jueves, 13 de marzo de 2025

Capítulo 19. II. El pecado en contraposición al error (1ª parte).

II. El pecado en contraposición al error (1ª parte).

1. Es esencial que no se confunda el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. 2Pues el error puede ser corregido, y lo torcido enderezado. 3Pero el pecado, de ser posible, sería irreversible. 4La creencia en el pecado está necesariamente basada en la firme convicción de que son las mentes, y no los cuerpos, que las atacan. 5Y así, la mente es culpable y lo será siempre, a menos que una mente que no sea parte de ella pueda darle la absolución. 6El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura.

Preparémonos para recibir un regalo de Jesús que nos alegrará la existencia. Este regalo es la Luz que nos permitirá entender, por un lado, las razones por las que el sistema de pensamiento del ego es tan poderoso y se encuentra tan arraigado en nuestra actual conciencia, y por otro, nos ofrece la visión correcta que nos permitirá sustituir el demente sistema de pensamiento del ego por la Verdad.

Toda la información recogida en este apartado trata sobre la causa que ha dado origen a la perdición del Hijo de Dios, llevándole a sustituir el amor por el miedo. Todos los argumentos que utiliza Jesús tienen como objetivo iluminar nuestra mente con la verdad. ¿Qué verdad? La única que nos abre las puertas del Cielo; la única que nos revela nuestra verdadera identidad; la única verdad que nos hace libres; la única verdad que nos despierta del sueño en el que se encuentra nuestra conciencia.

El empleo de la voluntad del Hijo de Dios le ha llevado a dirigir su mirada en una dirección diferente a la elegida por Dios. Si Dios ha creado desde la Unidad, Su Hijo ha creado desde la separación, es decir, en su visión creadora se ha separado de la Fuente de la que ha emanado y este acto ha sido interpretado como una transgresión de las Leyes de Dios, como un pecado, pues de este modo aniquila a su creador y se erige como el autor de su realidad.


Esta visión, esta interpretación, adquiere un especial significado en la conciencia del Hijo de Dios. Cree poder aniquilar a Su Hacedor y cree que ese acto le permite erigirse como su propio creador. La visión del mundo que ha fabricado adquiere una identidad propia, cuya principal característica radica en que se encuentra separada de cualquier otra identidad. Es distinta y especial a lo conocido anteriormente y su percepción la lleva a concebirse como la única realidad posible.

Jesús, calma nuestra ansiedad en este punto, diciéndonos que lo que hemos llamado "pecado" no es más que un error fruto del desconocimiento de lo que somos. Lo que Dios ha creado es inalterable y perfecto. Si bien Su Hijo, dotado de sus mismos poderes creadores, puede equivocarse, ello no significa que tenga el poder de autodestruirse, el poder de poner fin a la verdad utilizando pensamientos irreales e ilusorios cuya realidad fabricada está sujeta a las leyes de la temporalidad.

2. El pecado no es un error, pues el pecado comporta una arrogancia que la idea del error no posee. 2Pecar supondría violar la realidad y lograrlo. 3El pecado es la proclamación de que el ataque es real y que la culpabilidad está justificada. 4Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo que Dios no creó. 5De este modo, la creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser atacada y derrotada. 6El pecado es la gran ilusión que subyace a toda la grandiosidad del ego. 7Pues debido a él, Dios Mismo cambia y se le priva de Su Plenitud.

Continúa Jesús advirtiéndonos que lo que llamamos pecado no es un error. No debemos subestimar el poder del significado que le hemos otorgado a la creencia en el pecado. Si lo hacemos, estaremos reconociendo que el cuerpo es real y que el espíritu es irreal; que el cuerpo es nuestra verdadera identidad y que el ser espiritual es una ilusión. 

El ego no puede aceptar la idea de que su causa sea un error, pues de serlo, podríamos corregir dicho error, lo que supondría el reconocimiento de que el ego es una identidad pasajera y falsa con la que nos hemos identificado erróneamente. En cambio, si la causa es la verdad, es decir, si somos hijos del pecado, entonces el sistema de pensamiento del ego se garantiza la fidelidad a su realidad, lo que le ha llevado a fabricar un mundo donde idolatran al dios del pecado y del sufrimiento.

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