconoceremos que nuestra creencia en el pecado no es más que un error que puede corregirse cambiando nuestra manera de ver las cosas, esto es, cambiando la dirección de nuestra voluntad a la hora de crear la realidad que deseamos ver.
2. No puedes aceptar o rechazar la corrección sin
incluir a tu hermano. 2El pecado mantendría que sí puedes. 3Mas
la razón te dice que no puedes considerar a tu hermano o a ti mismo como un
pecador y seguir percibiéndolo a él o percibiéndote a ti mismo como inocente. 4¿Quién
que se considere a sí mismo culpable podría ver un mundo libre de pecado? 5¿Y
quién puede ver un mundo pecaminoso y considerarse al mismo tiempo ajeno a ese
mundo? 6El pecado mantendría que tú y tu hermano no podéis sino
estar separados. 7Pero la razón te dice que esto tiene que ser un
error. 8Pues si estáis unidos, ¿cómo ibais a poder tener
pensamientos privados? 9¿Y cómo podría ser que los pensamientos que
se adentran en lo que sólo parece ser tuyo no tuviesen ningún efecto en lo que
sí es tuyo? 10Si las mentes están unidas, eso es imposible.
Tan solo la creencia en el pecado puede aceptar que la salvación puede alcanzarse de manera individual, negando la posibilidad de que las mentes estén unidas y admitiendo que podamos tener pensamientos privados. Esta línea de pensamiento afronta la redención del pecado como un sacrificio personal que debemos llevar a cabo de manera individual. No es la gracia del otro la que debemos ganar, sino la de Dios, el cual es el único que nos puede liberar de nuestras culpas. Este pensamiento es tan demente como el sistema de pensamiento que lo sustenta, pues el orgullo y el deseo de ser especial son tan grandes que nos impiden reconocer que el otro pueda ser igual que nosotros y tener el mismo punto de vista. El ego se cree el centro del mundo y no admite que los demás le roben ese protagonismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario