IV. Los obstáculos a la paz.
La paz y la felicidad son el resultado de que en nuestros pensamientos expanda el amor incondicional.
Si al mirar en nuestro interior descubrimos muestras de rencor, de odio, de ira, de miedo, no podremos gozar de la paz y de la felicidad, pues al mirar al exterior proyectaremos esos sentimientos en los demás, a los cuales los contagiaremos con ellos.
Conozco muchas voces que prefieren llevar la razón a la paz. Es más, creen que si no llevan la razón, no se sentirán en paz. Sin embargo, los que proclaman esa creencia como su máxima verdad no dejan de quejarse de que la vida les va mal, que padecen dolores, de molestias y de falta de libertad. Se sienten agotados por el permanente juicio al que someten a los demás y sobre todo se sienten agotados por el castigo que quieren aplicar.
El Espíritu Santo, que conoce nuestra relación con el resto de la humanidad, responde a nuestra llamada cuando en verdad tenemos la voluntad de encontrar la paz y la felicidad. En respuesta a nuestra llamada, nos guiará al encuentro con las personas con las que creemos tener lazos de culpabilidad y con aquellas que nos sirven de sparring para probar nuestros juicios. Ese encuentro se producirá y será el instante en el que podremos bendecir a nuestro hermano y establecer una relación santa con él, o negar el lazo que nos mantiene unidos a él y perpetuar la relación especial.
2. Todo esto es lo que harás. 2Para
ello, no obstante, la paz que ya mora en lo más profundo de tu ser debe primero
expandirse y transponer los obstáculos que situaste ante ella. 3Esto
es lo que harás, pues nada que se emprenda con el Espíritu Santo queda inconcluso. 4No puedes estar seguro de nada
de lo que ves fuera de ti, pero de esto sí puedes estar seguro: el Espíritu Santo
te pide que le ofrezcas un lugar de reposo donde tú puedas descansar en Él. 5Él
te contestó, y entró a formar parte de vuestra relación. 6¿No
quieres corresponder a Su gracia, y entablar una relación con Él? 7Pues
fue Él quien le confirió a tu relación el regalo de la santidad, sin la cual te
habría resultado eternamente imposible apreciar a tu hermano.
No esperemos que el sistema de pensamiento del ego nos aporte medios y herramientas para salir airosos del encuentro sagrado con nuestros hermanos. No lo hará por la sencilla razón de que no percibe la unidad que te une a ellos, sino todo lo contrario; te dirá que su presencia pone en peligro todo cuanto crees poseer y, para defender tu feudo, planificará el mejor ataque posible para poner fin a su amenaza.
El Espíritu Santo es la Voz que habla por nuestro Padre. Simboliza la Mente Recta. Sería un error creer que el Espíritu Santo se encuentra separado de nuestra mente. Esa creencia nos llevará a percibirlo con aspecto tangible y evocará una imagen de Él en nuestros pensamientos. Dicha imagen adquirirá un aspecto externo, el cual se convertirá en el símbolo de lo que representa. Yo mismo he realizado este movimiento mental evocando la imagen de una paloma o de un águila para invocar su presencia en mí. La falta de fe del ego se inventa artimañas para llevarnos a negar la verdad. En su estrategia nos convence para que invoquemos al Espíritu Santo y que su presencia encarne en forma de paloma o de águila surcando el cielo ante nuestros ojos físicos. Desde nuestra mente, el ego pone las reglas y nos dice: si aparece volando en el cielo, es señal inequívoca de que tus deseos se cumplirán. Si no aparece, puedes tener por seguro que no lo conseguirás.
Son los entretenimientos que nos propone el ego en un intento de desviar nuestra atención de la verdadera realidad.
El Espíritu Santo no está fuera de nosotros. Se encuentra en la Mente de Dios, la cual compartimos, Su creación, la Filiación. Siendo esto así, que lo es, el Espíritu Santo se encuentra en la mente de cada uno de nosotros. Lo único que tenemos que hacer es conectar con su frecuencia. Podemos llamarla frecuencia "unidad". Así todos la conoceremos y podremos sintonizarla para hablar el mismo idioma y compartir la misma verdad.
3. Él sólo te pide que aceptes por Él la gratitud que le debes. 2Y cuando contemplas a tu hermano
con infinita benevolencia, lo estás contemplando a Él. 3Pues estás
mirando allí donde Él está, y no donde no está. 4No
puedes ver al Espíritu Santo, pero puedes ver a tus hermanos correctamente. 5Y la luz en ellos te mostrará todo
lo que necesites ver. 6Cuando la paz que mora en ti se haya
extendido hasta abarcar a todo el mundo, la función del Espíritu Santo aquí se habrá
consumado. 7¿Qué necesidad habrá de ver entonces? 8Cuando
Dios Mismo haya dado el paso final, el Espíritu Santo reunirá todas las
gracias que le hayas dado y toda la gratitud que le hayas ofrecido, y las
depositará dulcemente ante Su Creador en el nombre de Su santísimo Hijo. 9Y
el Padre las aceptará en Su Nombre. 10¿Qué necesidad hay de ver, en
presencia de Su gratitud?
No podemos creer que el Espíritu Santo será percibido en forma de paloma o águila, pues lo que Es no es de este mundo material. El Espíritu Santo, ya lo hemos dicho, es la Mente Recta, el pensamiento verdadero que nos llevará a la percepción correcta, a la visión de la unidad.
Tenemos que estar agradecidos a la Mente Recta porque ello representa el reconocimiento de lo que realmente somos, el reconocimiento de nuestro despertar. En realidad, lo que estamos haciendo es agradecer a nuestro ser divino la luz que nos permite retornar a la verdad.
La percepción verdadera nos lleva a "ver" al Espíritu Santo y lo hace reconociendo en los demás a nuestros hermanos con los cuales estamos unidos por un lazo de amor y de unidad. Cada vez que "nos vemos" en el otro y elegimos extender el amor hacia él, estamos "viendo" al Espíritu Santo en cada una de las mentes.
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