jueves, 9 de mayo de 2024

Capítulo 9. VI. La aceptación de tu hermano.

VI. La aceptación de tu hermano.

1. ¿Cómo puedes hacerte cada vez más consciente del Espíritu Santo en ti sino mediante los efectos que Él produce? 2No puedes verle con tus ojos ni oírle con tus oídos. 3¿Cómo puedes, enton­ces, percibirle en absoluto? 4Si inspiras alegría, y otros reaccionan ante ti con alegría, es que debe haber algo en ti capaz de susci­tarla aunque tú mismo no la estés experimentando. 5Por lo tanto, si se encuentra en ti y puede suscitar alegría, y ves que cierta­mente la suscita en otros, es que estás separándote de ello dentro de ti.

Ya lo hemos visto en puntos anteriores de la Enseñanza. El papel que representa nuestro hermano en nuestras vidas es esencial para recordar nuestra verdadera identidad, nuestro verdadero origen. Somos Seres Espirituales unidos en la Filiación Divina.

Mientras que permanezcamos sumidos en la pesadilla de nuestros sueños, percibiendo falsamente la realidad, nuestro hermano, nos recordará el camino de la Salvación, mostrándonos aquellos aspectos de nuestro yo de los que no somos plenamente consciente.

2. Te parece que el Espíritu Santo no suscita alegría de manera consistente en ti, debido únicamente a que tú no suscitas alegría de manera consistente en otros. 2Evalúas la consistencia del Espí­ritu Santo basándote en las reacciones de tus hermanos ante ti. 3Cuando eres inconsistente no siempre produces alegría, y de esta manera no siempre reconoces Su consistencia. 4Lo que le ofreces a tu hermano se lo ofreces a Él porque lo que Él da no puede exce­der tu ofrecimiento. 5Esto no se debe a que Él ponga límites en lo que da, sino simplemente a que tú has puesto límites en lo que puedes recibir. 6La decisión de recibir es la decisión de aceptar.

La relación que tengamos con nuestro hermano, nos revelará, la relación que tenemos con nosotros mismos. Si no nos amamos, si no percibimos el amor en nuestro interior, no podremos darlo a los demás. Si en nuestra inconsciencia percibimos miedo, odio, rencor, culpa, dolor, etc, serán esos aspectos los que dibujarán los trazos con los que estamos manifestando nuestra existencia y nuestras relaciones con los demás.

3. Si tus hermanos forman parte de ti, ¿por qué no los ibas a acep­tar? 2Sólo ellos pueden enseñarte lo que eres, pues lo que apren­des es el resultado de lo que les enseñaste. 3Lo que invocas en ellos lo invocas en ti. 4Y al invocarlo en ellos cobra realidad para ti. 5Dios no tiene más que un Hijo, y los conoce a todos cual uno solo. 6Únicamente Dios es más que ellos, pero ellos no son menos que Él. 7¿Quieres saber lo que esto significa? 8Si lo que le haces a mi hermano me lo haces a mí, y si todo lo que haces te lo haces a ti mismo porque todos somos parte de ti, todo lo que nosotros hacemos es para ti también. 9Todo aquel que Dios creó forma parte de ti y comparte Su Gloria contigo. 10Su Gloria le pertenece a Él, pero te pertenece igualmente a ti. 11No puedes, por lo tanto, ser menos glorioso que Él.

Pensar que estamos separados de nuestros hermanos, es negar la Filiación de Dios. La Filiación Divina es la Extensión de la Unidad del Creador. La percepción de que somos diferentes a los demás es una ilusión del ego que basa su creencia en que su identidad es el cuerpo.

4. Dios es más que tú únicamente porque Él te creó, pero ni siquiera esta capacidad de crear se reservó Él sólo para Sí. 2Puedes, por lo tanto, crear tal como Él lo hizo, y tu disociación no puede alterar eso. 3Ni la Luz de Dios ni la tuya se atenúan por el hecho de que tú no veas. 4Puesto que la Filiación sólo puede crear como una sola entidad, recuerdas a toda la creación cada vez que reconoces parte de ella. 5Cada parte que recuerdas contribuye a tu plenitud porque cada parte está completa. 6La plenitud es indi­visible, pero no puedes saber de la plenitud que gozas hasta que no la veas por todas partes. 7Sólo puedes conocerte tal como Dios conoce a Su Hijo, pues el conocimiento se comparte con Dios. 8Cuando despiertes en Él conocerás tu grandeza al aceptar que Su infinitud te pertenece. 9Pero mientras tanto, juzgarás tu grandeza tal como juzgues la de tu hermano, y la aceptarás al aceptar la suya.

Dios nos ha creado a Su Imagen y Semejanza, es decir, con una misma Esencia. Amor y Unidad son sinónimos para expresar la Integridad del Padre, la cual forma parte de Su Creación: la Filiación Divina. El Amor, la Unidad y la Integridad se encuentran en todo lo Creado. Sabremos reconocernos en el Nombre de Dios, cuando nuestros actos creadores produzcan Amor, Unidad e Integridad.

5. Todavía no estás despierto, pero puedes aprender a despertar. 2El Espíritu Santo te enseña a despertar a otros de una manera muy simple. 3A medida que los veas despertar aprenderás lo que significa despertar, y puesto que has elegido despertarlos, su gra­titud y aprecio por lo que les has dado te mostrará el valor de despertar. 4Ellos se convertirán en los testigos de tu realidad, tal como todos vosotros fuisteis creados testigos de la de Dios. 5Mas cuando la Filiación se unifique y acepte su unicidad se la cono­cerá por sus creaciones, las cuales dan testimonio de su realidad del mismo modo en que el Hijo da testimonio del Padre.

Despertar. Es frecuente encontrar este término en los escritos espirituales, para hacer referencia a un movimiento que se produce en el estado de la consciencia del ser. Los significados que la Real Academia de la Lengua Española recoge para definir este término, nos permite comprender que se puede emplear en contextos muy distintos. Veámoslo:

  • Cortar, interrumpir el sueño a quien está durmiendo.
  • Renovar o traer a la memoria algo ya olvidado.
  • Hacer que alguien vuelva sobre sí o recapacite.
  • Mover, excitar.
  • Dejar de dormir.
  • Dicho de una persona que era ruda, abobada o simple: Hacerse más advertida, avisada y entendida.

·   En este apartado, Jesús no dice que nuestro estado de consciencia aún permanece dormida, pero podemos aprender a despertar. Si aplicamos los significados recogidos por la Academia de la Lengua, el mensaje de Jesús se podría entender como la invitación a que renovemos o recordemos algo que hemos olvidado, esto es, dirigir nuestra mirada hacia nuestro interior y recapacitar sobre nuestra verdadera realidad. Despertar es el acto de dejar de dormir, de ejecutar un movimiento interior en el que descubriremos el amor que somos y sustituir la visión de lo que no somos: hijos del miedo.

Caminando junto a nuestros hermanos alcanzaremos la salvación. No podremos despertar, recordar nuestra verdadera identidad, si no somos testigos de su propio despertar. El despertar, nuestro despertar, no será una realidad, si seguimos creyendo en la separación. Muchos de nosotros hemos iniciado el camino del despertar sin tener en cuenta que formamos parte de una Filiación. Mientras que pretendamos recorrer ese camino solos, permaneceremos dormidos, pues estaremos soñando la pesadilla de la separación.

6. Los milagros no tienen cabida en la eternidad porque son reparadores. 2Sin embargo, mientras aún necesites curación, tus milagros son los únicos testigos de tu realidad que puedes reco­nocer. 3No puedes obrar un milagro para ti mismo porque los milagros son una forma de dar aceptación y de recibirla. 4En el tiempo, dar ocurre primero, pero en la eternidad, donde no pue­den estar separados, dar y recibir ocurren simultáneamente. 5Cuando hayas aprendido que dar es lo mismo que recibir, ya no habrá necesidad de tiempo.

En este mundo, la percepción falsa, nos lleva a creer en la separación. Es ese estado de percepción el que está enfermo y al que hay que sanar. Desde la creencia en la separación no lograremos sanar, pues no podemos dar lo que no tenemos. Si queremos dar salud, tenemos que estar sanos y cuando esto se produce, el estado de percepción falso debe dar paso al estado "despertar" en el que el amor sustituye al miedo y en el que, la separación da paso a la unidad.

En este estado de percepción correcta, el sanador sanado, dará lo que tiene, es decir, dará salud y la recibirá, pues no puede haber separación entre lo que se da y lo que se recibe.

7. La eternidad es un solo tiempo, y su única dimensión es "siem­pre". 2Esto no tendrá ningún sentido para ti hasta que no recuer­des los Brazos abiertos de Dios, y conozcas finalmente Su Mente receptiva. 3Al igual que Él, existes "siempre", en Su Mente y con una mente como la Suya. 4Tus creaciones se encuentran en tu mente receptiva en perfecta comunicación nacida de un perfecto entendimiento. 5Sólo con que pudieses aceptar una de ellas ya no desearías nada de lo que el mundo ofrece. 6Todo lo demás no significaría nada para ti. 7El significado de Dios está incompleto sin ti, y tú estás incompleto sin tus creaciones. 8Acepta a tu her­mano en este mundo y no aceptes nada más, pues en él encontra­rás tus creaciones toda vez que él las creó contigo. 9No sabrás que eres un co-creador con Dios hasta que no aprendas que tu her­mano es un co-creador contigo.

En el mundo del ego, se percibe la separación y se argumenta en la diferenciación que se percibe en las formas del cuerpo. Desde esa falsa visión, los hijos de Dios, se muestran como una multitud en la que la diferencia se pone de manifiesto en la individualidad de los cuerpos.

En el mundo de Dios, todo es Unidad. No se percibe la diferenciación en las formas, pues no existen las formas. La Unidad de Dios se conoce en la Unidad de la Mente. El hijo de Dios es Uno en la Mente de Dios, pues no existe diferencia, sino semejanza, en lo Creado por Él.

El acto creador, es un acto de expansión del Creador. Cuando nos expandimos, nuestras creaciones no son algo distinto de lo que expandimos, sino la manifestación de lo que somos. El hijo de Dios es semejante a Dios y sus creaciones, son expansiones de sí mismo, esto es, de la Mente de Dios. 

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