lunes, 18 de noviembre de 2024

Capítulo 15. XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio (1ª parte).

XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio (1ª parte).

1. No temas reconocer que la idea del sacrificio no es sino tu pro­pia invención, 2ni trates de protegerte a ti mismo buscando seguri­dad donde no la hay. 3Tus hermanos y tu Padre se han vuelto muy temibles para ti. 4Y estás dispuesto a regatear con ellos por unas cuantas relaciones especiales, en las que crees ver ciertos vestigios de seguridad. 5No sigas tratando de mantener tus pensamientos separados del Pensamiento que se te ha dado. 6Cuando aquellos se ponen al lado de Éste y se perciben allí donde realmente se encuentran, elegir entre ellos no es más que un dulce despertar, tan simple como abrir los ojos a la luz del día cuando ya no tienes más sueño.

En efecto, la idea del sacrificio, así como todas las fabricaciones emanadas de la creencia en la separación que ha dado lugar a la identidad del ego, no son más que nuestra propia invención, de nuestra propia imaginación. La llamada de la culpa es más poderosa para la mente egoica, que el reconocimiento de que ninguna relación especial fundamentada en la creencia en la separación puede alcanzar la armonía, la paz, si no se renuncia a dicha creencia. ¿Acaso podemos sembrar manzanas y recolectar peras? ¿Acaso podemos sembrar división y recoger unidad? La mente ve aquello en lo que cree, y si nuestros pensamientos ocultan nuestro miedo al amor, ¿cómo va a conseguir vivir una relación donde no esté presente ese miedo?

2. El símbolo de la Navidad es una estrella: una luz en la oscuri­dad. 2No la veas como algo que se encuentra fuera de ti, sino como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la señal de que la hora de Cristo ha llegado. 3Cristo llega sin exigir nada. 4No le exige a nadie ningún tipo de sacrificio. 5En Su Pre­sencia la idea de sacrificio deja de tener significado, 6pues Él es el Anfitrión de Dios. 7Y tú no tienes más que invitar a Aquel que ya se encuentra ahí, al reconocer que Su Anfitrión es Uno y que ningún pensamiento ajeno a Su Unicidad puede residir allí con Él. 8El amor tiene que ser total para que se le pueda dar la bienve­nida, pues la Presencia de la santidad es lo que crea la santidad que lo envuelve. 9Ningún temor puede asaltar al Anfitrión que le abre los brazos a Dios en la hora de Cristo, pues el Anfitrión es tan santo como la Perfecta Inocencia a la que protege, y Cuyo poder a su vez lo protege a Él.

Estoy convencido, de que en este mundo, no hemos experimentado el Amor Incondicional, el Amor de Cristo, pues, si lo hubiésemos hecho, si lo hubiésemos sentido un solo instante, todas nuestras dudas desaparecerían, todos nuestros miedos dejarían de tener poder en nuestra mente. Dejaríamos de atacarnos y de atacar; dejaríamos de sacrificarnos y exigir sacrificios; dejaríamos de sentirnos culpables y de juzgar condenatoriamente a los demás.

Tal vez, nuestra percepción este cambiando y, ahora, miramos con ojos nuevos, lo que nos permite ver de una manera diferente a cómo veíamos antes al mundo. Sabemos que no somos un cuerpo, que nuestra realidad verdadera, nuestra identidad real, es el Espíritu. Esa Visión nos aproxima a las puertas del Cielo y, es posible, que ya no percibamos nuestros miedos. Esa es la hora, en la que estaremos preparados para gozar de la Gracia con la que Dios nos creó. Sí, ahora, estamos preparados para experimentar la fuerza del Amor, por que hemos fundido nuestra Mente con la Mente de Dios y de la Filiación.  

3. Esta Navidad entrégale al Espíritu Santo todo lo que te hiere. 2Permítete a ti mismo ser sanado completamente para que puedas unirte a Él en la curación, y celebremos juntos nuestra liberación liberando a todo el mundo junto con nosotros. 3Inclúyelo todo, pues la liberación es total, y cuando la hayas aceptado junto conmigo la darás junto conmigo 4Todo dolor, sacrificio o peque­ñez desaparecerá de nuestra relación, que es tan pura como la relación que tenemos con nuestro Padre, y tan poderosa. 5Todo dolor que se traiga ante nuestra presencia desaparecerá, sin dolor no puede haber sacrificio. 6Y allí donde no hay sacrificio, allí está el amor.

Sí, esta Navidad, dejaré que mis pasos sigan a la estrella que anuncia en mi mente el lugar donde ha de nacer el Redentor. Ese lugar, no es un espacio externo y temporal. Ese lugar, no es otro que, el que se alberga con humildad en mi mente recta. Es en mi mente inocente, pura e inmaculada por la santidad, donde nacerá el "niño Dios", esto es, el portador del Amor, que naciendo en forma de criatura, nos enseña que, debemos convertirnos en niños, como símbolo del nuevo pensamiento que ha de transformar la falsa percepción y pondrá fin a la hegemonía de "Herodes", el representante del sistema de pensamiento del ego.

Hacer del presente, del instante, nuestra Navidad, significa ser consciente de lo que realmente somos y entregarle al Espíritu Santo nuestro deseo de Expiar los errores que nos han mantenido prisioneros de la falsa creencia en la separación. La sanación de nuestra mente, nos unirá a la frecuencia de donde emana la Curación, y nos permitirá compartir con los demás las claves que nos abrirá las puertas de la salvación.

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