A. El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz (1ª parte).
1. El primer
obstáculo que la paz debe salvar es tu deseo de deshacerte de ella. 2Pues
no puede extenderse a menos que la conserves. 3Tú eres el centro
desde donde ella irradia hacia afuera, para invitar a otros a entrar. 4Tú
eres su hogar: su tranquila morada desde donde se extiende serenamente hacia el
exterior, aunque sin abandonarte jamás. 5Si la dejases sin hogar,
¿cómo podría entonces morar dentro del Hijo de Dios? 6Si la paz se
ha de diseminar por toda la creación, tiene que empezar contigo, y desde ti
extenderse a cada hermano que llame, y llevarle descanso por haberse unido a
ti.
A diferencia del ego, que piensa que la paz es un logro condicionado por la percepción del mundo interno, la mente recta conoce que la paz no es un logro, sino un hecho de nuestra realidad verdadera, es decir, de nuestro ser espiritual en su calidad de Hijo de Dios.
Si somos la creación de Dios, a Su imagen y semejanza, no podemos tener la menor duda de que somos Hijos del Amor, Hijos de la Luz y por ello, Hijos de la Paz y portadores de la Paz.
Claro, para el ego aceptar lo que anteriormente hemos dicho es reconocer su fin, pues su origen es la creencia en la separación y en el pecado, las cuales no pueden dar como frutos la vivencia de la paz.
Negar nuestra identidad nos conduce a negar la paz.
2. ¿Por qué
querrías dejar a la paz sin hogar? 2¿Qué es lo que crees que tendría
que desalojar para poder morar contigo? 3¿Cuál parece ser el costo
que tanto te resistes a pagar? 4La pequeña barrera de arena todavía
se interpone entre tu hermano y tú. 5¿La reforzarías ahora? 6No
se te pide que la abandones sólo para ti. 7Cristo te lo pide para Sí
Mismo. 8El quiere llevar paz a todo el mundo, mas ¿cómo lo podría
hacer, sino a través de ti? 9¿Dejarías que un pequeño banco de
arena, un muro de polvo, una aparente y diminuta barrera se interpusiese entre
tus hermanos y la salvación? 10Sin embargo, este diminuto residuo
de ataque que todavía tienes en tanta estima para poder usarlo contra tu
hermano, es el primer obstáculo con el que la paz que mora en ti se topa en su
expansión. 11Este pequeño muro de odio todavía quiere oponerse a
Buscamos la salvación como si fuese un logro personal, sin importarnos lo más mínimo el estado de los demás. La visión egoica nos muestra un mundo separado donde la presencia del verdadero amor brilla por su ausencia. Si estamos peleados con nuestra propia identidad espiritual a la que le imponemos ropajes pasajeros y temporales, no resultará extraño que estemos peleados con el mundo exterior y principalmente con aquellos a los que consideramos nuestros enemigos, por temor a que nos despojen de lo que consideramos nuestros tesoros.
En ocasiones hacemos gestos grandilocuentes para que los demás enardezcan nuestros méritos. Son meras estrategias del ego para sentir su valor. Pero si analizamos detenidamente la dimensión de esos gestos, no tardaremos en descubrir el poder que se oculta tras ello, ya que el miedo, aunque nadie lo quiere reconocer, siempre deja muestras de su evidencia.
Aceptemos de una vez por todas que aquello que nos separa de la salvación es la falta de amor hacia uno mismo y hacia los demás.
Un Curso de Milagros, al igual que todas las enseñanzas espirituales que se fundamentan en la no dualidad, son herramientas docentes que nos ayudan a des-hacernos de las viejas creencias en la separación. Ya no se trata de que nos salvemos de forma individual haciendo grandes gestos externos. Se trata de que cambiemos de manera de pensar, de manera de ver el mundo, de manera de ver a los demás.
Todo cambio que se produzca en el nivel de la mente nos llevará a una visión. Esa visión nos mostrará la identidad del verdadero ser que somos. Nos mostrará la luz y esa luz nos permitirá comprender que hemos creído estar soñando y que el despertar nos llevará a conocer el lugar que ocupamos en el universo, siendo parte una de la Filiación.
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