lunes, 4 de noviembre de 2024

Capítulo 15. VII. El sacrificio innecesario (2ª parte).

VII. El sacrificio innecesario (2ª parte).

4. Dijimos anteriormente que el propósito del ego es conservar e incrementar la culpabilidad, pero de forma tal que tú no te des cuenta de lo que ello te ocasionaría. 2Pues la doctrina fundamen­tal del ego es que te escapas de aquello que les haces a otros. 3El ego no le desea el bien a nadie. 4No obstante, su supervivencia depende de que tú creas que estás exento de sus malas intencio­nes. 5Te dice, por lo tanto, que si accedes a ser su anfitrión, te permitirá proyectar su ira afuera y, de este modo, te protegerá. 6así se embarca en una interminable e insatisfactoria cadena de relaciones especiales, forjadas con ira y dedicadas exclusiva­mente a fomentar tan sólo la creencia descabellada de que cuanta más ira descargues fuera de ti mismo, más a salvo te encontrarás.

Es el mecanismo que ha inventado el ego para zafarse de la culpa que siente en su interior. La culpa procede de la creencia en el pecado, y el pecado, procede del miedo que sentimos al creer que hemos desobedecido a nuestro Creador. Sí, nuestra mente se encuentra muy ocupada, intentando gestionar estos pensamientos, que le impiden oír la Voz de la Verdad, la Voz que nos reclama para que abramos nuestros ojos y comprobemos que todo ha sido una pesadilla, que todo ha sido fruto de nuestra imaginación, que NUNCA hemos abandonado nuestro Hogar, tan sólo caímos en un pesado sueño, del que AHORA hemos despertado.

En esa pesadilla, nos hemos creído separados de Dios y del resto de la Filiación. En esa pesadilla, creímos no estar a la altura del Amor y decidimos cobijarnos en la penumbra del miedo, donde podíamos ocultar nuestros pensamientos de culpa. En esa pesadilla, decidimos establecer una realidad basada en la percepción externa, lo cual nos ofrecía la oportunidad de proyectar nuestros pecados, nuestra culpa, nuestra ira y frustración, condenando a los demás.

¡Gracias, Padre! porque ahora Te Veo y veo mi verdadera realidad.

5. Ésa es la cadena que ata al Hijo de Dios a la culpabilidad, y la que el Espíritu Santo quiere eliminar de tu santa mente. 2Pues esta infame cadena no tiene por qué estar aprisionando a aquel que Dios Mismo ha elegido, como Su anfitrión, quien no puede convertirse a sí mismo en anfitrión del ego. 3En el nombre de su liberación y en el Nombre de Aquel que desea liberarle, examine­mos más detenidamente las relaciones que el ego urde y dejemos que el Espíritu Santo las juzgue verdaderamente. 4Pues es indu­dable que si las examinas, se las ofrecerás gustosamente a Él. 5Lo que Él puede hacer de ellas tú no lo sabes, pero estarás dispuesto a averiguarlo si primero estás dispuesto a percibir lo que tú has hecho de ellas.

Este punto nos brinda una oportunidad para liberarnos de la culpa y del miedo con el que afrontamos nuestras relaciones especiales. Esa oportunidad es el instante santo, esto es, la decisión de mirar y analizar nuestra relación especial y entregarla al Espíritu Santo, la Mente Recta, para que nos permita Expiar nuestros errores, y dejemos de hacer realidad el miedo y la culpa, y, en su lugar, miremos con ojos nuevos esa relación, donde descubriremos que nuestro hermano, fiel al pacto de amor que hemos establecido en el Cielo, está mostrándonos nuestra verdadera realidad y guiándonos hacia la senda que nos conducirá a la salvación.

6. De una forma u otra, toda relación que el ego entabla está basada en la idea de que sacrificándose a sí mismo él se engran­dece. 2El "sacrificio", que él considera una purificación, es de hecho la raíz de su amargo resentimiento. 3Pues preferiría atacar de inmediato y no demorar más lo que realmente desea hacer. 4No obstante, dado que el ego se relaciona con la "realidad" tal como él la ve, se da cuenta de que nadie podría interpretar un ataque directo como un acto de amor. 5Mas hacer sentir culpable a otro es un ataque directo, aunque no parezca serlo. 6Pues los que se sienten culpables esperan ser atacados, y habiendo pedido eso, se sienten atraídos por el ataque.

En la misma proporción, de que los demás, cumpliendo su pacto de amor, nos brindan la oportunidad de tomar el camino que nos llevará a la salvación, nosotros respondemos a ese mismo patrón, para ellos, de tal modo, que la relación que nos une, debe trascender el hecho de que sea especial, para convertirse en una relación verdadera, donde las mentes se funden en la Unidad.

Aquellos que se sienten culpables esperan ser atacados, nos dice el Curso. Pero será nuestra decisión, el responder o no, a las necesidades de los demás. Analizar nuestras relaciones debe llevarnos a tomar consciencia de las exigencias que se producen en ellas, y si detectamos una provocación que nos incita a responder con nuestra ira y ataque, recordemos que somos Hijos de la Luz y que esa provocación es una magnífica oportunidad para poner en práctica nuestra Visión Crística y respondamos con amor, en vez de con odio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Capítulo 16. II. El poder de la santidad (2ª parte).

II. El poder de la santidad (2ª parte). 4.  Has obrado milagros, pero es muy evidente que no los has obrado solo.  2 Cada vez que te extendi...