martes, 25 de marzo de 2025

Capítulo 19. A. El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz (1ª parte).

A. El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz (1ª parte).

1. El primer obstáculo que la paz debe salvar es tu deseo de des­hacerte de ella. 2Pues no puede extenderse a menos que la conser­ves. 3Tú eres el centro desde donde ella irradia hacia afuera, para invitar a otros a entrar. 4Tú eres su hogar: su tranquila morada desde donde se extiende serenamente hacia el exterior, aunque sin abandonarte jamás. 5Si la dejases sin hogar, ¿cómo podría entonces morar dentro del Hijo de Dios? 6Si la paz se ha de dise­minar por toda la creación, tiene que empezar contigo, y desde ti extenderse a cada hermano que llame, y llevarle descanso por haberse unido a ti.

Estas enseñanzas nos llevan al aprendizaje de que no se puede dar lo que no se tiene. Desde esta perspectiva, no podremos extender la paz si no se encuentra en nuestro interior.

A diferencia del ego, que piensa que la paz es un logro condicionado por la percepción del mundo interno, la mente recta conoce que la paz no es un logro, sino un hecho de nuestra realidad verdadera, es decir, de nuestro ser espiritual en su calidad de Hijo de Dios.

Si somos la creación de Dios, a Su imagen y semejanza, no podemos tener la menor duda de que somos Hijos del Amor, Hijos de la Luz y por ello, Hijos de la Paz y portadores de la Paz.

Claro, para el ego aceptar lo que anteriormente hemos dicho es reconocer su fin, pues su origen es la creencia en la separación y en el pecado, las cuales no pueden dar como frutos la vivencia de la paz.

Negar nuestra identidad nos conduce a negar la paz.

2. ¿Por qué querrías dejar a la paz sin hogar? 2¿Qué es lo que crees que tendría que desalojar para poder morar contigo? 3¿Cuál parece ser el costo que tanto te resistes a pagar? 4La pequeña barrera de arena todavía se interpone entre tu hermano y tú. 5¿La reforzarías ahora? 6No se te pide que la abandones sólo para ti. 7Cristo te lo pide para Sí Mismo. 8El quiere llevar paz a todo el mundo, mas ¿cómo lo podría hacer, sino a través de ti? 9¿Dejarías que un pequeño banco de arena, un muro de polvo, una aparente y diminuta barrera se interpusiese entre tus hermanos y la salva­ción? 10Sin embargo, este diminuto residuo de ataque que toda­vía tienes en tanta estima para poder usarlo contra tu hermano, es el primer obstáculo con el que la paz que mora en ti se topa en su expansión. 11Este pequeño muro de odio todavía quiere opo­nerse a la Voluntad de Dios, y mantenerla limitada.

Buscamos la salvación como si fuese un logro personal, sin importarnos lo más mínimo el estado de los demás. La visión egoica nos muestra un mundo separado donde la presencia del verdadero amor brilla por su ausencia. Si estamos peleados con nuestra propia identidad espiritual a la que le imponemos ropajes pasajeros y temporales, no resultará extraño que estemos peleados con el mundo exterior y principalmente con aquellos a los que consideramos nuestros enemigos, por temor a que nos despojen de lo que consideramos nuestros tesoros.

En ocasiones hacemos gestos grandilocuentes para que los demás enardezcan nuestros méritos. Son meras estrategias del ego para sentir su valor. Pero si analizamos detenidamente la dimensión de esos gestos, no tardaremos en descubrir el poder que se oculta tras ello, ya que el miedo, aunque nadie lo quiere reconocer, siempre deja muestras de su evidencia.

Aceptemos de una vez por todas que aquello que nos separa de la salvación es la falta de amor hacia uno mismo y hacia los demás.

3. El propósito del Espíritu Santo se encuentra en paz dentro de ti. 2Mas aún no estás dispuesto a dejar que se una a ti completa­mente. 3Todavía te opones un poco a la Voluntad de Dios. 4Y esa pequeña oposición es un límite que quieres imponerle a toda ella. 5La Voluntad de Dios es una sola, no muchas. 6No tiene opuestos, pues aparte de ella no hay ninguna otra. 7Lo que todavía quieres conservar detrás de tu pequeña barrera y mantener separado de tu hermano parece ser más poderoso que el universo, pues da la impresión de restringir a éste y a su Creador. 8Y lo que este pequeño muro pretende es nublar el propósito del Cielo y mante­nerlo oculto de él.

Un Curso de Milagros, al igual que todas las enseñanzas espirituales que se fundamentan en la no dualidad, son herramientas docentes que nos ayudan a des-hacernos de las viejas creencias en la separación. Ya no se trata de que nos salvemos de forma individual haciendo grandes gestos externos. Se trata de que cambiemos de manera de pensar, de manera de ver el mundo, de manera de ver a los demás.

Todo cambio que se produzca en el nivel de la mente nos llevará a una visión. Esa visión nos mostrará la identidad del verdadero ser que somos. Nos mostrará la luz y esa luz nos permitirá comprender que hemos creído estar soñando y que el despertar nos llevará a conocer el lugar que ocupamos en el universo, siendo parte una de la Filiación.

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