
Me pregunto, ¿qué es la vida?
Desde que nací, he ido identificándome con las percepciones físicas que mi cuerpo me transmite.
He sentido hambre y mi cuerpo me ha demandado alimentos que sacien mi necesidad.
Sí, he aprendido, desde muy pequeño, que el mundo en el que vivo y que estoy percibiendo como mi hogar es un mundo de necesidad.
Ejemplo-Guía: "Respira perdón y sabrás lo que es la paz".
Puede que para alguno de los que leáis estas líneas, las juzguéis de una manera u otra, pero os aseguro que son compartidas desde la certeza de que, con que tan sólo dos de nosotros nos pusiésemos de acuerdo en practicar el ejercicio gratuito de respirar "perdón", estaríamos activando el interruptor sagrado que ha de dispensar la luz necesaria para experimentar la verdadera vida.
Como bien sabemos, respirar consiste en dos acciones, la de inspirar (inhalar) y la de espirar (exhalar). Cuando inspiramos, recibimos el oxígeno necesario para la vida física y cuando espiramos, expulsamos el dióxido de carbono. La vida en el mundo físico comienza con el acto de inspirar; sin embargo, ese ser que toma vida en el mundo con ese primer acto ya se encontraba vivo en el interior de la madre y era alimentado directamente por su creador.
Al salir al exterior, esa conexión directa se interrumpe y se produce una invitación a tomar por nosotros mismos el acto de vivir, y para ello, tenemos que inspirar y espirar, es decir, tenemos que hacer uso del acto de respirar.
Mientras que permanecemos en el vientre materno, nuestra madre nos protege, nos alimenta y nos aporta lo necesario para que la vida se manifieste en nuestro ser. En ese estado, no se concibe miedo, culpa, temor, odio o rencor.
Cuando en nuestro ejemplo-guía hemos vinculado al acto de respirar al perdón, lo que pretendo dar a entender es que la vida, la verdadera vida, tan solo será posible cuando, utilizando el mecanismo que empleamos para la vida física, la respiración, conseguimos que todo nuestro ser se impregne de la esencia que nos devuelve al estado original de comunicación con nuestro Creador: el perdón.
Estoy seguro de que tú, al igual que yo, y al igual que el resto de nuestros hermanos, anhelamos experimentar la paz. En mi ingenuidad, me pregunto: ¿quién puede preferir la guerra, el ataque, el terror, a la paz y a la dicha?
Sin embargo, a pesar de que esta pregunta suele tener una misma respuesta, no estamos dispuestos a dar el paso definitivo para hacerla una realidad. Los motivos se encuentran en la raíz que da origen al miedo, en la creencia en la separación.
Respirar perdón exige de nosotros estar dispuestos, en primer lugar, a recibir el perdón, es decir, a llenarnos de él. Tan solo de esta manera podemos compartirlo. No es fácil perdonarnos. Un niño comete un error, se lo recriminamos y, al poco tiempo, ha olvidado la ofensa. Un adulto, un adolescente, recibe un agravio y lo guarda en su interior, colocando como carceleros al orgullo, a la vanidad, al odio, al rencor, etc., para asegurar que estará bien custodiado. Sin embargo, la tendencia natural del prisionero es evadirse, salir al exterior, y cuando se produzca un descuido de sus carceleros, lo conseguirá. Mientras que esto ocurre, en un deseo de ser fieles a nuestra conducta interna, proyectamos nuestros juicios condenatorios sobre aquellos en los que apreciamos nuestra propia conducta reprobada. Pero un día, la vida nos sorprenderá viendo como nuestro prisionero interno se escapa y nos hace conscientes de que durante todo ese tiempo habíamos ocultado nuestra verdadera personalidad.
La lección de hoy nos recuerda una vez más que nuestra función en este mundo es perdonar. No es posible gozar de la dicha de la paz mientras que no nos hayamos perdonado y mientras no perdonemos a los que hemos condenado.
Busquemos en nuestro interior dónde se encuentra ese prisionero que nos priva de la libertad. No tienes que ir a ningún psicólogo ni terapeuta, aunque si lo prefieres, puedes hacerlo. Recuerda que no nos encontramos separados de los demás. Cada uno de nosotros es para el/los otros un espejo donde poder identificarnos. Si tienes dificultad para encontrar aquello que debes perdonar, analiza tu comportamiento, tus puntos de vista sobre los demás. Cuando te descubras juzgando y condenando sus hábitos, su manera de ser, su comportamiento, toma nota de ellos, pues están hablando más de ti que de ellos. Bendícelos por ese acto de complicidad que te permite llevar a cabo la función que Dios te ha encomendado: perdonar.
Reflexión: ¿Cuál crees que es tu función en el mundo que percibes?
Que comentario tan claro demasiado bonito y real muhas gracias.sin esto la leccion quedaria incompleta
ResponderEliminarGracias por mostrar que es fácil hacer la voluntad de Dios. El mundo es el complicado.
ResponderEliminarGracias por la explicación, está muy claro. Recibe muchas bendiciones.
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarQue bien hace leer tus comentarios, cimentan la leccion , muy necesario para mi
ResponderEliminarSer Divino instrumento de Dios
ResponderEliminarSomos Todos Espejos en el Amor de Dios🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏💙💙💙💙💙💙💙💙
ResponderEliminarVivo en el Amor y el Perdón 🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏💙💙💙💙💙💙💙💙
ResponderEliminarEn el Perdón y el Amor me espejo en mi hermano🙏🙏🙏🙏🙏🤍🤍🤍🤍🤍💙💙💙💙✨✨✨✨🥳🥳🥳🥳🥳🥳
ResponderEliminarGraciasss, muy clara tu explicación, me ayudó mucho!
ResponderEliminarInfinitas gracias!!!
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