A. El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz (3ª parte).
7. El insignificante y demente deseo de deshacerte de Aquel que invitaste y expulsarlo, no puede sino generar conflicto. 2A medida que contemplas el mundo, ese insignificante deseo, desarraigado y flotando a la deriva, puede posarse brevemente sobre cualquier cosa, pues ahora no tiene ningún propósito. 3Antes de que el Espíritu Santo entrase a morar contigo parecía tener un magno propósito: la dedicación fija e inalterable al pecado y a sus resultados. 4Ahora deambula sin rumbo, vagando a la deriva, causando tan sólo mínimas interrupciones en la llamada del amor.
Fortalecer nuestra mente con pensamientos amorosos es fundamental en este proceso. Perdonar nuestros errores debe sustituir a cualquier deseo de atacarnos con las armas de la culpabilidad. Recordemos que lo que no es amor procede del mundo del sueño. Recordemos que podemos elegir tener sueños felices donde la culpa no tenga voz ni voto.
8. Este minúsculo deseo, esta diminuta ilusión, este residuo microscópico de la creencia en el pecado, es todo lo que queda de lo que en un tiempo pareció ser el mundo. 2Ya no es una inexorable barrera a la paz. 3Su vano deambular hace que sus resultados parezcan ser más erráticos e impredecibles que antes. 4Sin embargo, ¿qué podría ser más inestable que un sistema ilusorio rígidamente organizado? 5Su aparente estabilidad no es otra cosa que la debilidad que lo envuelve, la cual lo abarca todo. 6La variabilidad que el pequeño residuo produce indica simplemente cuán limitados son sus resultados.
La creencia en el pecado se encuentra muy arraigada en la mente colectiva de la humanidad. Es el origen que ha dado lugar a la creencia en el castigo como vía redentora para poner fin a la culpa que sentimos por haber desobedecido el mandado de Dios. Ver un mundo separado de Dios nos lleva a pensar que somos merecedores del castigo divino y de cuantos males nos puedan visitar.
¿Quién puede gozar de paz manteniendo en su mente la creencia en la culpa?
Si conocemos el origen de la culpa, del miedo, ¿a qué esperamos para ponerle fin?
¿Por qué no elegimos amar en vez de odiar?
Que el sistema de pensamiento del ego es demente e irracional lo demuestra su resistencia a elegir el amor en vez del miedo; la paz en vez de la lucha; la unidad en vez de la separación; la abundancia en vez de la escasez; la vida en vez de la muerte; la eternidad en vez de la temporalidad.
Demos la bienvenida al nuevo pensamiento, el que hace que la creencia en el amor, en lo que realmente somos, sustituya y ponga fin al viejo sistema de pensamiento que nos ha mantenido prisioneros de la ilusión, hasta que hemos decidido despertar.
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