miércoles, 9 de abril de 2025

Capítulo 19. B-i. La atracción del dolor (3ª parte).

i. La atracción del dolor (3ª parte).

15.  El ego siempre proyecta sus mensajes fuera de ti, al creer que es otro y no tú el que ha de sufrir por tus mensajes de ataque y culpabilidad. 2E incluso si tú sufres, el otro ha de sufrir aún más. 3El supremo engañador reconoce que esto no es verdad, pero como "enemigo" de la paz que es, te incita a que proyectes todos tus mensajes de odio y así te liberes a ti mismo. 4para conven­certe de que esto es posible, le ordena al cuerpo a que busque dolor en el ataque contra otro, lo llame placer y te lo ofrezca como tu liberación del ataque.

Siempre se ha dicho que el mundo que percibimos, el físico, es el revés del mundo espiritual. Las leyes que rigen en el primero son el reverso de las que imperan en el segundo. Así, se consideran antagónicos el miedo y el amor, la oscuridad y la luz, la lucha y la paz, la muerte y la vida, etc. Ese antagonismo se aplica, igualmente, cuando nos referimos al cuerpo y al espíritu, lo que nos lleva a creer que el cuerpo es el agente causante del pecado y de todos nuestros males, mientras que el espíritu es negado por carecer de identidad perceptiva, con lo cual el cuerpo es considerado, desde la visión del ego, como su propio dios, su propio creador.

Esa visión demente e ignorante se encuentra arraigada en todas las religiones, las cuales han identificado al cuerpo como el causante que ha dado origen a la creencia en la separación con Dios. Sus Textos Sagrados recogen la existencia de Dios y la de su Hijo, pero el hecho de que se afirme que dicho Hijo ha sido creado a imagen y semejanza de su hacedor no ha sido suficiente para reconocerle como un ser espiritual, como su Padre, sino que se le limita a las leyes físicas, adjudicándole la identidad con el cuerpo. Dicha visión es muy pobre y nos ha condicionado en nuestro estado de conciencia. Nos invita a buscar la salvación a través de la expiación redentora del cuerpo, desestimando la causa real del error percibido, el cual se encuentra en nuestras creencias.

¿No sería más lógico corregir el error que se encuentra en nuestra creencia base que castigar el cuerpo que nos hace consciente de ello? Cuánto dolor y sufrimiento nos evitaríamos si cambiamos nuestra visión de dónde buscar el error de nuestras creencias.

16. No hagas caso de su locura, ni creas que lo imposible es ver­dad. 2No olvides que el ego ha consagrado el cuerpo al objetivo del pecado y que tiene absoluta fe de que el cuerpo puede lograrlo. 3Sus sombríos discípulos entonan incesantemente ala­banzas al cuerpo, en solemne celebración del poderío del ego. 4No hay ni uno solo que no crea que sucumbir a la atracción de la culpabilidad es la manera de escaparse del dolor. 5Ni uno solo de ellos puede dejar de identificarse a sí mismo con su propio cuerpo, sin el cual moriría, pero dentro del cual, su muerte es igualmente inevitable.

Es esencial que reflexionemos sobre el papel y la función que le tenemos encomendada al cuerpo. Es esencial que identifiquemos los diferentes niveles donde se expresa la energía. No podemos obviar que el origen de todo lo creado procede de un nivel invisible para los ojos físicos y que dicho origen es el hogar verdadero de dicha energía, lo cual no puede confundirnos llevándonos a interpretar que somos la energía en su estado más denso, el que nos permite percibir nuestros sentidos.

La energía procede de los mundos sutiles, donde la mente la expande dando lugar a actos creadores. El pensamiento es la energía en su estado más elevado y, cuando vibra en sintonía con la fuerza del amor, dichos pensamientos son amorosos, dando lugar a creaciones eternas. Cuando el pensamiento vibra en sintonía con la frecuencia donde el amor está ausente, dichos pensamientos sirven a la fuerza del deseo, cuyo nivel es más grosero, dando lugar al miedo, cuyas creaciones serán contrarias al orden universal del amor y, por lo tanto, darán lugar a creaciones ilusorias y temporales.

17.  Los discípulos del ego no se dan cuenta de que se han consa­grado a sí mismos a la muerte. 2Se les ha ofrecido la libertad pero no la han aceptado, y lo que se ofrece se tiene también que acep­tar para que sea verdaderamente dado. 3Pues el Espíritu Santo es también un medio de comunicación, que recibe los mensajes del Padre y se los ofrece al Hijo. 4Al igual que el ego, el Espíritu Santo es a la vez emisor y receptor. 5Pues lo que se envía a través de Él retorna a Él, buscándose a sí mismo en el trayecto y encontrando lo que busca. 6De igual manera, el ego encuentra la muerte que busca, y te la devuelve a ti. 

Todo el sistema de pensamiento del ego está abocado al encuentro con la muerte, pues en su reino gobiernan las leyes de la temporalidad, donde todo ciclo que se inicia con el nacimiento tiene su final con la muerte. El cuerpo, su símbolo más emblemático, es el ejemplo que testimonia a favor de esa ley.

Sin embargo, no podemos olvidar que el cuerpo es la cristalización de la energía cuando alcanza su estado más denso, pero dicha energía procede de un nivel superior donde fluye sin límites, en estado emanativo y potencial. Es en ese nivel vibracional donde el Espíritu tiene su verdadero Hogar. Su origen es de ese Plano donde la divinidad se manifiesta en su triple aspecto: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Rendir pleitesía al ego nos lleva a consagrarnos a la muerte. Mientras que servir al Espíritu es consagrarnos a la Vida Eterna.

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