viernes, 18 de julio de 2025

Capítulo 21. VII. La última pregunta que queda por contestar (4ª parte).

VII. La última pregunta que queda por contestar (4ª parte).


8. Considera detenidamente qué respuesta vas a dar a esa última pregunta que todavía no has contestado. 2deja que la razón te diga que debe ser contestada, y que su contestación reside en las otras tres. 3Te resultará evidente entonces que cuando observes los efectos del pecado en cualquiera de sus formas, lo único que nece­sitarás hacer es simplemente preguntarte a ti mismo lo siguiente: 

4¿Es esto lo que quiero ver? 5¿Es esto lo que deseo?

Si elegimos ver el pecado, estamos decidiendo creer en la separación con la Fuente de donde emana nuestra existencia verdadera, y estamos sustituyendo el Amor por el miedo, la felicidad por la desdicha y el sufrimiento.

Considero que la enseñanza que se extrae de este punto es muy importante, pues nos ofrece la oportunidad de que comprendamos que somos los únicos responsables de aquello que percibimos en el exterior, pues lo que vemos es lo que deseamos ver y lo ha creado nuestra mente. Reconocer esto significa que tenemos en nuestras manos la llave para abrir la puerta que nos conduce a la salvación. No hay un mundo fuera de nosotros. Ese mundo es la proyección de nuestros deseos, de nuestra elección. Practiquemos verlo de otra manera y esta vez, elijamos desde el amor y no desde el miedo.

9. Ésta es tu única decisión, la base de lo que ocurre. No tiene nada que ver con la manera en que ocurre, pero sí con el por qué. 3Pues sobre esto tienes control. 4si eliges ver un mundo donde no tienes enemigos y donde no eres impotente, se te proveerán los medios para que lo veas.

Esta mañana, mientras reflexionaba sobre una experiencia pasada en la que me sentí muy implicado emocionalmente, me di cuenta de que su recuerdo me mostraba cómo me atacaba a mí mismo. Era el resentimiento, la ira y, en definitiva, la falta de amor los que proyectaban pensamientos no perdonados. Estos pensamientos justifican nuestras acciones en un intento de corregir nuestra culpa inconsciente a través del juicio externo. 

Me di cuenta de que para sanar verdaderamente, era necesario enfrentar esas emociones encubiertas, confrontarlas y, finalmente, liberarlas. No se trataba solo de entender por qué sentía lo que sentía, sino de permitirme a mí mismo experimentar esos sentimientos sin juicios, y luego dejarlos ir con amor y compasión. Solo así podría perdonar, no solo a los demás, sino también a mí mismo, y encontrar la paz que tanto anhelaba. 

Como bien recoge este punto, damos mucha importancia a la manera en que ocurren las cosas y nos decimos a nosotros mismos que tenemos que corregir fuera lo que estamos juzgando como incorrecto e injusto, cuando en realidad estamos obviando que lo que acontece fuera es lo que queremos ver, pues forma parte de lo que deseamos. 

En lo que acontecía, olvidé que era yo quien tenía el control para decidir cómo responder. Al elegir el juicio condenatorio, también estaba delatando mi propia autocondena. Reconocí a mi enemigo interior proyectándose en el comportamiento del otro y me resultaba más cómodo erigirme como un "salvador" que reconocer mi responsabilidad eligiendo ver lo que estaba viendo.

10. ¿Por qué es tan importante esta última pregunta? 2La razón te dirá por qué. 3Es igual a las otras tres, salvo en lo que respecta al tiempo. 4Las otras son decisiones que puedes tomar, volverte atrás y luego volverlas a tomar. 5Pero la verdad es constante e implica un estado en el que las vacilaciones son imposibles. 6Puedes desear un mundo en el que tú gobiernas y no uno que te gobierna a ti, y luego cambiar de parecer. 7Puedes desear inter­cambiar tu impotencia por poder, y luego perder ese deseo cuando un ligero destello de pecado te atrae. 8Y puedes desear ver un mundo incapaz de pecar, y, sin embargo, permitir que un "enemigo" te tiente a usar los ojos del cuerpo y a cambiar de parecer.

Me veo identificado con lo recogido en este punto. He comprendido que la enseñanza teórica del Curso no basta para mantener el control de la mente. El Libro de Ejercicios complementa y fortalece el contenido del Texto del Curso. La práctica de cada una de las lecciones nos permite ejercitar nuestra mente y prepararla para recibir la Expiación o, lo que es lo mismo, para corregir nuestros errores mentales y nuestras falsas creencias.

En el viaje para adquirir más dominio mental, experimentamos altibajos que poco a poco pulen los pensamientos abocados a satisfacer los hábitos adquiridos bajo el dominio del sistema de pensamiento del ego. Si no desistimos en el propósito de cumplir el plan de salvación que Dios ha dispuesto para nosotros, si nuestra visión egoica es sustituida por la visión crística, llegará un momento, un instante santo, en el que desecharemos el miedo y acogeremos el amor. Ese presente, ese instante, tomaremos el control de nuestras decisiones y contestaremos afirmativamente a la pregunta: "Sí, quiero ver un mundo feliz y en paz".

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