jueves, 3 de julio de 2025

Capítulo 21. V. La función de la razón (3ª parte).

V. La función de la razón (3ª parte).

5. El plan de Dios para tu salvación no se habría podido estable­cer sin tu voluntad y consentimiento. 2Tuvo que haber sido acep­tado por el Hijo de Dios, pues lo que Dios dispone para él, él no puede sino aceptarlo. 3Y Dios no dispone nada sin Su Hijo, ni Su Voluntad depende del tiempo para consumarse. 4Por lo tanto, lo que se unió a la Voluntad de Dios tiene que encontrarse en ti ahora, puesto que es eterno. 5Tienes que haber reservado un lugar en el que el Espíritu Santo puede morar, y donde ya se encuentra. 6Él tiene que haber estado ahí desde que surgió la necesidad de Él, la cual quedó satisfecha en ese mismo instante: 7Eso es lo que tu razón te diría, si escuchases. 8Mas es claro que ése no es el razonamiento del ego. 9El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena al ego, es prueba de que no hallarás la respuesta en él. 10No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. 11Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla.

"En la Biblia, la salvación se define como la liberación del pecado y de sus consecuencias, así como de la muerte física y espiritual. Es un regalo de Dios, ofrecido a través de Jesucristo, y se obtiene por medio de la fe en Él".

Es obvio que el significado que nos aporta la Biblia sobre la salvación está impregnado de la creencia en que somos un cuerpo y que el cuerpo es la causa de nuestra naturaleza pecadora. Dicho de otro modo, esta visión está contagiada de la falsa creencia en la separación de Dios y de Su creación.

El plan de Dios para la salvación, visto desde la enseñanza de Un Curso de Milagros, aporta un significado basado en el ejercicio de la razón, el que nos responde a la pregunta sobre nuestra identidad. Dicha visión nos muestra al Ser espiritual, al Hijo de Dios, que en el uso de su libre voluntad decidió (motivado por la fuerza del deseo) ver un mundo diferente, esto es, colapsar una idea distinta a la que lo creó. Dios nos ha creado con la fuerza del Amor. El Hijo de Dios lo ha hecho con la fuerza de la división, lo que ha fabricado una imagen temporal e ilusoria, no real, de dicho pensamiento de separación. 

La ley del amor crea a su imagen y semejanza. Es por ello que la obra creadora de Dios, la Filiación, lleva implícitos Sus mismos atributos creadores; esto es, comparte sus mismos Principios: la Voluntad, el Amor y la Inteligencia. Por lo tanto, el Hijo de Dios es portador de esas fuerzas creadoras. Esto es una garantía de que en Su mente se llevará a cabo el ejercicio de la razón que nos permitirá discernir correctamente y poder plantear la pregunta esencial que tan solo el mismo puede contestar.

6. El plan de Dios es muy simple, nunca es indirecto ni se derrota a sí mismo. 2Dios no tiene otros Pensamientos excepto los que extienden Su Ser, y en esto tu voluntad tiene que estar incluida. 3Así pues, debe haber una parte en ti que conoce Su Voluntad y la comparte. 4No tiene sentido preguntar si lo que tiene que ser como es, lo es. 5Pero sí tiene sentido preguntar por qué no eres consciente de lo que no puede sino ser como es, pues debe haber una respuesta para ello si al plan de Dios para tu salvación no le falta nada. 6Y no puede faltarle nada porque su Fuente no conoce la incompleción.

Siempre me he preguntado por qué mi mente no es capaz de recordar lo que realmente soy. La verdad debe ser fácil reconocerla, si en verdad lo es. Entonces, ¿qué es lo que me impide reconocerla, si realmente la estoy buscando? 

La respuesta no es la negación de la verdad, es decir, no se trata de que la verdad no sea verdad. Lo que ocurre es que para ver la verdad debemos percibir correctamente. No podemos ver el mundo verdadero si pretendemos verlo en su manifestación ilusoria. No podemos percibir lo real desde una mente que nos muestra la ilusión como real. Si nuestra mente nos lleva a identificarnos con el cuerpo, con el plano tridimensional, con la vibración densa, negará todo aquello que no se perciba desde los sentidos físicos. Por lo tanto, nos mostrará el aspecto temporal de ser, el cual no es verdadero. Pues lo que es verdad es eterno.

La mente que sirve al ego y al cuerpo vive en el pasado y hace del futuro la continuidad de ese pasado. Está tan condicionada por esos pensamientos pasados, que es incapaz de vivir el eterno presente, donde únicamente puede percibir lo real.

Para ser conscientes de lo que es verdad, debemos dirigir nuestra mente en otra dirección. Debemos ponerla al servicio de la verdad, al servicio del Ser espiritual. Será entonces cuando estemos recordando lo que verdaderamente somos y será ese el instante en el que reconoceremos la verdad.

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Capítulo 21. V. La función de la razón (3ª parte).

V. La función de la razón (3ª parte). 5.  El plan de Dios para tu salvación no se habría podido estable­cer sin tu voluntad y consentimiento...