i. El cuerpo incorruptible (2ª parte).
Si el cuerpo no es nada, no puede asignársele la condición de corruptor. La corrupción a la que hace referencia este punto es la que forma parte de la creencia errónea en lo que somos, la cual procede del uso de la mente. Dicho de otro modo, es la mente la que puede llevarnos a emitir pensamientos contrarios al orden divino, al orden del amor. Todo pensamiento que sirva al miedo es corrupto y, al extenderse, se convierte en el mensajero de la muerte y del dolor.
Al conocer que la corrupción se encuentra en nuestra mente y no en el cuerpo, podemos liberlarlo de su falsa condición, utilizándolo para extender pensamientos de amor y contagiar a los receptores de los mismos con su luz.
7. Aquellos que tienen miedo de la muerte no ven con cuánta frecuencia y con cuánta fuerza claman por ella, implorándole que venga a salvarlos de la comunicación. 2Pues consideran que la muerte es un refugio: el gran salvador tenebroso que libera de la luz de la verdad, la respuesta a
El ego y su secreta estrategia han quedado desvelados por la diáfana visión de Jesús. El arma más mortífera del ego es el miedo que le tiene al amor. Si amase, el ego no sería el ego, no tendría argumento alguno para seguir creyendo en el pecado y en la culpabilidad. Él se hace fuerte en la vulnerabilidad del cuerpo y en su fiel creencia en la temporalidad. Si amase, el ego dejaría de ser arrogante y tendría que reconocer que su existencia ya no puede responder a lo ilusorio y a lo irreal, con lo cual, no sería el ego. Al no tener un cuerpo separado, no tendría miedo al amor y su cuerpo no sería corruptible, pues no estaría sujeto a las leyes de la temporalidad.
El egocentrismo no permitirá que el cuerpo pueda contribuir al amor. ¿Cómo puede dedicarse al amor el principal agente del pecado? El ego no puede tolerar tal situación, y para evitarlo nos recordará que somos pecadores, empleando otra de sus herramientas favoritas, el juicio. Se crearán normas y preceptos con el objetivo de guiar nuestra conducta para que no infringamos sus normas, pero en realidad, lo que está haciendo es establecer el objetivo hacia el que apuntar sus dardos. Y al exponer sus sombras internas a los demás, se responderá: "lo ves, tenía razón, eres un pecador por infringir tal o cual ley". La implementación de la ley se transforma en un ataque incesante para eliminar todo lo que nos genera temor: el miedo a perder, al dolor, al sufrimiento, a no ser nada, a no ser querido, a no ser valorado, al fracaso, entre otros.
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