V. Los heraldos de la eternidad (2ª parte).
3. Es imposible sobrestimar la valía de tu hermano. 2Sólo el ego hace eso, pero ello sólo quiere decir que desea al otro para sí mismo, y, por lo tanto, que lo valora demasiado poco. 3Lo que goza de incalculable valor obviamente no puede ser evaluado. 4¿Eres consciente del miedo que se produce al intentar juzgar lo que se encuentra tan fuera del alcance de tu juicio que ni siquiera lo puedes ver? 5No juzgues lo que es invisible para ti, o, de lo contrario, nunca lo podrás ver. 6Más bien, aguarda con paciencia su llegada 6Se te concederá poder ver la valía de tu hermano cuando lo único que le desees sea la paz. 7Y lo que le desees a él será lo que recibirás.
Las relaciones especiales se sustentan de esa fuente de pensamiento, de la división, y es por ello que cuando percibimos al otro, lo que estamos reconociendo es la creencia en la individualidad por encima de la creencia en la unicidad. El "yo" se enaltece, se sobreestima, se empodera y proyecta fuera de sí ese juicio con la intención de dar credibilidad a la personalidad que ha fabricado. Todo aquello que no percibe pasa al plano de la negación y lo invisible es juzgado y sentenciado a favor de sus creencias, para lo cual da muerte a cualquier pensamiento que pueda poner en duda su fortaleza mental.
4. ¿Cómo podrías estimar la valía de aquel que te ofrece paz? 2¿Qué otra cosa podrías desear, salvo lo que te ofrece? 3Su valía fue establecida por su Padre, y tú te volverás consciente de ella cuando recibas el regalo que tu Padre te hace a través de él. 4Lo que se encuentra en él brillará con tal fulgor en tu agradecida visión, que simplemente lo amarás y te regocijarás. 5No se te ocurrirá juzgarlo, pues, ¿quién puede ver la faz de Cristo y aun así insistir en que juzgar tiene sentido? 6Pues esa insistencia es propia de aquellos que no ven. 7Puedes elegir ver o juzgar, pero nunca ambas cosas.
El juicio es la práctica más utilizada por aquellos que no ven. Ver la verdad que somos nos brinda la oportunidad de ser conscientes de la unicidad que nos mantiene unidos en la Filiación.
La elección de ver o juzgar es de cada uno de nosotros y el resultado de esa elección nos hablará del camino elegido, del maestro que hemos decidido seguir.
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