VI. La razón en contraposición a la locura (3ª parte) .
5. El cuerpo no te separa de tu hermano, y si crees que lo hace estás loco. 2Pero la locura tiene un propósito, y cree también disponer de los medios que lo pueden convertir en realidad. 3Ver el cuerpo como una barrera que separa aquello que la razón te dice que no puede sino estar unido, sólo puede ser una locura. 4Y no lo podrías ver de ese modo si escuchases la voz de la razón. 5¿Qué puede haber que se interponga entre lo que es un continuo? 6Y si nada se interpone, ¿cómo se podría excluir de otras partes lo que pasa a formar parte de cualquiera de ellas? 7Esto es lo que la razón te diría. 8Mas piensa en lo que tendrías que admitir si esto fuese así.
Tan sólo lo real es verdadero y tan sólo la verdad no aporta paz y felicidad.
Elegir al maestro, al guía correcto, es nuestra decisión. Nadie nos lo puede imponer. Esta es la única razón por la que debemos ser honestos con lo que pensamos, pues el mundo que percibimos es su efecto, es decir, el fruto de nuestros deseos. Si percibimos un mundo limitado, un mundo de sacrificio y dolor, preguntémonos: ¿cuál es el contenido de nuestros pensamientos? ¿Son limitantes? ¿Creen en la culpabilidad y en el pecado? ¿Creen que pueden hacer daño?
6. Si eliges el pecado en vez de la curación, estás condenando al Hijo de Dios a aquello que jamás puede ser corregido. 2Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre, y sin esperanza de jamás poder retornar a salvo. 3Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. 4Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tú quieres que él sea, y lo que eliges que él sea es lo que eliges para ti. 5Mas no pienses que esto es temible. 6Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. 7¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que la verdad? 8La razón te diría que este hecho es tu liberación.
Al formar parte de nuestras creencias, proyectaremos sobre los demás el mismo tratamiento que nos estamos aplicando cuando observemos en el otro un comportamiento pecaminoso. Condenaremos sus acciones y lo percibiremos como un peligro para nuestra falsa integridad, la cual tratamos por todos los medios de ocultar y redimir.
El ego, que percibe separación a través de la identidad corporal, no tendrá la lucidez necesaria para reconocer que la visión que tiene del otro es la proyección de sus creencias. No reconocerá que son iguales y que esa igualdad se encuentra en su mente, al compartir las mismas creencias.
En este punto, Jesús nos enseña que esa igualdad será la garantía de que lograremos encontrar el camino de la salvación, pues cuando el odio se transforme en amor, la igualdad de las mentes compartirá esa nueva visión que nos conducirá, juntos, a las puertas del Cielo.
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