viernes, 11 de julio de 2025

Capítulo 21. VI. La razón en contraposición a la locura (4ª parte).

VI. La razón en contraposición a la locura (4ª parte) .

7. Ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado. 2Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor. 3La razón, al igual que el amor, desea tranquilizarte, y no es su intención infundirte temor. 4El poder de curar al Hijo de Dios se te concede a ti porque él no puede sino ser uno contigo. 5Tú eres responsable de cómo él se ve a sí mismo. 6Y la razón te dice que se te ha concedido poder transformar su mente por completo -la cual es una contigo- en sólo un instante. 7Y cualquier instante sirve para llevar a cabo una completa corrección de todos sus errores y restituirle su plenitud. 8El instante en que elijas ser curado, en ese mismo instante se verá que se ha salvado comple­tamente junto contigo. 9Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así. 10Pues la razón, que es tan benévola como la fina­lidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la verdad. 11Y ahí te desharás de la carga que supone negar la verdad. 12¡Y ésa es la carga que es terrible, no la verdad!

Para el ego, aceptar la razón le llevaría a un estado de lucidez, lo que pondría fin a su existencia dado que esta radica en el pensamiento demente de que es especial y de que el Hijo de Dios está separado de Su Creador.

Esta creencia errónea responde, como ya hemos visto, al deseo de ser especial y se comparte al formar parte del pensamiento. La idea no abandona su fuente, lo que la convierte en la causa que da origen al especialismo del cuerpo. El error forma parte del pensamiento, de la mente, por lo que no afecta tan sólo a un cuerpo, sino a todas las mentes que comparten la misma idea. Es por ello que Jesús nos dice en este punto que "ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado". Pero la buena noticia debemos festejarla, dado que Jesús continúa diciéndonos: "Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor".

Podemos creer que estamos separados al percibir los cuerpos separados; sin embargo, el hecho de compartir esa visión no nos lleva al reconocimiento de que estamos compartiendo las mentes.

La razón y el amor nos llevarán a utilizar la visión de la unidad de las mentes para reconocer que tenemos el poder de curar a los demás, en la medida en que nos curamos a nosotros mismos. Esa curación se aplica a la mente, sanando las falsas creencias que nos llevan a la percepción errónea.

8En el hecho de que tú y tu hermano estáis unidos reside vues­tra salvación: el regalo del Cielo, no el del miedo. 2¿Consideras acaso que el Cielo es una carga para ti? 3En la locura lo es. 4Sin embargo, lo que la locura ve tiene que ser disipado por la razón. 5La razón te asegura que el Cielo es lo que quieres y lo único que quieres. 6Escucha a Aquel que te habla con raciocinio y que pone tu razón en armonía con la Suya. 7Resuélvete a dejar que la razón, sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demen­cia. 8No te ocultes tras la demencia para escapar de la razón. 9Lo que la locura encubriría, el Espíritu Santo lo pone al descubierto para que todo el mundo lo contemple con júbilo.

Cuando leo estas líneas, este mensaje, me pregunto cómo es posible que no decidamos transformar nuestras creencias y poner fin a la demencia, a la sinrazón. No es difícil llegar a esa conclusión cuando se nos muestran los efectos causados por la mente demente. Sin embargo, no dejo de comprender que nuestra resistencia a abandonar el sistema de pensamiento del ego basado en el deseo de ser especial debe tener un profundo arraigo en nuestra actual conciencia.

Los estudios científicos llevados a cabo en el funcionamiento del cerebro nos revelan que nuestro comportamiento está gobernado por nuestros hábitos, de tal modo que funciones muy específicas del organismo son inconscientes y autónomas. Estas respuestas se han originado a base de repetir una y otra vez los mismos hábitos.

Esta cuestión, que a priori nos puede llevar al pesimismo, no lo es, dado que, si conocemos el modo de cómo crear un hábito para que se convierta en un acto autónomo, podremos elegir cambiar los viejos comportamientos por nuevos y modificar nuestra realidad.

En este sentido, si nuestras respuestas automatizadas nos llevan a comportamientos que no nos aportan paz y felicidad, lo que tenemos que cambiar es la fuente original del pensamiento erróneo y sustituirlo por el correcto. Crear ese nuevo pensamiento y sentir la emoción de que es bueno para nuestra conciencia, unido al agradecimiento por visualizarlo como una realidad hecha, nos permitirá gozar de dicha realidad en los mismos términos que los hemos creado, desde la paz y la felicidad.

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