VIII. El cambio interno (1ª parte).
1. ¿Son, entonces, peligrosos los pensamientos? 2¡Para
los cuerpos, sí! 3Los pensamientos que parecen destruir son aquellos
que le enseñan al pensador que él puede ser
destruido. 4Y así, "muere" por razón de lo que aprendió. 5Pasa
de la vida a la muerte, la prueba final de que valoró lo efímero más que lo
constante. 6Seguramente creyó que quería la felicidad. 7Mas
no la deseó porque la felicidad es la verdad, y, por lo tanto, tiene que ser constante.
Como bien recoge este punto, los pensamientos son peligrosos cuando le otorgamos al cuerpo la hegemonía sobre ellos. Un ejemplo de lo que decimos lo observamos cuando juzgamos al cuerpo como el causante de nuestra creencia en el pecado. Es el cuerpo quien peca y no la mente que le dicta el deseo banal.
En este sentido, el cuerpo no es el que nos aporta la felicidad, ya que su condición temporal no habla a favor de la verdad. Tan sólo lo que es eterno y no cambia puede ser considerado real y verdadero. Es en la mente recta donde encontraremos la llave que nos abre la puerta de la felicidad.
2. Una dicha constante es una condición completamente
ajena a tu entendimiento. 2No obstante, si pudieses imaginarte cómo
sería eso, lo desearías aunque no lo entendieses. 3En esa condición
de constante dicha no hay excepciones ni cambios de ninguna clase. 4Es
tan inquebrantable como lo es el Amor de Dios por Su creación. 5Al estar tan segura de su visión como su Creador lo está de lo que Él
sabe, la felicidad contempla todo y ve que todo es uno. 6No ve lo
efímero, pues desea que todo sea como ella misma, y así lo ve. 7Nada
tiene el poder de alterar su constancia porque su propio deseo no puede ser
conmovido. 8Les llega a aquellos que comprenden que la última
pregunta es necesaria para que las demás queden contestadas, del mismo modo en
que la paz tiene que llegarles a quienes eligen curar y no juzgar.
Al igual que yo, seguro que lo que más deseas en este mundo es gozar de paz y felicidad completa y constante. Se convierte en un deseo porque, al no ser capaces de mantener ese estado del ser, lo vivimos como una necesidad, con lo cual estamos reconociendo que no contamos con la llave que ha de conducirnos a ese encuentro. Aún dudamos de nuestra fortaleza. Aún no hemos encontrado la respuesta correcta a la última pregunta.
Más allá del deseo se encuentra el principio más elevado con el que Dios nos creó. Me refiero a la voluntad. La firmeza de la voluntad dirigida por la fuerza del amor se convierte en el regalo que Dios nos hace al brindarnos el poder para crear. El amor es completud. Por tal razón, cuando amamos, debemos amar todo, sin juicios, sin dualidad. Si no lo amamos todo, no amamos nada. No podemos amar un poco. El amor es nuestro estado de ser y cuando nuestro Ser se manifiesta, no puede hacerlo a medias. Lo que es verdad, no puede ser un poco verdad. O es o no es.
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