martes, 28 de mayo de 2024

Capítulo 11. II. La invitación a curar.

II. La invitación a curar. 

1. Si la enfermedad es separación, la decisión de curar y de ser curadores, por lo tanto, es el primer paso en el proceso de reconocer lo que verdaderamente quieres. 2Todo ataque te aleja de esto, y todo pensamiento curativo te lo acerca. 3El Hijo de Dios incluye tanto al Padre como al Hijo porque es a la vez Padre e Hijo. 4Unir tener y ser es unir, tu voluntad a la Suya, pues lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti es Él Mismo. 5Y tu voluntad es entregarte a Él porque, en tu perfecto entendimiento de Él, sabes que no hay sino una sola Voluntad. 6Mas cuando atacas a cualquier parte de Dios o de Su Reino tu entendimiento no es perfecto, y, por consi­guiente, pierdes lo que realmente quieres. 

En estado ego, nuestra mente es fiel a la creencia de que estamos separados de nuestro verdadero Creador y de Su Creación. Este estado de pensamiento da lugar a la enfermedad, pues la enfermedad es la percepción de la separación.

En estado Espíritu, nuestra mente es fiel a la creencia de que somos una Unidad en la Mente de nuestro Creador y de que formamos una Unidad en la Filiación Divina. Este estado de pensamiento da lugar a la curación, pues la curación es la percepción correcta de lo que somos. 

2. Curar, por lo tanto, se convierte en una lección de entendi­miento, y cuanto más la practicas mejor maestro y alumno te vuel­ves. 2Si has negado la verdad, ¿qué mejores testigos de su realidad podrías tener que aquellos que han sido curados por ella? 3Pero asegúrate de contarte a ti mismo entre ellos, pues estando dis­puesto a unirte a ellos es como te curarás. 4Todo milagro que obras te habla de la Paternidad de Dios. 5Todo pensamiento curativo que aceptas, proceda éste de un hermano o de tu propia mente, te enseña que eres el Hijo de Dios. 6En todo pensamiento hiriente que albergues, independientemente de donde lo percibas, yace la negación de la Paternidad de Dios y de tu relación filial con Él.  

Curar, es sanar la percepción errónea de estar separados. El tránsito de la percepción errada a la percepción verdadera, lleva consigo una lección de entendimiento. Dicho proceso forma parte del despertar de la consciencia, esto es, la Expiación que nos concede nuestra Mente Recta, el Espíritu Santo, permitiéndonos la comprensión de que somos los únicos soñadores de nuestros sueños. 

3. Y la negación es tan total como el amor. 2No puedes negar parte de ti mismo porque el resto parecerá estar separado de ti, y, por lo tanto, desprovisto de significado. 3Y al no tener significado para ti, no lo entenderás. 4Negar el significado de algo equivale a no comprenderlo. 5Únicamente puedes curarte a ti mismo porque únicamente el Hijo de Dios tiene necesidad de curación. 6Tienes necesidad de ella porque no te entiendes a ti mismo, y por lo tanto, no sabes lo que haces. 7Puesto que te has olvidado de lo que es tu voluntad, no sabes lo que realmente quieres. 

La visión que nos aporta el ego, es un mundo carente de significado, pues nos muestra un mundo carente de amor. La primera lección del Libro de Ejercicios nos enseña: “Nada de lo que veo, significa nada”. Ya hemos visto, que el objetivo de este Curso es ofrecernos el entrenamiento necesario para que nuestra mente recuerde la verdad de lo que somos.

El punto que estamos analizando, nos dice que “negar el significado de algo equivale a no comprenderlo”. Esta información parece contradecirse con el mensaje que nos ofrece la lección 1 del Libro de Ejercicios. Pero no lo hace, pues el único significado posible es el que nos ofrece lo verdadero, lo real, lo inmutable, lo eterno.

Las “creaciones” del ego, carecen de significado, pues son frutos de la percepción errónea, la que nos lleva a creer en un mundo separado de Su Fuente.

Las creaciones del Hijo de Dios, sí tienen significado. El único posible es que son portadoras de la verdad, la que se comparte con Su Creador. No podemos negar el significado de estas creaciones, pues de hacerlo estaríamos reconociendo que no comprendemos lo que somos y, por lo tanto, no comprendemos la naturaleza de Dios. 

4. La curación es señal de que quieres reinstaurar la plenitud. 2Y el hecho de que estés dispuesto a ello es lo que te permite oír-la Voz del Espíritu Santo, Cuyo mensaje es la plenitud. 3Él te capacitará para que vayas mucho más allá de la curación que lograrías por tu cuenta, pues a tu pequeña dosis de buena voluntad para reinstaurar la plenitud Él sumará toda Su Voluntad, haciendo así que la tuya sea plena. 4¿Qué podría haber que el Hijo de Dios no pudiese alcanzar cuando la Paternidad de Dios se encuentra en él? 5Mas la invitación tiene que proceder de ti, pues sin duda debes haber aprendido que aquel a quien invites a ser tu hués­ped, será quien morará en ti. 

Invitar al Espíritu Santo, a la Mente Recta, a nuestra morada, significa elegir servir a la Voluntad del Padre, que es nuestra única y verdadera voluntad. Significa que reconocemos a nuestra verdadera Paternidad. 

5. El Espíritu Santo no puede hablarle a un anfitrión que no le dé la bienvenida, puesto que no sería oído. 2El Eterno Invitado jamás se ausenta, pero Su Voz se vuelve cada vez más tenue en compañía de extraños. 3Necesita tu protección, únicamente porque la atención que le prestas es señal de que deseas Su Compañía. 4Piensa como Él aunque sólo sea por un momento y la pequeña chispa se convertirá en una luz tan resplandeciente que inundará tu mente para que Él se convierta en tu único Invitado. 5Siempre que le abres las puertas al ego, menoscabas la bienvenida que le das al Espíritu Santo. 6Él no se ausentará, pero habrás hecho una alianza contra Él. 7Sea cual sea la jornada que decidas emprender, Él irá contigo y esperará. 8Puedes confiar plenamente en Su paciencia, pues Él no puede abandonar a ninguna parte de Dios. 9Mas tú necesitas mucho más que paciencia. 

Este punto nos aproxima a una verdad que es como el verdadero Amor, no se puede explicar, tan solo se puede experimentar, para conocerlo. La presencia del Espíritu Santo en nuestra mente es eterna, pero lo hemos olvidado. El gesto de llamarlo, de invocarlo, es una demostración de que desconocemos su realidad, pues estamos olvidando de que nuestra verdadera esencia es Espiritual, lo que debe llevarnos a comprender, que es imposible que el Espíritu Santo se encuentre fuera de nosotros.

Tal vez, nuestra educación religiosa nos influya para pensar que Dios se encuentra fuera de nosotros. Pero esta interpretación procede de las enseñanzas del ego, que cree en la separación y que se cree su propio creador.

El Hijo de Dios está unido a Su Creador, pues es una extensión de Su Mente. 

6. No podrás descansar hasta que sepas cuál es tu función y la lleves a cabo, pues sólo en esto pueden estar completamente uni­das la Voluntad de tu Padre y la tuya. 2Tener a Dios es ser como Él, y Él se ha dado a Sí Mismo a ti. 3Tú que tienes a Dios debes ser como Dios, pues mediante Su regalo Su función se convirtió en la tuya. 4Invita este conocimiento de nuevo a tu mente y no dejes entrar ninguna otra cosa que lo pueda enturbiar. 5El Invitado que Dios te envió te enseñará cómo hacer esto sólo con que reconozcas la pequeña chispa y estés dispuesto a dejar que se expanda. 6No es necesario que estés enteramente dispuesto a ello porque Él lo está. 7Si simplemente le ofreces un pequeño lugar, Él lo iluminará tanto que gustosamente dejarás que éste se expanda. 8Y mediante esta expansión, comenzarás a recordar la creación. 

Así es. 

7. ¿Qué prefieres ser, del ego o anfitrión de Dios? 2Aceptarás únicamente a aquel que invites. 3Eres libre de determinar quién ha de ser tu invitado y cuánto tiempo ha de permanecer contigo. 4Mas esto no es auténtica libertad, pues depende todavía de cómo la consideres. 5El Espíritu Santo se encuentra ahí, pero no puede ayudarte a menos que tú se lo pidas. 6Y el ego no es nada, tanto si lo invitas a que entre como si no. 7La auténtica libertad radica en darle la bienvenida a la realidad, y de tus invi­tados, sólo él Espíritu Santo es real. 8Date cuenta, pues, de Quién mora en ti, reconociendo simplemente lo que ya se encuentra ahí, y no te conformes con consoladores imaginarios, pues el Conso­lador de Dios se encuentra en ti. 

Una nueva reafirmación en el mensaje que ha de aportarnos la certeza de lo que realmente somos. El Espíritu Santo actúa desde el Amor, es decir, respetando nuestra libertad. Debe ser nuestra voluntad, la que permita oír la Voz del invitado que Dios ha dispuesto para Su Creación. Esa pequeña dosis de voluntad que ha de llevarnos a elegir a quién preferir, al ego o a Dios.

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