miércoles, 12 de junio de 2024

Capítulo 11. VII. La condición de la realidad.

VII. La condición de la realidad.

1. El mundo que tú percibes no pudo haber sido creado por el Padre, pues el mundo no es tal como tú lo ves. 2Dios creó única­mente lo eterno, y todo lo que tú ves es perecedero. 3Por lo tanto, tiene que haber otro mundo que no estás viendo. 4La Biblia habla de un nuevo Cielo y de una nueva tierra, mas esto no puede ser cierto en un sentido literal, pues lo que es eterno no puede volver a ser creado. 5Percibir de manera diferente es sencillamente perci­bir de nuevo, lo cual implica que antes, o en el ínterin, no estabas percibiendo en absoluto. 6¿Cuál es entonces el mundo que le espera a tu percepción cuando finalmente lo veas?

En el presente apartado, el Curso profundiza en la comprensión de la condición de lo que es real y de lo que es ilusión. El estudiante manifiesta en sus aportaciones la dificultad que encuentra a la hora de reconocer el significado de ambos términos. Dicha dificultad radica, principalmente, en el hábito adquirido en el uso del sistema de pensamiento propio del ego, el cual favorece la creencia de que lo real es todo aquello que percibimos con los sentidos físicos y lo ilusorio, es lo contrario, es decir, lo que no percibimos, no existe.

Sin embargo, UCDM nos ofrece otra interpretación bien distinta. Nos aclara que el mundo que el ego percibe, no ha sido creado por el Padre, lo que significa que no es real, no es eterno, es un mundo temporal y perecedero.

Para ver el mundo creado por Dios, el real, el eterno, debemos cambiar nuestras creencias, debemos ver desde la Mente Recta, desde la unicidad y no desde la separación. Entonces, sólo entonces, percibiremos de manera verdadera el mundo real.

El mundo se percibe desde la mente, no desde las formas. La visión procede de la mente no de los sentidos físicos. Esa es la razón por la cual, el mundo real se percibe cuando elegimos ver -creer-, de otra manera, lo que antes veíamos -creyendo- en la separación. 

2. Todo pensamiento amoroso que el Hijo de Dios jamás haya tenido es eterno. 2Los pensamientos amorosos que su mente per­cibe en este mundo constituyen la única realidad de éste. 3 Siguen siendo percepciones porque él todavía cree estar separado. 4Mas son eternos porque son amorosos. 5Y al ser amorosos son semejantes al Padre, y, por lo tanto, no pueden morir. 6El mundo real ciertamente se puede percibir. 7Lo único que ello requiere es que estés dispuesto a no percibir nada más. 8Pues si percibes tanto el bien como el mal, estarás aceptando lo falso y lo verdadero, y no estarás distinguiendo claramente entre ellos. 

Muy aclaratoria, la información recogida en este punto. En este mundo, el físico, a pesar de ser temporal, perecedero, es posible percibir lo real. Esta percepción se logra cuando elegimos crear con pensamientos amorosos, pues esos pensamientos emanan del amor y el amor es eterno. 

El mundo real ciertamente se puede percibir, nos dice este punto, y nos aclara que esto es posible tan solo cuando decidimos percibir de forma verdadera, esto es, percibir desde la unidad y no desde la separación.

3. El ego tal vez vea algo bueno, pero nunca ve sólo lo bueno. 2Esa es la razón de que sus percepciones sean tan variables. 3No rechaza la bondad por completo, pues eso sería inaceptable para ti. 4Pero siempre añade a lo real algo que no es real, confundiendo así la ilusión con la realidad. 5Pues las percepciones no pueden ser parcialmente verdaderas. 6Si crees tanto en la verdad como en la ilusión, no podrás saber cuál de ellas es cierta. 7Para establecer tu propia autonomía trataste de crear de manera diferente de como crea tu Padre, creyendo que lo que hiciste podía ser distinto de Él. 8No obstante, todo lo que es verdad es como Él. 9Percibir única­mente el mundo real te conducirá al Cielo real, ya que te capaci­tará para comprenderlo.

El mundo del ego, se percibe desde la creencia en la separación, lo que favorece los pensamientos duales: yo-tú; bueno-malo, etc. Esa visión tan variable nos lleva a tener respuestas y comportamientos muy inestables y ambiguos, llevándonos a la búsqueda de una verdad que se escapa permanentemente por no conocer la esencia que le aporta consistencia, es decir, por la ignorancia y el miedo a conocer el verdadero amor.

4. Percibir la bondad no es conocimiento, mas negar lo opuesto a la bondad te permite reconocer una condición en la que los opues­tos no existen. 2Y ésta es la condición del conocimiento. 3Sin esta conciencia no habrás satisfecho sus condiciones, y hasta que no lo hagas no sabrás que ya dispones de él. 4Has concebido muchas ideas que has interpuesto entre tu Creador y tú, y estas creencias constituyen el mundo que percibes. 5La verdad no está ausente aquí, pero está velada. 6No sabes cuál es la diferencia entre lo que tú has fabricado y lo que Dios creó, y de este modo no sabes cuál es la diferencia entre lo que tú has fabricado y lo que tú has crea­do. 7Creer que puedes percibir el mundo real es creer que puedes conocerte a ti mismo. 8Puedes conocer a Dios porque Su Voluntad es que se le conozca. 9De todo lo que has fabricado, el mundo real es lo único que el Espíritu Santo ha conservado para ti, y la salva­ción consiste en percibir únicamente eso, ya que es el reconoci­miento de que la realidad es únicamente lo que es verdad. 

En efecto, mientras que nuestra mente dual gobierne nuestros pensamientos, la búsqueda de la verdad nos llevará a escudriñar un mundo fraccionado, en el que la ignorancia dará lugar a la duda, a la confusión y a la locura. No conocer el verdadero significado del amor, nos mantendrá ocupados en multitud de formas de percibir la percepción verdadera de la esencia de la que hemos sido creador. Experimentaremos una gran variedad de sentimientos, al que llamaremos amor, pero que se desmoronan cuando tratamos de experimentarlo desde el miedo, lo que sin duda, favorecerá la aparición del sufrimiento y del dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 331

12. ¿Qué es el ego? 1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limi­tado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufr...