lunes, 24 de marzo de 2025

Capítulo 19. IV. Los obstáculos a la paz.

IV. Los obstáculos a la paz.

1. A medida que la paz comience a extenderse desde lo más pro­fundo de tu ser para abarcar a toda la Filiación y ofrecerle des­canso, se topará con muchos obstáculos. 2Algunos de ellos los tratarás de imponer tú. 3Otros, parecerán provenir de otras par­tes: de tus hermanos, o de diversos aspectos del mundo externo. 4La paz, no obstante, los envolverá dulcemente a todos, exten­diéndose más allá de ellos sin obstrucción alguna. 5La extensión del propósito del Espíritu Santo desde tu relación a otras perso­nas para incluirlas amorosamente dentro de ella, es la manera en que Él armonizará medios y fin. 6La paz que Él ha depositado, muy hondo dentro de ti y tu hermano, se extenderá quedamente a cada aspecto de vuestras vidas, rodeándoos a ambos de radiante felicidad y con la sosegada certeza de que gozáis de absoluta protección. 7Y vosotros llevaréis su mensaje de amor, seguridad y libertad a todo aquel que se acerque a vuestro tem­plo, donde la curación le espera. 8No tendréis que esperar para darle esto, pues le llamaréis y él os responderá, reconociendo en vuestra llamada la Llamada a Dios. 9Y vosotros lo albergaréis y le daréis descanso tal como se os dio a vosotros.

Por mis vivencias y por el aprendizaje que he ido adquiriendo a lo largo de los años, puedo afirmar que la ausencia de paz es un obstáculo para alcanzar la felicidad. Da igual el objetivo que nos hayamos puesto lograr para sentir que somos felices. Hay dos aspectos que considero imprescindibles para que la felicidad sea real. Por un lado, que dicho camino lo recorramos en paz, y por otro, no menos importante, que dicho camino lo hagamos de la mano de nuestros hermanos.

La paz y la felicidad son el resultado de que en nuestros pensamientos expanda el amor incondicional. 

Si al mirar en nuestro interior descubrimos muestras de rencor, de odio, de ira, de miedo, no podremos gozar de la paz y de la felicidad, pues al mirar al exterior proyectaremos esos sentimientos en los demás, a los cuales los contagiaremos con ellos.

Conozco muchas voces que prefieren llevar la razón a la paz. Es más, creen que si no llevan la razón, no se sentirán en paz. Sin embargo, los que proclaman esa creencia como su máxima verdad no dejan de quejarse de que la vida les va mal, que padecen dolores, de molestias y de falta de libertad. Se sienten agotados por el permanente juicio al que someten a los demás y sobre todo se sienten agotados por el castigo que quieren aplicar.

El Espíritu Santo, que conoce nuestra relación con el resto de la humanidad, responde a nuestra llamada cuando en verdad tenemos la voluntad de encontrar la paz y la felicidad. En respuesta a nuestra llamada, nos guiará al encuentro con las personas con las que creemos tener lazos de culpabilidad y con aquellas que nos sirven de sparring para probar nuestros juicios. Ese encuentro se producirá y será el instante en el que podremos bendecir a nuestro hermano y establecer una relación santa con él, o negar el lazo que nos mantiene unidos a él y perpetuar la relación especial.

2. Todo esto es lo que harás. 2Para ello, no obstante, la paz que ya mora en lo más profundo de tu ser debe primero expandirse y transponer los obstáculos que situaste ante ella. 3Esto es lo que harás, pues nada que se emprenda con el Espíritu Santo queda inconcluso. 4No puedes estar seguro de nada de lo que ves fuera de ti, pero de esto sí puedes estar seguro: el Espíritu Santo te pide que le ofrezcas un lugar de reposo donde tú puedas descansar en Él. 5Él te contestó, y entró a formar parte de vuestra relación. 6¿No quieres corresponder a Su gracia, y entablar una relación con Él? 7Pues fue Él quien le confirió a tu relación el regalo de la santidad, sin la cual te habría resultado eternamente imposible apreciar a tu hermano.

No esperemos que el sistema de pensamiento del ego nos aporte medios y herramientas para salir airosos del encuentro sagrado con nuestros hermanos. No lo hará por la sencilla razón de que no percibe la unidad que te une a ellos, sino todo lo contrario; te dirá que su presencia pone en peligro todo cuanto crees poseer y, para defender tu feudo, planificará el mejor ataque posible para poner fin a su amenaza.

El Espíritu Santo es la Voz que habla por nuestro Padre. Simboliza la Mente Recta. Sería un error creer que el Espíritu Santo se encuentra separado de nuestra mente. Esa creencia nos llevará a percibirlo con aspecto tangible y evocará una imagen de Él en nuestros pensamientos. Dicha imagen adquirirá un aspecto externo, el cual se convertirá en el símbolo de lo que representa. Yo mismo he realizado este movimiento mental evocando la imagen de una paloma o de un águila para invocar su presencia en mí. La falta de fe del ego se inventa artimañas para llevarnos a negar la verdad. En su estrategia nos convence para que invoquemos al Espíritu Santo y que su presencia encarne en forma de paloma o de águila surcando el cielo ante nuestros ojos físicos. Desde nuestra mente, el ego pone las reglas y nos dice: si aparece volando en el cielo, es señal inequívoca de que tus deseos se cumplirán. Si no aparece, puedes tener por seguro que no lo conseguirás.

Son los entretenimientos que nos propone el ego en un intento de desviar nuestra atención de la verdadera realidad. 

El Espíritu Santo no está fuera de nosotros. Se encuentra en la Mente de Dios, la cual compartimos, Su creación, la Filiación. Siendo esto así, que lo es, el Espíritu Santo se encuentra en la mente de cada uno de nosotros. Lo único que tenemos que hacer es conectar con su frecuencia. Podemos llamarla frecuencia "unidad". Así todos la conoceremos y podremos sintonizarla para hablar el mismo idioma y compartir la misma verdad.

3. Él sólo te pide que aceptes por Él la gratitud que le debes. 2Y cuando contemplas a tu hermano con infinita benevolencia, lo estás contemplando a Él. 3Pues estás mirando allí donde Él está, y no donde no está. 4No puedes ver al Espíritu Santo, pero puedes ver a tus hermanos correctamente. 5Y la luz en ellos te mostrará todo lo que necesites ver. 6Cuando la paz que mora en ti se haya extendido hasta abarcar a todo el mundo, la función del Espíritu Santo aquí se habrá consumado. 7¿Qué necesidad habrá de ver entonces? 8Cuando Dios Mismo haya dado el paso final, el Espí­ritu Santo reunirá todas las gracias que le hayas dado y toda la gratitud que le hayas ofrecido, y las depositará dulcemente ante Su Creador en el nombre de Su santísimo Hijo. 9Y el Padre las aceptará en Su Nombre. 10¿Qué necesidad hay de ver, en presen­cia de Su gratitud?

En este punto, Jesús utiliza la capacidad de ver desde el punto de vista de la percepción física. Es la razón por la que nos dice que no podemos ver al Espíritu Santo. No lo podemos ver porque la percepción no pertenece a la realidad del Espíritu, sino al cuerpo.

No podemos creer que el Espíritu Santo será percibido en forma de paloma o águila, pues lo que Es no es de este mundo material. El Espíritu Santo, ya lo hemos dicho, es la Mente Recta, el pensamiento verdadero que nos llevará a la percepción correcta, a la visión de la unidad. 

Tenemos que estar agradecidos a la Mente Recta porque ello representa el reconocimiento de lo que realmente somos, el reconocimiento de nuestro despertar. En realidad, lo que estamos haciendo es agradecer a nuestro ser divino la luz que nos permite retornar a la verdad. 

La percepción verdadera nos lleva a "ver" al Espíritu Santo y lo hace reconociendo en los demás a nuestros hermanos con los cuales estamos unidos por un lazo de amor y de unidad. Cada vez que "nos vemos" en el otro y elegimos extender el amor hacia él, estamos "viendo" al Espíritu Santo en cada una de las mentes.

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