viernes, 25 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 299

LECCIÓN 299

La santidad eterna mora en mí

1. Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es. 2No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. 3Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. 4Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es.

2. Padre, mi santidad no procede de mí. 2No es mía para dejar que el pecado la destruya. 3No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. 4Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. 5Se yergue por siempre perfecta e intacta. 6En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. 7Y puedo conocer mi santidad, 8pues fui creado por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca.

¿Qué me enseña esta lección?

La Santidad es mi verdadero Estado de Ser. La Santidad es mi única realidad. La Santidad es mi condición natural. La Santidad, es el reconocimiento del Hijo a Su Padre.

Desde el mundo de la percepción, desde el mundo del sueño, la Santidad se convierte en un logro que está en manos del Creador. Esto es así, porque el Hijo de Dios ha olvidado su origen divino y proyecta en el mundo ilusorio que ha fabricado el ideal que le inspira el retorno a su verdadero Hogar.

Mi Santidad es mi herencia. Soy Espíritu, un Santo Hijo de Dios.

Mi Santidad no ha sido un logro, una conquista, tan sólo es la visión de mi verdadera realidad. El reconocimiento de mi Ser Divino.

Cuando hago consciente en mí, la condición de Santidad, mis ojos tan sólo ven la Unicidad que une a todos los Seres.

Bendito Seas Padre, que me has permitido Ser Uno con tu Voluntad.

Ejemplo-Guía: ¿Santo o pecador?

Por mucho que lo intentemos, la condición de santidad no se determina en este mundo, sino en el Cielo. Esto, ¿qué significa? Pues, que no es el hombre el que decide quién es santo o quién es pecador. Nadie nos puede ofrecer una condición que ya forma parte de nuestra verdadera realidad, pues somos Hijos de la Santidad, Hijos de Dios. 

Acabo de dejar sin trabajo a la cúpula del poder católico, los cuales tienen asumidos la potestad de dar y quitar el don de la santidad. 

Creemos que podemos dar algo a alguien, cuando éste carece de ello. Cuando estamos otorgando la condición de santo, es porque hemos llegado a la conclusión de que no lo es. Si no somos santos, entonces, somos pecadores.  

Un Curso de Milagros no dice: "Los Hijos de Dios son santos, y los milagros honran su santidad, que ellos pueden ocul­tar, mas nunca perder" (T-1.I.31:3). 

Y añade: "Únicamente lo que tú no has dado es lo que puede faltar en cualquier situación. Pero recuerda esto: la santidad fue la meta que se fijó para tu relación, y no fuiste tú quien lo hizo. No fuiste tú quien la fijó porque la santidad no se puede ver excepto mediante la fe, y tu relación no era santa por razón de la limitada y reducida fe que tenías en tu hermano. Tu fe tiene que aumen­tar para poder alcanzar la meta que se ha fijado" (T-17.VII.4:1-4). 

La religión suele recordarnos que nuestra desobediencia a Dios, nos hizo pecadores y que dicha condición requiere purificación. 

UCDM, nos revela, en este sentido: "La Expiación no te hace santo. Fuiste creado santo. La Expia­ción lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad, o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres” (T-14.IX.1:1-3).

“La Presencia de la santidad vive en todo lo que vive, pues la santidad creó la vida y no puede abandonar lo que creó tan santo como ella misma” (T-14.IX.4:7). 

¿Cómo ver la santidad? ¿Es algo que podemos ver fuera? 

"La santidad se ve a través de los santos ojos que ven la inocencia en su interior, y que, debido a ello, esperan verla en todas partes" (T-31.VII.11:3).

"La santidad no radica en el tiempo, sino en la eternidad. Jamás hubo un solo instante en el que el Hijo de Dios pudiese haber perdido su pureza. Su estado inmutable está más allá del tiempo, pues su pureza permanece eternamente inal­terable y más allá del alcance del ataque. En su santidad el tiempo se detiene y deja de cambiar. Y así, deja de ser tiempo. Pues al estar atrapado en el único instante de la eterna santidad de la creación de Dios, se transforma en eternidad" (T-15.I.15:4-9).

No es la primera lección en la que se trata el tema de la santidad. Recordemos: 

En la Lección 36: “Mi santidad envuelve todo lo que veo”, se recoge lo siguiente: “Eres santo porque tu mente es parte de la de Dios. puesto que eres santo, tu visión no puede sino ser santa también. "Impecabilidad" quiere decir libre de pecado. No se puede estar libre de pecado sólo un poco. O bien eres impecable o bien no lo eres. Si tu mente es parte de la de Dios tienes que ser impecable, pues de otra forma parte de Su Mente sería pecaminosa. Tu visión está vinculada a Su santidad, no a tu ego, y, por lo tanto, no tiene nada que ver con tu cuerpo” (L-pI.36.1:2-8). 

Dios nos creó a Su Imagen y Semejanza. Si Dios es Santo, Su Hijo, fruto de la expansión de la Mente de su Padre, también lo es. La impecabilidad está asociada a la santidad. 

En la Lección 37: ”Mi santidad bendice al mundo”, se nos enseña lo siguiente: “Tu propósito es ver el mundo a través de tu propia santi­dad. De este modo, tú y el mundo sois bendecidos juntos. Nadie pierde; a nadie se le despoja de nada; todo el mundo se beneficia a través de tu santa visión. Tu santa visión significa el fin del sacrificio porque les ofrece a todos su justo merecido. él tiene derecho a todo, ya que ése es su sagrado derecho como Hijo de Dios” (L-pI.37.1:2-6). 

“No hay ninguna otra manera de poder eliminar la idea de sacri­ficio del pensamiento del mundo. Cualquier otra manera de ver inevitablemente exige el que algo o alguien pague. Como resul­tado de ello, el que percibe sale perdiendo. Y no tiene ni idea de por qué está perdiendo. Su plenitud, sin embargo, le es restau­rada a su conciencia a través de tu visión. Tu santidad le bendice al no exigir nada de él. Los que se consideran a sí mismos completos no exigen nada” (L-pI.37.2:1-7). 

Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo” (L-pI.37.3:1-2). 

El hecho de que tratemos al mundo desde la visión de la santidad, estamos ofreciendo el regalo que ha de permitirle negar el sacrificio y aceptar la bendición de saberse inocentes e inmaculados. 

Si avanzamos en nuestro objetivo, llegamos a la Lección 38, “No hay nada que mi santidad no pueda hacer”, donde se recoge lo siguiente: “Tu santidad invierte todas las leyes del mundo. Está más allá de cualquier restricción de tiempo, espacio, distancia, así como de cualquier clase de límite. El poder de tu santidad es ilimitado porque te establece a ti como Hijo de Dios, en unión con la Mente de su Creador” (L-pI.38.1:1-3). 

“Mediante tu santidad el poder de Dios se pone de manifiesto. Mediante tu santidad el poder de Dios se vuelve accesible. Y no hay nada que el poder de Dios no pueda hacer. Tu santidad, por lo tanto, puede eliminar todo dolor, acabar con todo pesar y resol­ver todo problema. Puede hacer eso en conexión contigo o con cualquier otra persona. Tiene el mismo poder para ayudar a cual­quiera porque su poder para salvar a cualquiera es el mismo” (L-pI.38.2:1-6). 

“Si tú eres santo, también lo es todo lo que Dios creó. Tú eres santo porque todas las cosas que Él creó son santas. todas las cosas que Él creó son santas porque tú eres santo. En los ejercicios de hoy vamos a aplicar el poder de tu santidad a cualquier clase de problema, dificultad o sufrimiento que te venga a la mente tanto si tiene que ver contigo como con otro. No haremos distin­ciones porque no hay distinciones” (L-pI.38.3:1-5). 

Deberíamos recordar permanentemente esta afirmación: No hay nada que mi santidad no pueda hacer. En verdad nos lleva a confirmar la certeza de lo que somos: Santos Hijos de Dios. Nuestra santidad niega al ego y a sus falsas creencias y pensamientos. Nuestra santidad reinstaura la unidad y pone fin a la separación en nuestra mente. 

La siguiente Lección, la 39, “Mi santidad es mi salvación” y refiere lo siguiente:  “Hemos dicho ya que tu santidad es la salvación del mundo. ¿Y qué hay de tu propia salvación? No puedes dar lo que no tienes. Un salvador tiene que haberse salvado. ¿De qué otro modo, si no, podría enseñar lo que es la salvación? Los ejercicios de hoy van dirigidos a ti, en reconocimiento de que tu salvación es crucial para la salvación del mundo. A medida que apliques los ejerci­cios a tu mundo, el mundo entero se beneficiará” (L-pI.39.3:1-7). 

“Tu santidad es la respuesta a toda pregunta que jamás se haya hecho, se esté haciendo ahora o se haga en el futuro. Tu santidad significa el fin de la culpabilidad y, por ende, el fin del infierno. Tu santidad es la salvación del mundo, así como la tuya. ¿Cómo podrías tú -a quien le pertenece tu santidad- ser excluido de ella? Dios no conoce lo profano. ¿Sería posible que Él no cono­ciese a Su Hijo?" (L-pI.39.4:1-6) 

Si sentimos culpabilidad estamos identificados con el ego y no con nuestra condición santa. Si sentimos culpabilidad es señal inequívoca de que nos creemos pecadores y merecedores del castigo divino. Si es eso lo que hemos dado, es eso lo que recibimos. Si damos “pecado” cosechamos “culpabilidad” o lo que es lo mismo, nos estamos condenando a nosotros mismos. 

Nuestra santidad es nuestra salvación pues, nos libera de la culpa y deshace el error de la falsa creencia en el pecado, en la separación.


Reflexión: "Si la Santidad nos ha creado y la Santidad es Dios, entonces, somos Dios"

8 comentarios:

Capítulo 16. II. El poder de la santidad (2ª parte).

II. El poder de la santidad (2ª parte). 4.  Has obrado milagros, pero es muy evidente que no los has obrado solo.  2 Cada vez que te extendi...