lunes, 20 de mayo de 2024

Capítulo 10. IV. El fin de la enfermedad.

IV. El fin de la enfermedad.

1. Toda magia es un intento de reconciliar lo irreconciliable. 2Toda religión es el reconocimiento de que lo irreconciliable no puede ser reconciliado. 3La enfermedad y la perfección son irreconcilia­bles. 4Si Dios te creó perfecto, eres perfecto. 5Si crees que puedes estar enfermo, has antepuesto otros dioses a Él. 6Dios no está en guerra con el dios de la enfermedad que inventaste, pero tú sí. 7Este dios es el símbolo de tu decisión de oponerte a Dios, y tienes miedo de él porque no se le puede reconciliar con la Voluntad de Dios. 8Si lo atacas, harás que sea real para ti. 9Pero si te niegas a adorarlo, sea cual sea la forma en que se presente ante ti, o el lugar donde creas verlo, desaparecerá en la nada de donde provino.

Etimológicamente, se cree que el termino religión procede de “religare”, cuyo significado es “unir”. Podríamos decir, que reconciliar adopta ese mismo significado, el de recuperar el estado de unión cuando se ha perdido dicha condición.

En este sentido, el papel original de la religión es corregir la creencia de la separación por la de unión.

En este punto, se nos dice que la enfermedad-separación y la perfección-unión son irreconciliables. Si Dios nos creó perfectos, ningún pensamiento contrario a ese estado puede alterarlo. Por tal motivo, la creencia en la enfermedad nos lleva a servir al error, pues estaríamos argumentando a favor de la existencia del ego y de que nuestra verdadera identidad, es el cuerpo.. 

2. La realidad sólo puede alborear en una mente despejada. 2La realidad está siempre ahí, ante ti, lista para ser aceptada, pero para aceptarla tienes que primero estar dispuesto a tenerla. 3Conocer la realidad requiere que uno esté dispuesto a juzgar la irrealidad tal como es. 4Pasar por alto lo que no es nada es simple­mente juzgarlo acertadamente, y mediante tu capacidad para eva­luarlo correctamente, permitir que desaparezca. 5EI conocimiento no puede alborear en una mente llena de ilusiones porque la ver­dad y las ilusiones son irreconciliables. 6La verdad es íntegra y no puede ser conocida sólo por una parte de la mente. 

Este punto aboga por la coherencia. No se puede servir a la verdad y a la ilusión conjuntamente. La mente dual no puede albergar lo que es verdad, pues la verdad es íntegra y eterna. No está sujeta al cambio y a la temporalidad. 

3. No se puede percibir a la Filiación como parcialmente enferma porque percibirla de esa manera es no percibirla en absoluto. 2Si la Filiación es una, es una desde cualquier punto de vista. 3La uni­dad no puede ser dividida. 4Si percibes otros dioses significa que tu mente está dividida, y no podrás limitar dicha división porque ello es señal de que has separado parte de tu mente de la Volun­tad de Dios. 5Esto quiere decir que tu mente no tiene ningún con­trol. 6No tener control significa que se ha perdido la razón, y en ese caso la mente se vuelve irracional. 7Al definir erróneamente a la mente, la percibes como que funciona erróneamente. 

La mente dividida ha permitido que la percepción haya sustituido al verdadero Conocimiento. 


4. Las leyes de Dios mantendrán a tu mente en paz porque la paz es Su Voluntad, y Sus leyes se promulgaron para apoyarla. 2Sus leyes son las leyes de la libertad, mas las tuyas son las leyes del cautiverio. 3Puesto que la libertad y el cautiverio son irreconcilia­bles, sus respectivas leyes no se pueden entender simultánea­mente. 4Las leyes de Dios operan exclusivamente para tu bien, y no hay más leyes que las Suyas. 5Lo demás no está regido por ninguna ley, y es, por lo tanto, caótico. 6Dios Mismo, no obstante, ha protegido todo lo que Él creó mediante Sus leyes. 7No existe nada que no esté regido por ellas. 8"Las leyes del caos” es una expresión que no tiene sentido. 9La creación acata sus leyes per­fectamente, y lo caótico carece de significado porque Dios no forma parte de ello. 10Le has "dado" tu paz a los dioses que inven­taste, pero ellos no pueden aceptarla, pues no están ahí, y tú no puedes dársela. 

Las leyes de Dios proceden del Amor y favorecen el estado de paz. Mientras que las leyes del ego proceden del miedo y favorecen el estado de sufrimiento, de culpa y de dolor. 

5. No eres libre de renunciar a la libertad, sino sólo de negarla. 2No puedes hacer lo que Dios no dispuso porque lo que Él no dispuso no puede tener lugar. 3Tus dioses no son los causantes del caos; tú les adjudicas el caos y luego lo aceptas de ellos. 4Nada de esto ha tenido lugar jamás. 5Nada, excepto las leyes de Dios, ha existido jamás, y nada, excepto Su Voluntad, existirá jamás. 6Fuiste creado mediante Sus leyes y por Su Voluntad, y el modo en que fuiste creado te estableció como creador. 7Lo que has inventado es tan indigno de ti que lo repudiarías sólo con que estuvieses dispuesto a verlo tal como es. 8En ese caso no verías nada en absoluto. 9Y tu visión automáticamente se dirigiría más allá de ello hacia lo que se encuentra en ti y a tu alrededor. 10La realidad no puede salvar las obstrucciones que pones ante ella, mas te envolverá completamente cuando las abandones. 

Lo que Dios ha creado lleva el sello de lo eterno, pues la esencia del Amor es Eterna. Lo que el ego ha fabricado lleva el sello de lo perecedero, pues su esencia es el miedo y el miedo es nada. 

6. Una vez que se ha experimentado la protección de Dios, inven­tar ídolos se vuelve inconcebible. 2En la Mente de Dios no hay imágenes extrañas, y lo que no está en Su Mente no puede estar en la tuya, porque tú tienes una sola mente y esa mente le perte­nece a El. 3Es tuya precisamente porque le pertenece a Él, ya que para Él ser propietario de algo es compartirlo. 4Y si esto es así para Él, también lo es para ti. 5Sus definiciones son Sus leyes, pues mediante ellas estableció el universo tal como éste es. 6Los falsos dioses que tratas de interponer entre tu realidad y tú no afectan a la verdad en absoluto. 7Tuya es la paz porque Dios te creó. 8Y Él no creó nada más. 

El Curso nos enseña que la verdad sólo puede ser experimentada. No se puede describir ni explicar y, añade, que la experiencia (de la verdad) en sí forma parte del ámbito de Dios.

Experimentar la presencia de Dios es el reconocimiento de lo que Somos. No obstante, no podremos experimentar una auténtica sensación de que existimos mientras sigamos teniendo dudas con respecto a lo que somos. 

Como bien se recoge en la enseñanza del Curso, “la percepción se construye sobre la base de la experiencia, y la experiencia conduce a las creencias” (T-11.VI.1:2). “Diferentes experiencias conducen a diferentes creen­cias, y a través de éstas, a diferentes percepciones. Pues las per­cepciones se aprenden mediante creencias, y la experiencia ciertamente enseña(T-11.VI.3:4-5). 

No podremos experimentar a Dios si prestamos fidelidad a la creencia de que somos seres separados. Para experimentar a Dios, nuestra mente debe percibir correctamente lo que somos desde la visión de la Unidad. 

7. Un milagro es el acto de un Hijo de Dios que ha abandonado a todos los dioses falsos y exhorta a sus hermanos a que hagan lo mismo. 2Es un acto de fe porque es el reconocimiento de que su hermano puede hacerlo también. 3Es un llamamiento al Espíritu Santo en su mente, que se refuerza mediante la unión. 4Puesto que el obrador de milagros ha oído la Voz de Dios, la refuerza en sus hermanos enfermos al debilitar su creencia en la enfermedad, que él no comparte. 5El poder de una mente puede irradiar hasta otra porque todas las lámparas de Dios fueron encendidas por la misma chispa, la cual está en todas partes y es eterna. 

La fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea. Si la experiencia de Dios es el resultado de percibir correctamente, podemos decir, que esta experiencia nos llevará a obrar un milagro, pues es el acto del Hijo de Dios que ha abandonado a todos los dioses falsos y exhorta a sus hermanos a que hagan lo mismo. Ese deseo es un acto de fe, pues es el reconocimiento de la unidad que nos mantiene unidos a nuestros hermanos. 

8. En muchos lo único que queda es la chispa, pues los Grandes Rayos están velados. 2Aun así, Dios ha mantenido viva la chispa de manera que los Rayos nunca puedan olvidarse completamente. 3Sólo con que veas la pequeña chispa podrás conocer la luz mayor, pues los Rayos están ahí aunque sin ser vistos. 4Al percibir la chispa sanas, mas al conocer la luz creas. 5En el proceso de retornar, no obstante, la pequeña chispa debe reconocerse pri­mero, pues la separación fue el descenso desde la grandeza a la pequeñez. 6La chispa, no obstante, sigue siendo tan pura como la luz mayor porque es lo que queda de la llamada de la creación. 7Deposita toda tu fe en ella y Dios Mismo te contestará. 

En este punto, Jesús, utiliza terminología de cierto contenido esotérico, en el sentido de que hace referencia a conceptos que, para su comprensión, no pueden interpretarse en su contexto mundano. El lenguaje alegórico, es muy utilizado en las enseñanzas del Maestro. Las parábolas son muy utilizadas por Él para enseñar verdades adaptadas a las mentes a las que iba dirigidas. Es en este mismo sentido, que debemos encontrar el significado de las ideas que se expresan en este punto. 

La “chispa” y los “Grandes Rayos”, no están evocando a acontecimientos que se extraen de fenómenos físicos. Ambos términos nos llevan a establecer una estrecha similitud con el poder de la luz, con el poder del entendimiento. Este significado se extrae de la cualidad intrínseca que emana de la luz: la de disipar la oscuridad. 

La chispa debe ser interpretada como una parte del “Todo”, entendiéndose el “Todo” como los “Grandes Rayos”. El Conocimiento que emana de la Fuente de Dios, de la Causa Primigenia de todo lo Creado, se correspondería con los Grandes Rayos, mientras que la chispa, la parte de ese “Todo”, podemos interpretarla como esa parte que queda de la llamada de la creación, es decir, la Mente Una que nos abrirá las “puertas del Cielo”, donde nos fundiremos con el Conocimiento.

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