lunes, 14 de julio de 2025

Capítulo 21. VI. La razón en contraposición a la locura (5ª parte).

VI. La razón en contraposición a la locura (5ª parte).

9. Tú eres el salvador de tu hermano. 2Él es el tuyo. 3A la razón le es muy grato hablar de esto. 4El Amor le infundió amor a este plan benevolente. 5lo que el Amor planea es semejante a Sí Mismo en esto: al estar unido a ti, Él desea que aprendas lo que debes ser. 6Y dado que tú eres uno con Él, se te tiene que haber encomendado que des lo que Él ha dado, y todavía sigue dando. 7Dedica aunque sólo sea un instante a la grata aceptación de lo que se te ha encomendado darle a tu hermano, y reconoce con él lo que se os ha dado a ambos. 8Dar no es más bendito que recibir, 9pero tampoco es menos.

Cuando nuestra conciencia alcanza la visión crística, la razón formará parte de nuestra mente y la verdad nos acompañará en cada pensamiento. La visión crística es la visión de lo que somos realmente: Hijos del Amor unidos en la santidad de la Filiación.

Aceptaremos desde nuestra naturaleza amorosa el Plan de Salvación que Dios dispuso para Su Hijo. Este Plan contempla un pacto de amor que cohesiona la Unidad de la Filiación. Cada partícula del Ser de Dios se encuentra extendida en Su Hijo. Cuando esa unidad se manifiesta, el amor se expande dando lugar a creaciones eternas.

10.  Al Hijo de Dios se le bendice siempre cual uno solo. 2a medida que su gratitud llega hasta ti que le bendijiste, la razón te dirá que es imposible que tú estés excluido de la bendición. 3La gratitud que él te ofrece te recuerda las gracias que tu Padre te da por haberlo completado a Él. 4la razón te dice que sólo así pue­des entender lo que tú debes ser. 5Tu Padre está tan cerca de ti como tu hermano. 6Sin embargo, ¿qué podría estar más cerca de ti que tu propio Ser?

La compleción de Dios es el propósito que nos une a Su Fuente, pues cualquier pensamiento que no forme parte de dicha compleción no gozará del poder de crear eternidad.

El pensamiento que nos ha llevado a la creencia en la separación no procede de la Fuente de Dios, no forma parte de su compleción. Ese pensamiento está vacío de amor, por lo que sus efectos no serán eternos, o lo que es lo mismo, sus efectos no serán reales ni verdaderos; luego no serán nada. El mundo que percibimos tiene su origen en ese tipo de pensamiento, por lo que ha dado lugar a efectos contrarios al orden universal de Dios.

11. El poder que ejerces sobre el Hijo de Dios no supone una ame­naza para su realidad. 2Por el contrario, sólo da testimonio de ella. 3si él ya es libre, ¿dónde podría radicar su libertad sino en él mismo? 4¿Y quién podría encadenarle, sino él a sí mismo cuando se niega la libertad? 5De Dios nadie se burla, ni tampoco puede Su Hijo ser aprisionado, salvo por su propio deseo. 6por su propio deseo es también como se libera. 7En eso radica su fuerza, no su debilidad. 8Él está a merced de sí mismo. 9Y cuando elige ser mise­ricordioso, en ese momento se libera. 10Mas cuando elige conde­narse a sí mismo, se convierte en un prisionero, que encadenado, espera su propio perdón para poderse liberar. 

El poder que ejercemos sobre nuestro hermano está basado en el amor, en la curación, en la salvación. El reconocimiento de su verdadero ser lo libera de la oscuridad y de la locura.

Jesús pone fin a este apartado, recordándonos dónde se encuentra nuestra fortaleza y dónde se encuentra nuestra debilidad. Nos muestra el poder del deseo como el impulso que nos lleva a crear o a fabricar. El deseo de ser especial nos abre las puertas al mundo del pecado, de la culpa, de la ira y de la muerte. El deseo de amar incondicionalmente, el deseo de unidad, nos conduce al Cielo, donde la inocencia, la santidad, el amor y la verdadera vida serán nuestra realidad, nuestro verdadero hogar.

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